martes, 23 de abril de 2013

Cowboy de Mi Corazón


                
   
 Capítulo 34:                             Aguas turbias

Los días que precedieron al nacimiento de las pequeñas fueron de lo más ajetreados para los habitantes del rancho Killarney. Una semana después de su nacimiento, tanto las pequeñas cómo su madre ya estaban en casa, para alegría de la familia entera y de Jake.

Bella y Edward decidieron quedarse unos días más; dado que con la mano todavía convaleciente no iría a clase, su novio podría aprovechar para echar una mano en las tareas del rancho, y ayudarían a los nuevos padres a instalarse de forma definitiva en su casa.

La nueva morada de la familia Black por fin estaba terminada; al igual que Rosalie y Emmet, vivían dentro de las propiedades del rancho y a quince minutos en coche de la casa principal. La adelantada venida al mundo de las pequeñas les había pillado con los muebles a medio montar; a eso se dedicaron los hermanos Cullen; ayudados por el resto de la familia y varios de los peones, trasladaron todos los enseres de la pareja... pero el ajetreo era inmenso.

Nessie y Alice estaban guardando la ropita de las niñas en su armario, mientras que Bella sostenía a Claire con su brazo sano, sentada en la cama y haciéndole mimos a la pequeña; Rosalie, cómo buena pediatra, terminaba de revisar a Valerie.

-Pues esta pequeña ya está lista- la arrulló su rubia tía, mientras la cogía en brazos.

-¿No es muy raro que no se le haya caído todavía el cordón del ombliguito?- interrogó Nessie, acercándose a ella -a Claire se le cayó ayer-.

-Es perfectamente normal- la tranquilizó su cuñada -de normal tardan de dos a tres semanas desde su nacimiento, pero ella- señaló a la pequeña que Bella tenía en brazos- se ha adelantado-.

-Claire siempre se adelanta- dijo su madre, con una sonrisa -es la primera en despertarse, en protestar para comer...-.

-En eso se parece al padre- rodó los ojos Alice, lo que provocó las risas del resto. Rosalie le pasó la pequeña Valerie a su madre.

-Tu turno, pequeña Claire- canturreó mientras se la arrebataba a Bella de los brazos y la posaba delicadamente en la cama. La bebé, plenamente despierta, movía de forma graciosa sus manitas y deditos.

-Parece que esta pequeña también ha heredado los ojos de su padre- observó Bella, fijándose con más atención en los pequeños ojitos, todavía sin color definido, pero oscuros.

-Valerie también- añadió Alice, que ahora la tenía en brazos -parece que los genes Black y Cullen ya tienen plenas herederas-.

Las jóvenes seguían con la divertida charla, pero Bella sólo tenía ojos para sus diminutas sobrinas. Desde que las había visto por primera vez, sus pensamientos se perdían en cómo sería tener un pequeño o pequeña con Edward; pero en el fondo de su corazón sabía que para que esa ilusión se cumpliera todavía quedaban unos años por delante. El tema de los niños, a diferencia del matrimonio, sí que lo habían hablado más frecuentemente... y ambos estaban de acuerdo en que debía terminar su carrera.

En esa semana y media que llevaban en el rancho, la joven había observado a Edward en silencio; no habían tocado de nuevo el tema de Henry y lo sucedido aquella tarde, pero muchas veces había visto rondar la preocupación y la incertidumbre en los ojos de su novio. Estaba muy callado... sobre todo con ella.

Bella le había oído decir a su padre muchas veces que los ojos son la ventana del alma; y que sí conocías lo suficientemente a una persona, podías saber que pasaba por su mente con tan sólo fijarte en sus ojos... y la joven reconocía todas y cada una de las inquietudes de su novio con tan sólo mirarle; podía distinguir el color jade oscuro de los momentos de íntima pasión... las pequeñas, prácticamente imperceptibles a simple vista, motitas de color miel que se arremolinaban en ellos cuándo estaba feliz y relajado... el reflejo brillante que se apoderaba de ellos cuándo los orbes de ambos se cruzaban... pero también podía ver la preocupación y la incertidumbre en sus ojos... el verde se tornaba más apagado, casi opaco, por la falta de brillo. Y así lucían desde hacía varios días.

Un suave lloriqueo la devolvió a ala tierra; la pequeña Claire protestaba mientras que su tía Rose la envolvía en una mantita blanca y rosa.

-Las niñas están estupendas, Nessie- se dirigió a su cuñada -la próxima semana te espero en el consultorio, para pesarlas- las chicas volvieron a retomar la charla, pero Bella de nuevo se quedó callada; su cabeza no hacía más que dar vueltas... hasta que la voz de Alice le sacó del trance.

-Bella... ¿estás bien?- le interrogó preocupada.

-Estás ausente- añadió Nessie -¿todavía te molesta la mano?-.

-A veces, pero sólo cuándo la muevo durante un buen rato- se encogió de hombros.

-Por lo menos ya enseguida te libras del cabestrillo- apuntó Rose, cogiendo su muñeca con suavidad y revisándola.

-Eso espero- musitó con un suspiro de paciencia -me siento una inútil total; ni siquiera he podido cocinar bien... y enseguida tendré que retomar las clases- pensó mientras que un escalofrío recorría su columna vertebral... ¿mantendría su palabra Henry, y en verdad la dejaría en paz?.

-¿Cuándo tenéis pensado regresa a San Antonio?- interrogó de nuevo Nessie.

-El domingo; así que esta semana todavía estaremos aquí- le contestó.

La conversación se vio interrumpida por el jaleo que escucharon el el piso inferior; los chicos habían llegado con otro viaje de cajas y maletas. Bajaron a su encuentro; Esme estaba en la cocina, de modo que Bella acudió en su ayuda; aunque no pudiera cocinar bien, le gustaba estar ahí. En ella se encontró a Edward y Jasper, cogiendo una cerveza de la nevera.

-¿Habéis terminado?- interrogó a la vez que se acercaba a su novio.

-Sí- le aclaró -no puedo creer que Jake tenga tantos cachivaches- refunfuñó.

-Ehhhh- exclamó el aludido, entrando también en la cocina -veremos a ver qué ocurre cuándo tengamos que trasladar tus montañas de discos y libros-.

-No me puedo creer que todavía guardes los cómics que leías cuándo tenías seis años- negó con la cabeza Jasper, que miraba por encima del hombro de Esme qué había de comer.

-Y todos los DVD´s de Star Treck- dijo la voz de Emmet, que entraba con su hijo en brazos -yo creo que algunos los tienes repetidos-.

-Alto ahí... nadie se mete con el Dr. Spock en mi presencia- relató éste, divertido y a la vez ofendido. Jasper, Emmet y Edward rieron; el más pequeño de los hermanos miró a su pequeña, que le sonreía con cariño.

-¿Por qué sonríes así?- su pequeña negó con la cabeza.

-No es nada... me gusta verte así... llevas días muy callado- susurró en voz baja, sólo para él. El joven suspiró... definitivamente, no se le escapaba nada. Dejando el botellín de cerveza en la encimera, tomó la mano sana de su novia.

-¿Quieres pasear?- le ofreció de manera, seria, pero amable. El tono de voz que usó hizo que una desazón extraña la recorriera de arriba abajo. Se tragó sus nervios y asintió en silencio; Edward se disculpó de todos, alegando que regresarían para la comida a tiempo.

Caminaron tomados de la mano, sumidos en unos de sus habituales silencios... pero éste no era uno de los íntimos y reconfortantes de los que pareja disfrutaba. Bella sabía que su novio estaba nervioso, porque jugaba y retorcía sus dedos sin parar; incapaz de quedarse tranquila, paró de sopetón, poniéndose frente a Edward.

-¿Qué te pasa?- era la pregunta estrella en su subconsciente... pero si no la sacaba a relucir explotaría. Su novio la miró fijamente, extrañado y sorprendido por la interrupción del paseo. Negó con la cabeza, pero cuándo fue a contestar su pequeña se volvió a adelantar, dejándole con la palabra en la boca -si vas a dejarme, prefiero que me lo sueltes ya...- murmuró con la voz contenida, y lágrimas en los ojos.

Las palabras de su pequeña hicieron que sus ojos se abrieran de manera desmesurada... ¿acaso le había dado esa impresión?... ¿dejarla?... ¿por qué pensaba eso?...

-Bella...- la llamó con suavidad, intentando que los ojos cafés que tanto amaba lo miraran -¿por qué dices eso?-.

-No lo sé, Edward; lo único que sé es que desde que pasó... aquello- ni quería pronunciar el nombre de ese idiota -estás callado, pensativo... desde que llegamos al rancho apenas me hablas...- le explicó con un susurro de pena, pero Edward la calló cómo sólo el sabía hacerlo.

Sus labios se posaron en los de su pequeña, envolviéndolos con ternura y calidez; Bella se aferró a su cuello, devolviéndole gustosa ese beso, aferrándose a él con todas sus fuerzas. Era cómo si una inexplicable sensación se hubiera apoderado de su cuerpo, y el sólo pensar que Edward y ella pudieran separarse le causaba una sensación y pena que quería alejar de su mente a toda costa. Las bocas y los besos que la pareja se prodigaba hablaban por ellos solos; el joven la estrechaba entre sus brazos, disfrutando de esa calidez que desprendía todo su cuerpo... ¿cómo podía ella, pensar por una mínima fracción de segundos, que quería alejarla de su lado?...

Lamentablemente para ambos, necesitaban coger aire, y Edward empezó a bajar la intensidad del beso; cuándo sus labios se despegaron de los de ella, se deleitó con el espectáculo que tenía frente a él... le encantaba ver la expresión tímida y adorable de Bella cada vez que la besaba.

-Bella...- la volvió a llamar con suavidad de nuevo -por supuesto que no voy a dejarte- musitó en voz baja, desviando su vista de la de ella. El ceño fruncido de su pequeña llegó a sus ojos -es sólo que lo ocurrido en las últimas me ha dado mucho que pensar... me siento mal conmigo mismo, y la reacción que tuve- le explicó.

-Edward... -exclamó, abrazándole de nuevo -¿por qué no hablaste conmigo antes?- le reclamó, acurrucándose contra su pecho.

-No quería preocuparte- le contestó -quería que disfrutaras estos días en casa, con las chicas y las pequeñas- su pequeña levantó la cabeza, negando y de nuevo con el ceño fruncido.

-Pero aun así deberías haberlo hablado conmigo- le volvió a repetir -estaba muy preocupada por ti, y verte así me recordó cuándo vine a vivir aquí; siempre tan encerrado en tus pensamientos- le explicó ella -sólo quiero que sepas que me puedes contar lo que te pasa, siempre -recalcó la última palabra.

-Eres maravillosa, ¿lo sabes, no?- ella negó de nuevo con la cabeza, sonrojándose de nuevo.

-Eres mi novio- le recordó, con una de las sonrisas que el joven amaba -y lo que te preocupa a ti, me preocupa a mi-. Edward simplemente la abrazó... era tan diferente a Jessica; ahora no podía entender que es lo que le había llevado a enamorarse tan perdidademente de esa niña mimada y caprichosa; Bella era la generosidad y dulzura en persona, siempre anteponiendo a todos ante ella misma...

-Perdóname cariño- le rogó, tomando sus manos y entrelazando sus dedos -confío en ti... lo que pasa es que no quería preocuparte- se volvió a disculpar -pero jamás pienses que quiero dejarte, porque eso no es así-.

Bella escuchó atentamente lo que Edward le decía, y no pudo hacer otra cosa que soltar un suspiro de alivio; durante todos esos días había visto la preocupación rondar los ojos de su novio, y por fin se lo había contado. El joven notó que su pequeña se relajaba, y junto su frente a la de ella, en un íntimo gesto.

-Sabes que no podría vivir sin ti- dijo en voz muy baja.

-A mi me pasa lo mismo- reconoció ella -pero Edward... somos una pareja, y debemos compartir nuestros problemas y preocupaciones- paró, meditando cuidadosamente sus palabras -sólo quiero que confíes en mi-.

-Ya lo sé mi amor, y lo siento mucho- respondió éste, entendiendo cómo se sentía su pequeña, y en lo mal que lo habría pasado estos últimos días.

Volvió a estrechar a su pequeña entre sus brazos, permaneciendo así a lo largo de todo el paseo; por primera vez en todos esos días hablaron de lo ocurrido con tranquilidad; Bella le confesó a su novio que estaba nerviosa por volver a la facultad; en el fondo tenía miedo a que la promesa de Henry quedara en saco roto.

-Pero por otro lado, me fastidia que por un imbécil no pueda estar tranquila en clase- refunfuñó enfadada.

-Yo te llevaré y te recogeré- afirmó muy rotundamente su novio -no pienso dejar que se te vuelva a acercar- siseó con voz afilada. Bella rodó los ojos, no muy conforme.

-No es necesario; y te recuerdo que dentro de tres semanas tienes que irte de viaje- le recordó.

-Pero te acompañaré cuándo esté allí... y si yo no estoy, quiero que te pegues a Leah y los chicos cómo una lapa- la vena sobreprotectora Cullen estaba saliendo en todo su esplendor.

-Está bien- dijo, dándose por vencida -pero sólo las primeras semanas; sino hay problemas dejarás que vaya yo por mi propio pie a las clases- trató de negociar, de manera divertida. El joven rió encantado, acercándola más a su cuerpo.

-Deberías venir conmigo de viaje de negocios- refutó con diversión en su voz -se te da bien negociar y regatear- ella se carcajeó -no tenía constancia de esa habilidad tuya- se burló éste, con cariño.

-Quizá haya cosas de mi que todavía no sabes, vaquero- murmuró de manera que a Edward se le antojo cómo una invitación íntima y sensual.

-Entonces estaré encantado de descubrirlas- susurró contra su oreja, dejando un suave beso debajo de ella; sintió que el cuerpo de Bella se estremecía con esa caricia.

-Tramposo- le acusó ella, con una simpática mueca; el joven rió encantado, dejando un pequeño beso en los labios de su pequeña y continuando con el paseo.

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Los días de esa semana pasaron demasiado rápido, y el domingo se acercaba de manera alarmante en el calendario. Edward y Bella regresaba el domingo a San Antonio; ella debía retomar sus clases, para encarar la última etapa antes de los exámenes finales de primer año.

El esguince de su muñeca prácticamente había sanado; ya no necesitaba el cabestrillo, y pudo volver a tomar las riendas de la cocina familiar. Por lo que el viernes anterior a su partida, decidieron inaugurar oficialmente la casa de la familia Black con una cena para toda la familia. Los padres de Nessie habían viajado desde Tucson para conocer a sus nietas, de modo que no podían desaprovechar la ocasión.

-La cena estaba deliciosa, Bella- la felicitó la madre de Nessie.

-Cierto- aprobó Carlisle -cada día te superas más-.

-No es para tanto- le quitó importancia Bella, un poco sonrojada por tanto halago y recogiendo los platos, con la ayuda de Esme y sus cuñadas -además, antes de que yo viniera a vivir aquí estos glotones se alimentaban- dijo con una risa, señalando a Jake, Emmet y Jasper.

-¿Glotones?- repitió Jake, alzando una ceja -el trabajo en el rancho requiere muchas energías-.

-Seguro- rodó los ojos su padre.

Stanley Rale contenía la carcajada, al ver la cara de resignación de su consuegro; ellos dos se dirigieron al salón, para seguir con la charla que ambos se traían entre manos.

Esme y Nessie se afanaban en meter los platos al lavavajillas, aprovechando que las pequeñas aún no se habían despertado para su toma. Owen dormía plácidamente en uno de los dormitorios desde antes de la cena, de modo que disfrutaron de una cena tranquila.

-Podríamos salir a tomar algo al bar de Félix- sugirió Emmet a sus hermanos, que fueron los únicos que se quedaron en la mesa.

-Apoyo la moción; hace mucho que no salimos todos juntos- añadió Edward. Jake puso una pequeña mueca de fastidio.

-Os recordamos que Nessie y yo tenemos dos recién nacidas, así que no podemos-.

-Pero nosotros seis sí podemos- apuntó Jasper, mirando a sus hermanos -podéis dejar que Owen duerma en casa de papá- sugirió a Emmet. Justo en ese momento las chicas entraban por la puerta.

-¿De qué habláis?- interrogó Bella, sentándose al lado de su novio.

-De qué podríamos salir a tomar algo- le reveló éste.

-¡Qué buena idea!- exclamó Rose -podemos dejar a Owen con Carlisle y Esme-.

-Eso mismo he dicho yo- afirmó Jasper, pagado de si mismo.

-Pero nosotros no podemos- protestó Jake, cual niño pequeño, ante la mirada de paciencia de Nessie.

-Cuándo las peques crezcan un poco, podremos hacerlo- le dijo ésta -pero deja que ellos vayan; Edward y Bella se van pasado mañana-.

-Cierto, y no podremos venir en casi un mes- añadió Edward.

-No le hagáis caso- les tranquilizó Nessie con un gesto -además, en cuánto una de sus hijas haga el mínimo movimiento ya estará pegado a la cuna- el resto se carcajeó, divertido por las palabras de la joven... en verdad la imagen niñera de Jake resultaba muy cómica -id y beberos una copa a nuestra salud-.

-Eso dalo por hecho- se frotó las manos Emmet.

-Podríamos ir al Mistic River, a bailar un poco- sugirió Rose, cómo si nada.

-¡Siiiiiii!- chilló Alice, dando unos graciosos saltitos en el regazo de su novio.

-Ahhh no, de ninguna manera- dijo Emmet -¿acaso no os acordáis de la despedida de soltera de la señora Black?- interrogó a su mujer.

-Bella seguro que no recuerda nada- exclamó Jake, dando una sonora carcajada -todavía puedo verla colgándose de su cuello- señaló a Edward -y llamándole Eddie-.

-Para una vez que me emborracho- murmuró la aludida entre dientes, ante la mirada divertida de Edward.

-Si no hubierais aparecido por allí no habríais dado el espectáculo- masculló Rose, cruzándose de brazos.

-Por enésima vez, Rosie- suspiró Emmet con cansancio, agarrándose con los dedos el puente de la nariz -no os estábamos siguiendo- Carlisle, Esme y los padres de Nessie eran testigos mudos del divertido intercambio de opiniones.

-Veo que aunque hayan pasado más de seis meses, el asunto colea- murmuró divertida Esme.

-Cómo niños- protestaba Carlisle, con cara de resignación -cómo niños...-.

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Dos horas después, y con la polémica medio zanjada, Emmet, Jasper y Edward Cullen y sus respectivas parejas estaban tranquilamente acomodados en torno a una mesa en el bar de Félix.

-Está lleno- dijo Bella, mirando a su alrededor.

-Estamos mejor aquí sentados que de pie en el Mistic River- dijo Emmet mordaz, mirando a su esposa, que le dedico una mirada desdeñosa.

-Vamos chicos, no os enfadéis- intentó apaciguar los ánimos Edward.

-Relájemonos y disfrutemos- apoyó Jasper las palabras de su hermano. Los ánimos se apaciguaron, y estaban en medio de una divertida charla hasta que dos chicas se acercaron a la mesa, saludando a Alice.

-¡Kayla, Lisa!- exclamó la joven morena, poniéndose de pie y dándoles dos besos -¿qué hacéis aquí?-.

-Hemos venido a tomar algo, pero ya nos íbamos- le informó una de ellas, bajita y con el pelo corto y castaño. Alice se giró hacia la mesa.

-Ellas son Kayla y Lisa; trabajan con Nessie y conmigo en la comisión- le explicó a su familia -ellos son mis cuñados y él- señaló a su pareja -es Jasper Cullen, mi novio- presentó de manera general.

-De modo que también sois los cuñados de Ness- dijo una de ellas -¿cómo están ella y las pequeñas?-.

-Están preciosas- contestó Bella.

-Y nos cuesta horrores distinguirlas- añadió Emmet, lo que arrancó las risas generales. Charlaron con ellos unos momentos, y después Alice fue con ellas hasta la puerta.

Siguió hablando con ellas unos minutos, hasta que se despidió de ellas. Se dio la vuelta para volver a entrar, pero una desagradable voz hizo que detuviera sus pasos.

-Vaya, vaya...- se giró, topándose de bruces con James y Garret Denali.

-Pero si es una de las integrantes de la amorosa familia Cullen- exclamó James, abriendo la boca en un gesto exagerado y sorprendido.

-Qué desagradable sorpresa- masculló Alice, cruzándose de brazos -llevabais tiempo sin dar la lata-.

-¿Nos habéis echado de menos?- dijo Garret, llevándose una mano al corazón -en el fondo los Cullen no pueden vivir sin nosotros-.

-Pues espero que sigáis así, y nos dejéis en paz- les medio amenazó, dándose la vuelta, pero de nuevo la voz de James Denali la detuvo.

-Qué mal educada... ¿no saludas a nuestro amigo?- el corazón de la joven pareció detenerse -creo que ya os conocéis-.

Alice Brandon sintió que su respiración se colapsaba por momentos; y la piel se le puso de gallina al escuchar la voz que tanto dolor le había costado borrar. Intentando que el aire desatascara sus pulmones, se giró lentamente.

Estaba mucho más delgado que la última vez que lo vio; pero sus ojos marrones seguían destilando ese orgullo y posesividad, tan característicos de él. Por mucho que recordara, no podía recordar absolutamente nada del Peter que la enamoró.

Pero ya estaban divorciados... y ya no era esa chica tímida y retraída en la que se convirtió una vez empezó ese calvario de matrimonio... ya no eran nada, y había una sentencia en firme que lo demostraba.

-Sois unos miserables- les dijo a los Denali, mirándolos con rabia y dolor.

-Hola Alice- el tono de voz de su ex marido seguía siendo altanero -¿no te alegras de verme?-.

-¡Vete al infierno!- gritó, dando un paso hacia atrás cuándo Peter hizo amago de acercarse a ella.

-A mi no me levantes la voz- amenazó éste -¿pensabas que ibas a irte de rositas, después de haberme amargado la vida?-.

-¿Amargarte la vida?- repitió incrédula -¿sigues sin reconocer el daño que me hiciste, verdad?- le reclamó, con los ojos llenos de lágrimas. Los hermanos Denali se habían metido hacia el bar, dejándolos solos.

-Te dije que no importara dónde te escondieras- le recordó Peter -y me paso la sentencia de divorcio por donde quiera; hiciste un juramento y eres mi mujer-.

-¡Vete a la mierda!- chilló Alice, pero en un movimiento fluido su ex marido la tomó del brazo, impidiéndola alejarse.

Tembló cuándo sintió las manazas de ese indeseable tocarla, y se encogió de miedo al ver de nuevo esa mirada amenazadora y violenta.

-Te estás saltando la orden de alejamiento- dijo ella entre sollozos -Peter por favor... suéltame- le imploró.

-¿Qué pasa?, ¿no está por aquí ese rancherito tuyo para defenderte?- se burló de ella con crueldad -no vales tanto, querida-.

De nuevo hiriéndola y humillándola... todo el cuerpo de Alice Brandon temblaba de miedo. Había algunos curiosos que miraban con cara sorprendida a la pareja... pero nadie hacia algo para detener al hombre, que seguía lanzando improperios contra la que un día fue su esposa.

-Todas las mujeres sois iguales... si vuestros padres os hubieran enseñado que al esposo se le respeta y obedece, otro gallo hubiera cantado- la joven ya no tenía fuerzas para decir nada, pero sintió que la mano que sujetaba su brazo se soltaba de su cuerpo, y eran reemplazadas por las manos de Rose y Bella. Sin pensarlo se abalanzó a los brazos de sus cuñadas, llorando histérica, mientras que los chicos apartaban a Jasper, que tenía agarrado a Peter por la solapas de su chaqueta.

-¿Cómo te atreves a volver a poner tus asquerosas manos encima de mi novia?- dijo el joven Cullen, con una voz más afilada que un cuchillo.

-Ella es mi mujer- le enfrentó éste, intentando zafarse de su agarre.

-Ella ya no es nada tuyo- le recordó Jasper -bastante ha sufrido después de todo lo que tú le has hecho- Peter sonrió de manera cínica, antes de contestar.

-¿Ella es buena en la cama, verdad?- la mandíbula del ranchero se apretó -todavía puedo sentir sus manos recorriendo mi espalda, gimiendo cómo una gatita en celo... hum...- cerró los ojos, deleitándose con su recuerdo -¿contigo también lo hace?-.

Jasper no pudo controlarse... ¿cómo se atrevía este maltratador a hablar así de su novia?... después de todo el daño y sufrimiento que la había causado...

En un gesto rápido cómo la velocidad de la luz se zafó del agarré de sus hermanos, y su puño se estrelló de manera fulminante contra la nariz de Peter, que no pudo reaccionar debido a la sorpresa, cayó hacia atrás, quedando sentado en el suelo.

-¡Jasper, no!- le previno Edward, intentado sujetarle... pero sabía que era una batalla perdida; él mismo le habría reventado a Henry la nariz a puñetazos hace pocos días. Por suerte, Rosalie había llamado a la policía, y debían estar al caer.

-Me has roto la nariz, maldito cabrón- masculló Peter desde el suelo; el joven rubio se agachó a su lado, con el puño de nuevo en posición de ataque... pero se contuvo en el último segundo, pero eso no impidió dejarle una advertencia.

-No se te ocurra volver a tocarla, mirarla... -dijo lentamente -la policía está a punto de llegar- Peter le miró, no creyendo sus palabras -¿de veras crees que no sabemos que te has saltado la orden de alejamiento?- una sonrisa cruel adornó sus labios -si vuelves a respirar el mismo aire que ella, te aseguro que no lo contarás-.

-Hazle caso- se burló Emmet -es que el que peor genio tiene de todos nosotros-.

-Más te vale que te olvides de Alice Brandon- le repitió de nuevo Japser.

Justo en ese momento, el sonido del coche patrulla resonó. Mucha gente se había congregado alrededor de la pelea. Edward y Emmet se encargaron de sujetar a Peter mientras los agentes salían del coche y se acercaban a ellos.

Alice se soltó de los brazos de Bella, para echar a correr hacia su novio, que la refugió en torno a su cuerpo, mientras ella no podía parar de llorar.

-Shiiisssttttt- la consolaba Jasper -ya pasó mi amor... no volverá a acercarse a ti- con la menuda señorita Brandon entre sus brazos, vio cómo Peter le dirigía una mirada amenzante mientras lo esposaban y metían en el coche, rumbo a comisaría.

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Casi dos horas después, una agotada Alice terminaba de formalizar la correspondiente denuncia en la comisaría local de Hunstville. Con la chaqueta de Jasper sobre sus hombros, firmaba lo que esperaba fuera, la carta de libertad para vivir feliz y tranquila. Con un suspiro de alivio le tendió el último papel al comisario, un hombre de mediana edad, cordial y cercano con la gente. Uuna vez los revisó, se dirigió a la pareja que tenía enfrente.

-¿Seguro que ésto es suficiente para procesarlo?- interrogó Jasper.

-Absolutamente seguro- le volvió a asegurar el comisario Hawkes -es la segunda vez que quebranta la orden de alejamiento; de ésta no saldrá tan fácil- Jasper pasó uno de sus brazos por los hombros de su novia, que todavía impresionada y asustada por todo lo acontecido, temblaba cómo una hoja.

-Espero que de verdad todo haya terminado- susurró, cansada y agotada. Se apoyó en el hombro de Jasper, cerrando los ojos, y pudo sentir un suave y tierno beso en su frente.

-No tiene que preocuparse de nada, señorita Brandon- repitió de nuevo Hawkes -va a estar encerrado una buena temporada, le aseguro que su abogado no tiene nada que hacer, ha quebrantado la orden del juez-. Después de unos minutos, la joven pareja se dirigía a la salida, fuertemente abrazada.

-No puedo creer que esta pesadilla haya terminado- susurró con voz todavía trémula.

-No volverá a hacerte daño Alice- le aseguró Jasper -te aseguro que le hubiera matado- masculló rabioso.

-Él estaba con esos impresentables de los Denali- le relató ella.

-Emmet estaba en la barra cuándo ellos se acercaron, pero ni se miraron- le empezó a contar -pero al ver que no volvías, Rose se levantó a buscarte; te vio con él y vino corriendo a avisarnos-.

-Me pregunto dónde se habrán metido...- meditó la joven en voz alta.

-Según le ha contado Félix a Edward, en cuánto han oído las sirenas de los coches de policía han salido corriendo- rodó los ojos su novio -pero ya me encargaré de darles su merecido- dijo con los dientes apretados.

-No, por favor- le imploró la joven -Peter ya está detenido... y no quiero que te metas en más problemas por mi culpa- el joven suspiró, parándose un momento y poniéndose frente a ella.

-Creo que defender y cuidar a la persona que más quieres implica a veces meterse en problemas- le contestó -nadie te va a hacer daño otra vez-.

Alice asintió con un leve gesto de cabeza; sintió que los brazos de su novio la rodeaban con cariño, y un suave beso en sus labios.

-Vamos a casa- le dijo éste en voz baja; con una pequeña sonrisa en su cara, a modo de asentimiento salieron en busca del resto de la familia, que les esperaba fuera de la comisaría.

Por primera vez en mucho tiempo, Alice Brandon durmió tranquila, sin ese temor que la azotaba cada dos por tres... Peter al fin pagaría por todos los años de dolor que le había causado; volvería a pasear por la calle sin tener que andar mirando de reojo, podría disfrutar de la vida... una vida que había empezado hace unos meses con el joven que dormía a su lado.

domingo, 21 de abril de 2013

La Bestia del Castillo



Epilogo 

Bella pov

-¡¡¡Tornado!!! ¡¡¡Huracán!!!- grite fuera de mi de pie en la entrada del castillo con una hija consumida por el llanto abrazada a su madrina Esme a un costado.

-¿Hermosa y perfecta dama de mi corazón….?- empezó Marco

-¿qué podemos hacer por ti en este bello y soleado día?- termino Charlie

Con sus diecisiete años encima son una copia casi al carbón de su padre, Marco de cabello castaño tirando a rubio, Charlie de castaño tirando a rojo, ojos verdes y sonrisa derretidora.

-¿qué diablos le hicieron al joven Mcgarret?- pregunte levantando la ceja.

-nada mama solo tuvimos una charla con él- dijo Marco encogiéndose de hombros.

-¡¡¡lo amenazaron, asustaron y sacaron del territorio!!!- grito Miky furiosa y llorando aun.

-se fue porque quiso, nosotros solo lo llevamos por el camino- dijo Charlie

-¿Qué pasa aquí? ¿Porque estas llorando hija?- dijo Edward bajándose de su caballo en ese momento.

-Papa… me corrieron al novio otra vez- dijo mi hija refugiándose en los brazos de su padre.

Edward miro a sus hijos con dureza en la expresión, pero el brillo en sus ojos lo delato.

-ustedes par de inconscientes trabajaran todo el año en los establos, Miky cuando quieras tener novio asegúrate que este par de brutos no se enteren y tu Edward, al despacho ¡ahora!- instruí mientras entraba a casa dejado a todos ahí.

-¿qué pasa amor?- pregunto Edward entrando detrás de mí.

-¿hasta cuándo permitirás que tus hijos le espanten a los pretendientes a tu hija?- pregunte seria.

-Bella no se de que estas hablado, yo no…-

-tú sí, se bien que eres tu quien los tiene aleccionados, tu hija está creciendo tiene derecho a tener enamorados y no puede porque ese par de maniáticos sobreprotectores no la dejan - dije riendo y rezongando de coraje al mismo tiempo

-Míralo de esta manera, cuando el correcto llegue ni ellos podrán asustarlo-

Lo mire sonriendo porque sus palabras tienen razón.

-aun así, Miky de verdad estaba entusiasmada con este muchacho- dije mientras me dejaba abrazar.

-mejor que se haya ido, si le pone el ojo a mi hija se muere- dijo desatando los lazos del vestido.

Haciéndome olvidar todo con sus besos y sus manos en mis senos…

Tiempo después

-buenas tardes Lady Isabella- me saludo un joven apuesto, de unos veintidós años quizá, no parece más grande que mis hijos.

-buenas tardes- dije en espera de las presentaciones adecuadas.

-mira mama él es Ricardo Montejo, viene encargado de las negociaciones para la importación del grano que se trae del Italia- explico mi hijo Charlie, se despidió y marcho excusando otros deberes inaplazables.

-me temo que no soy yo quien ve ese asunto, mi esposo se encarga de eso pero ahora no está aquí, estará de regreso en unos días-

-entiendo… creo que entonces tengo un problema, vera no viajo solo, mis hermanitas están conmigo y no puedo regresarme sin haber entablado las negociaciones con su esposo… y tampoco puedo tenerlas de un lado a otro- dijo dubitativo.

-si deseas tus hermanas pueden quedarse aquí, tengo una torre sin ocupar y no será una molestia atenderlas, ¿Qué edad tienen?- pregunte

-tienen veinte, son gemelas- dijo sonriendo.

En ese momento entro mi hija con dos chicas mas, dos castaña hermosas, sonrientes y en franca platica.

-mira mama, Mayra y Maya Montejo- dijo sonriendo.

Y la sonrisa se le congelo al ver al hombre ahí. Por un momento ambos se miraron como si nada mas existiera.

-encantada de conocerlas, su hermano me hablaba de ustedes- dije saludando a ambas ya que tanto mi hija como su hermano estaban ajenos a todo.

-Mama ¿Dónde estás?- pregunto Marco desde la sala.

-aquí hijo- respondí

Entraron empujándose como siempre mis hijos, hasta que notaron que no estoy sola…

Entonces nadie más hablo y lo supe… el amor ha llegado a mi hogar.

Dos años después

Sentados en la banca principal de la iglesia, con Edward a mi lado disfrute de la ceremonia religiosa donde mis hijos por fin toman esposas.

Maya y Mayra fueron entregadas por Ricardo, el prometido de mi hija.

Y es que esas tres relaciones fueron de lo más complicadas, con mis hijos tratando de espantar a Montejo mientras intentaban conquistar a las chicas y mi hija tratando de echar a las Montejo solo por venganza de las veces que ella se quedo sin novio.

Al final ella acepto a Ricardo y los hermanos cedieron bajo amenaza de no ver a las gemelas nunca más.

Al finalizar la ceremonia caminamos detrás de los nuevos esposos para celebrar la nupcia.

-entonces Ricardo ¿Para cuándo tendré fecha de matrimonio?- pregunto Edward cuando la comida fue servida.

-papa… lo prometiste- dijo Miky avergonzada por completo.

- prometí no rebanarle la cabeza… no prometí no preguntar - dijo algo molesto.

-le aseguro que trabajo lo más rápido que puedo en terminar mis asuntos en Italia para asentarme aquí, se bien que Miky no querrá seguirme al otro lado del mar y considerando que mis hermanas están ahora casadas aquí…-

-estás dando vueltas y no me respondes- dio Edward interrumpiendo

-no puedo darle una fecha aun, debo arreglar mis asuntos allá- dijo Ricardo bajando la mirada.

Nadie dijo nada por un momento.

-¿Cómo exactamente pretendes entonces llamarte prometido de mi hija si no has prometido nada?- pregunto Edward una vez más.

-creo que el sobrevivir a los constantes juegos de sus hijos me da el derecho de llamarme así, porque aunque cierto es que no he prometido nada a usted, a Mikeila le he prometido todo y pienso cumplir- dijo serio sin una pizca de miedo o titubeo.

-papa se flexible, mira que por más que lo torturamos no se fue- dijo Charlie mientras intercedía por su cuñado.

-aguanto más que los últimos cinco- dijo Marco

-de acuerdo, esperare un poco más, pero si no veo nada en claro pronto, mis hijos te parecerán inofensivos- amenazo Edward sacando la bestia que hacía años no veía.

Para la noche y después que los recién casados partieran al viaje de bodas y mi hija se despidiera de su prometido, nos retiramos a descansar.

-ven amor, hoy te hare mía en el balcón- dijo Edward tomándome de la mano.

-estás loco… nos verán- dije tratando de resistirme

-claro que no- respondió.

Me llevo con besos y abrazos hasta el diván apostado afuera, pude notar que unas mantas cubrían el barandal hasta la parte de arriba dando una apariencia de tienda.

Después de desnudarme y desnudarse nos amamos como cada vez, como cada noche, con todo y sin reservas.

Ahí, bajo la luz de la luna tuve a mi esposo justo donde lo quiero, justo como lo quiero y no puedo pedir más…

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Mis niñas, se termino esta historia.

Espero que les haya gustado y disfrutado tanto como me he divertido yo al escribirla. 

como dije tengo otra esperando a ser publicada pero no me pongo de acuerdo en cual...
¿les gustaría votar por una u otra?

respondan y eso decidirá si subo los sumarios :)


viernes, 19 de abril de 2013

Cowboy de Mi Corazón.



                 Capítulo 33:                               La familia crece

Presa del susto y del horror, Bella se quedó paralizada mientras observaba cómo Edward, cegado por la furia, golpeaba de manera certera la mandíbula de Henry. Annie y Cindy la rodearon inmediatamente, pidiéndole que se calmara, mientras que Zack intentaba apartar y tranquilizar a su novio, ayudado por Leah.

-¡¿Qué le has hecho!- rugió Edward, después de propinarle el puñetazo; Henry ya se había puesto en pie, y frotaba con su mano derecha el borde de su boca, que sangraba ligeramente.

-Sólo intentaba hablar con ella; no quería que nada de ésto pasara- contestó a duras penas.

-Te dije que te apartaras de ella- siseó el joven ranchero -te lo advertí- le volvió a amenazar, encarándole de nuevo -¡eres un maldito acosador!- gritó a la vez que volvía a abalanzarse sobre él, pero Zack fue más rápido y lo agarró con fuerza de los hombros.

-Edward no- trató de razonar con él -a golpes sólo vas a conseguir meterte en problemas-.

Un pequeño grupo de curiosos se agolpó alrededor, murmurando y cuchicheando. Edward tomó un par de respiraciones profundas, intentado que el aire frío despejara su mente y sus pulmones. Giró la cabeza para encontrándose con los ojos color café de su pequeña; aunque estaban totalmente abnegados en lágrimas, éstos le suplicaban de manera silenciosa que parara. Dedicándole una ínfima sonrisa tranquilizadora, se volvió de nuevo hacia Henry.

-No te lo voy a volver a repetir- le dijo directamente; su novia se encogió de la impresión. Hacía mucho que no escuchaba este tono de voz, tan bajo y a la vez tan amenazante -ni se te ocurra volver a acercarte a ella- su contrincante no era capaz de sostener esa mirada verde, llena de odio y rencor -ni se te ocurra volver a molestarla... o te aseguro que la próxima vez lo lamentarás de verdad-.

-No hace falta que me amenaces- acertó a responder el joven, tocándose de nuevo el labio magullado.

-Cállate Henry- le aconsejó Zack, muy serio -es mejor que te vayas- le sugirió.

El tedioso joven iba a protestar de nuevo; sabía que todo había estallado de manera estrepitosa, y ahora era imposible razonar con el furioso novio de Bella. Sabía que era una batalla perdida... pero la quería tanto que debía luchar por ella. Pero con lo sucedido hoy, literalmente la había cagado.

-Está bien- suspiró derrotado -sólo quiero que sepas que no quería hacerle daño- le volvió a decir a Edward. Pero el joven ranchero no le escuchó, y se apresuró raudo a buscar a su pequeña.

Bella todavía lloraba; su estado de nervios apenas había mejorado, y sus ojos rojos e hinchados seguían descargando lágrimas. Rodeada por sus amigas, intentaban sin éxito consolarla y tranquilizarla... pero estaba completamente paralizada; nunca jamás había visto a Edward así, ni siquiera cuándo los Denali le habían provocado a él o a sus hermanos. Sus ojos verdes lanzaban verdaderas chispas de odio... pero en cuánto los ojos de ambos hicieron contacto, ese odio cambió en milésimas de segundos.

La imagen de su pequeña, con la tristeza impresa en sus ojos llorosos, hizo que el corazón de Edward se encogiera. Cabizbaja y pesarosa, y sosteniendo su maltrecha muñeca, no hizo amago de movimiento alguno.

Tomando una profunda respiración, se acercó a ella con cautela. Leah le dio una pequeña sonrisa de ánimo, y junto a Cindy y Annie, se retiraron cuándo el joven llegó a la altura de Bella. Ésta no pudo evitar cerrar los ojos al sentir un dulce cosquilleo en la mejilla. Los dedos de Edward trazaban una dulce caricia, tan tranquilizadora cómo reconfortarte. Disfrutó de las sensaciones durante un largo minuto, con los ojos todavía cerrados, hasta que esa voz habló.

-¿Estás bien?- susurró su novio, sólo para ellos dos.

-Estoy asustada- le contestó ésta, todavía ahogando un pequeño sollozo -y me duele- la vista del joven se posó en su muñeca, visiblemente inflamada.

-Maldito imbécil- masculló casi para sus adentros; si había algo que no podía permitir, es que nada ni nadie dañara a su Bella; la furia brotó de nuevo en su interior... pero se obligó a sí mismo a tranquilizarse -cariño, tenemos que ir al hospital; necesitas que te revisen la muñeca-.

Su pequeña asintió lentamente con la cabeza, y por fin se movió de su sitio, pasando su brazo sano por la cintura de Edward, que no dudó un segundo en devolverle el gesto y la rodeó con delicadeza los hombros, conduciéndola hacia el coche. Leah y Annie no dudaron en meterse a la parte trasera del volvo también.

-Os acompañamos- les dijo Leah, una vez estuvieron montados en el coche. Bella se dio la vuelta, dándoles las gracias en silencio; Edward simplemente permaneció en silencio mientras arrancaba el coche, camino del hospital.

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-Tardan demasiado- se quejó Annie, mirando su reloj y resoplando.

-Las urgencias están colapsadas- explicó Leah, soltando un suspiro de paciencia. Enfrente de ellas, un nervioso Edward paseaba de un lado a otro de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

-Edward, cálmate y siéntate- le dijo la joven morena por cuarta vez. Finalmente decidió hacerle caso; justo en ese momento el móvil de Annie sonó.

-Es Cindy- les reveló una vez vio el identificador de llamadas -querrán saber algo de Bella; de vuelta traeré unos cafés- les dijo mientras se levantaba de su asiento.

-Gracias- le dijo Leah; una vez ésta se alejó para contestar al teléfono, sus ojos negros se posaron de nuevo en el novio de su amiga. Tenía una expresión inescrutable en su cara, y los codos apoyados en las rodillas.

-Ella estará bien, Edward- le intentó animar.

-¿Qué sucedió exactamente?- le interrogó éste, pero sin mirarla a la cara.

-Nosotros habíamos quedado con los chicos en el pub; supongo que Zack se lo diría a Henry- le empezó a relatar -Zack y Cindy no sabían nada de lo que ocurría- Edward la escuchaba en silencio, y por fin su vista se levantó hacia ella, animándole a la joven a continuar.

-Bella estaba con nosotros, tranquila... pero se levantó al baño y él la siguió- los puños de Edward volvieron a endurecerse -no sabemos qué fue lo que le dijo allí, pero cuándo Bells volvió a la mesa, ni siquiera se sentó, y se despidió para irse- justo en ese momento, Annie regresaban con los cafés, los cuales agradecieron tanto Edward cómo Leah.

-Gracias- le dijo éste, mientras Annie tomaba asiento al lado de su amiga.

-Entonces vimos cómo Henry la seguía hasta la entrada- siguió relatando ésta – y allí ya Bella explotó-.

-Ella le dejó muy claro que quería que la dejara en paz- continuó el relato Annie -Bella esta histérica, chillando... entonces Henry intentó sujetarla, y ella al intentar zafarse, tropezó con los escalones- de nuevo la furia se instaló en el pecho de Edward... ¿cómo se atrevía ese asqueroso a ponerle siquiera una mano encima a su pequeña?.

-Comprendo que estés furioso, Edward- le intentó calmar Leah.

-Jamás había reaccionado así- exclamó, frustrado y enfadado -pero no soy un loco que se lía a golpes con el primero que se cruza...- dejó la frase inconclusa; ni los hermanos Denali le habían provocado tantas ganas de estampar su puño a alguien.

-Tu reacción está más que justificada, Edward- le cortó Annie.

-Randall hubiera reaccionado de la misma manera, te lo aseguro-añadió Leah.

-Henry se lo estaba buscando- masculló Annie entre dientes.

-Pero puede denunciarme- expresó Edward, en tono monocorde.

-No creo que lo haga- dijo Leah, muy convencida de si misma. El joven la miró, esperando su explicación, pero Annie se adelantó.

-Por la cuenta que le trae, sabrá mantener las distancias a partir de ahora; recuerda que Bella podría también denunciarlo-.

-Ella es demasiado buena con las personas cómo para hacer eso- susurró el joven, pensando en su amor.

-Te aseguro que ha captado la indirecta- volvió a decirle Annie -he hablado con Cindy; Zack y ella le han acompañado a casa- Leah frunció el ceño -y os aseguro que Henry está soportando la charla de su vida- murmuró con una sonrisa maliciosa -Zack se está encargando de ello- Justo en ese momento, un hombre de mediana edad, con una bata blanca se acercó a ellos.

-Soy el doctor Allen- se presentó, estrechando la mano de Edward -¿son los familiares de Isabella Swan?.

-Soy su novio- le reveló éste -¿cómo se encuentra?- interrogó; la preocupación corroía todo su cuerpo.

-Por suerte, su muñeca no está rota... pero la torcedura es bastante seria- les empezó a relatar -también le hemos dado un tranquilizante, estaba muy nerviosa; ella me ha explicado que tropezó y calló por unas escaleras-.

-Así es- corroboró la versión Leah -tuvo una discusión con un compañero de universidad- el médico miraba a los tres de hito en hito. Al ver que el doctor Allen se mantenía en silencio, la mente del joven Cullen se puso a dar vueltas... ésto no le podía estar pasando a él.

-¿No estará insinuando que Edward es el responsable?- exclamó Annie, adelántándose al novio de su amiga. Edward iba a replicar, pero el médico les sonrió de manera tranquilizadora.

-Les ruego se calmen, por favor- pidió con un gesto con sus manos -la señorita Swan me ha contado su versión, y coincide al completo con la de ustedes- el joven ranchero soltó ruidosamente el aire retenido por la impresión, al igual que las chicas -les ruego me perdonen... pero el maltrato está a la orden del día, y en caso de que se produzca, nuestro deber es dar parte a las autoridades-.

-Lo entendemos- aseguró Edward, acordándose de Alice -es perfectamente comprensible, y su trabajo- añadió.

-Cómo les iba diciendo; la torcedura es de segundo grado; no precisa enyesar... pero tendrá que mantenerla en un cabestrillo y en reposo durante un par de semanas... y también debe permanecer tranquila en ese tiempo; está muy nerviosa y afectada-.

-Por supuesto- le dio la razón Edward, con la preocupación impresa en su cara.

-No hará falta ni que vaya a clases, le llevaremos los apuntes- añadió Annie, a lo que Leah asintió.

-Le he recetado analgésicos para el dolor... y un valium, al menos para que descanse esta noche-.

Después de hacerles unas pocas recomendaciones finales, Annie y Leah se quedaron mientras Edward seguía al doctor hacia el box dónde estaba su pequeña. Estaba tumbada en la camilla, con el brazo izquierdo en un cabestrillo. Tenía los ojos cerrados, pero su ceño ligeramente arrugado desvelaba que no estaba descansando.

Se acercó con cautela a la camilla, y tomó con delicadeza su mano sana, pasando sus dedos por su palma, en una leve caricia. Los ojos de su novia tardaron bastante en enfocarle; debido al tranquilizante.

-Edward...- le llamó, con un susurro ronco.

-Estoy aquí, cariño- le dijo a la vez que se sentaba a su lado -¿cómo estás, te duele?- interrogó preocupado. Bella afirmó en silencio, a la vez que su novio maldecía de nuevo para sus adentros. Parecía un cervatillo desvalido, y sus ojos lucían todavía con miedo.

-Bella... cariño, lo siento- ésta abrió completamente los ojos -yo no soy violento...- dijo con rabia contenida -pero no puedo permitir que nadie te haga daño, y...- no era capaz de sostenerle la mirada, y a la joven no se le ocurrió otra cosa que incorporarse y besarle dulcemente en la boca, para que guardara silencio.

El joven se sorprendió ante ese contacto... pero no puedo evitar suspirar de alivio contra los suaves labios de su pequeña; se sentía horrible consigo mismo, y no le extrañaría en absoluto que Bella pensara que era un lunático violento. Pero las reacciones de su pequeña siempre le tomaban por sorpresa... y era una de las miles de cosas que adoraba de ella.

Correspondió a ese tierno gesto sin pensarlo, tomando su suave rostro entre sus manos. Los labios de ambos bailaban entre ellos de manera lenta y perfecta... eran cómo si fueran piezas de un rompecabezas, separados durante años y que el destino, puede que de la manera más dolorosa para ella, hubiera empeñado en juntar.

Muy a su pesar, tuvo que liberar a su pequeña para que tomara aire, pero ella se aferró cómo pudo a él; necesitaba la protección que sólo los brazos de Edward le podían dar. El joven sonrió con ternura a mientras imprimía caricias protectoras a lo largo de su espalda.

-Vamos a casa cariño, necesitas descansar- le susurró, dejando un pequeño beso en su mejilla.

-¿Ya podemos irnos?- preguntó ésta, sin moverse de su posición.

-Ya tengo todos los papeles del alta; el doctor Allen dice que tienes que estar un par de semanas en reposo- le explicó -de modo que nada de clases ni de ir a casa- Bella levantó el rostro, poniendo una adorable mueca de protesta.

-En el rancho no te dejarían en paz... y conociéndote, seguro te pondrías a cocinar- ella sonrió, al acordarse de sus cuñados.

-Es posible- concordó -pero me hacía ilusión ir a casa estos días-.

-Veremos a ver cómo estás la próxima semana... pero de momento los primeros días en casa, descansando- negoció Edward, conteniendo la sonrisa al observar el puchero de su novia.

-Está bien- resopló.

Edward la ayudó a levantarse de la camilla, y con su brazo posado de manera protectora sobre sus hombros, se dirigieron hacia la salida, en busca de Leah y Annie.

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Los primeros días en casa Bella se los pasó literalmente acostada entre el sofá y la cama; a pesar de repetirle a Edward una y otra vez que podía hacer un montón de cosas, su novio no admitía réplica alguna. En el fondo le encantaba; su novio la trataba cómo una auténtica reina; tal y cómo pasó cuándo tuvo gripe, Edward la cuidaba y se ocupaba de la casa.

Bella estudió la actitud y los gestos de su novio durante los últimos días. Aunque éste ponía buena cara todas las veces que se dirigía a ella, las veces que él estaba sumido en sus pensamientos tenía un poso de preocupación e inquietud en sus ojos.

Ella había pensado en todo lo ocurrido esa tarde; todavía podía sentir el estremecimiento de miedo que atravesó su cuerpo cuándo vio a Edward abalanzarse contra Henry; cuándo se acercó a ella para llevarla al hospital estaba en shock... quizá su novio había malinterpretado esa actitud inicial suya, y por eso en el box de urgencias se había disculpado con ella. Conocía a Edward tanto o más que a si misma... y sabía que sus temores a que le viera cómo un completo celoso desquiciado y agresivo le aterraban y le carcomían por dentro. Pero ella le había explicado por activa y por pasiva que tenía un motivo para hacerlo... y que proteger a lo que más se quería no era malo. El culpable de todo ésto era el imbécil de Henry.

No habían vuelto a saber nada de él, y no tenía interés alguno en averiguarlo. Leah, Randall y el resto de los chicos se habían apenas hace una hora. Habían compartido una divertida tarde todos ellos, y por lo que les había contado Zack, Henry no pensaba denunciar a Edward. Estaba muy apenado y arrepentido por todo lo que había pasado, y le había asegurado que a partir de ahora mantendría las distancias con Bella, para que no se sintiera incómoda. Ella suspiró ligeramente aliviada, lo mismo que Edward... esperaba de verdad que eso fuera así en el futuro.

Oyó que el teléfono fijo sonaba, y a Edward contestar en la cocina. Se levantó con pereza para ir al baño; aunque le costaba todavía mover el brazo izquierdo, poco a poco se iba defendiendo ella sola. Al volver al salón, Edward le esperaba con una sonrisa inmensa plantada en su cara. Su corazón brincó... adoraba ver esa sonrisa despreocupada y feliz.

-¿Qué ocurre?- inquirió mientras se acercaba a él; Edward simplemente rodeó sus caderas con sus brazos, sin dejar de esbozar esa sonrisa. Esbozó una mueca pensativa, hasta que Bella arqueó una ceja, obligándole a hablar.

-Ya que estos días ha sido una buena enferma... ¿quieres ir a Hunstville unos días?- la sonrisa de Bella apareció en su rostro.

-Estoy deseando ir a casa- respondió contenta. Podían haberse ido durante todo el periodo de su recuperación... pero reconocía que en San Antonio habían estado muy tranquilos.

-Me alegro que tengas ganas... porque hay unas pequeñas deseando conocer a su tía Bella- le reveló Edward. En el rostro de su pequeña apareció una inmensa sonrisa -era Esme... Nessie se puso de parto ayer de madrugada... y acaban de nacer hace dos horas-.

-Ohhh por dios- susurró su pequeña -ya están aquí- murmuró emocionada y feliz -se han adelantado dos semanas- exclamó.

-Impacientes cómo su padre- rodó los ojos Edward, pero también sonriendo -saldremos mañana por la mañana, ¿te parece bien?- le ofreció.

-Perfecto- asintió contenta -voy a llamar a Nessie... y a hacer las maletas- exclamó alborozada, soltándose del agarre de su novio y dirigiéndose hacia el dormitorio, tarareando contenta.

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El viaje hasta Hunstville se le hizo eterno... pero valió la pena; tenía unas ganas inmensas de ver a todos, y conocer a sus recién estrenadas sobrinitas. Se dirigieron directamente al hospital, y al llegar a la habitación de Nessie se encontraron allí con toda la familia.

-Hola a todos- saludó Edward de manera general. Esme y un muy feliz y orgulloso abuelo enseguida salieron a su encuentro.

-Hola hijos- los abrazó el patriarca -¿cómo te encuentras, hija?- inquirió, mirando con preocupación el brazo de Bella.

-Mucho mejor- les tranquilizó, después de soltar a Esme de su abrazo.

-Deberíais haber venido antes- les reprochó con cariño la buena mujer -Bella habría estado más vigilada en casa, y más cómoda y acompañada-.

-Edward me ha cuidado muy bien- aclaró la joven -incluso ha cocinado- dijo la última frase mirando a sus cuñados, que también se habían acercado.

-¿Edward con un delantal?- eso tengo que verlo -expresó Jasper con sorpresa; su novio miró a su hermano con una ceja arqueada, después de saludar a Emmet, Alice y Rose.

-Deberías aprender de mi- recitó burlón.

-Y que lo digas- rodó los ojos Alice, ante las risas del resto. Después de los saludos, Bella y Edward se acercaron a la cama, dónde Nessie estaba instalada.

-¿Cómo te encuentras?- interrogó la joven castaña a su cuñada, después de saludarlos a ambos.

-Eso debería preguntártelo yo a ti- contestó Nessie, señalando su brazo.

-Estoy mucho mejor- le informó Bella; los ojos de Edward estaban fijos en las dos cunitas. Dentro de ellas, las pequeñas Claire y Valerie Black dormían tranquilas, ajenas al jaleo familiar.

Bella se acercó, mirando embobada; eran tan pequeñitas... tenían el pelo moreno, al igual que su padre, pero la forma de la cara era de Nessie.

-Ni se inmutan- le dijo Edward a Bella.

-Al igual que su padre, duermen cómo un tronco- dijo Nessie, inclinándose hacia una de las cunas, pasando su dedo por la mejilla de su hija.

-Son preciosas- dijo Edward, a lo que Bella afirmó con la cabeza.

-Por supuesto que son preciosas, son mis princesas- canturreó una voz desde la puerta. El orgulloso padre entraba justo en ese momento en la habitación.

Edward se adelantó, dándole un fuerte abrazo; Bella también se acercó. Nunca había visto a Jake tan feliz.

-Enhorabuena hermano- le palmeó el hombro su novio.

-Son preciosas, Jake... eres padre por fin- añadió Bella. Su cuñado se abstuvo de darle uno de sus abrazos de oso, viendo su muñeca lastimada, pero aun así lo hizo con suavidad.

-Muchas gracias, chicos- les agradeció -¿cómo va tu brazo?- se interesó.

-Mejor; Tengo un buen enfermero- le explicó mientras rodeaba la cintura de Edward con su brazo sano.

-Ainsssss, cuñada...- exclamó Emmet -mira que tropezarte- dijo negando con la cabeza. Edward y ella decidieron no contar nada de lo sucedido; era una cosa de ellos, cómo pareja... y Bella no quería que sus cuñados se presentaran en San Antonio para ayudar a su hermano a ajustar cuentas con Henry.

-Accidentes que ocurren- se excusó Bella -no podré cocinar mucho, todavía no puedo moverla bien-.

-Por eso no tienes que preocuparte- añadió Rose.

-Sabes que lo primero eres tú- le guiñó un ojo Jasper, que Bella correspondió con una sonrisa.

Después de unos minutos de animada conversación, una de las gemelas lloriqueó, reclamando atención. Jake se adelantó para cogerla en brazos; a Bella le pareció una imagen muy tierna y graciosa, ver a la pequeña perdida entre los fuertes brazos de su padre.

-Ya está Claire, ya pasó... ¿tienes hambre?- la arrulló con voz suave.

-Esa es Valerie- rodó los ojos su mujer. Jake frunció el ceño, hasta que después de observar a su hija con atención, afirmó con la cabeza.

-Cierto- le dio la razón.

-¿Cómo las distingues?- preguntó Alice con verdadera curiosidad; las niñas eran cómo dos gotas de agua.

-Claire tiene un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, aunque muy imperceptible- se explicó la joven a la vez que su marido le pasaba a la pequeña -Valerie llora con menos intensidad, y sus mejillas están más sonrojadas que las de su hermana- todos estudiaron las caritas de las niñas con atención, puesto que nada más pasársela a su madre, Jake cogió a su hermana en brazos.

-Pues yo no veo las diferencias- se quejó Emmet.

-Según vayan creciendo, las iremos distinguiendo- explicó pacientemente Carlisle.

-Debíamos ponerles baberos con sus nombres todo el día, así no habrá problemas- sugirió Jasper, ante la mirada de su novia.

-¿Sabéis?- hizo la pregunta de manera general Edward -eso de tener una hermano o hermano gemelo está genial- las chicas y Carlisle lo miraban sin entender.

-Cierto- aprobó Emmet -podrán turnase para hacer los exámenes sin que los profesores se den cuenta- sus hermanos ahogaron la carcajada, ante la ceja alzada de su padre.

-Podrán intercambiarse los chicos- sugirió Jasper cómo sin tal cosa. Nessie rió, ya que a la mención de la palabra chicos a su esposo le cambio la cara.

-¿Chicos?- repitió Jake, cruzándose de brazos -hablaremos de ese tema cuándo tengan... - calló un momento, para hacer cuentas mentales... -¿cincuenta años?- ofreció cómo si tal cosa, desatando las carcajadas contenidas del resto de su familia.

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 Aqui Toy! Se les Quiere... :*