viernes, 19 de abril de 2013
Cowboy de Mi Corazón.
Capítulo 33: La familia crece
Presa del susto y del horror, Bella se quedó paralizada mientras observaba cómo Edward, cegado por la furia, golpeaba de manera certera la mandíbula de Henry. Annie y Cindy la rodearon inmediatamente, pidiéndole que se calmara, mientras que Zack intentaba apartar y tranquilizar a su novio, ayudado por Leah.
-¡¿Qué le has hecho!- rugió Edward, después de propinarle el puñetazo; Henry ya se había puesto en pie, y frotaba con su mano derecha el borde de su boca, que sangraba ligeramente.
-Sólo intentaba hablar con ella; no quería que nada de ésto pasara- contestó a duras penas.
-Te dije que te apartaras de ella- siseó el joven ranchero -te lo advertí- le volvió a amenazar, encarándole de nuevo -¡eres un maldito acosador!- gritó a la vez que volvía a abalanzarse sobre él, pero Zack fue más rápido y lo agarró con fuerza de los hombros.
-Edward no- trató de razonar con él -a golpes sólo vas a conseguir meterte en problemas-.
Un pequeño grupo de curiosos se agolpó alrededor, murmurando y cuchicheando. Edward tomó un par de respiraciones profundas, intentado que el aire frío despejara su mente y sus pulmones. Giró la cabeza para encontrándose con los ojos color café de su pequeña; aunque estaban totalmente abnegados en lágrimas, éstos le suplicaban de manera silenciosa que parara. Dedicándole una ínfima sonrisa tranquilizadora, se volvió de nuevo hacia Henry.
-No te lo voy a volver a repetir- le dijo directamente; su novia se encogió de la impresión. Hacía mucho que no escuchaba este tono de voz, tan bajo y a la vez tan amenazante -ni se te ocurra volver a acercarte a ella- su contrincante no era capaz de sostener esa mirada verde, llena de odio y rencor -ni se te ocurra volver a molestarla... o te aseguro que la próxima vez lo lamentarás de verdad-.
-No hace falta que me amenaces- acertó a responder el joven, tocándose de nuevo el labio magullado.
-Cállate Henry- le aconsejó Zack, muy serio -es mejor que te vayas- le sugirió.
El tedioso joven iba a protestar de nuevo; sabía que todo había estallado de manera estrepitosa, y ahora era imposible razonar con el furioso novio de Bella. Sabía que era una batalla perdida... pero la quería tanto que debía luchar por ella. Pero con lo sucedido hoy, literalmente la había cagado.
-Está bien- suspiró derrotado -sólo quiero que sepas que no quería hacerle daño- le volvió a decir a Edward. Pero el joven ranchero no le escuchó, y se apresuró raudo a buscar a su pequeña.
Bella todavía lloraba; su estado de nervios apenas había mejorado, y sus ojos rojos e hinchados seguían descargando lágrimas. Rodeada por sus amigas, intentaban sin éxito consolarla y tranquilizarla... pero estaba completamente paralizada; nunca jamás había visto a Edward así, ni siquiera cuándo los Denali le habían provocado a él o a sus hermanos. Sus ojos verdes lanzaban verdaderas chispas de odio... pero en cuánto los ojos de ambos hicieron contacto, ese odio cambió en milésimas de segundos.
La imagen de su pequeña, con la tristeza impresa en sus ojos llorosos, hizo que el corazón de Edward se encogiera. Cabizbaja y pesarosa, y sosteniendo su maltrecha muñeca, no hizo amago de movimiento alguno.
Tomando una profunda respiración, se acercó a ella con cautela. Leah le dio una pequeña sonrisa de ánimo, y junto a Cindy y Annie, se retiraron cuándo el joven llegó a la altura de Bella. Ésta no pudo evitar cerrar los ojos al sentir un dulce cosquilleo en la mejilla. Los dedos de Edward trazaban una dulce caricia, tan tranquilizadora cómo reconfortarte. Disfrutó de las sensaciones durante un largo minuto, con los ojos todavía cerrados, hasta que esa voz habló.
-¿Estás bien?- susurró su novio, sólo para ellos dos.
-Estoy asustada- le contestó ésta, todavía ahogando un pequeño sollozo -y me duele- la vista del joven se posó en su muñeca, visiblemente inflamada.
-Maldito imbécil- masculló casi para sus adentros; si había algo que no podía permitir, es que nada ni nadie dañara a su Bella; la furia brotó de nuevo en su interior... pero se obligó a sí mismo a tranquilizarse -cariño, tenemos que ir al hospital; necesitas que te revisen la muñeca-.
Su pequeña asintió lentamente con la cabeza, y por fin se movió de su sitio, pasando su brazo sano por la cintura de Edward, que no dudó un segundo en devolverle el gesto y la rodeó con delicadeza los hombros, conduciéndola hacia el coche. Leah y Annie no dudaron en meterse a la parte trasera del volvo también.
-Os acompañamos- les dijo Leah, una vez estuvieron montados en el coche. Bella se dio la vuelta, dándoles las gracias en silencio; Edward simplemente permaneció en silencio mientras arrancaba el coche, camino del hospital.
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-Tardan demasiado- se quejó Annie, mirando su reloj y resoplando.
-Las urgencias están colapsadas- explicó Leah, soltando un suspiro de paciencia. Enfrente de ellas, un nervioso Edward paseaba de un lado a otro de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-Edward, cálmate y siéntate- le dijo la joven morena por cuarta vez. Finalmente decidió hacerle caso; justo en ese momento el móvil de Annie sonó.
-Es Cindy- les reveló una vez vio el identificador de llamadas -querrán saber algo de Bella; de vuelta traeré unos cafés- les dijo mientras se levantaba de su asiento.
-Gracias- le dijo Leah; una vez ésta se alejó para contestar al teléfono, sus ojos negros se posaron de nuevo en el novio de su amiga. Tenía una expresión inescrutable en su cara, y los codos apoyados en las rodillas.
-Ella estará bien, Edward- le intentó animar.
-¿Qué sucedió exactamente?- le interrogó éste, pero sin mirarla a la cara.
-Nosotros habíamos quedado con los chicos en el pub; supongo que Zack se lo diría a Henry- le empezó a relatar -Zack y Cindy no sabían nada de lo que ocurría- Edward la escuchaba en silencio, y por fin su vista se levantó hacia ella, animándole a la joven a continuar.
-Bella estaba con nosotros, tranquila... pero se levantó al baño y él la siguió- los puños de Edward volvieron a endurecerse -no sabemos qué fue lo que le dijo allí, pero cuándo Bells volvió a la mesa, ni siquiera se sentó, y se despidió para irse- justo en ese momento, Annie regresaban con los cafés, los cuales agradecieron tanto Edward cómo Leah.
-Gracias- le dijo éste, mientras Annie tomaba asiento al lado de su amiga.
-Entonces vimos cómo Henry la seguía hasta la entrada- siguió relatando ésta – y allí ya Bella explotó-.
-Ella le dejó muy claro que quería que la dejara en paz- continuó el relato Annie -Bella esta histérica, chillando... entonces Henry intentó sujetarla, y ella al intentar zafarse, tropezó con los escalones- de nuevo la furia se instaló en el pecho de Edward... ¿cómo se atrevía ese asqueroso a ponerle siquiera una mano encima a su pequeña?.
-Comprendo que estés furioso, Edward- le intentó calmar Leah.
-Jamás había reaccionado así- exclamó, frustrado y enfadado -pero no soy un loco que se lía a golpes con el primero que se cruza...- dejó la frase inconclusa; ni los hermanos Denali le habían provocado tantas ganas de estampar su puño a alguien.
-Tu reacción está más que justificada, Edward- le cortó Annie.
-Randall hubiera reaccionado de la misma manera, te lo aseguro-añadió Leah.
-Henry se lo estaba buscando- masculló Annie entre dientes.
-Pero puede denunciarme- expresó Edward, en tono monocorde.
-No creo que lo haga- dijo Leah, muy convencida de si misma. El joven la miró, esperando su explicación, pero Annie se adelantó.
-Por la cuenta que le trae, sabrá mantener las distancias a partir de ahora; recuerda que Bella podría también denunciarlo-.
-Ella es demasiado buena con las personas cómo para hacer eso- susurró el joven, pensando en su amor.
-Te aseguro que ha captado la indirecta- volvió a decirle Annie -he hablado con Cindy; Zack y ella le han acompañado a casa- Leah frunció el ceño -y os aseguro que Henry está soportando la charla de su vida- murmuró con una sonrisa maliciosa -Zack se está encargando de ello- Justo en ese momento, un hombre de mediana edad, con una bata blanca se acercó a ellos.
-Soy el doctor Allen- se presentó, estrechando la mano de Edward -¿son los familiares de Isabella Swan?.
-Soy su novio- le reveló éste -¿cómo se encuentra?- interrogó; la preocupación corroía todo su cuerpo.
-Por suerte, su muñeca no está rota... pero la torcedura es bastante seria- les empezó a relatar -también le hemos dado un tranquilizante, estaba muy nerviosa; ella me ha explicado que tropezó y calló por unas escaleras-.
-Así es- corroboró la versión Leah -tuvo una discusión con un compañero de universidad- el médico miraba a los tres de hito en hito. Al ver que el doctor Allen se mantenía en silencio, la mente del joven Cullen se puso a dar vueltas... ésto no le podía estar pasando a él.
-¿No estará insinuando que Edward es el responsable?- exclamó Annie, adelántándose al novio de su amiga. Edward iba a replicar, pero el médico les sonrió de manera tranquilizadora.
-Les ruego se calmen, por favor- pidió con un gesto con sus manos -la señorita Swan me ha contado su versión, y coincide al completo con la de ustedes- el joven ranchero soltó ruidosamente el aire retenido por la impresión, al igual que las chicas -les ruego me perdonen... pero el maltrato está a la orden del día, y en caso de que se produzca, nuestro deber es dar parte a las autoridades-.
-Lo entendemos- aseguró Edward, acordándose de Alice -es perfectamente comprensible, y su trabajo- añadió.
-Cómo les iba diciendo; la torcedura es de segundo grado; no precisa enyesar... pero tendrá que mantenerla en un cabestrillo y en reposo durante un par de semanas... y también debe permanecer tranquila en ese tiempo; está muy nerviosa y afectada-.
-Por supuesto- le dio la razón Edward, con la preocupación impresa en su cara.
-No hará falta ni que vaya a clases, le llevaremos los apuntes- añadió Annie, a lo que Leah asintió.
-Le he recetado analgésicos para el dolor... y un valium, al menos para que descanse esta noche-.
Después de hacerles unas pocas recomendaciones finales, Annie y Leah se quedaron mientras Edward seguía al doctor hacia el box dónde estaba su pequeña. Estaba tumbada en la camilla, con el brazo izquierdo en un cabestrillo. Tenía los ojos cerrados, pero su ceño ligeramente arrugado desvelaba que no estaba descansando.
Se acercó con cautela a la camilla, y tomó con delicadeza su mano sana, pasando sus dedos por su palma, en una leve caricia. Los ojos de su novia tardaron bastante en enfocarle; debido al tranquilizante.
-Edward...- le llamó, con un susurro ronco.
-Estoy aquí, cariño- le dijo a la vez que se sentaba a su lado -¿cómo estás, te duele?- interrogó preocupado. Bella afirmó en silencio, a la vez que su novio maldecía de nuevo para sus adentros. Parecía un cervatillo desvalido, y sus ojos lucían todavía con miedo.
-Bella... cariño, lo siento- ésta abrió completamente los ojos -yo no soy violento...- dijo con rabia contenida -pero no puedo permitir que nadie te haga daño, y...- no era capaz de sostenerle la mirada, y a la joven no se le ocurrió otra cosa que incorporarse y besarle dulcemente en la boca, para que guardara silencio.
El joven se sorprendió ante ese contacto... pero no puedo evitar suspirar de alivio contra los suaves labios de su pequeña; se sentía horrible consigo mismo, y no le extrañaría en absoluto que Bella pensara que era un lunático violento. Pero las reacciones de su pequeña siempre le tomaban por sorpresa... y era una de las miles de cosas que adoraba de ella.
Correspondió a ese tierno gesto sin pensarlo, tomando su suave rostro entre sus manos. Los labios de ambos bailaban entre ellos de manera lenta y perfecta... eran cómo si fueran piezas de un rompecabezas, separados durante años y que el destino, puede que de la manera más dolorosa para ella, hubiera empeñado en juntar.
Muy a su pesar, tuvo que liberar a su pequeña para que tomara aire, pero ella se aferró cómo pudo a él; necesitaba la protección que sólo los brazos de Edward le podían dar. El joven sonrió con ternura a mientras imprimía caricias protectoras a lo largo de su espalda.
-Vamos a casa cariño, necesitas descansar- le susurró, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-¿Ya podemos irnos?- preguntó ésta, sin moverse de su posición.
-Ya tengo todos los papeles del alta; el doctor Allen dice que tienes que estar un par de semanas en reposo- le explicó -de modo que nada de clases ni de ir a casa- Bella levantó el rostro, poniendo una adorable mueca de protesta.
-En el rancho no te dejarían en paz... y conociéndote, seguro te pondrías a cocinar- ella sonrió, al acordarse de sus cuñados.
-Es posible- concordó -pero me hacía ilusión ir a casa estos días-.
-Veremos a ver cómo estás la próxima semana... pero de momento los primeros días en casa, descansando- negoció Edward, conteniendo la sonrisa al observar el puchero de su novia.
-Está bien- resopló.
Edward la ayudó a levantarse de la camilla, y con su brazo posado de manera protectora sobre sus hombros, se dirigieron hacia la salida, en busca de Leah y Annie.
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Los primeros días en casa Bella se los pasó literalmente acostada entre el sofá y la cama; a pesar de repetirle a Edward una y otra vez que podía hacer un montón de cosas, su novio no admitía réplica alguna. En el fondo le encantaba; su novio la trataba cómo una auténtica reina; tal y cómo pasó cuándo tuvo gripe, Edward la cuidaba y se ocupaba de la casa.
Bella estudió la actitud y los gestos de su novio durante los últimos días. Aunque éste ponía buena cara todas las veces que se dirigía a ella, las veces que él estaba sumido en sus pensamientos tenía un poso de preocupación e inquietud en sus ojos.
Ella había pensado en todo lo ocurrido esa tarde; todavía podía sentir el estremecimiento de miedo que atravesó su cuerpo cuándo vio a Edward abalanzarse contra Henry; cuándo se acercó a ella para llevarla al hospital estaba en shock... quizá su novio había malinterpretado esa actitud inicial suya, y por eso en el box de urgencias se había disculpado con ella. Conocía a Edward tanto o más que a si misma... y sabía que sus temores a que le viera cómo un completo celoso desquiciado y agresivo le aterraban y le carcomían por dentro. Pero ella le había explicado por activa y por pasiva que tenía un motivo para hacerlo... y que proteger a lo que más se quería no era malo. El culpable de todo ésto era el imbécil de Henry.
No habían vuelto a saber nada de él, y no tenía interés alguno en averiguarlo. Leah, Randall y el resto de los chicos se habían apenas hace una hora. Habían compartido una divertida tarde todos ellos, y por lo que les había contado Zack, Henry no pensaba denunciar a Edward. Estaba muy apenado y arrepentido por todo lo que había pasado, y le había asegurado que a partir de ahora mantendría las distancias con Bella, para que no se sintiera incómoda. Ella suspiró ligeramente aliviada, lo mismo que Edward... esperaba de verdad que eso fuera así en el futuro.
Oyó que el teléfono fijo sonaba, y a Edward contestar en la cocina. Se levantó con pereza para ir al baño; aunque le costaba todavía mover el brazo izquierdo, poco a poco se iba defendiendo ella sola. Al volver al salón, Edward le esperaba con una sonrisa inmensa plantada en su cara. Su corazón brincó... adoraba ver esa sonrisa despreocupada y feliz.
-¿Qué ocurre?- inquirió mientras se acercaba a él; Edward simplemente rodeó sus caderas con sus brazos, sin dejar de esbozar esa sonrisa. Esbozó una mueca pensativa, hasta que Bella arqueó una ceja, obligándole a hablar.
-Ya que estos días ha sido una buena enferma... ¿quieres ir a Hunstville unos días?- la sonrisa de Bella apareció en su rostro.
-Estoy deseando ir a casa- respondió contenta. Podían haberse ido durante todo el periodo de su recuperación... pero reconocía que en San Antonio habían estado muy tranquilos.
-Me alegro que tengas ganas... porque hay unas pequeñas deseando conocer a su tía Bella- le reveló Edward. En el rostro de su pequeña apareció una inmensa sonrisa -era Esme... Nessie se puso de parto ayer de madrugada... y acaban de nacer hace dos horas-.
-Ohhh por dios- susurró su pequeña -ya están aquí- murmuró emocionada y feliz -se han adelantado dos semanas- exclamó.
-Impacientes cómo su padre- rodó los ojos Edward, pero también sonriendo -saldremos mañana por la mañana, ¿te parece bien?- le ofreció.
-Perfecto- asintió contenta -voy a llamar a Nessie... y a hacer las maletas- exclamó alborozada, soltándose del agarre de su novio y dirigiéndose hacia el dormitorio, tarareando contenta.
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El viaje hasta Hunstville se le hizo eterno... pero valió la pena; tenía unas ganas inmensas de ver a todos, y conocer a sus recién estrenadas sobrinitas. Se dirigieron directamente al hospital, y al llegar a la habitación de Nessie se encontraron allí con toda la familia.
-Hola a todos- saludó Edward de manera general. Esme y un muy feliz y orgulloso abuelo enseguida salieron a su encuentro.
-Hola hijos- los abrazó el patriarca -¿cómo te encuentras, hija?- inquirió, mirando con preocupación el brazo de Bella.
-Mucho mejor- les tranquilizó, después de soltar a Esme de su abrazo.
-Deberíais haber venido antes- les reprochó con cariño la buena mujer -Bella habría estado más vigilada en casa, y más cómoda y acompañada-.
-Edward me ha cuidado muy bien- aclaró la joven -incluso ha cocinado- dijo la última frase mirando a sus cuñados, que también se habían acercado.
-¿Edward con un delantal?- eso tengo que verlo -expresó Jasper con sorpresa; su novio miró a su hermano con una ceja arqueada, después de saludar a Emmet, Alice y Rose.
-Deberías aprender de mi- recitó burlón.
-Y que lo digas- rodó los ojos Alice, ante las risas del resto. Después de los saludos, Bella y Edward se acercaron a la cama, dónde Nessie estaba instalada.
-¿Cómo te encuentras?- interrogó la joven castaña a su cuñada, después de saludarlos a ambos.
-Eso debería preguntártelo yo a ti- contestó Nessie, señalando su brazo.
-Estoy mucho mejor- le informó Bella; los ojos de Edward estaban fijos en las dos cunitas. Dentro de ellas, las pequeñas Claire y Valerie Black dormían tranquilas, ajenas al jaleo familiar.
Bella se acercó, mirando embobada; eran tan pequeñitas... tenían el pelo moreno, al igual que su padre, pero la forma de la cara era de Nessie.
-Ni se inmutan- le dijo Edward a Bella.
-Al igual que su padre, duermen cómo un tronco- dijo Nessie, inclinándose hacia una de las cunas, pasando su dedo por la mejilla de su hija.
-Son preciosas- dijo Edward, a lo que Bella afirmó con la cabeza.
-Por supuesto que son preciosas, son mis princesas- canturreó una voz desde la puerta. El orgulloso padre entraba justo en ese momento en la habitación.
Edward se adelantó, dándole un fuerte abrazo; Bella también se acercó. Nunca había visto a Jake tan feliz.
-Enhorabuena hermano- le palmeó el hombro su novio.
-Son preciosas, Jake... eres padre por fin- añadió Bella. Su cuñado se abstuvo de darle uno de sus abrazos de oso, viendo su muñeca lastimada, pero aun así lo hizo con suavidad.
-Muchas gracias, chicos- les agradeció -¿cómo va tu brazo?- se interesó.
-Mejor; Tengo un buen enfermero- le explicó mientras rodeaba la cintura de Edward con su brazo sano.
-Ainsssss, cuñada...- exclamó Emmet -mira que tropezarte- dijo negando con la cabeza. Edward y ella decidieron no contar nada de lo sucedido; era una cosa de ellos, cómo pareja... y Bella no quería que sus cuñados se presentaran en San Antonio para ayudar a su hermano a ajustar cuentas con Henry.
-Accidentes que ocurren- se excusó Bella -no podré cocinar mucho, todavía no puedo moverla bien-.
-Por eso no tienes que preocuparte- añadió Rose.
-Sabes que lo primero eres tú- le guiñó un ojo Jasper, que Bella correspondió con una sonrisa.
Después de unos minutos de animada conversación, una de las gemelas lloriqueó, reclamando atención. Jake se adelantó para cogerla en brazos; a Bella le pareció una imagen muy tierna y graciosa, ver a la pequeña perdida entre los fuertes brazos de su padre.
-Ya está Claire, ya pasó... ¿tienes hambre?- la arrulló con voz suave.
-Esa es Valerie- rodó los ojos su mujer. Jake frunció el ceño, hasta que después de observar a su hija con atención, afirmó con la cabeza.
-Cierto- le dio la razón.
-¿Cómo las distingues?- preguntó Alice con verdadera curiosidad; las niñas eran cómo dos gotas de agua.
-Claire tiene un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, aunque muy imperceptible- se explicó la joven a la vez que su marido le pasaba a la pequeña -Valerie llora con menos intensidad, y sus mejillas están más sonrojadas que las de su hermana- todos estudiaron las caritas de las niñas con atención, puesto que nada más pasársela a su madre, Jake cogió a su hermana en brazos.
-Pues yo no veo las diferencias- se quejó Emmet.
-Según vayan creciendo, las iremos distinguiendo- explicó pacientemente Carlisle.
-Debíamos ponerles baberos con sus nombres todo el día, así no habrá problemas- sugirió Jasper, ante la mirada de su novia.
-¿Sabéis?- hizo la pregunta de manera general Edward -eso de tener una hermano o hermano gemelo está genial- las chicas y Carlisle lo miraban sin entender.
-Cierto- aprobó Emmet -podrán turnase para hacer los exámenes sin que los profesores se den cuenta- sus hermanos ahogaron la carcajada, ante la ceja alzada de su padre.
-Podrán intercambiarse los chicos- sugirió Jasper cómo sin tal cosa. Nessie rió, ya que a la mención de la palabra chicos a su esposo le cambio la cara.
-¿Chicos?- repitió Jake, cruzándose de brazos -hablaremos de ese tema cuándo tengan... - calló un momento, para hacer cuentas mentales... -¿cincuenta años?- ofreció cómo si tal cosa, desatando las carcajadas contenidas del resto de su familia.
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Aqui Toy! Se les Quiere... :*
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jeje un final muy divertido, a pesar del accidente. Me ha encantado.Besitos lindaaaa
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