martes, 23 de abril de 2013

Cowboy de Mi Corazón


                
   
 Capítulo 34:                             Aguas turbias

Los días que precedieron al nacimiento de las pequeñas fueron de lo más ajetreados para los habitantes del rancho Killarney. Una semana después de su nacimiento, tanto las pequeñas cómo su madre ya estaban en casa, para alegría de la familia entera y de Jake.

Bella y Edward decidieron quedarse unos días más; dado que con la mano todavía convaleciente no iría a clase, su novio podría aprovechar para echar una mano en las tareas del rancho, y ayudarían a los nuevos padres a instalarse de forma definitiva en su casa.

La nueva morada de la familia Black por fin estaba terminada; al igual que Rosalie y Emmet, vivían dentro de las propiedades del rancho y a quince minutos en coche de la casa principal. La adelantada venida al mundo de las pequeñas les había pillado con los muebles a medio montar; a eso se dedicaron los hermanos Cullen; ayudados por el resto de la familia y varios de los peones, trasladaron todos los enseres de la pareja... pero el ajetreo era inmenso.

Nessie y Alice estaban guardando la ropita de las niñas en su armario, mientras que Bella sostenía a Claire con su brazo sano, sentada en la cama y haciéndole mimos a la pequeña; Rosalie, cómo buena pediatra, terminaba de revisar a Valerie.

-Pues esta pequeña ya está lista- la arrulló su rubia tía, mientras la cogía en brazos.

-¿No es muy raro que no se le haya caído todavía el cordón del ombliguito?- interrogó Nessie, acercándose a ella -a Claire se le cayó ayer-.

-Es perfectamente normal- la tranquilizó su cuñada -de normal tardan de dos a tres semanas desde su nacimiento, pero ella- señaló a la pequeña que Bella tenía en brazos- se ha adelantado-.

-Claire siempre se adelanta- dijo su madre, con una sonrisa -es la primera en despertarse, en protestar para comer...-.

-En eso se parece al padre- rodó los ojos Alice, lo que provocó las risas del resto. Rosalie le pasó la pequeña Valerie a su madre.

-Tu turno, pequeña Claire- canturreó mientras se la arrebataba a Bella de los brazos y la posaba delicadamente en la cama. La bebé, plenamente despierta, movía de forma graciosa sus manitas y deditos.

-Parece que esta pequeña también ha heredado los ojos de su padre- observó Bella, fijándose con más atención en los pequeños ojitos, todavía sin color definido, pero oscuros.

-Valerie también- añadió Alice, que ahora la tenía en brazos -parece que los genes Black y Cullen ya tienen plenas herederas-.

Las jóvenes seguían con la divertida charla, pero Bella sólo tenía ojos para sus diminutas sobrinas. Desde que las había visto por primera vez, sus pensamientos se perdían en cómo sería tener un pequeño o pequeña con Edward; pero en el fondo de su corazón sabía que para que esa ilusión se cumpliera todavía quedaban unos años por delante. El tema de los niños, a diferencia del matrimonio, sí que lo habían hablado más frecuentemente... y ambos estaban de acuerdo en que debía terminar su carrera.

En esa semana y media que llevaban en el rancho, la joven había observado a Edward en silencio; no habían tocado de nuevo el tema de Henry y lo sucedido aquella tarde, pero muchas veces había visto rondar la preocupación y la incertidumbre en los ojos de su novio. Estaba muy callado... sobre todo con ella.

Bella le había oído decir a su padre muchas veces que los ojos son la ventana del alma; y que sí conocías lo suficientemente a una persona, podías saber que pasaba por su mente con tan sólo fijarte en sus ojos... y la joven reconocía todas y cada una de las inquietudes de su novio con tan sólo mirarle; podía distinguir el color jade oscuro de los momentos de íntima pasión... las pequeñas, prácticamente imperceptibles a simple vista, motitas de color miel que se arremolinaban en ellos cuándo estaba feliz y relajado... el reflejo brillante que se apoderaba de ellos cuándo los orbes de ambos se cruzaban... pero también podía ver la preocupación y la incertidumbre en sus ojos... el verde se tornaba más apagado, casi opaco, por la falta de brillo. Y así lucían desde hacía varios días.

Un suave lloriqueo la devolvió a ala tierra; la pequeña Claire protestaba mientras que su tía Rose la envolvía en una mantita blanca y rosa.

-Las niñas están estupendas, Nessie- se dirigió a su cuñada -la próxima semana te espero en el consultorio, para pesarlas- las chicas volvieron a retomar la charla, pero Bella de nuevo se quedó callada; su cabeza no hacía más que dar vueltas... hasta que la voz de Alice le sacó del trance.

-Bella... ¿estás bien?- le interrogó preocupada.

-Estás ausente- añadió Nessie -¿todavía te molesta la mano?-.

-A veces, pero sólo cuándo la muevo durante un buen rato- se encogió de hombros.

-Por lo menos ya enseguida te libras del cabestrillo- apuntó Rose, cogiendo su muñeca con suavidad y revisándola.

-Eso espero- musitó con un suspiro de paciencia -me siento una inútil total; ni siquiera he podido cocinar bien... y enseguida tendré que retomar las clases- pensó mientras que un escalofrío recorría su columna vertebral... ¿mantendría su palabra Henry, y en verdad la dejaría en paz?.

-¿Cuándo tenéis pensado regresa a San Antonio?- interrogó de nuevo Nessie.

-El domingo; así que esta semana todavía estaremos aquí- le contestó.

La conversación se vio interrumpida por el jaleo que escucharon el el piso inferior; los chicos habían llegado con otro viaje de cajas y maletas. Bajaron a su encuentro; Esme estaba en la cocina, de modo que Bella acudió en su ayuda; aunque no pudiera cocinar bien, le gustaba estar ahí. En ella se encontró a Edward y Jasper, cogiendo una cerveza de la nevera.

-¿Habéis terminado?- interrogó a la vez que se acercaba a su novio.

-Sí- le aclaró -no puedo creer que Jake tenga tantos cachivaches- refunfuñó.

-Ehhhh- exclamó el aludido, entrando también en la cocina -veremos a ver qué ocurre cuándo tengamos que trasladar tus montañas de discos y libros-.

-No me puedo creer que todavía guardes los cómics que leías cuándo tenías seis años- negó con la cabeza Jasper, que miraba por encima del hombro de Esme qué había de comer.

-Y todos los DVD´s de Star Treck- dijo la voz de Emmet, que entraba con su hijo en brazos -yo creo que algunos los tienes repetidos-.

-Alto ahí... nadie se mete con el Dr. Spock en mi presencia- relató éste, divertido y a la vez ofendido. Jasper, Emmet y Edward rieron; el más pequeño de los hermanos miró a su pequeña, que le sonreía con cariño.

-¿Por qué sonríes así?- su pequeña negó con la cabeza.

-No es nada... me gusta verte así... llevas días muy callado- susurró en voz baja, sólo para él. El joven suspiró... definitivamente, no se le escapaba nada. Dejando el botellín de cerveza en la encimera, tomó la mano sana de su novia.

-¿Quieres pasear?- le ofreció de manera, seria, pero amable. El tono de voz que usó hizo que una desazón extraña la recorriera de arriba abajo. Se tragó sus nervios y asintió en silencio; Edward se disculpó de todos, alegando que regresarían para la comida a tiempo.

Caminaron tomados de la mano, sumidos en unos de sus habituales silencios... pero éste no era uno de los íntimos y reconfortantes de los que pareja disfrutaba. Bella sabía que su novio estaba nervioso, porque jugaba y retorcía sus dedos sin parar; incapaz de quedarse tranquila, paró de sopetón, poniéndose frente a Edward.

-¿Qué te pasa?- era la pregunta estrella en su subconsciente... pero si no la sacaba a relucir explotaría. Su novio la miró fijamente, extrañado y sorprendido por la interrupción del paseo. Negó con la cabeza, pero cuándo fue a contestar su pequeña se volvió a adelantar, dejándole con la palabra en la boca -si vas a dejarme, prefiero que me lo sueltes ya...- murmuró con la voz contenida, y lágrimas en los ojos.

Las palabras de su pequeña hicieron que sus ojos se abrieran de manera desmesurada... ¿acaso le había dado esa impresión?... ¿dejarla?... ¿por qué pensaba eso?...

-Bella...- la llamó con suavidad, intentando que los ojos cafés que tanto amaba lo miraran -¿por qué dices eso?-.

-No lo sé, Edward; lo único que sé es que desde que pasó... aquello- ni quería pronunciar el nombre de ese idiota -estás callado, pensativo... desde que llegamos al rancho apenas me hablas...- le explicó con un susurro de pena, pero Edward la calló cómo sólo el sabía hacerlo.

Sus labios se posaron en los de su pequeña, envolviéndolos con ternura y calidez; Bella se aferró a su cuello, devolviéndole gustosa ese beso, aferrándose a él con todas sus fuerzas. Era cómo si una inexplicable sensación se hubiera apoderado de su cuerpo, y el sólo pensar que Edward y ella pudieran separarse le causaba una sensación y pena que quería alejar de su mente a toda costa. Las bocas y los besos que la pareja se prodigaba hablaban por ellos solos; el joven la estrechaba entre sus brazos, disfrutando de esa calidez que desprendía todo su cuerpo... ¿cómo podía ella, pensar por una mínima fracción de segundos, que quería alejarla de su lado?...

Lamentablemente para ambos, necesitaban coger aire, y Edward empezó a bajar la intensidad del beso; cuándo sus labios se despegaron de los de ella, se deleitó con el espectáculo que tenía frente a él... le encantaba ver la expresión tímida y adorable de Bella cada vez que la besaba.

-Bella...- la volvió a llamar con suavidad de nuevo -por supuesto que no voy a dejarte- musitó en voz baja, desviando su vista de la de ella. El ceño fruncido de su pequeña llegó a sus ojos -es sólo que lo ocurrido en las últimas me ha dado mucho que pensar... me siento mal conmigo mismo, y la reacción que tuve- le explicó.

-Edward... -exclamó, abrazándole de nuevo -¿por qué no hablaste conmigo antes?- le reclamó, acurrucándose contra su pecho.

-No quería preocuparte- le contestó -quería que disfrutaras estos días en casa, con las chicas y las pequeñas- su pequeña levantó la cabeza, negando y de nuevo con el ceño fruncido.

-Pero aun así deberías haberlo hablado conmigo- le volvió a repetir -estaba muy preocupada por ti, y verte así me recordó cuándo vine a vivir aquí; siempre tan encerrado en tus pensamientos- le explicó ella -sólo quiero que sepas que me puedes contar lo que te pasa, siempre -recalcó la última palabra.

-Eres maravillosa, ¿lo sabes, no?- ella negó de nuevo con la cabeza, sonrojándose de nuevo.

-Eres mi novio- le recordó, con una de las sonrisas que el joven amaba -y lo que te preocupa a ti, me preocupa a mi-. Edward simplemente la abrazó... era tan diferente a Jessica; ahora no podía entender que es lo que le había llevado a enamorarse tan perdidademente de esa niña mimada y caprichosa; Bella era la generosidad y dulzura en persona, siempre anteponiendo a todos ante ella misma...

-Perdóname cariño- le rogó, tomando sus manos y entrelazando sus dedos -confío en ti... lo que pasa es que no quería preocuparte- se volvió a disculpar -pero jamás pienses que quiero dejarte, porque eso no es así-.

Bella escuchó atentamente lo que Edward le decía, y no pudo hacer otra cosa que soltar un suspiro de alivio; durante todos esos días había visto la preocupación rondar los ojos de su novio, y por fin se lo había contado. El joven notó que su pequeña se relajaba, y junto su frente a la de ella, en un íntimo gesto.

-Sabes que no podría vivir sin ti- dijo en voz muy baja.

-A mi me pasa lo mismo- reconoció ella -pero Edward... somos una pareja, y debemos compartir nuestros problemas y preocupaciones- paró, meditando cuidadosamente sus palabras -sólo quiero que confíes en mi-.

-Ya lo sé mi amor, y lo siento mucho- respondió éste, entendiendo cómo se sentía su pequeña, y en lo mal que lo habría pasado estos últimos días.

Volvió a estrechar a su pequeña entre sus brazos, permaneciendo así a lo largo de todo el paseo; por primera vez en todos esos días hablaron de lo ocurrido con tranquilidad; Bella le confesó a su novio que estaba nerviosa por volver a la facultad; en el fondo tenía miedo a que la promesa de Henry quedara en saco roto.

-Pero por otro lado, me fastidia que por un imbécil no pueda estar tranquila en clase- refunfuñó enfadada.

-Yo te llevaré y te recogeré- afirmó muy rotundamente su novio -no pienso dejar que se te vuelva a acercar- siseó con voz afilada. Bella rodó los ojos, no muy conforme.

-No es necesario; y te recuerdo que dentro de tres semanas tienes que irte de viaje- le recordó.

-Pero te acompañaré cuándo esté allí... y si yo no estoy, quiero que te pegues a Leah y los chicos cómo una lapa- la vena sobreprotectora Cullen estaba saliendo en todo su esplendor.

-Está bien- dijo, dándose por vencida -pero sólo las primeras semanas; sino hay problemas dejarás que vaya yo por mi propio pie a las clases- trató de negociar, de manera divertida. El joven rió encantado, acercándola más a su cuerpo.

-Deberías venir conmigo de viaje de negocios- refutó con diversión en su voz -se te da bien negociar y regatear- ella se carcajeó -no tenía constancia de esa habilidad tuya- se burló éste, con cariño.

-Quizá haya cosas de mi que todavía no sabes, vaquero- murmuró de manera que a Edward se le antojo cómo una invitación íntima y sensual.

-Entonces estaré encantado de descubrirlas- susurró contra su oreja, dejando un suave beso debajo de ella; sintió que el cuerpo de Bella se estremecía con esa caricia.

-Tramposo- le acusó ella, con una simpática mueca; el joven rió encantado, dejando un pequeño beso en los labios de su pequeña y continuando con el paseo.

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Los días de esa semana pasaron demasiado rápido, y el domingo se acercaba de manera alarmante en el calendario. Edward y Bella regresaba el domingo a San Antonio; ella debía retomar sus clases, para encarar la última etapa antes de los exámenes finales de primer año.

El esguince de su muñeca prácticamente había sanado; ya no necesitaba el cabestrillo, y pudo volver a tomar las riendas de la cocina familiar. Por lo que el viernes anterior a su partida, decidieron inaugurar oficialmente la casa de la familia Black con una cena para toda la familia. Los padres de Nessie habían viajado desde Tucson para conocer a sus nietas, de modo que no podían desaprovechar la ocasión.

-La cena estaba deliciosa, Bella- la felicitó la madre de Nessie.

-Cierto- aprobó Carlisle -cada día te superas más-.

-No es para tanto- le quitó importancia Bella, un poco sonrojada por tanto halago y recogiendo los platos, con la ayuda de Esme y sus cuñadas -además, antes de que yo viniera a vivir aquí estos glotones se alimentaban- dijo con una risa, señalando a Jake, Emmet y Jasper.

-¿Glotones?- repitió Jake, alzando una ceja -el trabajo en el rancho requiere muchas energías-.

-Seguro- rodó los ojos su padre.

Stanley Rale contenía la carcajada, al ver la cara de resignación de su consuegro; ellos dos se dirigieron al salón, para seguir con la charla que ambos se traían entre manos.

Esme y Nessie se afanaban en meter los platos al lavavajillas, aprovechando que las pequeñas aún no se habían despertado para su toma. Owen dormía plácidamente en uno de los dormitorios desde antes de la cena, de modo que disfrutaron de una cena tranquila.

-Podríamos salir a tomar algo al bar de Félix- sugirió Emmet a sus hermanos, que fueron los únicos que se quedaron en la mesa.

-Apoyo la moción; hace mucho que no salimos todos juntos- añadió Edward. Jake puso una pequeña mueca de fastidio.

-Os recordamos que Nessie y yo tenemos dos recién nacidas, así que no podemos-.

-Pero nosotros seis sí podemos- apuntó Jasper, mirando a sus hermanos -podéis dejar que Owen duerma en casa de papá- sugirió a Emmet. Justo en ese momento las chicas entraban por la puerta.

-¿De qué habláis?- interrogó Bella, sentándose al lado de su novio.

-De qué podríamos salir a tomar algo- le reveló éste.

-¡Qué buena idea!- exclamó Rose -podemos dejar a Owen con Carlisle y Esme-.

-Eso mismo he dicho yo- afirmó Jasper, pagado de si mismo.

-Pero nosotros no podemos- protestó Jake, cual niño pequeño, ante la mirada de paciencia de Nessie.

-Cuándo las peques crezcan un poco, podremos hacerlo- le dijo ésta -pero deja que ellos vayan; Edward y Bella se van pasado mañana-.

-Cierto, y no podremos venir en casi un mes- añadió Edward.

-No le hagáis caso- les tranquilizó Nessie con un gesto -además, en cuánto una de sus hijas haga el mínimo movimiento ya estará pegado a la cuna- el resto se carcajeó, divertido por las palabras de la joven... en verdad la imagen niñera de Jake resultaba muy cómica -id y beberos una copa a nuestra salud-.

-Eso dalo por hecho- se frotó las manos Emmet.

-Podríamos ir al Mistic River, a bailar un poco- sugirió Rose, cómo si nada.

-¡Siiiiiii!- chilló Alice, dando unos graciosos saltitos en el regazo de su novio.

-Ahhh no, de ninguna manera- dijo Emmet -¿acaso no os acordáis de la despedida de soltera de la señora Black?- interrogó a su mujer.

-Bella seguro que no recuerda nada- exclamó Jake, dando una sonora carcajada -todavía puedo verla colgándose de su cuello- señaló a Edward -y llamándole Eddie-.

-Para una vez que me emborracho- murmuró la aludida entre dientes, ante la mirada divertida de Edward.

-Si no hubierais aparecido por allí no habríais dado el espectáculo- masculló Rose, cruzándose de brazos.

-Por enésima vez, Rosie- suspiró Emmet con cansancio, agarrándose con los dedos el puente de la nariz -no os estábamos siguiendo- Carlisle, Esme y los padres de Nessie eran testigos mudos del divertido intercambio de opiniones.

-Veo que aunque hayan pasado más de seis meses, el asunto colea- murmuró divertida Esme.

-Cómo niños- protestaba Carlisle, con cara de resignación -cómo niños...-.

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Dos horas después, y con la polémica medio zanjada, Emmet, Jasper y Edward Cullen y sus respectivas parejas estaban tranquilamente acomodados en torno a una mesa en el bar de Félix.

-Está lleno- dijo Bella, mirando a su alrededor.

-Estamos mejor aquí sentados que de pie en el Mistic River- dijo Emmet mordaz, mirando a su esposa, que le dedico una mirada desdeñosa.

-Vamos chicos, no os enfadéis- intentó apaciguar los ánimos Edward.

-Relájemonos y disfrutemos- apoyó Jasper las palabras de su hermano. Los ánimos se apaciguaron, y estaban en medio de una divertida charla hasta que dos chicas se acercaron a la mesa, saludando a Alice.

-¡Kayla, Lisa!- exclamó la joven morena, poniéndose de pie y dándoles dos besos -¿qué hacéis aquí?-.

-Hemos venido a tomar algo, pero ya nos íbamos- le informó una de ellas, bajita y con el pelo corto y castaño. Alice se giró hacia la mesa.

-Ellas son Kayla y Lisa; trabajan con Nessie y conmigo en la comisión- le explicó a su familia -ellos son mis cuñados y él- señaló a su pareja -es Jasper Cullen, mi novio- presentó de manera general.

-De modo que también sois los cuñados de Ness- dijo una de ellas -¿cómo están ella y las pequeñas?-.

-Están preciosas- contestó Bella.

-Y nos cuesta horrores distinguirlas- añadió Emmet, lo que arrancó las risas generales. Charlaron con ellos unos momentos, y después Alice fue con ellas hasta la puerta.

Siguió hablando con ellas unos minutos, hasta que se despidió de ellas. Se dio la vuelta para volver a entrar, pero una desagradable voz hizo que detuviera sus pasos.

-Vaya, vaya...- se giró, topándose de bruces con James y Garret Denali.

-Pero si es una de las integrantes de la amorosa familia Cullen- exclamó James, abriendo la boca en un gesto exagerado y sorprendido.

-Qué desagradable sorpresa- masculló Alice, cruzándose de brazos -llevabais tiempo sin dar la lata-.

-¿Nos habéis echado de menos?- dijo Garret, llevándose una mano al corazón -en el fondo los Cullen no pueden vivir sin nosotros-.

-Pues espero que sigáis así, y nos dejéis en paz- les medio amenazó, dándose la vuelta, pero de nuevo la voz de James Denali la detuvo.

-Qué mal educada... ¿no saludas a nuestro amigo?- el corazón de la joven pareció detenerse -creo que ya os conocéis-.

Alice Brandon sintió que su respiración se colapsaba por momentos; y la piel se le puso de gallina al escuchar la voz que tanto dolor le había costado borrar. Intentando que el aire desatascara sus pulmones, se giró lentamente.

Estaba mucho más delgado que la última vez que lo vio; pero sus ojos marrones seguían destilando ese orgullo y posesividad, tan característicos de él. Por mucho que recordara, no podía recordar absolutamente nada del Peter que la enamoró.

Pero ya estaban divorciados... y ya no era esa chica tímida y retraída en la que se convirtió una vez empezó ese calvario de matrimonio... ya no eran nada, y había una sentencia en firme que lo demostraba.

-Sois unos miserables- les dijo a los Denali, mirándolos con rabia y dolor.

-Hola Alice- el tono de voz de su ex marido seguía siendo altanero -¿no te alegras de verme?-.

-¡Vete al infierno!- gritó, dando un paso hacia atrás cuándo Peter hizo amago de acercarse a ella.

-A mi no me levantes la voz- amenazó éste -¿pensabas que ibas a irte de rositas, después de haberme amargado la vida?-.

-¿Amargarte la vida?- repitió incrédula -¿sigues sin reconocer el daño que me hiciste, verdad?- le reclamó, con los ojos llenos de lágrimas. Los hermanos Denali se habían metido hacia el bar, dejándolos solos.

-Te dije que no importara dónde te escondieras- le recordó Peter -y me paso la sentencia de divorcio por donde quiera; hiciste un juramento y eres mi mujer-.

-¡Vete a la mierda!- chilló Alice, pero en un movimiento fluido su ex marido la tomó del brazo, impidiéndola alejarse.

Tembló cuándo sintió las manazas de ese indeseable tocarla, y se encogió de miedo al ver de nuevo esa mirada amenazadora y violenta.

-Te estás saltando la orden de alejamiento- dijo ella entre sollozos -Peter por favor... suéltame- le imploró.

-¿Qué pasa?, ¿no está por aquí ese rancherito tuyo para defenderte?- se burló de ella con crueldad -no vales tanto, querida-.

De nuevo hiriéndola y humillándola... todo el cuerpo de Alice Brandon temblaba de miedo. Había algunos curiosos que miraban con cara sorprendida a la pareja... pero nadie hacia algo para detener al hombre, que seguía lanzando improperios contra la que un día fue su esposa.

-Todas las mujeres sois iguales... si vuestros padres os hubieran enseñado que al esposo se le respeta y obedece, otro gallo hubiera cantado- la joven ya no tenía fuerzas para decir nada, pero sintió que la mano que sujetaba su brazo se soltaba de su cuerpo, y eran reemplazadas por las manos de Rose y Bella. Sin pensarlo se abalanzó a los brazos de sus cuñadas, llorando histérica, mientras que los chicos apartaban a Jasper, que tenía agarrado a Peter por la solapas de su chaqueta.

-¿Cómo te atreves a volver a poner tus asquerosas manos encima de mi novia?- dijo el joven Cullen, con una voz más afilada que un cuchillo.

-Ella es mi mujer- le enfrentó éste, intentando zafarse de su agarre.

-Ella ya no es nada tuyo- le recordó Jasper -bastante ha sufrido después de todo lo que tú le has hecho- Peter sonrió de manera cínica, antes de contestar.

-¿Ella es buena en la cama, verdad?- la mandíbula del ranchero se apretó -todavía puedo sentir sus manos recorriendo mi espalda, gimiendo cómo una gatita en celo... hum...- cerró los ojos, deleitándose con su recuerdo -¿contigo también lo hace?-.

Jasper no pudo controlarse... ¿cómo se atrevía este maltratador a hablar así de su novia?... después de todo el daño y sufrimiento que la había causado...

En un gesto rápido cómo la velocidad de la luz se zafó del agarré de sus hermanos, y su puño se estrelló de manera fulminante contra la nariz de Peter, que no pudo reaccionar debido a la sorpresa, cayó hacia atrás, quedando sentado en el suelo.

-¡Jasper, no!- le previno Edward, intentado sujetarle... pero sabía que era una batalla perdida; él mismo le habría reventado a Henry la nariz a puñetazos hace pocos días. Por suerte, Rosalie había llamado a la policía, y debían estar al caer.

-Me has roto la nariz, maldito cabrón- masculló Peter desde el suelo; el joven rubio se agachó a su lado, con el puño de nuevo en posición de ataque... pero se contuvo en el último segundo, pero eso no impidió dejarle una advertencia.

-No se te ocurra volver a tocarla, mirarla... -dijo lentamente -la policía está a punto de llegar- Peter le miró, no creyendo sus palabras -¿de veras crees que no sabemos que te has saltado la orden de alejamiento?- una sonrisa cruel adornó sus labios -si vuelves a respirar el mismo aire que ella, te aseguro que no lo contarás-.

-Hazle caso- se burló Emmet -es que el que peor genio tiene de todos nosotros-.

-Más te vale que te olvides de Alice Brandon- le repitió de nuevo Japser.

Justo en ese momento, el sonido del coche patrulla resonó. Mucha gente se había congregado alrededor de la pelea. Edward y Emmet se encargaron de sujetar a Peter mientras los agentes salían del coche y se acercaban a ellos.

Alice se soltó de los brazos de Bella, para echar a correr hacia su novio, que la refugió en torno a su cuerpo, mientras ella no podía parar de llorar.

-Shiiisssttttt- la consolaba Jasper -ya pasó mi amor... no volverá a acercarse a ti- con la menuda señorita Brandon entre sus brazos, vio cómo Peter le dirigía una mirada amenzante mientras lo esposaban y metían en el coche, rumbo a comisaría.

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Casi dos horas después, una agotada Alice terminaba de formalizar la correspondiente denuncia en la comisaría local de Hunstville. Con la chaqueta de Jasper sobre sus hombros, firmaba lo que esperaba fuera, la carta de libertad para vivir feliz y tranquila. Con un suspiro de alivio le tendió el último papel al comisario, un hombre de mediana edad, cordial y cercano con la gente. Uuna vez los revisó, se dirigió a la pareja que tenía enfrente.

-¿Seguro que ésto es suficiente para procesarlo?- interrogó Jasper.

-Absolutamente seguro- le volvió a asegurar el comisario Hawkes -es la segunda vez que quebranta la orden de alejamiento; de ésta no saldrá tan fácil- Jasper pasó uno de sus brazos por los hombros de su novia, que todavía impresionada y asustada por todo lo acontecido, temblaba cómo una hoja.

-Espero que de verdad todo haya terminado- susurró, cansada y agotada. Se apoyó en el hombro de Jasper, cerrando los ojos, y pudo sentir un suave y tierno beso en su frente.

-No tiene que preocuparse de nada, señorita Brandon- repitió de nuevo Hawkes -va a estar encerrado una buena temporada, le aseguro que su abogado no tiene nada que hacer, ha quebrantado la orden del juez-. Después de unos minutos, la joven pareja se dirigía a la salida, fuertemente abrazada.

-No puedo creer que esta pesadilla haya terminado- susurró con voz todavía trémula.

-No volverá a hacerte daño Alice- le aseguró Jasper -te aseguro que le hubiera matado- masculló rabioso.

-Él estaba con esos impresentables de los Denali- le relató ella.

-Emmet estaba en la barra cuándo ellos se acercaron, pero ni se miraron- le empezó a contar -pero al ver que no volvías, Rose se levantó a buscarte; te vio con él y vino corriendo a avisarnos-.

-Me pregunto dónde se habrán metido...- meditó la joven en voz alta.

-Según le ha contado Félix a Edward, en cuánto han oído las sirenas de los coches de policía han salido corriendo- rodó los ojos su novio -pero ya me encargaré de darles su merecido- dijo con los dientes apretados.

-No, por favor- le imploró la joven -Peter ya está detenido... y no quiero que te metas en más problemas por mi culpa- el joven suspiró, parándose un momento y poniéndose frente a ella.

-Creo que defender y cuidar a la persona que más quieres implica a veces meterse en problemas- le contestó -nadie te va a hacer daño otra vez-.

Alice asintió con un leve gesto de cabeza; sintió que los brazos de su novio la rodeaban con cariño, y un suave beso en sus labios.

-Vamos a casa- le dijo éste en voz baja; con una pequeña sonrisa en su cara, a modo de asentimiento salieron en busca del resto de la familia, que les esperaba fuera de la comisaría.

Por primera vez en mucho tiempo, Alice Brandon durmió tranquila, sin ese temor que la azotaba cada dos por tres... Peter al fin pagaría por todos los años de dolor que le había causado; volvería a pasear por la calle sin tener que andar mirando de reojo, podría disfrutar de la vida... una vida que había empezado hace unos meses con el joven que dormía a su lado.

1 comentario:

  1. con lo bien que iba todo tuvo que aparecer el desgraciado este para arruinarlo...

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