domingo, 7 de abril de 2013

Cowboy de Mi Corazón.



       Capítulo 32:                        Sentimientos a flor de piel

El teléfono sacó a Bella de su letargo; había cogido la gripe con tanta fuerza que llevaba cuatro días sin apenas salir de la cama; y aunque había ratos que se encontraba mejor, su sobreprotector novio apenas la dejaba levantarse, a pesar de sus ruegos. Edward se desvivía por y para ella; incluso se había encargado él mismo de las comidas, que para sorpresa de la joven, resultó que podía defenderse con platos sencillos y no muy elaborados.

-Hola Leah- saludó a su amiga nada más descolgar.

-Hola Bells, ¿cómo lo llevas?- le interrogó; el sábado Randall y ella se habían acercado a visitarla y a llevarle una deliciosa sopa de verduras, que la joven y Edward agradecieron.

-Al menos ya no tengo fiebre- resopló, incorporándose y apoyando la cabeza en el cabecero -pero todavía estoy muy cansada- le contó, con la voz congestionada -mi cabeza todavía tiene momentos que quiere explotar- su amiga rió divertida ante el relato.

-La has pillado bien, y es lógico que todavía estés débil- le recordó.

-Odio estar así, me siento una completa inútil- refunfuñó.

-Te aseguro que yo daría todo por estar unos días de relax, y más con un enfermero tan guapo- se burló -aunque el mío fuese moreno de piel y cabello- añadió, en alusión a su marido. Bella rió divertida.

-¿Cómo van las clases?, ¿me he perdido algo?- cambió de tema.

-Absolutamente nada interesante; ya sabes que la semana que viene empiezan los parciales, de modo que medio campus está encerrado en la facultad o en sus casas estudiando-.

-Pues yo estaba pensando en ir mañana- meditó la joven castaña en voz alta; justo en ese momento entraba Edward por la puerta, y negó en silencio con la cabeza a la vez que sonreía, ya que había escuchado perfectamente las palabras de su novia.

Ésta simplemente rodó los ojos, casi sin prestar atención a lo que su amiga le contaba; iba a protestarle a su novio, cuándo oyó sonar el teléfono fijo. De nuevo se quedó sola en el dormitorio, y volvió a prestarle atención a Leah.

-¿Qué decías?; es que estaba aquí Edward- se disculpó.

-Te decía que no fueras tonta; quédate en casa esta semana, te recuperas bien y aprovechas para estudiar- le repitió la joven morena.

-Edward me ha dicho lo mismo, más o menos- la contestación de Bella hizo reír a la joven -puede que ambos tengáis razón; llevo días sin acercarme a los libros- murmuró pensativa -¿cómo está el resto?- cambió radicalmente de tema.

-Bien; todos te mandan recuerdos; apenas los he visto- Leah hizo una pausa -me crucé con Henry ayer, en el cambio de clase-.

-Qué alegría- siseó irónica.

-Sólo me preguntó a ver cómo estabas, tranquila- le dijo ésta, al escuchar la medio protesta de Bella -no ha comentado nada del día que huiste despavorida de la cafetería-.

-Pues espero que le haya quedado claro- la joven morena pudo oír rechinar los dientes de Bella desde el otro lado del teléfono.

-¿Se lo has dicho a Edward?- preguntó ésta, con tono serio.

-No- contestó con un suspiro – no fue nada, y no quiero que volvamos a discutir... y menos que se enfurezca y peleen- le explicó.

-Tampoco pasó nada grave- le dio la razón -de todos modos, yo se lo contaría; si se entera por otros medios en verdad se va a enfadar-.

-Ya lo sé... pero tengo miedo- murmuró, con la voz contenida.

-Si no se lo cuentas acabarás discutiendo con él de nuevo- volvió a repetirle Leah -piénsalo, Bells-.

-Lo haré, te lo prometo- contestó. Su amiga rió suavemente al escuchar el tono lastimero de Bella.

-Ahora te tengo que dejar, Randall me está esperando para ir a dar un paseo-.

-Ya veo cómo estudias- murmuró Bella con una risilla.

-Simplemente es un paréntesis; necesito levantar la vista o tendré pesadillas con la señora Vods- dijo resignada su amiga.

-Entonces ve, no hagas esperar a Randall- le aconsejó la joven castaña; justo en ese momento Edward entraba en la habitación; le dedicó una pequeña sonrisa mientras se sentaba en la cama y acomodaba su cabeza en el regazo de su pequeña.

-Y tú hazme caso; no quiero verte por la facultad hasta el próximo martes, para hacer el primer examen- le advirtió Leah; Bella rodó los ojos, a la vez que pasaba sus dedos por los mechones cobrizos de su novio.

-Está bien; diviértete- le deseó, a modo de despedida.

-Que te mejores Bells, te llamo en un par de días- la comunicación se cortó, y después de dejar el móvil encima de la mesilla, sus ojos se posaron en Edward, que estaba cómodamente instalado en su regazo.

La pareja permaneció en un cómodo e íntimo silencio, y la joven sopesó las palabras de su amiga, debatiéndose entre contarle a Edward el incidente del otro día o no.

-Estás muy callada- Bella volvió su vista al rostro de Edward, que había abierto los ojos y la miraba con cariño -¿cómo está Leah?-.

-Bien- se encogió de hombros su pequeña -me ha dicho que me quede en casa hasta el día del examen-.

-¿Lo ves?- la medio picó Edward, incorporándose y quedando sus rostros muy cerca del uno del otro -es mejor que te recuperes por completo, cariño-.

-Ya lo sé... pero me frustra estar así, sin apenas poder salir de la cama- se volvió a quejar, cruzándose de brazos. Su novio rió divertido por la expresión de su novia.

-¿Cómo están los chicos?- interrogó éste, de forma casual.

-Según Leah, todos estudiando... apenas los ha visto- le explicó; Edward observó con disimulo cómo empezaba a retorcer los dedos de sus manos; de repente se había puesto muy nerviosa.

-¿Qué pasa, cariño?- le demandó, con verdadera preocupación en su voz; vio cómo su pequeña sonreía, pero esquivaba sus ojos verdes.

-Nada- murmuró nerviosa -es una tontería-.

-Pues parece preocuparte- volvió a insistir su novio. La joven suspiró frustrada para sus adentros; se debatió durante un minuto... pero se rindió; decidió contárselo.

-Verás...- empezó a relatar -el día que me puse enferma...- tomó una lenta bocanada de aire -estaba con Leah y Annie en la cafetería... y apareció Henry- miró a su novio a través de sus pestañas, y pudo ver que cuadraba su recta mandíbula, en un gesto serio.

El joven mantuvo una fachada serena, pero por dentro estaba que se lo llevaban los demonios; si ese impresentable había vuelto a molestar a su pequeña, se iba a encargar personalmente de recordarle un par de puntos importantes de su pasada charla.

Pero por otro lado, estaba un poco decepcionado... ¿por qué no se lo había contado antes?; ¿tanto miedo le tenía su novia?.

-¿Te molestó?- inquirió de manera suave, pero firme -Bella...- la llamó, ya que la joven seguía esquivando su mirada.

-Se acercó a la mesa; simplemente nos preguntó de manera general cómo llevábamos los exámenes- hizo una pequeña pausa, sopesando delicadamente sus palabras -después me preguntó cómo llevaba la asignatura en la que coincidimos; le dije que bien... y después me ofreció ayuda- Edward la escuchaba pacientemente, pero su ceño llevaba varios minutos arrugado -le dije que no era necesario... pero siguió insistiendo, incluso insinuó que podríamos quedar para estudiar- la joven pudo escuchar perfectamente cómo los dientes de Edward rechinaban entre ellos.

-Continúa- Bella se encogió ante en tono contenido de su novio.

-Le dije que no- murmuró la joven -me enfadé tanto que salí de allí corriendo; no sé que problema tiene con entender las negativas-.

Edward permaneció unos minutos en silencio, sopesando todo lo que su pequeña le había contado. Se llevo los dedos índice y pulgar al puente de su nariz, tratando de calmarse.

-¿Por qué no me lo contaste antes?- le reclamó; su tono no reflejaba enfado, sino decepción.

-Tenía mucho miedo por tu reacción- musitó, sintiendo sus ojos aguarse -y no quería que te enfadaras; en realidad no pasó nada y...- Edward la silenció poniendo un dedo en sus labios.

-No me hubiera enfadado contigo Bella- le aclaró -sé que cuándo se trata de ti me vuelvo muy sobreprotector... pero no puedo evitarlo- se disculpó con una sonrisa triste.

-Edward...- susurró, llevando una de sus manos a la cara de su novio -no pasó nada, y...- éste la cortó.

-No pasa nada, Bella- negó con la cabeza -simplemente me duele que no hayas confiado en mi lo suficiente; sé que la otra vez lo pagué contigo, y no lo merecías- le explicó suavemente -y entiendo tu temor a mi reacción... pero no puedo evitar que me duela-.

-Edward, yo confío en ti... tienes que creerme- le dijo Bella, tomándole el rostro con desesperación -si hubiera ocurrido algo más grave te lo habría dicho sin dudarlo- el corazón del joven se encogió al ver una furtiva lágrima cruzar su mejilla.

-No llores cariño- la consoló, atrayéndola a sus brazos; su pequeña se acurrucó dentro de ellos, pegándose a su cuerpo todo lo que podía -no voy a enfadarme contigo... pero no puedo permitir que ese imbécil siga con lo mismo, y más cuándo tú le has dicho que no por activa y por pasiva- masculló, ahora con verdadera furia emanando de sus ojos verdes.

-Lo siento mucho Edward- sollozó la joven -te he dado la sensación de que no confío en ti... y eso no es verdad... no me extraña que no quieras casarte conmigo- susurró en voz baja, pero las palabras llegaron a oídos de su novio.

La palabra resonó en su cabeza; sabía que era lo que más anhelaba su pequeña estrellita, pero era muy joven... y el no quería quitarle esa libertad tan pronto. Por otro lado, en su interior, todavía estaba muy presente lo que sucedió con su anterior pareja.

Había soportado la vergüenza y la humillación de tener que anular todos los preparativos, de soportar los comentarios y cuchicheos, ya que su ex huyó de Hunstville con ese impresentable dos días después de descubrirlos juntos, dejándole a él para que diera la cara ante todos.

Sabía que su pequeña no era así... pero simplemente quería que ambos estuvieran seguros de ese paso tan importante. Debía terminar sus estudios, convertirse en la magnífica profesora que estaba seguro que sería...

-Yo no he dicho que no quiera casarme contigo- le corrigió; su pequeña levantó la cabeza, mirándole de forma tímida -y eso se verá a su tiempo-.

-Leah tiene un año más que yo, y está casada- le recordó de manera inocente -y eso no le impide disfrutar de la vida y continuar con sus estudios-.

-Randall y Leah tendrían sus motivos para hacerlo- discrepó Edward.

-¿Y has pensado que yo quiera pertenecer a alguien por siempre?, ¿que quiera ser tu mujer?- le cuestionó Bella -siempre me he sentido sola Edward.; creo en el matrimonio, y si ahora me llevaras a Las Vegas, aceptaría gustosa-.

-¿Quieres que nos case Elvis?- le intentó quitar hierro al asunto el joven, sonriendo divertido. Ella sonrió de vuelta, negando con la cabeza.

-Solamente quiero pertenecerte de todas las maneras posibles- susurró Bella, escondiendo su cara en el pecho de su novio; a pesar de su camisa, pudo sentir el sonrojo que se formaba en sus mejillas.

-Ya me pertecenes, pequeña... al igual que yo te pertenezco; de eso no tengas duda alguna- el corazón de su novia se emocionó ante esas palabras -te prometo que iremos hablando del tema- juró de manera solemne, dejando un pequeño beso en su frente -y en cuánto a Henry... - dejó la frase inconclusa, y su pequeña se terminó de concluirla.

-Si me vuelve a molestar te lo diré, sea lo que sea- le contestó con absoluta convicción -¿me perdonas?- suplicó con un tierno puchero.

-No tengo nada que perdonarte- corrigió su novio, dejando un suave beso en sus labios, que su pequeña devolvió con entusiasmo.

Unos minutos después, cuándo la taponada nariz de Bella no resistió más, la liberó para que tomara aire; le encantaba observarla después de haberla besado, cómo sus mejillas se tornaban de ese delicioso color cereza, y la graciosa forma que tenía de regular su respiración. Se acomodó mejor, todavía con ella entre sus brazos, dejando pequeños besos en su cara y en su pelo.

-¿Quién ha llamado antes, mientras yo hablaba con Leah?- interrogó curiosa, jugando con los botones de su camisa.

-Era Esme, quería saber cómo te encontrabas- le explicó -pero creo que lo que intentaba averiguar era a ver si te estaba cuidando bien- resopló.

-¿Y eso?- inquirió la joven, con una risa divertida.

-Me ha preguntado si te he dejado descansar, si me he ocupado de las tareas de la casa...- empezó a enumerar.

-Espero que le hayas dicho que has sido un enfermero estupendo- dijo la joven, dejando un beso justo dónde reposaba su corazón.

-Y un amo de casa estupendo- añadió Edward, sonriendo divertido.

-Cierto- aprobó la joven -creo que tendré que cambiar mi regalo para las siguientes navidades... ¡sabes hacer un huevo frito!- exclamó, ya riendo sin pudor alguno -ya no tiene sentido que te regale un curso de cocina; eso lo dejaremos para tus hermanos-.

Edward no pudo hacer otra cosa que acompañarla en sus risas, abrazándola con cariño y acariciando sus pequeñas manos. Por un segundo se imaginó jugando con la alianza que tanto anhelaba su pequeña... y tenía que reconocer una cosa, la idea no le disgustaba en absoluto.

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Las tres semanas siguientes pasaron a una velocidad asombrosa; el mes de febrero se implantó en el calendario, y eso para los estudiantes se traducía en los parciales de mitad de curso.

Totalmente recuperada de su gripe, la joven se enfrascó de lleno en la tarea de estudiar; los exámenes fueron más duros de lo que se había imaginado, pero se armó de paciencia y se puso a la tarea. Apenas fue a clase más que a las imprescindibles, ya que los profesores suspendieron momentáneamente el temario hasta la conclusión de los parciales.

Para ella y Leah los exámenes empezaron al final de la segunda semana de enero; por suerte para las jóvenes estudiantes, las fechas de las ocho asignaturas de las que debían examinarse estaban bastante espaciadas las unas de las otras, de modo que pudieron preparar y estudiar el temario de cada una con bastante tranquilidad.

Edward no había tenido que viajar en todo ese tiempo, y mientras su pequeña estrellita se dedicaba a estudiar, él se había ocupado de todas las tareas de la casa, había ido a comprar... Bella estaba segura de que si Esme se presentara ahora de visita, de seguro se caería al suelo, muerta de la impresión.

-¡Bella!- levantó la vista, al ver a Leah corriendo hasta su posición; por fin habían realizado el último examen, y ya podían descansar y respirar tranquilas.

-¿Cómo te ha ido?- le interrogó ansiosa.

-No ha sido tan difícil- suspiró aliviada ésta -pensé que la señora Vods lo pondría mucho más difícil-.

-Yo también- admitió la joven castaña -por fin hemos terminado, no puedo creerlo-.

-Yo tampoco- admitió Leah -¿qué planes tienes para nuestra recién recuperada libertad?- Bella rió ante la divertida frase.

-Mañana nos vamos a Hunstville; Nessie está a un mes de dar a luz, y desde navidades no hemos estado allí-.

-Mucho tiempo- admitió su amiga -¿os quedáis hasta el domingo?- ésta asintió con la cabeza; aunque era miércoles, no le importaba perder dos días enteros de clase. Además, lo prefería; no había visto a Henry en todo el tiempo que estuvieron de exámenes, de modo que se pudo relajar un poco, y dejar de pensar en el tema le vino bien para concentrarse... pero no le apetecía en absoluto volver a cruzárselo.

Ambas se encaminaron hacia la salida, cuándo sonó el móvil de Leah; hablo durante unos segundos, para después preguntarle a la joven.

-Es Cindy; ella y Zack han terminado también, y me han preguntado si vamos a tomar un café- Bella afirmó con la cabeza, mientras que sacaba su móvil, para mandarle un mensaje a Edward, tal y cómo le prometió que haría al finalizar el examen, y de paso le dijo que iría a tomar un café con los chicos.

Quince minutos después subían los peldaños del Cavern, la taberna irlandesa que estaba cerca del campus. Zack y Cindy ya estaban allí, de modo que después de tomar sus cafés, se acomodaron junto a ellos.

-¿Qué planes tenéis para estos días?- preguntó Bella a la pareja.

-Dormir- respondió de manera inmediata Zack, provocando la risa de las chicas.

-Tirarme en el sofá, ver todos los capítulos de las series que tengo atrasadas y atiborrarme de helado de chocolate y comida basura- enumeró Cindy con una sonrisa satisfecha en su cara.

-Muy post exámenes- refutó Leah.

-Y por supuesto, no pisar el campus hasta el próximo lunes- terminó de decir Zack.

-Ya somos cuatro- exclamó Bella divertida -Edward y yo nos vamos mañana a Hunstville, y Leah creo que tampoco va a dar señales de vida hasta el lunes-.

-¿Quién no va a dar señales de vida?- el grupo levantó la cabeza, para ver de pie al lado suyo a Annie y Henry.

-Todos nosotros- explicó Zack -nos vamos a tomar lo que queda de semana de descanso-.

-Pues añadirme a la lista- suspiró Annie, sentándose al lado de Bella. Se percató de que los ojos de Henry recorrían la menuda figura de Bella, que incómoda apartaba la mirada.

-Me lo he encontrado a la entrada de la cafetería- le dijo a ésta en voz baja -Cindy me ha llamado, y me imagino que a él lo habrá llamado Zack- Bella le dio una sonrisa amistosa a Annie.

-No te preocupes, todo está bien- pero la joven castaña no se sentía cómoda en absoluto.

Intentó ignorar esa mirada, y se centró en la conversación que sus amigos tenían entre manos; por unos minutos todo permaneció tranquilo, hasta que Henry le habló.

-¿Y tú, que vas a hacer estos días?-.

-Edward y yo nos vamos mañana a ver a nuestra familia- le explicó, de manera cordial.

-De modo que no vas a ir a clase- contestó.

-No, no voy a ir- se encogió de hombros de manera despreocupada.

-Te pasare los apuntes de psicología infantil- dijo de manera despreocupada, aludiendo de nuevo a la clase que ellos compartían. Bella rodó los ojos, pero se mantuvo serena.

-No será necesario Henry, gracias- se disculpó de la mesa, para ir al baño.

Permaneció varios minutos encerrada allí; no soportaba esas miradas que le dedicaba ese chico... tenían un significado que no llegaba a entender, y a veces incluso le daba miedo. Por un segundo se planteó seriamente si se estaba volviendo paranoica.

Resopló y abrió el grifo, refrescándose la cara e intentando calmarse. Decidió que era hora de volver a casa, así que abrió la puerta, con la intención de despedirse de los chicos.

Pero al abrirla se encontró con Henry, apoyado despreocupadamente en la pared. Se cruzó de brazos, mirándole de manera muy seria.

-¿Qué estás haciendo aquí?- le reclamó.

-Sólo querías saber si te encontrabas bien- le explicó éste.

-Me encuentro perfectamente, y ahora si me disculpas, tengo que irme- dejó al joven con la palabra en la boca, y se fue rápidamente hacia la mesa.

-Leah, ¿podrías pasarme el bolso y la carpeta?- le preguntó mientras se ponía el abrigo.

-Claro... ¿va todo bien?- interrogó preocupada.

-No te has terminado el café- apuntó Zack a su taza, casi intacta.

-Tengo que volver a casa- se disculpó de manera torpe -disfrutad de estos días de descanso, chicos; nos vemos el lunes- se despidió de manera apresurada, dejando a más de uno con la boca abierta. Nada más poner un pie en la calle, sintió cómo la agarraban de su brazo izquierdo, impidiéndole seguir.

-Bella, por favor... -le rogó Henry.

Ya no pudo más; estaba harta de toda esta situación; estaba harta de la insistencia de este chico, hasta de que por su culpa, Edward y ella estuvieran discutiendo; hasta de que no pudiera disfrutar de sus amigos...

-¡Por favor, qué!- le reclamó, con un tremendo grito -¡¿no entiendes que no quiero nada contigo?-.

-No grites- le dijo éste, serio, ya que la gente se había vuelto al oír las voces; incluso Leah y los demás se habían quedado parados a unos metros, puesto que ella y Annie se había levantado nada más ver que Henry seguír a su amiga.

-¡No se te ocurra decirme que no grite!- siseó enfadada y furiosa cómo pocas veces -te lo dejé bien claro el día, de la fiesta... y Edward también- Zack y Cindy presenciaban atónitos la escena, sin saber de qué iba el tema.

-¿De modo que tu rancherito está celoso?- inquirió burlón, para provocarla.

-No le llames así- le amenazó -Edward está furioso por todo eso que vio... te dejé bien claro que yo quiero a Edward, y que no siento nada por ti-.

-Él no te conviene- le volvió a decir.

-Pero es que yo no quiero nada contigo, ¿entiendes?... ¡nada!- chilló de nuevo -yo quiero a Edward, y yo decido lo que me conviene- repitió.

-Pero Bell...- intentó que no se fuera, pero la joven forcejeó ligeramente para soltarse de su agarre.

Pero su mala fortuna y sus dos pies izquierdos no fueron sus mayores aliados, ya que al darse la vuelta tropezó en los escalones de acceso en la entrada, cayendo prácticamente rodando por ellos.

-¡Bella!- chilló Leah, bajando a toda prisa y yendo en auxilio de su amiga, al igual que Cindy y Annie.

La joven permaneció tendida poca abajo un largo minuto... le dolía todo el cuerpo, y sobre todo la muñeca izquierda. Intentó incorporarse, pero al apoyar el brazo izquierdo un dolor intenso la recorrió de arriba abajo.

-¿Te has hecho daño?- le preguntó frenética Annie, ayudándole a levantarse.

-Mi brazo- gimió de dolor, agarrándose fuertemente la muñeca. Entre Annie y Cindy le ayudaron a sentarse en uno de los escalones, y revisaron dónde decía que le dolía.

-Deberíamos ir a urgencias; puede que te la hayas roto- murmuró Cindy. La joven juró para sus adentros, lo que le faltaba. Vio que Henry se arrodillaba a su lado, y por instinto se echó para atrás.

-Bella, lo siento, no pretendía...-.

-No me toques- le amenazó; el joven nunca había visto esos ojos marrones brillar con tanta furia y enfado.

-Mejor haz caso a Bella y apártate- Henry escuchó atónito las palabras de Zack, pero se apartó a un lado sin decir nada.

La impotencia y la rabia, mezclada con el dolor, hizo que Bella se pusiera a temblar y a llorar. ¿Y ahora qué le decía a Edward?... ¿por qué este chico no entendía las cosas?

-He llamado a Edward- anunció Leah, que se había mantenido alejada de los chicos por unos minutos.

-¿Se lo has contado?- susurró temblorosa.

-He tenido que hacerlo Bells, ésto ya pasa de castaño oscuro- murmuró enfadada, y dirigiéndole a Henry una mirada intimidatoria. Intentó tranquilizarse, pero no podía controlar ni sus nervios ni los sollozos. Arropada por las chicas, observó de reojo cómo Zack increpaba a Henry, llamándole de todo. Se mordía el labio tan fuerte que pensó que sus dientes lo atravesarían... no sabía de lo que Edward sería capaz.

-Tranquila Bella- la intentaba consolar Annie; los minutos pasaron demasiado lentos, hasta que oyó cómo un coche frenaba en seco. Levantó los ojos, y salió disparada al encuentro de Edward, que salía y azotaba con furia la puerta del automóvil.

-¡Bella!... ¿estás bien, cariño?- preguntó frenético cuándo ambos estuvieron frente a frente. Su pequeña no pudo pronunciar palabra alguna, y se aferró a él, llorando y temblando histérica. Edward la estrechó entre sus brazos, cuidando de no hacerle daño en el brazo.

-Intenté decírselo, pero no me deja en paz- hipó desconsolada -no me deja en paz y ya estoy harta-.

Los ojos verdes del joven se enfocaron en Henry, que apartado miraba consternado a la pareja. Sin decir una sola palabra, besó a su pequeña en la frente, pero al encarar de nuevo al joven una expresión de auténtica furia se instaló en su cara; se separó de su pequeña y fue directo hacia Henry.

Bella observaba todo a cámara lenta; vio los puños de Edward a cada costado de su cuerpo, y su mandíbula tensa... sus ojos lanzaban dagas envenenadas en dirección a Henry; éste se echó para atrás, pero eso no impidió que uno de los puños de su novio impactara contra la mueca desafiante del joven.

-¡Edward, no!- chilló horrorizada.

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Bueno, un pequeño regalo adelanto, jejeje el Capi completo, creo que de pronto y hasta me regañan, pero bueno, Mis Chicas lo merecen, las quiero mucho, gracias por sus Palabras y deseos, las Amo, y voy muy bien, el trabajo esta super, bueno la capacitación, ya casi trabajo! <3 :*

1 comentario:

  1. ayyyyy muchas gracias cielo!!!! me ha encantado, yo quiero un edward para miiiii

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