lunes, 22 de julio de 2013

Cowboy de Mi Corazón.




             Capítulo 40:                       Nuestra vida empieza aquí

Los labios del recién matrimonio Cullen tardaron varios minutos en separarse, aún con los gritos y aplausos de la gente... hasta que el joven notó que su pequeña necesitaba tomar un poco de aire. Poco a poco, pese a que no le apetecía en absoluto, tuvo que deshacer el beso, hasta que sus frentes de nuevo quedaron pegadas, mirándose ambos con una sonrisa segundos antes de que Edwardy ella se giraran, para quedar frente a los invitados.

Cómo un resorte la joven castaña avanzó unos pasos, para recibir el emocionado abrazo de sus cuñadas y de Esme.

-¡Bella, Bella, Bella!- botaba Nessie mientras se abrazaban.

-No puedo creerlo...- murmuraba, todavía aturdida a cuenta de lo que acababa de ocurrir hacía escasos minutos. Cuándo su cuñada por fin la soltó, los brazos de Esme la rodearon en un maternal abrazo.

-Ha sido una boda preciosa- le susurraba la buena mujer.

-Ya lo creo- contestó ella, con una sonrisa de felicidad en su cara; justo en el momento en el que Esme se retiraba de su lado, para felicitar a su marido, Rose y Alice se plantaron frente a ella, con una sonrisa maliciosa en el rostro.

-Traidoras- las acusó divertida Bella, antes de echarse también en sus brazos.

-No te enfades, Bells- le suplicó Rosalie -no podíamos cargarnos la sorpresita-.

-Sorpresita...- repitió la joven, pensativa -¿qué haréis cuándo sea un sorpresón?- bromeó, riendo ya mucho más relajada.

-No nos pongas a prueba- le advirtió Alice entre risas. Justo en ese momento se acercaron los chicos.

-Ven aquí, cuñada- la llamó Emmet, antes de levantarla del suelo y abrazarla, acción que repitieron Jake y Jasper.

-Muchas gracias, chicos- les agradeció emocionada, una vez la soltaron.

-No podíamos perder a nuestra cocinera favorita- exclamó el hermano mayor, lo que hizo que la aludida rodara los ojos.

-Cómo no, Jayky- contestó, con una sonrisa malvada, haciendo reír al pequeño grupo. Justo en ese momento, Carlisle y Edward se acercaron a ellos.

-Enhorabuena hija- le felicitó el patriarca, también abrazándola -espero que seáis muy felices- les deseó.

-Gracias- susurró ella, de nuevo emocionada -gracias a todos- les agradeció de corazón. En ese momento Edward rodeó su cintura con su brazo, pegándola a su pecho y dejando un pequeño beso en su sien.

-Pero... ¿cómo habéis montado todo ésto?- les preguntó, todavía alucinada.

La familia sonrió cómplice, debido a la pregunta de la joven, que los miraba de hito en hito, esperando una respuesta. Finalmente, fue su propio marido el que habló.

-Nos repartimos la tarea- le explicó con una sonrisa -puede que no haya sido la boda que tú desearas, per...- Bella le interrumpió.

-Ha sido perfecto- le contradijo, mirándole con cariño -absolutamente todo-.

-Esme y yo nos encargamos de la decoración- empezó a relatar Nessie -Jasper y Emmet han montado el lugar de la ceremonia y la enorme mesa para la cena-.

-Alice y yo nos entretuvimos con el vestido y demás complementos- siguió relatando Rosalie, tomando la palabra a su pelirroja cuñada. La todavía sorprendida novia frunció ligeramente el ceño.

-¿Y cómo habéis hecho que el vestido me quede exacto?, ¿cómo habéis acertado con la talla exacta?- interrogó con una ceja alzada. Edward sonrió de manera disimulada, al igual que Alice y Rose, que tomó de nuevo la palabra.

-Bueno... tuvimos algo de ayuda con eso- Bella la miró sin entender, hasta que observó cómo Leah y el resto se acercaban a ellos. En milésimas de segundo su mente ató cabos.

-¿Así que para ésto... pasé la tarde del sábado pasado?- le preguntó a su amiga, cuándo llegó a su altura -la supuesta boda a la que estabas invitada, y yo probándome vestidos de fiesta para que tú tuvieras una mejor perspectiva...- meditó en voz alta -¡lo sabíais todo!- les reprochó de manera graciosa.

-No podíamos decir nada- se excusó inocentemente Annie, con Cindy a su lado riendo divertida.

-Por supuesto que lo sabíamos; Edward nos llamó para ponernos al corriente... y tenía que informar a Alice y Rose, para su cometido- se carcajeó su morena amiga, para adelantarse un paso y abrazarla -enhorabuena Bells-.

-Gracias chicos- les agradeció Edward, después de unos minutos de más abrazos y felicitaciones.

-De modo que éstos- señaló Zack con la mano al resto de los Cullen- son tus famosos hermanos-.

-Los mismos- admitió Edward -y él es mi padre Carlisle, el auténtico jefe del Killarney- el hombre sonrió con simpatía, acercándose a ellos.

-Un rancho precioso- admiró Randall, estrechándole la mano, lo mismo que hizo Zack.

-Muchas gracias por invitarnos- agradeció Annie.

-Nada de eso- corrigió Carlisle -los amigos de Bella son siempre bienvenidos; espero lo paséis bien, consideraos en vuestra casa - les deseó, ganándose una sonrisa por parte del pequeño grupo.

Carlisle y Esme se reunieron con los padres de Rose y el resto de invitados, pero los jóvenes permanecieron reunidos unos minutos más, en los cuales Bella fue descubriendo cómo habían urdido el plan.

-Vaya...- exclamaba una y otra vez, realmente sorprendida -¿y tú?- se giró, posando la vista en su recién estrenado esposo -¿qué te tocó hacer?-.

-Sólo me dejaron elegir las alianzas y el anillo- le contó, con una pequeña sonrisa -¿te gustan?- sondeó -sino se pueden cambiar-.

-Ni hablar- respondió de manera automática -son preciosas, me encantan- murmuró en voz baja, dejando un pequeño beso en sus labios. Puso sentir el leve suspiro de alivio que salió de los labios del joven, provocándole unas deliciosas cosquillas... su marido... todavía no se hacía a la idea.

-Yo también he cooperado- refutó Jake, pagado de sí mismo, mientras mecía a una de sus hijas, que se había despertado en medio de tanto alboroto.

-Hum... déjame pensar- contestó Bella, mientras ponía una graciosa mueca pensativa -tú te has ocupado de la cena- adivinó, provocando las risas sofocadas del resto.

-Ehhhh... no es gracioso- exclamó -es mi regalo de bodas; no iba a hacerte cocinar en tu propia boda-.

-A dios gracias- rodó los ojos Edward.

-He probado más de cinco caterings distintos- le explicó, con una sonrisa satisfecha.

-Y tú encantado, seguro- le devolvió la jugada Bella, entre risas -muchas gracias Jake- le dijo de manera sincera, una vez que pasó el divertido momento.

Los hermanos, acompañados de los compañeros de universidad se dirigieron hacia la carpa dónde se serviría la cena; después de que los peones del rancho y el resto de invitados felicitara a los novios, y de posar para algunas fotos, por fin la pareja pasó unos minutos a solas. Sin decir una palabra, se abrazó al joven, escondiendo su cara en su cuello.

-¿Estás más tranquila?- le susurró su marido, pasando sus manos por su espalda.

-Un poco- murmuró con voz temblorosa; se estaba volviendo a emocionar, y tuvo que tomar varias respiraciones antes de poder hablar de nuevo -Edward,nunca habría esperado ésto, y...- éste le interrumpió.

-No se me ocurría otra forma de pedirte perdón- le confesó, haciendo que le mirara a los ojos -pero quiero que tengas clara una cosa; y es que soy muy feliz-.

-Lo sé- sonrió su mujer con cariño; nunca podría olvidar el brillo en sus ojos verdes durante la ceremonia -todo ha valido la pena; y no puedo expresar lo feliz que soy; cuándo ayer hablábamos por teléfono, mi mente sólo estaba pensando en una cosa... que llegara el domingo; te he echado mucho de menos- sollozó suavemente.

-Yo también pequeña- contestó mientras la envolvía de nuevo con sus brazos -te prometo que me ganaré tu perdón día a día... no merecías sufrir así-.

-No tengo nada que perdonarte, Edward- le corrigió -es un nuevo comienzo para nosotros, y sé que a partir de ahora, intentaremos llevar mejor las cosas-.

-Nuestra vida empieza aquí... señora Cullen- Bella sonrió al escuchar su recién estrenado apellido -soy un hombre con suerte, me he casado con la mujer más increíble y bonita del mundo- el sonrojo regresó a las mejillas de su mujer, y Edward no pudo reprimir las ganas de volver a besarla, esta vez de manera más apasionada, aprovechando ese pequeño momento de intimidad.

Las bocas de ambos bailaban en perfecta sincronía, y la joven se estremeció al sentir las caricias que las manos de Edward dejaban por su espalda y sus costados; lo mismo le pasó a éste, disfrutado de los dedos de Bella enredarse en su pelo, agarrándolo con suavidad. El asunto se estaba caldeando por momentos, y fue el propio Edward el que, de nuevo, tuvo que romper el beso.

-No sabes las ganas que tengo de continuar con ésto... pero si no damos señales de vida alguien vendrá a buscarnos- el joven rió encantado ante el puchero lastimoso que puso su mujer -después- susurró en su oído, dejando un pequeño beso tras él... la piel de la joven castaña se erizó, pensando en lo que vendría... pero su corazón pegó un bote al oír de repente una voz.

-¡Eddie, Bells...!- oyeron que gritaba Jake -no os adelantéis, la noche de bodas es más tarde... ahora venid, que los comensales esperan-.

La joven vio de reojo cómo su esposo rodaba los ojos, y sofocando la risa, tomó su mano para volver a los jardines, dónde los invitados esperaban.

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La cena estuvo deliciosa, y después de varios brindis, y de un discurso por parte del padrino, aludiendo que Bella, sin duda alguna, ostentaría el récord como la chica que menos tiempo había estado prometida, los novios abrieron el baile, al que poco a poco fue uniéndose el resto de la gente.

Bella disfrutó cómo nunca, y después de bailar con Carlisle, todos sus cuñados y parte de los peones del rancho y otros invitados, por fin pudo volver a dónde quería estar, a los brazos de su flamante marido.

-¿Te diviertes?- le preguntó el joven, dejando un pequeño beso en su frente y rodeando su cintura.

-Mucho- admitió con una sonrisa -pero creo que alguien no lo pasará tan bien mañana- objetó divertida, viendo la marcha que llevaban sus cuñados en la pista, al igual que sus amigos de San Antonio y la mayoría de los peones.

-Ya los conoces- se encogió éste de hombros, haciendo alusión a sus hermanos; justo en ese momento los padres de Rosalie y Jenks y su esposa se acercaron a ellos, puesto que ya se retiraban. Unos minutos después, Carlisle y Esme también se acercaron hasta ellos.

-¿Qué hacéis que no estáis bailando?- les interrogó su padre.

-Nos despedíamos de Jenks y de Vicent- le explicó éste -y creo que nosotros también nos vamos a retirar- murmuró, mirando a su esposa con una sonrisa.

-Tenéis la maleta en el coche- les recordó Esme -si queréis aprovechar que todo el mundo está bailando...-.

-Será lo mejor- aprobó Edward, rodeando los hombros de Bella -lo prefiero antes de que Jake y compañía la armen- exclamó con resignación. Se despidieron de ellos con un abrazo, y agarrando fuertemente la mano de su esposa, se encaminaron con paso apresurado a los garajes. Carlisle y Esme permanecieron en la entrada principal de la casa hasta que vieron el volvo deslizarse prácticamente en silencio hasta la verja de entrada, para tomar la carretera hacia en centro de Hunstville.

-Todo ha salido bien- respiró el hombre con tranquilidad, mirando a su secreta pareja con una sonrisa.

-Cierto- contestó la mujer -serán muy felices, ya lo verás-.

-Yo también lo creo- le dio la razón -otro que abandona el nido- suspiró.

-Y Jasper no creo que tarde mucho en hacerlo- añadió Esme de manera cómplice, acercándose a él y pasando las manos por su espalda. Carlisle agachó un poco su cabeza, para besar suavemente sus labios, antes de volver a la parte trasera del jardín, con el resto de invitados.

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Apenas media hora más tarde, los recién casados llegaban a uno de los hoteles más lujosos de Hunstville, dónde Edward había reservado una de las suites para pasar la noche. Al traspasar el umbral, con ella en brazos, la boca de la joven se abrió de la impresión, al echar un vistazo rápido a la enorme habitación.

Una pequeña sala de estar precedía al dormitorio, presidida por una enorme cama de matrimonio; todo ello estaba elegantemente decorado con muebles de diseño muy costosos.

-¿Te gusta?- interrogó el joven a su pequeña, todavía con ella en sus brazos.

-Es preciosa... y enorme- susurró, todavía alucinada, escaneando con sus ojos cada rincón. Edward la posó con delicadeza en el suelo, para cerrar y comprobar que habían subido la maleta.

Todavía enfundada en su traje de novia, paseó por la enorme suite, hasta que llegó a la terraza; era casi tan grande cómo el dormitorio, incluso tenía mesa y sillas para poder desayunar ahí por la mañana. Acercándose a la barandilla de piedra, apoyó sus brazos, echando un vistazo al paisaje que se veía desde allí. Junio ya era un mes muy caluroso en Texas, y la noche también lo estaba siendo. Al estar en uno de los pisos más altos, había una perspectiva inmensa de Hunstville, en la que las luces que iluminaban los edificios contrastaban con la oscuridad.

Se quedó absorta contemplando el paisaje, y su vista se elevó, mirando el cielo, cuajado de pequeñas y relucientes estrellas... cómo aquel lugar que tan buenos recuerdos le traían, y todos ellos relacionados con su Edward.

No sintió a su marido acercase a ella, y se sobresaltó cuándo sus brazos la rodearon por detrás; pero inmediatamente se relajó ante su toque, apoyándose en su pecho. Se había quitado la chaqueta y la corbata, y también había remangado las mangas de su camisa hasta los codos.

-¿En qué piensas?- oyó que le preguntaba Edward.

-Nada importante- se encogió de hombros -ahora que toda ha terminado, mi mente ha regresado a la tierra- se explicó de manera graciosa -estaba acordándome de los exámenes que me quedan- rodó los ojos.

-Sólo son dos semanas más, cariño; y después de eso podrás relajarte y disfrutar- la consoló, dejando un suave beso en el tope de su cabeza.

-Pero por eso mismo; no podremos irnos de viaje de novios- exclamó la joven, un poco frustrada. Su marido arqueó las cejas, dándole la vuelta entre sus brazos para que lo mirase.

-¿Quién ha dicho que no tendremos viaje de novios?- le reclamó, sonriendo con malicia -por supuesto que lo tendremos; en cuánto termines el último examen nos iremos... así que la luna de miel simplemente está aplazada- le explicó.

-¿Y a dónde iremos?- le preguntó, ilusionada.

-Cómo tenemos dos semanas para reservarlo, puedes pensarlo con calma... e iremos dónde tú quieras- le prometió.

-Hum... eso suena tentador- susurró ella en voz baja, acercando sus labios a los de él, y dejando un suave beso -tendré que pensarlo- meditó, dejando otro beso en la boca del joven -pero ahora sólo quiero pensar en una cosa- Edward captó de inmediato el mensaje, así que en un rápido movimiento volvió a tomar a su esposa en brazos, y sin dejar de succionar de manera suave su labio inferior, la condujo hasta el dormitorio, posándola con delicadeza en la cama.

Las manos de la joven se anclaron en la parte de atrás de la cabeza de Edward, agarrando con sus puños mechones de cabello cobrizo y acercándole a su cuerpo.

-Bella...- murmuraba Edward su nombre una y otra vez, cubriendo su rostro y su cuello con tiernos besos; el corazón de su esposa aceleraba su ritmo de manera alarmante, pero el no dejaba de repartir caricias con sus labios.

-Bésame por favor- le rogó la joven, empujando su cabeza de nuevo hacia su boca; sin ninguna contemplación, sus lenguas invadieron la boca del otro, en una lucha ardiente. El joven ranchero no se dio cuenta del momento en el que su mujer había desabrochado su camisa, y ahogó el gemido que las manos de Bella provocaron al acariciar su pecho.

-Dios... sabes que es peligroso hacerme eso, ¿verdad?- susurró contra su clavícula, para después depositar pequeños besos por todo el nacimiento de sus senos... pero la joven hizo caso omiso, y sus manos bajaron de manera tortuosa por el torso de Edward, llegando a sus caderas, que arañó de forma cuidadosa con las uñas.

Un siseo de placer escapó de la garganta del joven; poniéndose de pie, ante la mirada atónita de su esposa, se deshizo de su camisa; pero en vez de tumbarse de nuevo a su lado, tomó una de las pequeñas manos de Bella, haciendo que también se pusiera de pie.

-¿Qué...- la pregunta quedó inconclusa, ya que mientras que los labios del joven volvían a su cuello, sus manos se entretuvieron con los diminutos botones de su vestido de novia.

-Aunque estás preciosa con él puesto... no sabes las ganas que tenía de quitártelo de una santa vez- le dijo, dejando un suave beso en el lóbulo de su oreja derecha. Unos minutos después, que al joven se le hicieron interminables, el vestido cayó a los pies de la joven, revelando la existencia de un sexy conjunto de ropa interior de encaje blanco; el sujetador sin tirantes hacía que su escote se viera realzado... pero lo que en verdad le volvió loco fue el culotte de encaje y las medias, perfectamente sujetas con unas ligas.

-Preciosa...- susurró -y toda mía...- añadió a la vez que la volvía a atraer a sus brazos y besándola con pasión.

-Sólo tuya- le respondió su pequeña entre besos, aferrándose a él con todas sus fuerzas y devolviéndole el beso con el mismo ímpetu.

Bella no sabía el momento exacto en el que ambos volvieron a tumbarse en la cama, completamente desnudos; se besaban cómo si su vida dependiera de ello, y sus manos parecían haber tomado vida propia, recorriendo a sus anchas sus cuerpos. Edward abandonó los suaves y pequeños labios de su esposa, para recorrer con ellos su cuello, su clavícula... parando un buen rato en sus pechos, lamiéndolos con delicadeza, e incluso tironeando de ellos con los dientes.

-Edward...- gemía y jadeaba la joven, con los dedos enredados en su pelo, apretándole contra sus senos. Escalofríos de placer recorrían cada nervio de su cuerpo, concentrándose todas en su bajo vientre... demasiados días sin amarse, sin ser una sola persona, y esa necesidad crecía con cada caricia que Edward le regalaba. Su marido dejó sus pechos, para volver a escalar de forma lenta y deliciosa por su cuerpo, con una meta, de nuevo sus labios.

Sintió en su estómago la también creciente necesidad del joven, y en un natural movimiento abrazó con sus piernas la cintura de éste. La deliciosa fricción de sus cuerpos desnudos cada vez era más insoportable... y de su boca brotó un gemido de placer al sentir su intimidad ser dulcemente invadida.

-Ahhhhh... Edward- jadeó, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos, dejando expuesto su cuello para ser besado.

-Mía... mi mujer- murmuró el joven contra su cuello de cisne, besándolo con delicadeza.

-Edward...- gimió de nuevo, pasando las manos por su espalda y haciendo que las envestidas fueran cada vez más contundentes.

-Tan caliente, tan estrecha...- gemía el joven, moviéndose dentro y fuera de ella, volviéndose loco a cada embestida -y toda mía...-.

-Sólo tuya- consiguió responder la joven, arañando su espalda, intentado soportar todo ese placer que empezaba a acumularse en su bajo vientre.

-Cariño... dios... -jadeaba el joven, invadiendo el delicado centro de su pequeña. Sintió su pequeño cuerpo arquearse, y supo que estaba muy cerca de terminar. Las embestidas pasaron a ser fuertes y frenéticas.

De nuevo Bella sintió esa espiral de sensaciones concentrase en su bajo vientre, y los labios de su marido acallaron el intenso jadeo que salió de su garganta al llegar a un poderoso orgasmo que recorrió su cuerpo de la cabeza a los pies; su cuerpo todavía temblaba cuándo abrió los ojos y se topó con el rostro de Edward, con la mandíbula fuertemente apretada y los ojos cerrados, llegando también al final.

Minutos después, la pareja intentaba tomar aire; sus cuerpos perlados de sudor todavía buscaban un resquicio de contacto entre ellos; la cabeza de Bella reposaba en el cuello de Edward, escondiendo allí su cara. El joven agarraba firmemente su cintura y acariciaba la mano que su esposa tenía apoyada en su pecho, jugando con los anillos. No necesitaban palabras para comunicarse, estaban cómodos en ese íntimo silencio.

Poco a poco, la respiración de su mujer se hizo pausada y tranquila. Edward observó unos minutos la preciosa expresión de su pequeña, que había caído agotada en un reparador sueño. Besó suavemente su frente, su nariz y su mejilla, disfrutando de la tersura y calidez de su piel.

-Buenas noches, cariño- le deseó casi para sus adentros, acomodándose de nuevo en la almohada y cerrando también los ojos.

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A la mañana siguiente, Bella se revolvió de manera tranquila, pero algo le impedía moverse con libertad. Abrió lentamente sus ojos, y al despejar su vista se encontró de lleno con unos mares esmeralda, que la miraban con dulzura. Se dio cuenta de que estaba acurrucada junto al cuerpo de su marido, con la cabeza apoyada en su hombro. Los brazos de Edward la acunaban cómo si fuera un bebé, y estaba muy cómoda dentro de ellos.

-Buenos días cariño- le susurró éste, muy bajito.

-Hola- contestó ella, quitando un mechón rebelde de pelo cobrizo que caía por su frente -¿has descansado? -su esposo sonrió mientras afirmaba con una sonrisa.

-¿Y tú?-.

-Hacía mucho que no dormía tan bien- admitió Bella -me quedaría aquí todo el día... pero sé que tenemos que volver a San Antonio- protestó con voz de pena.

-Si quieres podemos volver mañana- le ofreció, pero la joven desechó el ofrecimiento.

-Tengo que retomar los exámenes, y prefiero estar allí- le explicó -¿pasaremos antes por casa, a despedirnos?- le interrogó.

-Ese es el plan; así dejamos los trajes, comemos con la familia y de paso nos despedimos de todos- le contó -no volveremos a Hunstville en unas cuantas semanas, hasta que regresemos de nuestra luna de miel-.

-Qué ganas de que llegue- exclamó, ilusionada -además, ya sé dónde me gustaría ir- Edward la miró, dejando que se explicara -me gustaría conocer Irlanda- su novio la miró sorprendido.

-¿En verdad quieres ir allí?-.

-¿Recuerdas mi primera navidad en el rancho?; esa en la que te regalé el libro con las fotos antiguas- el joven asintió -pues lo he ojeado en más de una ocasión; los paisajes son preciosos... y sé que a ti te gustaría conocer tus orígenes-.

-¿Estás segura?- le preguntó de nuevo el joven; su pequeña afirmó con la cabeza de manera enérgica -entonces Irlanda será nuestro destino- sonrió -gracias cariño-.

-No tienes que dármelas por nada- contestó su pequeña, pasando un dedo por sus labios.

Edward cerró los ojos, disfrutando de ese pequeño roce, que le producía un leve cosquilleo. Besó con delicadeza la yema de sus dedos, para segundos después besar con suavidad sus labios... los labios de su mujer... su pequeña estrellita.

-Te amo- le dijo, estrechándola entre sus brazos, más todavía.

-Yo también a ti... cowboy- respondió Bella, deseosa de empezar otra etapa de su vida en comùn, con ellos de permanentes protagonistas.

FIN 

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Bueno, llego el FIN??
que pena la demora; lo siento, el trabajo me tiene agonizando!! 
Las quiero mucho, gracias, mil gracias por la paciencia!!

2 comentarios:

  1. Hayyyyyy que pena se acabo.....Gracias cariño me encanto...

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  2. ohhhhhh todo lo bueno yega a su fin... siempre me ha encantado esta historia.mil gracias linda!!!!

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