lunes, 8 de julio de 2013

Cowboy de mi Corazón.



                       Capítulo 39:                  Promesa eterna

Los nervios se instalaron de manera permanente en el estómago de Edward Cullen durante la semana que duraron los preparativos de la sorpresa. Un cúmulo de sensaciones campaban a lo largo y ancho de todo su cuerpo, que iban desde la expectación, pasando por la ilusión y llegaban hasta la tristeza y desolación, en el caso de que todo saliera mal; no hacía más que rezar para sus adentros, esperando que no fuera demasiado tarde.

Quedaban solamente unas horas, y entonces pondría en marcha el plan. Ya acostado en la cama, después de otra jornada de trabajo y de preparativos, giró levemente su cabeza, encontrándose con el hueco vacío; llevaba dos semanas en Hunstville, y cuándo su pequeña le preguntaba si ya volvía a San Antonio, un dolor se instalaba de nuevo en su interior, culpándose porque, aunque ella lo escondiera, sabía que estaba triste; le había tenido que poner un sin fin de excusas, alegando el inmenso trabajo que tenía en el rancho. Solamente esperaba que todo el esfuerzo valiera la pena, para ambos.

Cómo si en verdad la hubiera invocado, su móvil vibró, desplazándose por la superficie de la mesilla; sonrió con ternura al ver el nombre que tanto amaba.

-¿Qué haces despierta a estas horas?- contestó al momento; su pequeña, al otro lado de la línea, se relajó al escuchar, por fin, su voz.

-No podía dormir- le confesó -espero no haberte despertado- se medio disculpó, ya que pasaba de la medianoche.

-No me has despertado- le aclaró, incorporándose y quedando apoyado en el cabecero de la cama -y aunque lo hubieses hecho, no hubiera pasado nada- Bella no pudo evitar sonreír.

-¿Qué has hecho hoy?- le interrogó, curiosa.

-Papeleo- le contó Edward, cosa que en parte, era verdad; la señora Cope, la eterna secretaria del rancho Killarney, se había jubilado hacía apenas un mes, y todavía no encontraban sustituto o sustituta -¿y tú?-.

-Estudiar- dijo con un suspiro cansado -pero ya ha llegado un momento en el que no veía las palabras, de lo cansada que estaba- le confesó; el joven rió suavemente, imaginando la mueca de frustración de su pequeña.

-Debes descansar más, cariño- le dijo -por lo menos, hasta el próximo viernes estás libre, ¿me equivoco?- preguntó, con una sonrisa, ya que conocía perfectamente la respuesta; se sabía su horario de exámenes de arriba a abajo.

-Cierto- le sacó de dudas la joven, sin sospechar nada -hasta la siguiente semana no tengo el próximo examen- durante varios minutos ese fue el tema de conversación. El primer examen lo había suspendido, por lo que esa asignatura le quedaba pendiente para septiembre; pero gracias a dios, los tres que había hecho después de ese estaban aprobados.

-¿Cómo están todos?- preguntó Bella, cambiando de tema.

-Bien- se encogió de hombros -te mandan muchos besos-.

-Tengo muchas ganas de verlos- suspiró; si su pequeña tan sólo supiera que mañana los iba a ver... pensó para sus adentros y sonriendo.

-Pronto cariño, pronto- la intentó reconfortar -¿y a mi, tienes ganas de verme?- le preguntó de manera desinteresada... pero por dentro los nervios le corroían.

-Más que a ninguno- la respuesta de Bella le hizo sonreír -te echo mucho de menos... y además tenemos que hablar- susurró ella.

-Yo también a ti cariño... más de lo que te puedas imaginar- le confesó el joven -y te aseguro que hablaremos en cuánto regrese- le prometió otra vez, cómo había hecho todas las noches desde que había llegado al rancho.

-No puedo esperar a que llegue el domingo- exclamó ella. El joven sonrió cómplice... a veces le daban ganas de confesarle que sería antes, pero no podía descubrir la sorpresa; así que de nuevo soltó otra mentira piadosa.

-Yo tampoco puedo esperar a que sea domingo, mi amor- contestó.

Unos minutos después, la pareja se despedía. Bella cayó rendida en un profundo y sosegado sueño, presa del cansancio de los últimos días... pero a dos horas de San Antonio, un joven de pelo cobrizo era incapaz de conciliar el sueño, muerto de los nervios... mañana era el día.

0o0o0o0o0o0

Y por fin el sábado, día uno de junio, había llegado. Era una bonita fecha, y tanto la familia Cullen cómo Edward esperaban que fuera inolvidable. La actividad fue constante desde primera hora de la mañana... todos en la familia estaban ocupados, excepto cierto joven, que en un intento por aplacar los nervios, y mandado por sus hiperactivas cuñadas, había ido a dar un paseo, terminando apoyado en la valla de uno de los pastos, observando a los animales, los únicos ajenos a todo lo que se cocía en Killarney.

No podía esperar a tener frente a él a su pequeña estrellita, se moría por tenerla por fin, frente a sus ojos, y estrecharla entre sus brazos... el simple hecho de imaginarse que podría no volver a verla hacía que un escalofrío aterrador recorriera su cuerpo.

-¿Nervioso?- por poco pega un bote, ya que no había escuchado los pasos de su padre, que se había acercado hasta su posición, con el pequeño Owen en brazos.

-Mucho- admitió, con una sonrisa nerviosa -¿te han proclamado niñero del día?- bromeó.

-Eso parece; hay mucho follón ahí dentro, y he pensado que un paseo le sentaría bien- le aclaró; justo en ese momento, el pequeño abrió los brazos en dirección al joven.

-Tío Ward- le llamó; éste no dudó en arrebatárselo a su padre, para acomodarlo dentro de sus brazos.

-¿Qué pasa, colega?- le arrulló graciosamente. Carlisle observaba atento la escena, sonriendo complacido.

-Se te dan bien los niños- objetó su padre.

-Se hace lo que se puede- confesó entre risas; en un futuro no muy lejano esperaba que pudiera abrazar a un pequeño o pequeña de pelo castaño y ojos chocolate.

-¿Has hablado con Bella hoy?- siguió interrogando.

-Ayer por la noche- le contó -parece que está un poco mejor de ánimos- musitó para si mismo. Carlisle Cullen asintió con una sonrisa; permaneció callado unos minutos, rumiando cómo sacarle el tema sin que su hijo se pusiera más histérico de lo que ya estaba.

-Hijo, me siento obligado a hacerte esta pregunta -Edward asintió, mirando a su padre, esperando a que continuara -¿estás tú también seguro de todo ésto...?- dejó la pregunta inconclusa, pero el joven entendió a la perfección.

-He cometido muchos errores, papá; le he hecho mucho daño a la persona que más quiero en el mundo- empezó a relatar- después de todo lo que ha pasado, lo único que quiero es pasar página, empezar de nuevo... y pasar lo me quede de vida a su lado; no hago ésto sólo por ella... lo hago por los dos- terminó de responder, con una firmeza y un aplomo que sorprendió a Carlisle.

-Todos nos equivocamos, hijo- le intentó reconfortar, acercándose a él y palmeándole el hombro -no lo hiciste con mala intención, Edward; simplemente pensaste que era lo mejor-.

-No puedo perderla, papá- susurró, tragando saliva de manera pesada... ¿y si no salía bien?; su pequeña tenía todo el derecho a mandarle a paseo, después de todo lo ocurrido. El patriarca suspiró, deseando poder decirle con rotundidad que todo iba a salir bien... pero tenía que ser sincero con su hijo.

-No te voy a engañar, Edward; es una posibilidad que está ahí- habló éste con franqueza -pero cómo tu bien dijiste cuándo me pusiste al tanto... es un riesgo que asumiste en el momento que decidiste hacer ésto; pero debes confiar en que todo va a salir bien, ya lo verás- le animó de nuevo.

El joven, todavía con su sobrino en brazos, asintió imperceptiblemente con la cabeza... no sabía cómo iba a enfrentar que Bella se negara, no quería pensar en ello. Pero la suerte estaba echada, y lo único que le quedaba era que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. La protesta de su pequeño sobrino, revolviéndose inquieto, le sacó de sus cavilaciones.

-Creo que este muchachito tiene hambre- exclamó con una sonrisa.

-Cierto- aprobó su padre -vamos, ya es más de mediodía- ambos emprendieron el camino de regreso a la casa principal -Edward- le llamó, parando ambos su caminar -seguro que mamá está orgullosa de ti- los ojos del joven, iguales a los de su madre, se aguaron a la mención de la mujer que dio su vida para que él llegara a este mundo. A su memoria vino esa conversación que sostuvo con su pequeña, antes de que se convirtiera en su novia, en la cual ella le animó a preguntar a su padre y hermanos mayores por ella... y eso fue lo que hizo desde entonces, para poder tener algunos recuerdos de ella.

-Eso espero- murmuró en voz baja.

Su padre simplemente sonrió, y dándole un apretón cariñoso en el hombro, retomaron el camino hacia la casa. Los nervios le subieron hasta la garganta al ver que Alice y Rosalie se montaban en el coche. La joven morena levantó el pulgar, para después sonreírle... ahora sí que empezaba la sorpresa.

0o0o0o0o0o0

Bella intentaba concentrarse, pero cada vez que empezaba a leer un párrafo de los apuntes, en su mente se colaba otra imagen completamente diferente; Edward.

Hacía casi dos semanas que su novio, después de la fuerte discusión que ambos mantuvieron, se había marchado al rancho. Le había dicho, por activa y por pasiva, que no había razón para ello, pero finalmente también se auto convenció de que era lo mejor; y aunque lo anhelara con el corazón y el alma, a veces para pensar y reflexionar había que tomar un poco de distancia, por mucho que ésta doliera.

Apenas hablaban una vez por la noches, y en esas cortas y simples conversaciones ambos evitaban el tema a toda costa, escudándose en que querían hablarlo de frente; desde hacía unos días notaba a su novio muy raro, era una mezcla extraña de expectación y nervios. Pero cada vez que le preguntaba qué le pasaba, siempre terminaba diciéndole que no se preocupara, que todo estaba bien y que hablarían cuándo él regresara.

Pero el corazón de la joven no estaba para nada tranquilo; la actitud de su novio la tenía en vilo, no entendía que se estaba cociendo en la cabeza de su ranchero. Más de dos semanas habían pasado desde aquello; la pelea había sido demasiado para su estado de ánimo, y sin duda las hirientes palabras que se dedicaron mutuamente habían hecho mella en lo más profundo de su corazón.

Los gritos, los reproches... los miedos y las inseguridades de su novio ya llegaban a un punto que se antojaba insostenible... dios... ¿tan herido estaba todavía, aunque todo eso formara parte de su pasado?... no podía creer que pensara que lo iba abandonar... llevaba meses demostrándole que podía confiar en ella y en sus sentimientos, que siempre estaría a su lado. Pero cuándo su novio por fin se sinceró y sacó todo lo que llevaba dentro, comprendió su postura, y sus motivos.

No se dio cuenta de que una lágrima había escapado de sus ojos, ya permanente hinchados y con ojeras; demasiadas noches ya de desvelos, dando vueltas a su mente, rebuscando la solución, luchando por Edward y por ella misma, echándole de menos... luchando por ellos dos, y por ese amor que seguía latente cómo el primer día... pero ya las fuerzas y la convicción de que todo se iba a arreglar flaqueaban cada día que pasaba, de manera alarmante; pero no podía rendirse, no se iba a dar por vencida... sólo esperaba que llegara el día de mañana, para poder verle, echarse en sus brazos y decirle todo lo que su corazón guardaba.

Incapaz de concentrarse, cerró la carpeta con un sonoro suspiro; posó la vista en el reloj de la pared, y vio con asombro que ya eran las dos del mediodía. Su estómago rugió furioso; llevaba varios días sin comer bien, y ya el hambre pasaba factura. No tenía ánimos de hacer ningún plato elaborado, ni siquiera de poner la sartén en el fuego, de modo que se decidió por unos simples sandwiches de jamón y queso, con un buen vaso de leche. Justo cuándo estaba acomodando la bandeja encima de sus piernas, el timbre de la casa empezó a sonar de manera compulsiva. Extrañada, ya que no esperaba visita alguna, tuvo que volver a ponerse de pie, pasando primero por la mesa para dejar la bandeja. Pensó en Leah, en Cindy o Annie... pero la habrían avisado antes de ir.

Tuvo que apresurarse, ya que el timbre no cesaba de sonar; ni siquiera se paró a mirar por la mirilla, cómo era su costumbre. Cuándo abrió la puerta, dos pares de brazos la rodearon, abrazándola con efusividad.

-¡Bella!- chilló Alice, reventándole prácticamente el tímpano del oído derecho. Los brazos de Rosalie también la rodeaban.

-Per... pero...- la joven obviamente les devolvió el abrazo, pero estaba tan atónita que las palabras no querían salir de su garganta.

-¿No te alegras de ver a tus cuñadas?- la picó Rose, en tono bromista.

-Claro que me alegro- contestó, una vez la liberaron del abrazo -menuda sorpresa- exclamó; hacía mas de un mes que no las veía, y las echaba de menos... el teléfono no era suficiente -¿qué hacéis aquí?, ¿ha pasado algo en el rancho?, ¿Edward está bien?- preguntó frenética.

-Tranquila; todos están bien en Hunstville- le aclaró Alice -simplemente hemos venido a pasar el fin de semana contigo- iba a abrir la boca, pero Rose se adelantó.

-Tienes que estudiar, lo sabemos; Edward nos lo ha recordado- rodó los ojos -pero nos apetecía verte, y los chicos están demasiado ocupados... y sabemos que hasta dentro de una semana no tienes el próximo examen- añadió, a modo aclaratorio -así que no tienes escapatoria; puedes tomarte un día o dos de descanso- Bella escuchó su discurso con las cejas arqueadas... pero no pudo más que esbozar una sonrisa.

La joven las invitó a pasar al salón, y una vez se acomodaron en el sofá, Bella se fue a la cocina a preparar café, ya que según le explicaron, habían almorzado ya. Necesitaba algo de distracción, salir y despejarse... así que mientras trasteaba por la cocina decidió dar un respiro a sus exámenes y a los problemas, y disfrutar del fin de semanas con sus cuñadas.

0o0o0o0o0o0

Dos horas después, las chicas charlaban animadas y divertidas. Bella les sometió a un intensivo interrogatorio, sobre todo de cómo estaban todos en el rancho. Rose y Alice respondían pacientemente a sus preguntas. Bella evitó con una sonrisa nerviosa cuándo le preguntaron acerca de Edward y de cómo habían ido las cosas; hizo un esfuerzo sobrehumano porque no se le quebrase la voz al responder que todo iba bien.

Las jóvenes se percataron de la tristeza que emanaba de los ojos de su cuñada, y dándose una significativa mirada de manera disimulada, cambiaron radicalmente de tema.

-Bien- habló Alice -ahora te vas a cambiar y vamos a salir- le dijo a Bella. Ésta la miró frunciendo el ceño... pero necesitaba respirar aire puro, llevaba muchos días encerrada en casa, y le pareció una buena idea; sin apenas rechistar, cambió sus pantalones cortos por unos vaqueros y una camiseta; se quitó la goma que recogía su pelo, y decidió que más o menos, estaba un poco decente, así que volvió al salón, dónde Rose y Alice cuchicheaban en voz baja.

-¿Pero... a dónde vamos?, ¿y dónde está vuestro equipaje?- la pregunta le vino a la cabeza de manera súbita; le parecía muy raro que no llevaran cinco maletas cada una.

-Lo subiremos después- le quitó importancia al tema Rose, haciendo un gesto con la mano -tenemos una sorpresa para ti- le desveló, moviendo las cejas de forma sugestiva.

-¿Una sorpresa?- preguntó extrañada.

-Sip- respondió ahora la joven morena, pagada de si misma -de modo que...- dejó la frase inconclusa mientras sacaba algo negro de su bolso, acercándose a ella.

-Alice-... le previno, alejándose unos pasos hacia atrás -¿pero qué demonios...?- exclamó, la ver que su cuñada la vendaba los ojos -no tiene gracia- refunfuñó. Intentó deshacerse del pañuelo, pero Rose le apartó las manos, que ya casi desarmaban el nudo.

-Bellie- exclamó Alice en un suspiro -llevamos varios días preparándote la sorpresa, así que se buena y déjanos hacer- la joven castaña negó, sonriendo divertida con la cabeza... de seguro que la cara de Alice dibujaba un gracioso puchero.

-Pero prohibido tocar el pañuelo- añadió Rosalie.

-Está bien, me rindo- dijo con fastidio y bajando los hombros, envuelta en la más completa oscuridad. Pudo sentir el gesto de júbilo que seguro sus dos maquiavélicas cuñadas estaban esbozando, junto a los grititos de alegría. Sintió cómo la conducían hacia la calle, después de haber cerrado la casa y de que Rose hubiese cogido su bolso.

-Confía en nosotras- la intentó tranquilizar Alice mientras la ayudaba a meterse en el asiento trasero del coche -será una tarde inolvidable-.

-¿Tarde de chicas?- interrogó de nuevo, cruzándose de brazos y hundiéndose en el asiento -¿qué tiene eso de inolvidable?-.

-Disfrutar de la sorpresa que tus cuñadas te han preparado con tanto cariño- respondió Alice con un teatral gesto de firmeza... pero con una sonrisa cómplice surcando su rostro.

0o0o0o0o0o0

El viaje duró poco menos que dos horas, según los cálculos mentales de Bella. Al principio se asustó al ver que tardaban tanto, pero la tranquilizaron explicándole que lo que tenían preparado para ella estaba en una población a dos horas de San Antonio.

Por fin, sintió que el vehículo aminoraba la velocidad, hasta detenerse por completo. Cuándo Rose o Alice abrieron su puerta y la ayudaron a salir, se encontró con que en la distancia se escuchaba jaleo; supuso que estarían en el centro urbano de dónde quiera que se encontraran. Dio un respingo al sentir las manos de sus cuñadas tomarla cada una de un brazo.

-Tranquila- le dijo Alice -es para ayudarte a subir los escalones; hay bastantes- le advirtió. Sintió cómo entraban al interior de un edificio, andaban unos pocos pasos más y luego más escalones, bastantes más que a la entrada.

-¿Dónde estamos?- les reclamó, intrigada de verdad.

-Ya estamos llegando- le murmuró Rose, en voz baja. Oyó perfectamente cómo abrían una puerta y la introducían en una habitación. Por fin soltaron sus brazos, y finalmente oyó las palabras mágicas.

-Ya puedes quitarte la venda- con demasiada premura lanzó sus manos a la parte posterior de su cabeza, librándose por fin del pañuelo... y al enfocar su vista, abrió los ojos cómo platos, sin poder creerlo.

Estaba en su habitación, en el rancho. Esme y Nessie se habían unido al grupo, y la miraban con una sonrisa inmensa. Ambas estaban elegantemente vestidas... cómo si fueran a ir a una fiesta.

-Pero... ¿qué está ocurriendo?- murmuraba, incrédula y sin entender nada, mirando de hito en hito a las cuatro mujeres, que no hacían otra cosa que sonreír emocionadas.

-Bella... simplemente tienes que dejar que te preparemos- esa fue toda la explicación que Alice le dio. Seguía aturullada, sin entender nada en absoluto; la cabeza le daba vueltas y no era capaz de pronunciar una sola palabra coherente... pero sus ojos se abrieron aún más, si eso era posible, al ver encima de la cama un vestido largo, con escote palabra de honor; no tenía más adorno que unas delicadas piedras de cristal debajo del pecho... y era de color blanco. A su lado, cuidadosamente extendido, un velo de tul.

Su respiración se volvió errática y pesada; a la vez que su mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo, las mariposas acamparon en su estómago, revoloteando de manera incansable... ¿Acaso se habían vuelto locos todos los habitantes de esta casa?; no encontraba explicación alguna a lo que estaba sucediendo... hasta que Esme la sacó de su mutismo, acercándose a ella y tomando una de sus manos.

-Bella... ¿tú amas a Edward, verdad?- la pregunta la dejó fuera de combate, pero respondió de manera inmediata.

-Claro que sí, Esme; a pesar de nuestra última discusión, yo...- sus palabras se quebraron, y una solitaria lágrima recorrió su mejilla.

-Con eso es suficiente; Edward te explicará el resto- terminó de decir Esme.

Rose y Alice salieron de la habitación, y guiada por Nessie y la propia Esme, se convirtió en una emocionada y patidifusa marioneta. Le obligaron a ducharse, y después de eso Nessie se ocupó de su cabello. Simplemente lo dejó suelto, recogiéndole una pequeña parte atrás, y realzando las suaves ondas de los mechones que caían por su cara y sus hombros. Alice volvió a la habitación para aplicarle el maquillaje, ya cambiada y con un vestido de fiesta en tonos verdes. Cuándo ésta decidió que ya estaba lista, y después de colocarse un precioso conjunto de ropa interior de encaje, Esme y Nessie la ayudaron a colocarse el vestido... era increíble, le quedaba cómo un guante... ¿cómo lo habían conseguido?.

Incluso la ayudaron a subirse en los zapatos de tacón, de raso blanco; la dejaron mirarse al espejo mientras colocaban el velo. Sus ojos se aguaron al ver la imagen que le devolvió el reflejo... ¿era posible que la sorpresa fuese su propia boda?... ¿cómo habían podido organizar todo ésto?... ¿por qué así?.

-Estás preciosa hija- la voz de Esme la sacó de sus cavilaciones -pero es la hora, y debemos empezar a bajar-.

-Vamos Bellie- le dijo Nessie, también visiblemente emocionada -alguien te espera abajo-.

-No puedo creerlo- susurró emocionada, y todavía incrédula -¿pero Edward sabe todo ésto?- atinó a preguntar; su pregunta hizo sonreír al pequeño grupo que se encontraba en su habitación.

-Por supuesto; bastante tenemos con una novia sorprendida- la afirmación de Alice la hizo reír de manera suave.

El corazón de la joven se desbocaba según bajaba por la enorme escalera de madera. La condujeron hacia el salón... y no pudo evitar sollozar al ver ahí a todos sus cuñados y sobrinos, capitaneados por Carlisle Cullen; estaban guapísimos enfundados en sus trajes.

-Guaauuuuu- exclamó Emmet; llevaba en brazos a Owen, graciosamente conjuntado con los hombres con su mini tracejito.

-Impresionante... Eddie se va a caer de culo- dijo Jake, que llevaba a su pequeña Claire en brazos; Valerie dormía plácidamente en el cochecito.

-Hija mía- Carlisle tomó la palabra -se que esta locura de mis hijos es inexplicable... pero no puedo evitar el sentirme emocionado también-.

-¿Por qué, Carlisle?- consiguió hilar la pregunta Bella. Le temblaba todo el cuerpo, y los nervios se habían instalado de tal manera en su estómago que apenas podía respirar.

-Puede que Edward haya cometido muchos errores, sobre todo en estos últimos meses- le explicó su suegro con paciencia, tomándole una mano -pero si hay algo que tiene claro, es que no puede vivir sin ti... - hizo una pequeña pausa -pero eso es algo que él te va a decir en unos minutos... si tú quieres- la joven entendió sus palabras a la perfección... su felicidad, y la de su novio estaba a sólo unos pasos; comprendió en milésimas de segundo que Edward había entendido, por fin todo lo que ella le había intentado hacer ver todo estos meses.

-Sí, quiero- admitió con un nudo en su garganta.

-Eso es después de unos minutos, Bells- el comentario de Jake hizo reír a la familia.

-Entonces todos a su sitio- las chicas fueron saliendo, deseándole suerte; Esme le tendió un pequeño ramo de peonias blancas, que la joven colocó entre sus temblorosas manos, más emocionada todavía, y le dio un cariñoso abrazo antes de salir hacia el jardín.

En esos mínimos segundos que estuvo sola, cerró los ojos; tomando una profunda respiración e intentando controlar sus nervios... pero no pudo evitar acordarse de una persona que viviría este día con alegría y orgullo... su padre. La pena invadió, por unos instantes, su corazón, ya que no la podría llevar al altar, cómo seguro hubiese sido la mayor ilusión de Charlie Swan. Un carraspeo le hizo alzar la vista; Jasper se acercaba a su lado, con las manos cruzadas detrás de su espalda, y sonriendo con simpatía.

-Ya que tu padre, desgraciadamente no puede- Bella sollozó en voz baja -espero me concedas el honor de entregarte a mi hermano- ésta le miró sorprendida.

-Pensaba que sería Carlisle- meditó pensativa. Jasper negó acercándose a ella y haciendo que cogiera su brazo.

-Cuándo tuvimos que daros algún que otro empujoncito- recalcó graciosamente la palabra empujoncito -me prometí a mi mismo que te acompañaría al altar- le guiño un ojo de manera cómplice. Bella sonrió mientras afianzaba su agarre.

-Entonces debes completar la misión; deberías dedicarte a este negocio... Cupido- exclamó divertida. El joven se carcajeó suavemente, para después conducirla a la parte trasera del inmenso salón, desde dónde se accedía a los jardines.

-¿Preparada?- la joven tomó aire, y simplemente pudo asentir con la cabeza, y con su corazón a punto de explotar, dio el primer paso.

Al atravesar la puerta, un jadeo involuntario salió de su pecho. El jardín estaba incluso más bonito que en la boda de Jake y Nessie. Pequeñas hileras con sillas tapizadas en blanco delimitaban el pasillo hacia un precioso altar, cubierto con las mismas flores que formaban su ramo; no sabía de dónde provenía la música que le estaba acompañanado en ese paseo tan importante... pero era preciosa.

Según se iba acercando a los invitados, se topó con las miradas y sonrisas emocionadas de todos los peones de rancho, con Sam y Emily a la cabeza, de los señores Hale, de Jenks y su familia... abrió la boca cuándo vio a todos y cada uno de sus amigos de San Antonio, y su boca formó una perfecta o en el momento en el cual Leah le guiñó un ojo... dios mío, ellos también estaban en el ajo. Distinguió en la primera fila a la que ella consideraba su familia. Carlisle y sus cuñados sonreían... Esme y sus cuñadas hacían un esfuerzo por retener las lágrimas.

Y finalmente, los ojos verdes que tanto amaba se cruzaron con los suyos. Edward la esperaba debajo del arco de flores, con el juez Bramstein al frente. Estaba impresionante con ese traje negro... y nervioso, porque no hacía otra cosa que retorcerse las manos.

El joven ranchero miraba embelesado a su pequeña, acercándose a él; su corazón hacía días que había dejado de temer, y las inseguridades quedaron enterradas. Ahora que la tenía delante suyo, se golpeaba mentalmente por haber querido retrasar ese instante... estaba tan bonita que dolía, y supo con certeza que jamás vería una imagen tan hermosa cómo la que estaban viendo sus ojos en ese instante; lo único que esperaba es que Bella le perdonase todo, desde los horribles meses pasados hasta su atrevimiento por haber organizado, junto a sus hermanos, todo ésto.

Por fin, después de un largo minuto, su preciosa novia se acercaba a su posición; Jasper se adelantó, fundiéndose ambos en un emotivo abrazo.

-Ya la tienes aquí- le murmuró en voz baja; besó con galantería sureña la pequeña mano de Bella justo antes de retirarse a su sitio, y posicionarse al lado de Alice.

-Edward...- susurró la joven; no se dio cuenta del momento exacto en el que sus ojos habían empezado a aguarse, y las lágrimas ya caían por su cara sin control alguno; también estaba sonrojada hasta la médula, debido a los nervios, cosa de la que se percató su novio al verla mordisquear suavemente su labio inferior. Después de dos horribles e interminables semanas, por fin la tenía frente a él; simplemente sonrió, tomando su delicada mano y llevándola a su pecho, posándola en su corazón.

-Estás preciosa... pareces un ángel- le susurró, sólo para ella; el vestido acentuaba sus curvas de una manera deliciosa, y el velo se fundía en perfecta armonía con su melena, enmarcando su rostro.

-Edward...- repetía una y otra vez, sollozando sin parar -¿por qué...?- el joven sonrió con pena, mirándola con una intensidad que la hizo estremecer.

-Antes que nada, quiero pedirte perdón... por todos estos últimos meses- le empezó a explicar -los celos y los miedos me cegaron hasta tal punto que no me daba cuenta de...- Bella apretó dulcemente su mano, instándole a continuar -no me daba cuenta de todo lo que hacías por estar a mi lado, todo lo que luchaste por nosotros... y yo siempre estropeándolo todo- siseó rabioso.

-Edward, no te atormentes más- le pidió, con voz entrecortada.

-No te puedes hacer una idea de cuan arrepentido estoy- se paró, tomando aire de manera profunda -pero lo único que tengo claro es que no puedo vivir sin ti, sin tus besos, sin tus palabras de consuelo, sin escuchar tus risas por las ocurrencias de mis hermanos- Bella sonrió de manera dulce, e incluso pudo oír las risillas de sus cuñados -sin eschucharte tararear canciones cuándo cocinas... sin que la primera imagen del día sea ver tus ojos abriéndose después de toda una noche- sonrió levemente; sus ojos no abandonaron en ningún momento los de su pequeña -no te puedo garantizar que será fácil, simplemente te puedo ofrecer aventurarnos en la vida... juntos... -tuvo que parar, para poder tomar aire y tranquilizarse a sí mismo -soy consciente de que me he equivocado, Bella... y estás en todo tu derecho a negarte; pero si decides aceptar... no quiero esperar un sólo segundo más para hacerte mi esposa- quitó con su pulgar la lágrima que resbalaba lentamente por la mejilla de su novia -¿quieres casarte conmigo... mi pequeña estrellita?-.

La respiración de la joven seguía siendo errática y pesada; no podía creer todo lo que estaba sucediendo, y las palabras que le había dedicado su novio habían llegado hasta el centro de su alma. Su mano, enlazada con la de Edward y posada en su pecho, sentía los latidos de su corazón; sus ojos, que le dedicaban un sinfín de sentimientos y emociones... sólo recordaba una única vez haberlos visto brillar de es manera, y esa era la noche en la que le confesó su amor.

No tenía miedo... ya no lo tenía, y sus palabras le liberaron de otro temor que había acudido a su mente... no hacía ésto sólo por ella, lo hacía por los dos.

El escaso minuto que ella permaneció en silencio fue el más largo de la vida del joven Cullen; su corazón sentía a la vez alivio, al decirle todo lo que su corazón guardaba; y por otro lado expectación y ansiedad; si hubiera mirado de reojo, se habría percatado de que su familia contenía la respiración, también... hasta que por fin, la suave voz de Bella cortó el extraño silencio.

-Sí- susurró simplemente, en un murmullo apenas imperceptible.

Todos los presentes soltaron el aire de golpe; la sonrisa que surcó el rostro del patriarca Cullen era fiel reflejo de los sentimientos de todos los componentes de su familia... después de tantos años, su hijo había encontrado la felicidad, y aunque había cometido errores, había reaccionado a tiempo. Esme y las chicas sonreían emocionadas, y los hermanos tuvieron que contener las ganas de aplaudir y jalear a su hermano.

Ella había aceptado, le había dicho sí... la mente de Edward daba vueltas, procesando esa simple palabra que le abría el cielo... su pequeña le perdonaba, le daba otra oportunidad.

-Bella...- murmuró, casi en voz baja. Las manos de ambos seguían apoyadas a la altura de su corazón, así que lentamente la apartó de ahí, para poder llevarla a sus labios. Después de depositar un pequeño beso en ella, su pequeña no la bajó, sino que permaneció unos segundos más, acariciando su mejilla, gesto que fue correspondido por el joven, bajando levemente su cabeza y disfrutando de esa sutil caricia.

Sin decir una sola palabra, Bella agarró con fuerza su ramo de novia, y una vez que su mano dejó la mejilla de Edward, se la tendió con una pequeña sonrisa. El joven correspondió a su gesto, y con sus dedos entrelazados subieron el pequeño escalón, quedando frente al juez Bramstein, que guiñándoles un ojo, comenzó la ceremonia.

Bella estaban tan nerviosa, que apenas prestó atención a las primeras palabra del celebrante. Sus ojos no podían despegarse de los de su novio... estaban tan guapo con ese traje, con el pelo más revuelto que de costumbre, señal de que había pasado las manos por él una y otra vez. Sentía un dulce cosquilleo en sus dedos, ya que Edward los acariciaba y les daba apretones cariñosos, cosa que ella agradecía con tímidas sonrisas... pero su mueca cambió a una de nervios al escuchar unas palabras del oficiante.

-Ahora los novios pronunciarán sus votos; Edward, cuándo quieras- la pareja se giró, quedando frente a frente. Los corazones de ambos latían al unísono, y justo en ese instante, Bella agachó la vista, incapaz de sostener la mirada esmeralda que Edward le dedicaba; los ojos de su novio la miraban con cariño, con adoración, con orgullo... con un amor tan inmenso que por unos instantes, hizo estremecer su espina dorsal. Vio cómo el joven respiraba profundamente, antes de empezar a hablar.

-Isabella... mi Bella; siempre pensé que tenía una vida normal, con los altibajos y situaciones normales que se dan en su transcurso... pero estaba equivocado, me faltaba algo. De repente apareció una pequeña estrellita, poniendo mi mundo y mi corazón patas arriba- de nuevo una lágrima resbaló por la mejilla de la joven, que el propio Edward se encargó de recoger con uno de sus dedos -no quiero hacer un discurso, enumerando y repitiendo todas las promesas que estoy más que dispuesto a cumplir...tan sólo decirte que quiero caminar junto a ti, en ese maravilloso paseo llamado vida; vendrán tiempos mejores y tiempos peores, pero juntos podremos hacer frente a todo lo que venga- hizo una pequeña pausa, haciendo que su novia le volviese a mirar -no tengo otra cosa para ofrecerte que mi corazón...y si tú lo aceptas, es tuyo- terminó de pronunciar, sin despegar su mano de la de su pequeña.

Los ojos de la joven castaña derramaban lágrimas sin control alguno... le parecía que nunca había escuchado discurso más hermoso que el que Edward había pronunciado. Aunque no fueran unos votos engalanados y pomposos, para ella eran más que suficientes. Su estómago se contraía, a causas de sus nervios.; ella no había preparado votos algunos... pero sabía exactamente qué tenía que decir, nunca había tenido nada tan claro.

Los apenas treinta invitados esperaban expectantes las improvisadas palabras de la novia; sentía cómo los ojos de todos los allí presentes se giraban hacia ella, esperando. Cerró los ojos apenas unos segundos, hasta que por fin ordenó las ideas en su cabeza.

-Edward- nada más pronunciar la primera palabra sintió el familiar rubor de los nervios apoderarse de sus mejillas -no he tenido tiempo de preparar nada -suaves risas resonaron en el ambiente, dándole la razón -así que sólo puedo decir que acepto gustosa esa proposición; caminaré contigo a lo largo de ese emocionante paseo, afrontando juntos todo lo que venga... tú me ofreces algo muy valioso para mi, cómo es tu corazón- se paró, tomando aire suavemente -no puedo aceptar algo que ya me pertenece... al igual que el mío te pertenece desde la primera vez que te vi- una sonrisa llena de cariño apareció en los labios del joven, que había escuchado embelesado a su pequeña... cuándo pensaba que no podía amarla más, de nuevo se volvía a equivocar. La habría besado allí mismo hasta dejarla sin aliento, pero la voz de juez Bramstein se adelantó.

-Edward Cullen, ¿aceptas recibir por esposa a Isabella Swan?-.

-Acepto- exclamó de manera rotunda y pletórica.

-Isabella Swan, ¿aceptas recibir por esposo a Edward Cullen?-.

-Acepto- contestó ella, suavemente, pero también con aplomo.

El celebrante levantó la vista, para hacer una seña imperceptible. Justo en ese momento Emmet se adelantó, con el pequeño Owen en brazos, que agarraba en su puñito un pequeño saco de terciopelo rojo. La sonrisa de los novios no tardó en aparecer, ya que el pequeño se negaba a soltarlo, hasta que su padre se lo quitó de las manos, para entregárselo a Edward.

Esme también se había adelantado un paso, tendiéndole a Bella otra pequeña bolsita, de iguales características que la que su sobrino portaba. La joven comprendió de que se trataba, así que le tuvo que tender el ramo antes de que volviera a su posición. Con cuidado la abrió, sacando la alianza, para deslizarla en el dedo corazón de la mano derecha de su novio. Edward repitió el proceso, pero la joven no pudo evitar jadear al ver que deslizaba no uno, sino dos anillos a la vez. Su pequeña alianza era igual que la de Edward, pero junto a ella reposaba un anillo con un pequeño diamante.

-¿Pensabas que no tendrías anillo de compromiso?- le susurró Edward, en voz baja, guiñándole un ojo. Ella sólo acertó a morderse el labio, negando divertida con la cabeza, pero de nuevo el juez Bremstein habló.

-Por el poder que me confiere el estado de Texas, yo os declaro marido y mujer- al fin las palabras que tanto anhelaban escuchar pusieron el punto y final a la ceremonia.

Edward llevó las manos al rostro de su pequeña, acunándolo con ternura y devoción... su esposa... suya... de nuevo los orbes chocolates de su mujer se cristalizaron... no era un sueño, era su Edward... y acababan de casarse, era su marido. Lentamente se acercó a él, y la pareja junto sus frentes, mirándose intensamente a los ojos.

-Sin miedos...-acertó a pronunciar Bella.

-Sin inseguridades...- continuó la frase el joven.

-Sólos tú y yo...- susurró ella, con voz quebrada.

-Y nuestro amor...- terminó Edward -te amo, mi vida-.

-Te amo- exclamó ella, antes de que sus labios se juntaran en un beso cargado de miles de sentimientos y sensaciones.

El mundo desapareció para el recién estrenado matrimonio; las manos del joven bajaron hasta la cintura de Bella, estrechándola entre sus brazos... dos insufribles semanas sin poder disfrutar de ella, y más después de lo que acababa ocurrir, la necesitaba de manera alarmante; ésta posó sus manos en su pecho, profundizando el beso y sin acordarse de que estaba frente a treinta pares de ojos, que compartían la felicidad de la enamorada pareja.

-¡Siiii!- exclamó Jasper, volviéndose a su hermano Jake y chocando las manos en señal de triunfo, a la vez que el gentío rompía en aplausos; la sonrisa de Carlisle no podía ser más intensa, y las chicas y Esme se limpiaban las furtivas lágrimas, al igual que Leah, Cindy y Annie.

Pero ni aún así se pudo romper, durante varios minutos, la burbuja que envolvía a Edward Cullen y a su esposa. 

0o0o0o0o0o0 0o0o0o0o0o0 0o0o0o0o0o0 0o0o0o0o0o0

Bueno, bueno....
Pase siga siga que al fondo hay espacio, este bus es largo. 
Esta historia va llegando a su fin chiquillas!! 
Yo estoy super contenta, el trabajo, bien, la familia, super bien, el novio, mal, pero Diosito pronto me dara un buen Hombre!! 

1 comentario: