viernes, 5 de julio de 2013

Cowboy de Mi Corazón.

 
                            
                             Capítulo 38:                Dolor

Después de una larga noche con un sueño pesado e intranquilo, la joven Isabella Swan intentaba ser lo más silenciosa que podía mientras se preparaba para ir a clase. De seguro Leah le preguntaría por sus ojos rojos e hinchados, y las manchas púrpuras que empezaban a aparecer por debajo de ellos. Edward no tardó mucho tiempo en reunirse con ella, pero la joven permaneció con los ojos cerrados al sentir su mano en el hombro, y su voz de terciopelo pronunciar su nombre en voz muy baja, hasta que dejó de insistir, con la creencia de que estaba profundamente dormida.

Respirando profundamente, tomó una fina rebeca gris del armario y se giró para enfrentar su imagen en el espejo; estudió con detenimiento su rostro, pero poco le importó la imagen que se reflejaba en él, eso se podía reparar... pero ya no sabía si su corazón volvería a latir alegre y feliz. Aunque cerró un momento los ojos, queriendo borrar todo lo que se veía en el espejo, no pudo contener la solitaria lágrima que surcó lentamente su mejilla.

Con un imperceptible suspiro abrió los ojos, para agarrar su cabello en una cola de caballo; mientras lo hacía, el reflejo del espejo le devolvió la imagen de Edward, profundamente dormido; no le extrañaba en absoluto que aún lo hiciera; eran apenas las siete de la mañana. Necesitaba despejar su mente y pasear, antes de entrar a clase a las nueve... necesitaba salir de esa casa, necesitaba estar sola.

Salió por la puerta después de dejarle una nota al lado de la cafetera, poniendo la excusa de que pasaría por la biblioteca antes de ir a clases. Mayo ya era un mes caluroso en el sur, pero aunque hacía una temperatura bastante agradable para ser la primera hora de la mañana, no se quitó la chaqueta; sentía escalofríos por todo el cuerpo.

Andando con pasos lentos y pesados, llegó al pequeño parque en el que sus amigas de San Antonio y ella se solían reunir, para escapar del agobio de la facultad. Sin tocar el café que se había comprado, cerró los ojos un momento, haciendo un esfuerzo por borrar la noche pasada; todas las palabras que habían salido de la boca de su novio la habían herido de una manera cómo nunca lo habían hecho.

Pero aparte de herirla, un sentimiento de derrota se estaba instalando en su pecho, y eso era lo que más le aterraba; parecía que Edward seguía anclado en el pasado... y contra eso ella no podía luchar. Nunca pensó que las heridas continuaran sangrando, y de esa manera. Tenía más que constatado y asumido que era muy distinta a Jessica, pero parecía que eso no era suficiente; nada de lo que había hecho hasta ahora era suficiente.

El sonido del móvil le devolvió a la realidad; al echar un vistazo a la pantalla y ver el nombre de su novio su pulso se disparó; tragando saliva ruidosamente se debatió entre cogerlo o no... pero por más que esperó unos minutos, la llamada paraba para volver a sonar, así que terminó por descolgar.

-Hola- susurró, haciendo un esfuerzo porque su voz sonara normal.

-Cariño, ¿dónde estás?- exclamó, preocupado. Sabía que su pequeña no estaba bien; ayer se retiró de manera apresurada, y sus ojos reflejaban tristeza. Pero cuándo Alec se marchó y él fue en su busca, ya estaba completamente dormida.

-Cómo te dije en la nota, he preferido pasarme ahora por la biblioteca- le explicó.

-La he visto, pero me ha extrañado que no me lo dijeras ayer- contestó el joven, no muy convencido .

-Perdona, se me pasaría- contestó de manera distraía Bella -es tarde, y tengo que ir a clase- se excusó; Edward sabía que algo pasaba, pocas veces estaba tan esquiva.

-¿Te encuentras bien?- interrogó, con visible preocupación en su voz -¿Bella, qué te ocurre?-.

-Nada- mintió lo mejor que pudo, pero sabía que era pésima en el tema -Edward, tengo que colgar; nos veremos luego-.

-Qué tengas una buena mañana... te quiero- se despidió el joven, completamente desconcertado. Oír esas palabras le provocó un nudo en la garganta, pero a la vez otra punzada de desolación en su pecho; de nuevo otra lágrima cayó por su mejilla, que rápidamente quitó con el dorso de su mano.

-Yo también- acertó a contestar, reprimiendo el sollozo y colgando rápido el teléfono.

Todavía tuvo que permanecer sentada unos minutos, tratando de controlar sus lágrimas; temía el interrogatorio de Leah, Cindy y Annie... no, definitivamente no podía ir a clase. Le mandó un mensaje a su morena amiga, y unos minutos después se levantó del banco, dejando que sus pies la guiaran por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo.

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Edward paseaba cómo un león enjaulado por el salón; había ido a buscar a Bella a la universidad; se extrañó por la tardanza, y al ver a Leah se acercó a ella corriendo, preguntándole por su novia. Ésta abrió los ojos por la sorpresa, y le explicó el mensaje que le había mandado a primera hora de la mañana; el joven ranchero no entendía qué estaba ocurriendo; por sugerencia de Leah se acercó a la biblioteca, quizá había decidido quedarse ahí para estudiar... pero tampoco estaba allí. Llamaba a su móvil una y otra vez, pero lo único que conseguía era que le pasara directamente con el buzón de voz.

Desesperado, regresó a casa para coger el coche; recorrió todas y cada una de las calles que se abrían a su paso, pero nada. Volvió a hablar de nuevo con Leah, preguntándole si sabía algo de ella, pero nada; ésta lo intentó tranquilizar, pero ella también estaba muy nerviosa, y le sugirió ir a la policía, aunque ambos bien sabían que no harían nada hasta pasadas veinticuatro horas.

Se estaba volviendo loco; las manecillas del reloj ya pasaban de las siete de la tarde... ella salía de la universidad a la una, incluso había llamado a los hospitales, preguntando si había ingresado alguien que atendiera al nombre de Isabella Swan, y para su alivio no tenían constancia en ninguno de ellos... dios... dónde podría estar su pequeña, ¿le habría pasado algo?; no podía imaginarse lo que sería su vida si ella no estaba, simplemente no podía... ella era una parte vital de su corazón, sin ella no podía vivir.

Preso de los nervios, justo cuándo tomaba las llaves del coche para volver a buscarla, la cerradura de la puerta principal giró de manera lenta. Su corazón se paralizó, al igual que todo su cuerpo, al ver a su pequeña entrar con pasos cautelosos y lentos al salón. Apenas levantaba sus ojos del suelo, no podía enfrentarlo.

-Hola- susurró prácticamente en voz baja. En ese momento su novio reaccionó, corriendo a su lado y estrechándola contra su pecho.

-Bella, Bella, Bella...- no cesaba de repetir su nombre; la joven se limitó a cerrar los ojos, envolviendo su cintura tímidamente. Aún con todo lo ocurrido, y sin saber qué iba a ser de ellos, los brazos de Edward eran su refugio -dios, cariño; ¿estás bien?- le preguntó antes de separarse lo suficiente para poder tomar su rostro entre sus manos y acercar sus labios a los suyos, besándola de manera desesperada.

Puede que estuviera siendo un poco sobreprotector y paranoico, pero la angustia y la desesperación que había experimentado las pasadas seis horas había sido superior a él; dejó de importarle el resto del mundo cuándo la vio atravesar la puerta de casa, y durante unos minutos se deleitó con la suavidad y calidez de sus labios; pero su novia rompió demasiado pronto el beso, incluso se dio cuenta de que no le correspondía de la misma manera.

-¿Qué te pasa?; desde ayer estás muy rara- le dijo éste, estudiando con cuidado su rostro; los ojos hinchados y rojos la delataban. Bella, que había permanecido en silencio, trataba de encontrar las palabras adecuadas; había pasado todo el día paseando y pensando... pensando muchas cosas, y buscando la forma de enfrentar a Edward sin que las cosas resultaran desastrosas para la pareja -he ido a buscarte a la salida, y al no verte le pregunté a Leah- le sorprendían las palabra de su novio; venía preparada para una monumental bronca, pero también era consciente, al ver su actitud, de que le había hecho pasar unas horas muy angustiosas.

-Lo siento- susurró, con los ojos bañados en lágrimas -se agotó la batería de móvil, y no...yo...- el joven se asustó al ver su llanto, y rápidamente la atrajo de nuevo hacia su pecho, dejando suaves y pequeños besos en su cabeza.

-Tranquila cariño, ya estás en casa... - pero de nuevo su pequeña se apartó con sutileza de su abrazo, dejando al joven desconcertado por su actitud.

-Voy a llamar a Leah, estará preocupada- se metió a su habitación, permaneciendo encerrada veinte minutos, que al joven se le hicieron interminables.

Por todos los santos, ¿qué estaba ocurriendo?; ¿acaso ese impresentable de Henry se le había vuelto a acercar?... no entendía nada, Bella nunca se había comportado así, y su mutismo le estaba volviendo loco. Pero antes de empezar a sacar conclusiones, decidió esperar pacientemente a que ella colgara el teléfono.

Con mucha cautela llamó con suavidad a la puerta, en el momento en que se dejaron de escuchar ruidos. No obtuvo respuesta... pero sus nervios se empezaban a alterar, así que sin poder aguantarlo más, abrió lentamente la puerta. La imagen que enfocaron sus ojos hizo que su corazón se encogiera de dolor. Su pequeña estaba tendida en la cama, acurrucada en posición fetal... y llorando en silencio.

-Bella...- murmuró, rodeando la cama y sentándose frente a ella -por favor cariño... dime algo- le imploró, acariciando su pelo con ternura -¿por qué lloras, alguien te ha hecho daño?- era increíble cómo su tacto podía relajar su cuerpo, pero tenia que tranquilizarse ante de poder decir algo coherente.

-Sólo necesitaba pensar- murmuró con voz temblorosa, y alzando su vista para ver a Edward -no quería preocuparos así... lo siento mucho- su voz se quebró, y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. La reacción de su novio fue rodearla de nuevo con sus brazos.

-Ya mi amor... cálmate; sólo estábamos preocupados por ti- le recordó -si te hubiera pasado algo, yo...- el joven dejó la frase inconclusa -pero quiero que me cuentes qué te ocurre, y no me digas que nada, porque sé que desde ayer estás muy rara- Bella suspiró, pero si seguía entre sus brazos no sería capaz de pronunciar palabra alguna. Lentamente se deshizo de su agarre, quedando sentada y apoyada en el cabecero.

-Llevo todo el día pensando... pensando en ésto- hizo un gesto, señalando a ambos; el joven la miró sin entender, y cómo a su novia no se ocurría otra explicación mejor, decidió confesar la verdad -ayer, mientras volvía de la cocina, os escuché hablar a Alec y a ti-.

Edward permanecía callado, pero su ceño se frunció al escuchar sus palabras; Bella no era de las personas que espiaban conversaciones ajenas.

-¿Y exactamente, qué escuchaste?- le preguntó, con el tono de voz un poco serio.

-Qué importan las palabras exactas, Edward...- murmuró la joven, en un suspiro -sigues sin creer en mis sentimientos, y sig...-.

-Eso no es cierto, y lo sabes- contraatacó su novio, con tono de voz sereno pero firme. En ese momento algo explotó en el interior de la joven; toda la rabia y frustración de las horas pasadas, del día de ayer... todas las discusiones de los últimos meses se arremolinaron en su cabeza, creando un huracán de furia. Con un movimiento rápido se levantó, quedando de pie frente a él.

-¡Lo único que sé es que parece que sigues enamorado de ella!- gritó, con la cara de nuevo llena de lágrimas -sé que te afectó lo que pasó, pero yo no soy ella... ¡no lo soy!- volvió a chillar.

-¿Cómo puedes insinuar que sigo enamorado de ella?- le reclamó, dolido y alucinado por lo que estaba escuchando -sé que estos meses lo hemos pasado mal... per...-.

-¡Por supuesto que lo he pasado mal!- exclamó -eres muy joven, no quiero casarme contigo, puedes conocer a alguien más acorde con tu edad..- imitó su voz y los gestos; su novio la escuchaba con atención, y también distinguía el dolor por debajo de ese tono furioso.

¿Acaso le había dado esa impresión?; ¿después de lo que costó admitir sus sentimientos por ella?... meneando la cabeza de manera frustrada, por fin habló.

-Bella..- lentamente se levantó , quedando frente a ella -no siento nada por Jessica, nada...- le aseguró lentamente, sin levantar el tono de voz -y nunca he dicho que no quiera casarme contigo- aclaró.

-Pues lo parece... la sombra de Jessica planea sobre nosotros; y no puedo evitar sentirme comparada con ella- susurró ella, con dolor -te he apoyado, y he intentado estar a tu lado... intentar que ésto funcione- esas palabras se estaban clavando en el corazón de Edward, pero más lo hacía el dolor de su pequeña estrellita.

-Sólo quería hacer lo correcto para nosotros... lo correcto para ti- le explicó, con un deje indescifrable -pero parece que no lo he hecho bien- Bella se quedó quieta, mirándole fijamente -sólo quería que Charlie se sintiera orgulloso de su pequeña Isabella, que creciera feliz, que disfrutase de la vida...- enumeró, bajando la voz.

-¿Por qué crees que no disfruto de mi vida?- le interrogó Bella -sé que soy joven, y a ojos de mucha gente puedo parecer una niña... pero sé lo que quiero- el joven la interrumpió, acercándose a ella y tomando su cara con ambas manos.

-Claro que no eres una niña- le contradijo -eres más fuerte y valiente que la mayoría de las personas que conozco, y todo lo que has luchado en tu vida te ha hecho madurar más rápido- le partía el corazón ver los ojos de su pequeña derramar lágrimas... y por todo el dolor y rabia que destilaban sus palabras anteriores, sabía que él era el causante de ellas.

En ese momento se dio cuenta de la interpretación que ella había dado a sus palabras de la noche pasada... y su actitud equivocada de todos estos meses; creía estar haciendo lo correcto, pero no había tenido en cuenta los deseos de su pequeña... y todos esos ridículos miedos que habían habitado en él habían desembocado en que su estrellita creía que no la quería, y eso era algo que había calado en él. El dolor de hace tan sólo unas horas, con Bella desaparecida... no quería volver a pasar por eso, simplemente no podía.

-Edward... yo... yo no sé que más puedo hacer, estoy cansada...- le dijo ella, en un susurro ahogado.

-No tienes que hacer nada, Bella; le corrigió Edward -la culpa es mía... y el que pienses que yo sigo enamorado de Jessica lo demuestra-.

-Edward, sé que me quieres... quizá esas no hayan sido las palabras acertadas, per...- de nuevo la interrumpió.

-Tengo un miedo atroz a perderte, Bella- le confesó de nuevo -no digo que lo de Jessica fuera culpa mía, pero puede que tanto ella cómo yo cometiéramos errores que terminaron mal... y contigo- dejó de acariciar sus mejillas, para tomar sus manos -simplemente quería hacer lo correcto, pero está claro que lo he estropeado todo- ella lo miró sin entender -y todo por mis estúpidas creencias y miedos... pero si hay una cosa cierta, y es que te amo, más que a mi propia vida-.

-Edward...- atinó a pronunciar su nombre -¿y si ésto no funciona?- le preguntó, aferrándose a él con todas sus fuerzas, cómo si el joven fuera a desaparecer de su lado de un momento a otro.

-No digas eso Bella... vamos a arreglarlo, sea cómo sea vamos a superar ésto- le intentaba consolar éste, abrazando con fuerza a su pequeña.

No podrían decir exactamente el tiempo que ambos permanecieron abrazados, pudieron ser segundos, minutos, horas... habían creado una burbuja alrededor suyo, pero que ambos tuvieron que romper, para tomar una dolorosa pero necesaria decisión.

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Dos días después de esa noche, que tanto Bella y Edward desearían borrar de sus vidas, la joven se abrazaba con desesperación a su novio.

-Edward, no tienes que marcharte- le suplicó de nuevo.

-Debo hacerlo, cariño- le recordó -hay mucho trabajo en el rancho... y no quiero que mi presencia te impida concentrarte en los exámenes- al ver el silencio de su pequeña, siguió hablando -sólo serán dos semanas... y ambos tendremos tiempo suficiente para pensar en todo lo que ha pasado, y para que tomes la decisión que creas oportuna- le explicaba, intentado poner buena cara. Tanto Bella como él sabían que el rancho se las podían arreglar sin Edward... pero quizá fuera lo mejor.

Habían pasado esos dos días hablando, fue necesario hacerlo. Edward le había explicado varias cosas que ella no entendía, muchas de ellas detalles relacionados en su relación con Jessica. Se sorprendió al saber que ella y Edward habían pasado por momentos muy complicados; para Bella, el problema residía en dos partes fundamentales.

Por un lado, a Jessica no le gustaba que su prometido se pasara la vida metido en un rancho; su egoísmo era tal que hasta una vez le insinuó que quizá estuviera bien si el negocio hubiera llegado a ser exclusivamente suyo. Por supuesto, eso había enfurecido a Edward en aquella época, ya que la familia era uno de los valores en los que se sostenía el clan Cullen. Tampoco le gustaba vivir dentro de los límites del rancho; de hecho, una vez Edward la convenció para que aceptara su anillo, estuvo a punto de alquilar un apartamento en el centro de Hunstville.

Por el relato de su novio, supo que le había rechazado innumerables veces, alegando que ella no valía para pasarse la vida encerrada en un rancho, oliendo a vaca y a estiércol todo el tiempo... pero el joven, cegado por ella desde que eran unos adolescentes, se lo pidió una y mil veces; también captó al momento las intenciones de la que pudo haber sido la señora Cullen, no trabajar y aprovechar todo el dinero que generaba eso que ella tanto odiaba, el rancho. Bella sólo llegó a una conclusión, lo cínica y falsa que era.

Y otro punto, y no vemos importante... los celos y la posesividad del joven ranchero. Bella sabía que eso formaba parte de su carácter, pero era algo que había sobrepasado a Edward cuándo explotó el asunto de Henry. Por lo que pudo sacar de ese relato también, a Jessica le gustaba mucho las fiestas y la vida social... y el coqueteo con los hombres. Ella lo escuchó atentamente, y Edward supo apreciar la diferencia entre Jessica y ella, ya que menos esa vez en el baile, la noche en la que se declaró, habían ido a fiestas y reuniones y nunca jamás le había impedido hablar con nadie... pero aparte de eso había una gran diferencia entre ellas: esta chica se metía en camas ajenas, cosa de la que su novio se enteró tarde y de la peor manera posible, dándose de bruces con la realidad.

Hasta esa noche en la que encontró a su prometida en la cama con Mike Newton, y la venda cayó de sus ojos, él había tratado por todas las maneras posibles de salvar esa relación; pero al menos, parecía que él se había convencido que no fue culpa suya él que Jessica fuera de cama en cama, y que aunque él a veces la presionara y agobiara, ese no era motivo para hacer lo que hizo.

De ahí la joven castaña entendió a la percepción esa frase que le repitió constantemente hace dos noches... quería hacer las cosas bien para ella, para ellos. El joven se tomó su tiempo también, escuchando a su pequeña... maldiciéndose para sus adentros todo el dolor que le había causado; si tan sólo se hubiera dado cuenta, sin estar cegado por esos celos y miedos... ella no era Jessica, ella le apoyaba en todo, le aconsejaba, le escuchaba, soportaba su agrio carácter y su protección, a veces excesiva, pero que la joven aceptaba, ya que él era así y no lo podía remediar; y lo que con Jessica le costó sudor y lágrimas conseguir, su pequeña se lo ofrecía, y siempre con una sonrisa para él, con una palabra de aliento... ¿cómo había podido estar tan cerrado en banda, pensado que ella podría irse con otro hombre, más acorde con su edad?... no debía tener miedo, ella le había estado mostrando, día a día, que iba a estar a su lado.

Pero quizá fuera demasiado tarde, y el temor a perderla era inmenso, aterrador... pero en el fondo se lo merecía; por eso, y dado que Bella empezaba sus exámenes, decidió dejarle su espacio. Sabía que si él merodeaba por ahí no se concentraría, y ella podría pensar en todo lo que tenía en su cabeza. Y aunque su pequeña al principio se negó en redondo, señal que le daba una ligera esperanza, él también necesitaba pensar... pensar en una manera de solucionar ésto, y de ver otra vez la sonrisa que le había devuelto vida a su corazón.

El silencio volvió a predominar mientras duraba el abrazo de la joven pareja. Aunque sabía que Edward la llamaría todos los días, no se quedaba del todo tranquila. Después de unos tediosos minutos, el joven volvió a tomar la palabra.

-Lamento mucho que las cosas hayan llegado a este punto, Bella- le dijo otra vez.

-No lo sientas Edward; creías que era lo mejor... yo lamento haberte agobiado tanto con el tema de la boda... me gustaba cómo sonaba eso de ser la futura señora Cullen- se disculpó, con voz pesarosa. El joven sonrió con tristeza, murmurando en su oído.

-Siempre fuiste la futura señora Cullen... sólo que yo pensaba que eso estaba muy lejano todavía- ella se separó, para encarar sus ojos; esos océanos verdes en los que se evadía del mundo lucían tristes y apagados -tengo que irme cariño, sino se me hará de noche- le dijo, con voz suave.

-Claro- asintió la joven, esbozando una sonrisa de tristeza -llámame en cuánto llegues- le volvió a repetir.

-Tranquila por eso- le aseguró, antes de dejar un pequeño y delicado beso en su frente -cuídate mucho-.

-Tú también, por favor- Edward sonrió ante la frase de su pequeña.

Pero nada más cerrar el joven la puerta tras de sí, apoyó su espalda en ella, descargando de nuevo una cascada de lágrimas que ya no creía tener... un sollozo desalentador brotó del interior de su pecho a la vez que sus piernas la traicionaban. Resbaló hasta quedar sentada en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho y escondiendo su cara entre sus manos.

-Te quiero...- susurró a la soledad de su apartamento, con la nula esperanza de que llegara a oídos de su ranchero.

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Las cosas no fueron fáciles para el joven Edward Cullen. Toda su familia se sorprendió de su llegada, ya que no les había avisado de que iría a ayudar. Trató de poner su mejor máscara, pero por dentro su alma y su corazón morían... y la cura para todo eso se encontraba en San Antonio.

Pero según fueron pasando los días, y aunque hablaba con su pequeña estrellita todos los días, sus esperanzas de que ella pudiera perdonarlo, y volver a ser lo que eran se desvanecían. Por un lado evitaban todo lo posible hablar del tema, y por otro no quería molestarla; ella ahora se debía a sus exámenes, y por lo que le había relatado uno de los días, el primero que tuvo le había salido muy mal... y sabía que eso era por su culpa, y por toda la situación que los envolvía.

Todas las tardes se perdía, a lomos de Concord, por las extensas tierras del rancho... y siempre terminaba en el mismo lugar; el lugar dónde él admitió, hace más de un año, lo que esa joven de apenas diecinueve años le provocaba; el lugar dónde esa noche le abrió su corazón y le ofreció su amor... el mágico lugar bajo las estrellas dónde ellos fueron un único ser...

Y allí se lamentaba en silencio, evocando todos y cada uno de los momentos que habían vivido: recordó la opresión rara que sintió en el pecho la primera vez que la vio, franqueada por su padre y Esme cuándo la sacaron de casa de su abuela, en Forks... sonreía melancólico al recordar cómo siempre se adelantaba a la hora de las comidas, para poder observarla en silencio unos minutos antes... también evocaba, enfadado consigo mismo, las malas contestaciones que le dio durante sus primeros meses de estancia allí... su risa cuándo escuchaba alguna broma de sus hermanos... la vez que se emborrachó, durante la despedida de soltera de Nessie, estaba tan graciosa... eran sus más preciados recuerdos, y los atesoraba muy dentro de él, cómo si lo que fuera a quedar de su pequeña estrellita simplemente fueran recuerdos.

La desesperación por no estar a su lado, sumada a la frustración que bullía en su mente, ya que según él, no daba con ninguna solución para que Bella le perdonara, hizo que ese carácter huraño y solitario regresara en todo su esplendor. Toda la familia se dio cuenta de que algo había pasado... hasta Sam y los peones notaron la vuelta de ese ranchero solitario y malhumorado.

-¿Qué diantres le pasa a Edward?- masculló Jake, una semana después de que llegara Edward a Hunstville. Estaba en el establo con sus hermanos; Nessie revisaba a varias de las reses, mientras que Alice tomaba meticulosa nota de todo lo que ella iba diciendo. Rose estaba apoyada al otro lado de la valla, desde dónde el pequeño Owen miraba con atención a los animales.

-Está muy raro- concordó Emmet, cruzándose de brazos, en un gesto pensativo.

-E inaguantable- rodó los ojos Jasper -ayer le tuve que parar los pies, le gritaba a Seth de una manera que no era normal-.

-Yo apuesto a que se ha peleado con Bella- exclamó Nessie, que se acercaba al pequeño grupo, acompañada de Alice.

-Es muy posible- añadió Emmet.

-Es cómo si el Edward cerrado y distante hubiese vuelto- musitó Rosalie, en voz alta. Aunque su castaña cuñada les había comentado los problemas que habían tenido, ahora parecía que las cosas estaban calmadas... al menos ellas no sabían nada nuevo.

-Ayer lo estuve comentando con Esme, está muy preocupada- dijo Alice, poniéndose al lado de Jasper y pasando un brazo por su cintura, gesto que el joven devolvió.

-Papá también se ha dado cuenta- habló ahora Jake -ayer me preguntó si sabía qué le ocurría-.

-¿Seguro que Bella no os ha dicho nada?- las chicas negaron con la cabeza a la pregunta de Emmet.

-Yo hablé con ella hace tres días- empezó a relatar Alice -sí es cierto que no la noté muy animada, pero lo achaqué a los nervios por los exámenes-.

-Pues a mi me parece muy raro que no haya venido el fin de semana- meditaba Emmet en voz alta.

-Está de exámenes, Em- rodó los ojos Rosalie, aludiendo a las palabras de la joven morena. Pero Jasper permanecía callado, analizando para sus adentros; conocía lo suficiente a su hermano pequeño cómo para saber qué algo había pasado... algo que para él, sin duda, tenía que ver con Bella.

-Pues yo creo que aquí pasa algo- dijo Nessie -¿os habéis fijado en su mirada?; está llena de tristeza, y apenas sonríe-.

-Cierto- concordó su marido -tenemos que hablar con él-.

-¿Olvidas que tu hermano no es muy dado a compartir sus problemas?- le recordó Emmet con una mueca desaprobatoria -no nos va a contar nada, y lo sabéis de sobra-.

-¿Quién no va a contar nada?- todos se giraron sobresaltados al escuchar la voz interrogante de Edward, que se acercaba al grupo. Saludó con un pequeño gesto de cabeza, y el saludo más cariñoso se lo llevó su pequeño sobrino, que ajeno a los problemas adultos, seguía con la atención puesta a los animales.

-¿Cómo está Bella?- Jasper fue directo al grano, ante el ruedo de ojos de Emmet y las mirada de cautela de las chicas.

-Bien- se encogió de hombros e ignorando la sacudida que su corazón sufrió, al escuchar ese nombre.

-¿Va a venir el fin de semana?- saltó Jake, con voz despreocupada, pero analizando atentamente a su hermano.

-No creo que venga antes de que termine los exámenes, tiene que estudiar- le recordó, serio pero sin deje de enfado en su voz.

-¿Pero ella está bien?- siguió preguntando Alice -hablé con ella, y la noté rara- el ranchero de pelo cobrizo siseó para sus adentros... definitivamente en esa casa no había intimidad.

-¿Qué es ésto, un interrogatorio?- le devolvió la pregunta, a modo de respuesta, ya visiblemente molesto.

-Relájate- le advirtió Japser, que no le gustó para nada ese tono que había usado con su novia.

Edward se pasó la mano por su cara, desesperado y cabreado consigo mismo; pero nadie tenía la culpa de lo sucedido, y sabía que esas no eran formas de contestar a nadie.

-Disculpa, Alice- musitó, apesadumbrado -no tengo un buen día-.

-Yo diría que no has tenido un buen día... desde que llegaste, hace exactamente una semana- apostilló Jake -¿qué te ocurre, Edward?-.

-Estás ausente, y triste; Carlisle y Esme se han dado cuenta también- intervino Nessie, con cautela. El gesto de Edward fue desviar la mirada, para contestar después.

-Simplemente estoy cansado- se disculpó.

-Pues tu cansancio no es para pagarlo con Seth- le medio reprochó Jasper.

-Y ya me disculpé por eso- exclamó Edward, mirándole con una ceja arqueada. Rosalie, que se había mantenido callada hasta el momento, habló.

-¿Te has peleado con Bella, me equivoco?- seis pares de ojos giraron en su dirección, esperando una respuesta por parte del joven.

-Eso no os incumbe- fue su esclarecedora respuesta.

-Nos incumbe cuándo te vemos vagar por las esquinas cómo alma en pena- se metió Nessie.

-Estás peor que en la época que pasaste a causa de ya sabes quién- rodó los ojos Emmet.

-¿Qué ha ocurrido?- interrogó Jake, de manera precavida -necesitas desahogarte, y lo sabes- añadió.

El suspiro frustrado que salió de los labios de Edward se pudo oír a lo largo y ancho de todo el establo. Sabía que las intenciones de sus hermanos eran buenas, y puede que en verdad, necesitara hablar con alguien.

-Ocurre que soy un completo imbécil- murmuró, enfadado consigo mismo.

-No será para tanto- le restó importancia Jasper -todas las parejas tienen sus diferencias- pero la mirada que me dedicó Edward hizo que su ceño se frunciera... la cosa no era tan simple.

Derrotado y con el ánimo por los suelos, les relató sus últimos meses de convivencia en San Antonio, y todos y cada uno de los errores que había cometido con su pequeña. Las tres parejas le escuchaban con atención y sorpresa; las chicas no hacían más que recordar en sus mentes las palabras de Bella, del último fin de semana que estuvo en el rancho.

-Joder- exclamó Jasper, rodando los ojos, una vez que su hermano terminó de hablar.

-Has metido la pata hasta el fondo- suspiró Emmet, negando con la cabeza.

-Totalmente- afirmó Jake, mirando a su hermano y cruzándose de brazos -¿cómo has podido dudar de ella de esa manera?- le reclamó.

-¿Y crees que no lo sé?- alzó ligeramente la voz el aludido - no dudé de sus sentimeintso, ya se lo expliqué; pero no hay un maldito día que no me culpe por ello... y no la culparía si decide que ya no quiere estar conmigo... ni casarse- ésto último lo dijo casi para sus adentros, pero llegó a oídos de uno de los hermanos.

-Pues yo, en parte- puntualizó Nessie -comprendo su postura... aunque se haya equivocado en algunas cosas- dijo, en un intento por consolar a su cuñado pequeño.

-¿Qué vas a hacer?- le interrogó Jake, de manera seria -porque imagino que estarás estrujándote los sesos para arreglar ésto-.

-No hago otra cosa- refutó Edward -pero no sé si ésto se arregla con otra charla y promesas a largo plazo... la estoy perdiendo, o puede que ya la haya perdido-.

Los siete permanecieron unos minutos en silencio, sin atreverse a decir algo que pudiera mortificarle más. Sus hermanos nunca le habían visto tan derrotado y hundido... estaba enamorado de ella hasta las trancas; ni siquiera en sus peores épocas con la innombrable le habían visto de esa manera. Los pensamientos de las chicas estaban con la joven castaña, sufriendo en la distancia con ella.

-¿Por qué no le das una sorpresa que no pueda olvidar?- sugirió Alice – prepárale algo especial, y que vea todo lo que ella significa para ti-.

-¿Cómo cual?- preguntó Edward -demasiadas promesas he roto ya...- se agarró el puente de la nariz con los dedos.

-Regálale algo inolvidable- propuso Emmet -un viaje, una joya... no sé-.

-Sabes que Bella no comulga con ese tipo de cosas- le recordó Nessie, lo que fue acompañado por una mirada significativa de Edward, corroborando sus palabras. Pero Jasper, que había permanecido callado durante el debate de la sorpresa, empezó a darle vueltas a una palabra que había dicho antes su hermano, y aunque había pasado desapercibida para el resto, si había llegado a sus oídos. Al segundo desechó la ocurrencia de su mente... era un auténtica locura... ¿o no?; después de unos minutos de echar cálculos mentales, al fin le dejaron hablar.

-Centrémonos- pidió al grupo, que seguía proponiendo soluciones -¿qué es lo que más ilusión le haría a Bella?- todos quedaron callados unos segundos, hasta que los ojos de las chicas se abrieron por la sorpresa.

-No te sigo- frunció el ceño Jake, al igual que Emmet. Edward permanecía con una ceja alzada, sin entender a dónde quería llegar.

-Piensa un poco, Edward- le pidió su rubio hermano... y efectivamente, adivinó.

-¿Y de qué serviría?- exclamó, con una inmensa tristeza -se va a negar en redondo, y más después de lo que ha pasado estos últimos días- Jake y Emmet por fin captaron por dónde iban los tiros.

-Entonces tendrás que arriesgarte, y saltarte la manera tradicional- los ojos de Edward se salieron de sus órbitas.

-¡Estás loco!- medio chilló -eso la espantaría, y lo sabes-.

-Créeme Edward; te ama tanto o más de lo que tú la amas a ella- le dijo Rose, a modo de explicación, y absolutamente encantada con la idea, al igual que sus cuñadas.

-No se va a negar- apostilló Alice, a lo que Nessie asintió con la cabeza.

-Es una locura, y un riesgo muy grand...- Jasper le interrumpió.

-Un riesgo que tendrás que enfrentar, dejando atrás esas inseguridades-.

La cabeza de Edward parecía un polvorín a punto de explotar; era una locura... pero... ¿y si sus hermanos tenían razón?; era la última baza que tenía para no perder a su pequeña... hacerla feliz, de una buena vez. Él mismo había vivido un auténtico infierno la fatídica tarde de la discusión, creyendo por un pequeño espacio de tiempo que no volvería a verla. Y sabía que su padre se negaría en redondo.

Pero de nuevo se llevó la sorpresa cuándo, horas después, su padre terminó por aceptar la sorpresa para su pequeña. Le previno los riesgos que corría, pero admiró la valentía de su hijo pequeño, y al igual que Esme, echaría una mano en lo que hiciera falta... todo era poco, su hijo se jugaba todo a una carta... y ésto tenía que salir bien.

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Buneo VOLVIIIIiiiii!!
que Feliz, por aca me quedare por un tiempito mas...
Todo volvera a la normalidad, jejejeje 

2 comentarios:

  1. Genial espero todo salga bien ....

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  2. hummmmm... cual será esa sorpresa...? jeje channnn channn chachaaaannnnnn, chan chan chachannnnnnnn

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