Capítulo 4: Acción de gracias
La vida en el rancho Killarney seguía su curso. Bella ya llevaba viviendo allí casi un mes, y se había adaptado de maravilla. Su padre tenía razón, eran una familia maravillosa, todos ellos; se llevaba muy bien con los hermanos, incluso con Rose y Emmet, a los que fue conociendo más en ese tiempo. Descubrió que Emmet era tan simpático y bromista cómo Jake, incluso más; y con Rose había hecho muy buenas migas, cogiendo confianza poco a poco. Jake la hacía reír a cada momento, y Jasper era un encanto, amable y protector; en su compañía se sentía tranquila... bueno, en realidad los hermanos mayores habían adoptado a Bella cómo una hermanita pequeña, y prácticamente los tenía de guardaespaldas.
La señoras Harris, Sam, los peones... todos ellos la habían abierto las puertas de esa casa, y eso era un fuerte respaldo para que, poco a poco, el recuerdo de su padre fuese menos doloroso. Carlisle y Esme la trataban cómo a uno más de los hermanos... pero Edward era otro cantar.
En todo este tiempo, prácticamente podía contar con los dedos de la mano las palabras que ambos habían intercambiado. Por si acaso, Bella se había guardado mucho de hacer algún tipo de comentario en su presencia que pudiera molestarle. No entendía lo que pasaba por la cabeza del hijo pequeño de Carlisle Cullen. A pesar de qué prácticamente la ignoraba, había veces que tenía la sensación de que sus ojos verdes la miraban cómo si quisieran traspasar su mente y saber que pasaba por su cabeza; y eso la ponía muy nerviosa; se sentía intimidada en su presencia. Pero a la vez, cada vez que esos charcos verdes se cruzaban con los suyos, un placentero hormigueo la recorría de arriba abajo; se ponía nerviosa en su presencia, pero intentaba esconder esa sensación; lo único que le faltaba era qué el se diese cuenta y tuviera un motivo para atacarla.
En las últimas tres semanas, Edward se había ausentado dos por motivos que competían al rancho. Sus hermanos y su padre se quedaron muy extrañados la noche en la que anunció que iría él a ver a unos cuántos clientes en diversos ranchos y ciudades; normalmente era Jake el que se ocupaba de esas cuestiones, pero nadie puso objeción alguna. De modo que esas dos últimas semanas Bella se sintió un poco más relajada y tranquila.
Era de noche, ya habían cenado hacía un buen rato. Carlisle y Esme estaban en la cama, al igual que Jasper, y Jake había salido para tomar una copa con algunos amigos del instituto. Ella se quedó un rato más en la cocina, preparando galletas para el desayuno y otras cosas para la comida del día siguiente. El reloj marcaba las doce cuándo Bella empezó a recoger para irse a la cama... pero unos pasos detrás suyo hicieron que su vista se girara hacia la puerta.
-¿Jake?, ¿eres tú?- preguntó, intentando no elevar el tono de voz. Sus ojos se abrieron por la sorpresa al ver a Edward parado en el umbral. Vestía un traje color negro, con una camisa de color lavanda; Bella sintió que su corazón se salía del pecho, nunca lo había visto así, y estaba guapísimo. Su voz por poco se queda atorada en su garganta al intentar hablar.
-Hol... hola Edward- intentó disimular sus nervios, pero de sus labios salió una sonrisa nerviosa -ehhh... no te esperábamos hasta mañana por la tarde- dijo a modo de pregunta.
-El cliente con el que tenía que reunirme mañana ha tenido un contratiempo, de modo que la reunión se ha cancelado- le explicó con su típico tono de voz monocorde y desganado. Bella no pudo evitar mirarlo una vez más; los tres primeros botones de la camisa de Edward estaban desabrochados, dándole un aire desenfadado, y aunque la incipiente barba había empezado a aparecer por su rostro, eso no le quitaba atractivo alguno, al contrario... pero la voz de Edward le sacó de su mundo, haciéndola volver a la realidad.
-¿Qué miras?- le preguntó mirándola con cara de interrogante. Bella maldijo para sus adentros por su pésimo disimulo, poniéndose roja cómo una amapola; pero intentó recuperar la compostura.
-¿Quieres que te prepare algo de comer?- le ofreció lo más tranquila que le fue posible -seguro que en el avión no has comido nada decente-.
-No me vendría mal; sólo me han dado cacahuetes y un refresco- le explicó con un tono un poco más amable del que solía utilizar. La chica asintió con una sonrisa, y se volvió para prepararle un pequeño tentempié.
Edward se sentó en la mesa, de espaldas a Bella, que rebuscaba algo en la nevera. La miraba fijamente cómo iba de una punta a otra de la cocina, cómo su pequeño y delicado cuerpo se movía con agilidad. Estudió, por milésima vez desde que Bella llegara al rancho, la forma de su espalda y su pequeña cintura; eran tan pequeña que podría rodearla con sus brazos y si quisiera, darles dos vueltas.
Su pelo estaba recogido en una alta coleta; a simple vista parecía suave y sedoso, y por un segundo, se imaginó cómo sería comprobarlo en primera persona, hundiendo sus dedos en esa cascada castaña. Tan absorto se quedó con ese pensamiento, que no se dio cuenta de que Bella estaba enfrente suyo, con un plato en una mano y un vaso de leche en otra.
-Si quieres puedo preparate otra cosa- murmuró con voz tímida, poniéndole el plato con los sandwich de jamón en su lugar, con las manos temblorosas.
-Así está bien, gracias- el tono frío que utilizó hizo que Bella agachara la cabeza, desilusionada de nuevo. Parecía que las cosas iban a ir bien esta noche, o que al menos, sería un poco más amable con ella, pero se equivocaba. Decidió que lo mejor que podía hacer era retirarse, y eso hizo.
-Si no necesitas nada más, me voy a la cama- Edward levantó la vista de su comida, haciéndole un movimiento con la cabeza a modo de despedida.
-Qué duermas bien- le deseó con una pequeña sonrisa cansada, para después salir de la cocina.
Edward vio cómo subía las escaleras con pasos lentos y taciturnos; suspiró frustrado consigo mismo, dejando lo que quedaba de su comida en el plato y pasándose una mano por el pelo... ¿qué le pasaba? … ¿por qué se comportaba así?; el mismo admitía para sus adentros que Bella no se merecía esas contestaciones... podría ignorarla y punto; pero algo en su interior le obligaba a sacar ese escudo de rudeza.
En la oscuridad de su habitación, Bella daba vueltas de un lado para otro; en todo el tiempo que llevaba en esa casa había estado buscando una explicación... vale que a Edward le habían destrozado el corazón, y le costaba confiar en las mujeres... ¿pero qué problema era ella?; era imposible que él la viera cómo una amenaza... no tenía ni veinte años, y no había nada especialmente atractivo o llamativo en su cuerpo que pudiera atraer a los chicos. Recordó con una mueca de fastidio cómo Mark, el único chico con el que había salido en el instituto, le decía que era toda huesos.
No podía evitar sentirse atraída por Edward, cualquier chica en su sano juicio lo estaría... pero tenía que pasar página y quitar esos pensamientos de su cabeza.
Pero de nuevo, sumida en su sueño, volvió a ver esos ojos verdes.
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A la mañana siguiente, todos se habían levantado menos Edward, que apareció en la cocina ya empezado el desayuno.
-Hola a todos- saludó en general.
-Buenos días hijo- devolvió el saludo Carlisle -Bella nos ha dicho que regresaste ayer por la noche; ¿cómo ha ido el viaje?- inquirió.
-Bien; dos compradores van a venir a mediados del mes siguiente- les explicó, cogiendo una tostada -están interesados en varios toros para cría- explicó. Bella se levantó de su asiento, y le sirvió el café cómo él lo solía tomar; ni ella le preguntó ni él le dijo gracias, cómo ya era costumbre.
-¿Quieres una galleta?- le ofreció Esme -las ha hecho Bella- le dijo. Miró a la aludida por unos segundos, desechando el ofrecimiento. Bella siseó para sus adentros... no le iba a envenenar, por dios.
-No tengo mucha hambre, gracias-.
-Mejor; así tocamos a más- le dijo Jake, arrebatándole la bandeja a Esme y poniéndosela al lado -están deliciosas-.
-No seas acaparador- le reprochó Jasper, extendiendo la mano y cogiendo tres galletas. Esme y Bella se miraron con un mueca de resignación.
-Mañana haré dos bandejas en vez de una- le explicó Bella, ante su mirada.
-Secundo la moción- aprobó Jasper. En ese momento, una divertida voz se coló por los muros de la casa.
-¿He oído la palabra galletas?- Emmet apareció por la cocina; había cambiado su traje por vaqueros y botas, al igual que el resto de sus hermanos.
-Buenos días Emmet- le saludó su padre. Se adelantó para dar un beso en la mejilla a Esme y revolverle el pelo a Bella antes de sentarse a la mesa.
-Hola Em- le saludó Jake -lo siento, pero tu turno para probar las galletas será otro día- sonrió de manera inocente.
-Gracias por tu generosidad, hermano- recalcó la última palabra con un mueca burlona mientras se sentaba.
-¿Quieres café?- le preguntó ésta- no quedan tortillas- se dijo para si misma, mirando la mesa -puedo hacerte unos huevos revueltos, o lo que quieras- le ofreció.
-Me conformo con un par de tostadas, gracias Bells- la joven se volvió para poner más pan de molde en la tostadora. Al cabo de cinco minutos, Carlisle y Esme se levantaron de la mesa, yendo a sus quehaceres y dejando a los cuatro hermanos en la cocina con Bella.
-¿Cómo está Rose?- se interesó Jasper. Emmet se encogió de hombros.
-Bien, pero se cansa mucho- explicó.
-Es normal; apenas le queda un mes y medio para dar a luz- explicó Jake, cómo si fuera obvio.
-Por el momento, no hay falsas alarmas- dijo con una pequeña risa -mañana vendrá para la cena; ¿qué tenemos de menú para Acción de gracias?- interrogó a Bella, que se había vuelto a sentar a la mesa.
-Pavo asado, puré de castañas, pastel de calabaza, panecillos rellenos, tarta de arándanos... lo típico- le contestó Bella, con una sonrisa -y os lo advierto- miró a los hermanos de uno en uno -no quiero que aparezcáis por la cocina más que para desayunar y almorzar- Jake y Jasper la miraron sorprendidos ante la divertida amenaza. Emmet, suspiraba cómicamente.
-Chicos, chicos, chicos... ¿se puede saber qué habéis hecho?- instó a sus hermanos a confesar.
-¿Nosotros?- Jake se hizo el ofendido, cruzándose de brazos -nada- Bella le echó una mirada seria.
-El otro día iba a preparar lasaña de carne con verduras para la cena- Bella se volvió a Emmet, que la escuchaba divertido -dejé la mezcla con la carne en la nevera, preparada... y cuándo fui a terminar de hacerla a la tarde, el bol estaba en su sitio, tapadito con el mismo papel de aluminio... y vacío- la carcajada de Emmet, no se hizo esperar, al igual que la de Jasper.
-Jake, te han pillado- éste se volvió hacia Jasper, sorprendido.
-Traidor- murmuró entre dientes -tenía hambre, y te juro que no sabía que eso era para la lasaña y...- se intentó excusar, un poco avergonzado.
-Haberme llamado- contraatacó Bella -podría haberte preparado algo- le reprochó, un poco enfadada.
-Vamos Bells... no te enfades; te prometo que no volveré a hacerlo- el penoso puchero de Jake la hizo sonreír con disimulo.
-Perdonado- concedió Bella levantándose y empezando a recoger la mesa. Los hermanos se despidieron de ella y se fueron a sus respectivos trabajos, pero Edward se quedó sentado, mirándola cómo recogía. Cinco minutos después, Bella se atrevió a cortar el tenso y extraño silencio que reinaba en la cocina.
-¿Te encuentras bien?- le preguntó, extrañada por su actitud; normalmente, era el primero en levantarse de la mesa y huir despavorido, y más si ella estaba por allí. Esas palabras sacaron a Edward de su trance.
-No, nada- parecía nervioso e incómodo -¿qué vas a hacer ahora?- le interrogó súbitamente.
-Recoger la cocina, y echar una mano a Esme- se encogió de hombros -y tengo que empezar a preparar unas cosas para la cena de mañana- le explicó, extrañada por su interés, pero a la vez sintió una punzada de alegría en el corazón -¿y tú?- le devolvió la pregunta, con precaución.
-Hay mucho trabajo en la nave de los terneros- le explicó -han nacido seis esta semana- le contó, recordando cómo ella había disfrutado con ellos el primer día.
-¿De veras?- la sonrisa de Bella iluminó su cara de tal manera, que Edward sintió cómo el nudo que tenía en su estómago apretaba más y más... cuándo sonreía, era una chica preciosa... y una niña, dijo también su conciencia; y ese pensamiento fue el que le hizo volver a la realidad.
-Qué tengas una buena mañana- dijo a modo de despedida, pero con un tono un poco más amigable.
-Igualmente- se despidió Bella, que se quedó mirando cómo el salía hacia los establos; suspiró aliviada... parecía que las cosas mejoraban, al menos un poquito.
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Bella no paró durante el resto de la mañana y parte de la tarde. Había estado ayudando a Esme, ya que la señora Harris estaba con un fuerte resfriado, y no había podido ir al rancho; también se había ocupado del almuerzo y una vez comieron y los chicos volvieron al trabajo, preparó varias cosas para la cena de Acción de Gracias del día siguiente.
No pudo evitar acordarse de su padre; siempre viajaba a Forks para pasar con ella este día... y este año no estaría. Recordó con lágrimas silenciosas cómo disfrutaba de este día con él, y lo que le gustaba la tarta de arándanos. Unos pasos acercándose a la cocina hicieron que se recompusiera rápidamente.
-¿Qué haces?- le preguntó Carlisle, acercándose a ella.
-La mezcla de la tarta de arándanos para mañana- le explicó, intentando esbozar una pequeña sonrisa, que no le llegó a los ojos. Carlisle adivinó su pena, y le dolió verla así; en ese mes que llevaba con ellos, esa chiquilla se había ganado los corazones de todos los miembros de la familia.
-Iba a tomarme un café- le dijo -¿te apetece merendar conmigo?- Bella asintió, y en pocos minutos tuvo la mesa preparada, con café y dos porciones de bizcocho.
-Bueno, ¿qué tal tu primer mes con esta familia de locos?- preguntó, queriendo hacer un esfuerzo porque Bella se alegrara un poco.
-Muy bien- respondió ésta -son todos demasiado buenos y hospitalarios- confesó con una sonrisa.
-Por nuestras venas corre sangre irlandesa, no podía ser de otro modo- le aclaró con afecto -¿los chicos se portan bien?- la joven rió divertida.
-Son encantadores; a veces parecen niños pequeños-.
-En eso te doy la razón- el padre rodó los ojos, resignado, para luego reír junto a Bella -¿Y Edward?- preguntó con cautela.
-También bien- se encogió despreocupadamente de hombros -le cuesta más, es más tímido y...- mintió de buena fe.
-Sé que al principio no fue especialmente amable- la interrumpió; Bella se quedó sin saber qué decir, no sabía que Carlisle estaba al tanto -pero verás cómo poco a poco la cosa va a mejor-.
-Seguro que sí- alegó Bella un poco más contenta, acordándose de su breve pero amable conversación de esta mañana. Pero a su recuerdo volvió la imagen de su padre, y Carlisle notó su silencio.
-Mañana no será un día fácil, ¿cierto?- dedujo sabiamente; Bella volvió la cabeza, ya que no pudo evitar que las lágrimas corrieran con sus mejillas.
-Hija; no llores... comprendo que es difícil, y nada de lo que pueda decir podrá mitigar ese dolor; pero el tiempo, poco a poco, hará que los recuerdos no sean tan dolorosos- Bella le miraba bajo una mirada cristalina, escuchándole.
-Recuerdo cuándo mi mujer murió... ya han pasado veintiocho años- le contó con melancolía -me quedé sólo, y mis hijos se quedaron sin su madre... eran tan pequeños... y Jake sin padre y sin madre, técnicamente- Bella notó la emoción en el tono de voz de Carlisle, que esbozó una sonrisa mezclada con pena -pero ella no habría querido verme derrumbado, sobre todo por ellos... y aunque a ti te parezca que te has quedado sola, no es así en absoluto -Bella levantó la vista de su regazo, y se encontró con unos ojos grises que la miraban con afecto y cariño.
-Puede que no seamos tu familia... pero estamos aquí, y ya eres parte de ella- Bella seguía llorando, pero ahora embargada de emoción -y nos duele verte así; queremos verte alegre, y sonriendo; también queremos que te acuerdes de tu padre, por supuesto... pero queremos que sean recuerdos buenos, y que cada vez que te acuerdes de él, lo hagas con una sonrisa- le explicaba pacientemente; Bella se sintió reconfortada por el cariño de sus palabras... pero no puedo evitar romper en sollozos.
Carlisle sin decir una sola palabra, se levantó y le abrió los joven se refugió en ellos y soltando toda esa pena que llevaba en su interior; necesitaba llorar la pérdida de su padre, y aunque se emocionaba muchas veces, realmente no se había desahogado hasta ese mismo instante, en el que sus fuerzas flaquearon. Los brazos de Carlisle la acogieron cómo si fuera su propia hija; precisamente eso era lo que Bella necesitaba, un abrazo paternal y a la vez, cariñoso. La dejó llorar en silencio, hasta que sintió que la respiración de la joven se fue relajando.
-¿Mejor?- Bella se irguió para mirarle; y aun con sus ojos rojos y desechos en llanto, le dedico una pequeña pero sincera sonrisa.
-Gracias- musitó muy muy bajito.
-Siempre que quieras- añadió, con lo que se ganó otra sonrisa por parte de la joven -y ahora, descansa un rato; ¿quieres venir a ver a los terneros?-.
Asintió con un pequeño gesto de cabeza, y ambos partieron hacia la nave. Allí se encontraban Quil y Seth, acompañados por Jake y Jasper.
-¿Qué te pasa?- le interrogó Jake nada más acercarse y percatándose de sus ojos, todavía acuosos. Jake comprendió la mirada que le lanzó su padre, y cogió a Bella por los hombros, acercándola a uno de los pesebres, dónde reposaban dos terneros blancos con manchas marrones.
-Qué bonitos- Bella se arrodilló ante ellos, acariciándoles el lomo. Vio cómo Seth entraba en el habitáculo con un fardo de paja limpia, y le dirigía una simpática sonrisa. Jake se levantó para ayudarle ante la mirada de Bella.
-Los terneros deben tener el pesebre muy limpio- le explicó -es vital para ellos; hasta dentro de una semana no se les puede poner las vacunas y podrían contraer infecciones-.
-Deberías haber sido veterinario- exclamó Bella.
-Hubo un momento que lo pensé- admitió Jake -pero al final opté por ingeniería agrónoma, al igual que Jazz-.
-¿Y Edward también estudió eso?- Jake la miró con las cejas levantadas -¿qué?- se encogió de hombros.
-Nada- le restó importancia éste -me sorprende que preguntes por Edward, después de todo- musitó extrañado. Bella se encogió despreocupadamente de hombros, pero a Jake no le pasó por alto el leve rubor que acudió a las mejillas de la joven.
-Edward estudió administración y dirección de empresas- le contó -ya sabes... números; ésto, a fin y al cabo, es un negocio; y hay que saber dirigirlo- Bella escuchaba atenta la conversación; tenía la idea que la gente que estudiaba administración y dirección de empresas trabajaba en un rascacielos de oficinas, vestidos con traje, y no en un rancho.
-Edward lleva la contabilidad junto con varias personas y mi padre, aparte de ayudar con los animales- le seguía relatando Jake.
-Debíais ser todos buenos estudiantes- le dijo -a mi no se me daba bien-.
-No te creas... los más empollones han sido Jasper y Emmet- le confesó -Edward y yo éramos mas vagos, aunque aprobáramos todas las asignaturas- la chica se sorprendió ante esta afirmación.
-¿Emmet empollón?- Jake asintió con la cabeza, mirando cómo Bella reía -no le pega- se justificó. Iba a añadir algo más, pero en ese momento su padre se acercó para preguntarle una cosa.
Bella decidió dejarles solos; en Forks solía dar largos y relajantes paseos, y llegó a la conclusión de que eso era lo que necesitaba. Con paso pausado pero constante, anduvo tranquila y sosegada por esos pastos verdes, y con enormes pinos coronando el paisaje. Pensó en lo mucho que necesitaba ese abrazo, tan parecido a los que le daba su padre... pero sobre todo, llorar y desahogarse de una vez por todas. Desde que se había enterado del fallecimiento de su padre, y a pesar de que cada noche seguía llorando, hasta hace un rato en la cocina parecía cómo si estuviera en shock, sin haber asimilado todavía el trágico suceso. Ahora podía notar cómo se sentía tranquila y en paz consigo misma... y ese pensamiento le dio de bruces con la realidad; su padre no iba a volver, y debía hacerse a la idea.
Bordeó los límites del racho, llegando a un pequeño prado; estaba rodeado de árboles, y un pequeño manantial nacía de una de las rocas más altas; los hermanos se lo habían enseñado el primer día. Se sentó apoyada en uno de los troncos, imaginando lo bonito que se vería ese pequeño prado en primavera y verano, cuajado de flores.
Cerró los ojos y trató de relajar su mente, pero la calma no duró mucho.
-Pero mira qué tenemos aquí- abrió los ojos, sobresaltada por ese tono burlón. Ante ellas, en sendos caballos, dos chicos que no conocía en absoluto la miraban divertidos. Uno de ellos era rubio, y llevaba su pelo recogido en una descuidada coleta; el otro tenía el pelo color castaño oscuro; se parecían bastantes, y los dos vestían vaqueros y botas, cómo los hermanos Cullen.
Bella se levantó, dispuesta a darse la vuelta, pero los hermanos se adelantaron, franqueándole el paso con los caballos.
-Esto es propiedad privada- les dijo ella, seria y suspicaz; los hermanos se echaron a reír, divertidos ante tal muestra de valor.
-Eso mismo deberíamos decirte a ti- replicó el que llevaba coleta -me llamo James, y él y es mi hermano Garret- le señaló con la cabeza.
-Tú no eres una Cullen, de modo que también estás en una propiedad privada- siguió hablando James.
-Trabajo para ellos- se explicó ella; los hermanos la miraron con cierta sorpresa.
-Qué callandito se lo tenían.- replicó Garret, mirándola descaradamente de arriba abajo.
-Así que eres la nueva adquisición del rancho Killarney- siguió James -¿y cómo le ha sentado a Edward el tener a una chica joven en casa?- formuló riéndose -porque no estás nada mal- movió las cejas sugestivamente. Bella se sintió incómoda, y se giró, decidida a irse, pero una vez más, la cortaron el paso.
-¿Te comió la lengua el gato?- la increpó James -seguro que en nuestra casa te divertirías más que en esa-.
-¿No dices nada?, que aburrida- rodó los ojos el otro hermano. Bella iba a decir algo, pero el relincho de un caballo la hizo girarse. Edward se acercaba al galope; su cara tenía un rictus tenso y serio; Bella sintió alivio al verle, y rápidamente se alejó de los molestos intrusos.
-Fuera de aquí- se paró a la altura de los hermanos Denali -ahora- amenazó con voz baja y afilada.
-Tranquilo Cullen, no estábamos haciendo nada malo- se defendió James, alzando las manos.
-Sólo queríamos conocer a tu nueva inquilina, ya nos vamos- Garret le hizo una seña a James, y ambos se dieron la vuelta, adentrándose de nuevo en sus tierras; a lo lejos resonabasn sus risotadas.
Bella dejó escapar un suspiro de alivio, y no se dio cuenta de que Edward había desmontado y se había acercado a ella; sus ojos relampagueaban furiosos.
-¿Qué hacías aquí?; ¿y con ellos?- le interrogó; la joven se quedó atónita ante esas preguntas...¿acaso Edward pensaba que se había acercado ella?, ¿pero no había visto que estaban molestándola?.
-Y... yo estaba ahí sentada- le señaló el tronco con la mano -y de repente ellos aparecieron y... -Edward no le dejó acabar la explicación.
-Deberías elegir a tus amistades con más cuidado- le espetó, mirándola furibundo.
-¿Perdona?- Bella no podía creer lo que estaba escuchando -¡¿acaso crees que estaba hablando con ellos tan tranquila?- le chilló -¡sé perfectamente que no os lleváis bien con ellos... y yo no les invité a entrar en tu propiedad, se autoinvitaron ellos solitos!-.
Edward se quedó petrificado al oír los gritos de la joven, y se puso aún mas furioso; iba a replicarle, pero Bella volvió a tomar la palabra.
-!Y estoy bien, gracias por preguntar!- se dio al vuelta, dejándolo helado... ¿cómo se le pasaba a Edward por la cabeza que ella hiciese amistad con esos idiotas, los mayores enemigos de los Cullen?; la rabia dio pasó a lágrimas de rabia y de frustración... ¿por qué la trataba así?.
Edward maldijo entre dientes, viendo cómo la chica se alejaba; se agarró el puente de la nariz con los dedos, intentando tranquilizarse... si a él le daba igual lo que Bella hiciera con su vida... ¿por qué la había seguido al salir de los establos... y porqué había reaccionado así?. Vale que James y Garret no eran santo de su devoción, pero no serían tan tontos cómo para hacerle nada a la chica dentro de sus tierras.
Sin poder explicar lo que le ocurría montó de nuevo el caballo, espoleándolo y alejándose al galope entre las sombras de los árboles.
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Durante el resto del día y el siguiente, Bella se dedicó a ignorar completamente a Edward. Le había dolido mucho que pensara que ella había dado pie a esos dos impresentables; cada vez que recordaba las miradas que le dedicaron los Denali de arriba abajo se le ponía un nudo en el estómago; había algo en esos chicos que no le inspiraba confianza alguna.
Y sabía que dijera lo que dijera, no iba a creerla, y cómo no quería provocarlo y que volviera a las andadas, optó por pasar olímpicamente de él.
Hoy era Acción de Gracias, y cenarían en familia. Con la ayuda de Esme, terminó de preparar la comida y la mesa. Subió a ducharse y a arreglarse a toda prisa, ya que en poco menos de media hora llegaban Rosalie y Emmet. No sabía qué ponerse, de modo que optó por un vestido azul oscuro, largo hasta la rodilla y con escote en barco y mangas cortas abullonadas. Dejó su pelo suelto, apartándose dos mechones a los lados con unas horquillas plateadas y con la ayuda de una plancha, dio forma a sus rizos. Apenas se maquilló, sólo los ojos y un poco de brillo en los labios.
No era muy dada a arreglarse, y no se le daba bien; pero gracias a unos sabios trucos que le dio Rose una tarde, pudo defenderse. Se miró al espejo, evaluándose y dándose el visto bueno y después de calzarse unos zapatos negros con muy poquito tacón, bajó al encuentro de la familia, que estaba reunida en el salón, esperando a Emmet y Rosalie. Todos se volvieron al oírla llegar. Carlisle y Esme la sonrieron con afecto y le hicieron un gesto con la mano, para que se acercara.
-Qué guapa Bells- Jake la guió hasta uno de los sofás, divertido por el sonrojo de la joven, sentádola entre él y Jasper, ambos ataviados con traje, al igual que Edward.
-Qué elegantes- les dijo a los dos hermanos, mirándolos divertida.
-¿Qué te pensabas?, ¿qué sólo tenemos en el armario vaqueros y botas?- le preguntó Jake, ofendido.
-Pues a veces lo parece- añadió Esme -porque no os quitáis las espuelas ni para comer- Bella y Carlisle rieron divertidos el comentario, ante el fastidio de los hermanos.
Edward miraba fijamente a Bella; desde que había entrado al salón no había podido parar de contemplarla; ese vestido marcaba sus curvas de una manera deliciosa; no pudo evitar detener su vista en su delicado cuello, recreándose en su pálida piel... tenía la sensación de que si pasara los dedos por ella, sería tan suave... y sus labios... pequeñitos y de un color rosado, que en esos momentos se curvaban hacia arriba, formando una preciosa y dulce sonrisa; por unos momentos se preguntó cómo debían saber bajo los suyos... pero el timbre de la puerta le devolvió a la realidad. Esme fue a abrir a Rose y Emmet, que después de saludar a todos, se volvió hacia la joven.
-Vaya Bells- Emmet la tomó de la mano, haciéndola girar -qué cambio; muy guapa, si señor-.
-Tampoco es para tanto- le quitó importancia ésta -sólo me he arreglado un poco más-.
-Pues estás genial Bella- le dijo Rosalie, acercándose despacio, debido a su ya abultada tripa -eres toda una mujercita-.
-Cierto- apoyó Esme, poniéndose al lado de las chicas.
Carlisle y sus hijos se sentaron para hablar mientras ellas se iban a la cocina, pero la cabeza de Edward no estaba en la conversación acerca de las reses; en su mente sólo estaba ella, tan guapa e inocente... y cómo bien había dicho su cuñada, toda una mujer...
La miró de reojo todo el tiempo que ella estuvo yendo y viniendo de la cocina; cuándo Bella se giraba de nuevo para salir, sentía que tenía unos ojos clavados en su espalda, y eso le producía que un escalofrío la recorriera de arriba abajo. Edward estaba guapísimo con un traje negro y la camisa blanca; su pelo cómo siempre, era una maraña de mechones que iba de un lado para otro, y a pesar le todo, le quedaba bien... sólo a él le podía quedar bien el pelo despeinado... pero las palabras que le dirigió ayer por la tarde, después del encontronazo con los Denali, la hicieron poner de nuevo los pies en el suelo, esa voz cortante, y carente de sentimiento alguno se le clavó a fuego en su memoria, y en sus retinas aun veía esas esmeraldas verdes brillando por la ira y el enfado; un sentimiento de tristeza la invadió ante la creencia de que él la odiaba, y terminó de preparar la mesa en silencio.
-Chicos, a cenar- anunció Esme. Todos tomaron asiento, y después de que Carlisle bendiciera la mesa, se dispusieron a probar la suculenta cena que Bella había preparado con tantos esmero.
-Wau- Emmet se frotaba las manos, sonriendo satisfecho -no sé por dónde empezar- Rose rodó los ojos, sirviéndole una porción del pastel de calabaza.
-¿Sólo ésto?- miró con el ceño fruncido la escasa ración que le había servido su mujer.
-Después repetirás el pavo- se medio burló Rose -tienes que dejar algo para el resto de comensales- los tres hermanos ahogaron una risita, y Emmet le pegó un puntapié a Jake por debajo de la mesa.
-¡Ouch!- se quejó, dando un pequeño salto -¿por qué a mi y a ellos no?- protestó.
-Eras el que estaba más a mano- se encogió de hombros Emmet, respondiéndole tan tranquilo. Bella los miraba con una ceja arqueada, mientras que Rosalie suspiraba con paciencia.
-Parece mentira que tengan más de treinta años-.
-Y qué lo digas hija, y qué lo digas- rezongó Carlisle al comentario de su nuera.
La cena prosiguió, entretenida por las distendidas conversaciones y los graciosos piques de los hermanos. Bella disfrutó mucho, participando en la charla y riendo por las ocurrencias de Jake, Emmet y Jasper. No pudo evitar algunas veces mirar en dirección a Edward, sentado justo enfrente suyo, pero decidió ignorarlo. Edward intentó dirigirse a ella varias veces, pero sus hermanos le interrumpían constantemente; y las veces que le habló, ella le contestó con monosílabos o con gestos de cabeza. El quería verla sonreír, y poder hablar y bromear con ella cómo lo hacían sus hermanos; quería ver de nuevo su sonrisa, y en el fondo de su corazón, admitía que quería ser él el causante de que ella sonriera.
Después de recibir las felicitaciones de todos por lo buena que estaba la cena, Esme y Bella recogieron mientras se hacía el café; una vez de tomarlo, acompañado por la tarta de arándanos, dejaron a los chicos hablar entre ellos, y mientras Esme y Rosalie ponían a funcionar el lavaplatos, decidió ausentarse unos minutos, saliendo a tomar el aire.
Se fue al jardín trasero, sentándose en uno de los bancos, enfrente del pequeño estanque que había en el centro. Allí no pudo evitar elevar su mirada al cielo; había echado mucho de menos a su padre esa noche; no lloró, pero no pudo evitar esbozar una mueca triste.
Unos minutos después, unos pasos detrás suyo interrumpieron su apacible silencio; supuso que serían Esme o Rosalie, buscándola... pero se levantó sorprendida, y a la vez con temor, al comprobar que era Edward.
-¿Qué haces aquí tan sola?- le preguntó éste, una vez llegó a su altura -te vas a enfriar- le indicó, ya que no llevaba puesta ninguna prenda de abrigo. Un calorcito se instaló en el corazón de la muchacha... ojalá se preocupara por ella de verdad.
-No tengo frío- la seca respuesta de Bella le dejó fuera de combate, pero no se amilanó.
-Tienes la carne de gallina- dijo Edward, acercándose un poco más a ella. Bella se encogió de hombros... en verdad hacía un poco de frío, y ella estaba en manga corta; pero ya no sabía si tenía frío, o era la presencia de Edward lo que provocaba eso. Repiró profundamente, dándose ánimo para hablar.
-¿Esme me llama?- Edward negó con la cabeza -entonces te dejo a solas- cuándo estaba de espaldas a él, su voz resonó cómo casi cómo una súplica.
-No; no tienes por qué irte; verás, yo quería... -Edward titubeó, buscado las palabras oportunas -ayer yo...- Bella no le dejó seguir.
-No tienes por qué pedirme perdón- le dijo, intentando esconder su pena y la rabia que le producía el encontronazo de ayer -está visto que pasara lo que pasara... todo es culpa mía- Edward iba a interrumpirla, pero no le dio tiempo.
-Desde que he llegado a esta casa, todo lo que he hecho o dicho estaba mal, para ti- le aclaró, mirándole fijamente. Bella tomó aire, intentando acompasar su acelerado corazón.
-Ya sé que lo pasate mal después de lo de Jessica- la cara de Edward mostró sorpresa cuándo mencionó ese nombre -pero no todas somos cómo ella-.
-¿Quién te ha hablado de Jessica?- le interrogó enfadado -¿han sido mis hermanos?-.
-Eso da lo mismo, Edward; comprendo que lo pasaras mal, per...- Edward se acercó a ella, mirándola con rabia.
-No hables de ella ni de cosas que no sabes- le espetó furioso; Bella se encogió, un poco intimidada por su tono de voz -¿qué sabrás tú?; no eres más que una niña-. Esas palabras hicieron que los ojos marrones de Bella empezaran a escocer.
-Tranquilo- respiró profundamente -ya sé que sólo soy una niña, y qué no se nada de la vida... pero yo tampoco lo he tenido fácil- musitó, en voz baja y contenida -no volveré a molestarte más- nada más decir eso, Bella se dio la vuelta, dejando salir una pequeña lágrima por su mejilla y se adentró en la casa.
Edward maldijo para sus adentros, dando una patada a una piedra. Se sentó en el mismo sitio dónde ella se había sentado, apoyando sus codos en la rodillas y pasándose las manos por el pelo, en un claro gesto de nerviosismo.
¿Qué estaba ocurriendo?; esa chica estaba poniendo su mundo patas arriba, y aunque no dejara de autoconvencerse que era una niña... tenía muy claro que no lo era.
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Tarde pero seguro nenas (o algo asi)