Capítulo 3: Un día en el rancho Killarney
El despertador sacó a Bella de su reparador sueño a las siete en punto de la mañana; abrió los ojos lentamente, estirándose a sus anchas e incorporándose de la cama. Nunca había dormido en una cama tan amplia y calentita, y había descansado más en estos dos últimos días que en toda su vida. Volvió a tumbarse en la cama, haciendo un repaso mental a todo lo que había sucedido hasta entonces.
Esbozó una sonrisa divertida, acordándose de los hermanos Cullen y sus ocurrencias; en verdad eran muy simpáticos... a excepción de Edward. Por lo que le contaron Carlisle y Esme, le costó superar su ruptura con esa chica, y desde entonces no permitía que ninguna mujer traspasara los límites hacia su corazón... y eso la incluía a ella; no sabía por qué él la veía cómo una amenaza; comparándose con él, era una niña, se llevaban casi diez años... seguro que tendría a medio condado femenino babeando detrás suyo, porque había que reconocer que era alto, fuerte... y muy guapo. Sacudió la cabeza, desechando esos pensamientos; viendo el recibimiento que tuvo por su parte, decidió que hablaría con él lo justo y necesario, y punto.
Después de darse una ducha y arreglar un poco la habitación, se encaminó hacia la cocina; Esme ya estaba allí, café en mano.
-Buenos días Bella, ¿has dormido bien?-.
-Buenos días a ti también Esme; he dormido muy bien, la cama es muy cómoda- confesó tímida -ayer se me olvidó preguntarte los horarios de las comidas- recordó la conversación con Edward, y cómo se lo recriminó.
-El desayuno suele ser a las ocho; y los sábados y los domingos a las nueve- le explicó -el almuerzo a la una y media, y la cena a las ocho y media- le enumeró -los fines de semana no es tan estricto, pero entre semana sí-.
-Me imagino que comen rápido y vuelven a los establos- adivinó Bella. Esme asintió con la cabeza.
-Hay más de dos mil cabezas de ganado; y aunque están Sam y los peones, los chicos siempre tienen algo que hacer- le explicó con una sonrisa.
-Mi padre me contaba que siempre estaban de acá para allá- recordó con una mueca de pena -Esme... me gustaría ir a ver a mi padre- le pidió, intentando contener las lágrimas.
-Por supuesto, cielo; en cuánto los chicos desayunen, iremos- le prometió. Bella le dio las gracias, y con la ayuda de Esme, preparó el desayuno. Antes de que bajaran los chicos, le enseñó la despensa y dónde se guardaban los utensilios y la vajilla.
-Habrá que ir al pueblo a comprar- observó Esme -podemos acercarnos después de ir a ver a tu padre -haz una lista con todo lo que necesitas- Bella asintió, ya que ésta le había puesto al corriente de los gustos culinarios de la familia, y la despensa estaba casi vacía. Puso la mesa, con todo lo que había preparado, y una repleta cafetera.. A las ocho menos cinco, el sonido de las espuelas la alertó de que alguien se acercaba a la cocina. Carlisle y Jasper entraron en ella, admirando la mesa con sorpresa y admiración.
-Wow, que festín- exclamó Jazsper contento, frotándose las manos y mirando con hambre el bacon, los huevos revueltos, las tostadas...
-¿Has descansado, Bella?- le preguntó Carlisle mientras ambos se sentaban a la mesa.
-Sí, gracias- agradeció la chica -¿café?- ambos asintieron, y mientras servía el café, una voz alegre resonó en la habitación.
-Buenos días por la mañana- canturreó Jake, que entró seguido de Edward -¿cómo dormiste, Bella?-.
-Buenos días- respondió ésta, contagiada por su entusiasmo -muy bien, gracias -¿queréis café?- interrogó a ambos hermanos.
-Sí, por favor- agradeció Jake, sentándose en su sitio habitual, en la otra cabecera de la mesa. Bella sirvió el café a Jacob, y después se volvió a Edward.
-¿Quieres?- le señaló la cafetera; éste le contestó sin apenas mirarla, con un gesto afirmativo con la cabeza, mientras untaba mantequilla en una tostada. Bella rodó imperceptiblemente los ojos, y una vez le puso el café, se quedó de pie, apoyada en la encimera de la cocina, bebiendo el suyo.
-¿Dónde está Esme?- interrogó Jasper, después de servirse una buena ración de huevos revueltos.
-Está con la señora Harris arriba, ya ha desayunado- les informó. Carlisle se volvió hacia ella, señalándole una silla vacía.
-Siéntate y desayuna tranquila- le ordenó con cariño.
-Pensé que querríais desayunar en familia y...- Jake la interrumpió.
-Y tú también eres parte de ella-.
-Así que siéntate- Jasper apartó la silla que estaba su lado, justo la que quedaba enfrente de Edward. Al sentarse, pudo ver cómo sus ojos se clavaban en ella, mirándola con el ceño fruncido, pero muy atentamente. Bella intentó no ponerse nerviosa, y por suerte, una pregunta dirigida a ella la distrajo.
-¿Quieres venir a ver el rancho?; podemos ensillarte un caballo- le propuso Jake.
-No puedo; tengo que ir al pueblo con Esme a hacer la compra- les contó -y a ver a mi padre- musitó con pena.
Algo en el interior de Edward se contrajo al ver sus ojos, brillantes por las lágrimas que querían salir de ellos... los ojos color café de esa chica eran grandes y expresivos, y pensó en lo bonitos que se verían cuándo la alegría brillara en ellos; suspiró para sus adentros, interrogándose a qué demonios venían esos pensamientos, y siguió desayunando en silencio.
-Por supuesto- la animó Carlisle, dedicándole una sonrisa de ánimo y comprensión, lo mismo que Jake y Jasper.
-Entonces vendrás por la tarde, y sin excusas- exclamó Jake, apuntándola con el dedo índice.
-¿Es una amenaza?- inquirió Bella divertida, alzando una ceja.
-Sip- respondió -sino te daremos la murga hasta que vengas- replicó satisfecho.
-O te torturaremos a cosquillas hasta que aceptes- añadió Jasper, con una sonrisa malévola. Bella se echó a reír... en esos momentos se disipaba su tristeza, y el recuerdo de su padre no era tan doloroso.
-Pues os va salir el tiro por la culata, porque no tengo una sola cosquilla- les aclaró, riéndose, al igual que Carlisle, que seguía atento la divertida conversación.
-Vaya- se lamento Jasper, con un falso puchero de pena.
-Entonces no pararemos hasta encontrar tus puntos débiles- exclamó Jake, frotándose cómicamente la barbilla.
-Entonces yo pondré un candado a la nevera- replicó satisfecha, levantándose y llevando su taza al fregadero. La cara de los dos hermanos era un poema, y Carlisle a duras penas reprimía las risas mientras se levantaba.
-Eso es hija, imponte- le previno -tengo que irme, voy a hablar con Eleazar- informó a sus hijos.
-Te acompaño- Jake bebió su café a toda prisa -así te cuento lo ocurrido-.
-Sam me lo ha explicado; pero después hablaremos los tres- su vista se giró hacia Edward. Éste, que se había mantenido callado y apartado de la conversación, alzó los ojos ante la seria mirada de su padre.
-Empezaron ellos; nosotros sólo fuimos a advertirles lo que había pasado y ent...- se defendió, pero Carlisle no le dejó hablar.
-Os había dicho que no quería más peleas, ¿estamos?- ahora la advertencia iba dirigida a los tres. Jasper y Jake asintieron, y Edward también, resignado. Carlisle y Jake se marcharon; Jasper apuró su también su café, alegando que el veterinario llegaría en media hora.
-Vamos a vacunar a los terneros que nacieron hace tres semanas- le informo a Bella.
-¿Nacieron muchos?- interrogó mientras recogía la mesa.
-Cuarenta y cinco- respondió Jasper -y esperamos veinte más durante estas dos semanas; por la tarde te llevaremos a verlos- le recordó. Bella asintió contenta, le encantaba ver a los recién nacidos.
-Bien, me voy; ¿vas a ir a los pastos?- interrogó a su hermano. Edward levantó la cabeza para contestarle.
-Si; voy a trasladar a los sementales al pasto sur- le dijo a su hermano.
-¿No es un poco pronto para eso?- inquirió Jasper, poniéndose bien la camisa -todavía estamos a principios de octubre-.
-Papá decía que no había que trasladar a los sementales a nuevos pastos hasta que no hiciera frío- dijo Bella en voz alta, sin ningún ánimo de contradecir a los hermanos. Edward la miró alucinado... ¿quién se creía que era?.
-Te recuerdo que tu trabajo aquí es cocinar, no opinar sobre lo que hacemos o dejamos de hacer- le espetó cabreado. Bella se maldijo en silencio por haber abierto la boca.
-Lo siento, no pretendía pon...-
-¿No pretendías, qué?- Edward se levantó de la mesa, mirándola intensamente. La joven se encogió ante esa taladradora mirada, y agachó la cabeza, sin saber dónde meterse.
-Edward... era un simple comentario- intervino Jasper, conciliador -ella no pretendía cuestionarte, ¿verdad, Bella?- se volvió hacia la chica, roja de la vergüenza.
-Clar... claro que no- intervino con rapidez -era un comentario que solía hacer mi padre, nada más- se disculpó de nuevo, nerviosa y retorciéndose las manos. Edward soltó un pequeño siseo, mirándola con furia antes de darse la vuelta y salir de la cocina.
Jasper observó atónito la reacción de su hermano, sin poder creer lo que veían sus ojos... cierto que su hermano no era muy sociable con las mujeres, pero nunca había saltado de ese modo; simplemente se dedicaba a ignorarlas y punto. Su vista se posó de nuevo en Bella, que estaba intentando retener las lágrimas mientras metía los platos en el lavavajillas.
-Disculpa a mi hermano, Bella; sólo tiene un mal día- Bella suspiró, elevando su vista hacia él.
-No debería haber dicho eso- se auto reprochó con pena -no quería molestarlo; sé que por alguna razón, no le caigo bien- bajó la vista, triste -quizá no haya sido buena idea venir aquí-.
-No digas eso- Jasper la tomó por los hombros, reconfortándola -verás, mi hermano sufrió mucho a cuenta de una chica y... -Bella le cortó.
-Carlisle y Esme me lo explicaron antes de venir; pero yo no pretendo...-.
-¿Te lo han contado?- Bella asintió con la cabeza -es muy cabezota; piensan que toda las mujeres te la juegan y terminan abandonándote- dijo con resignación -ten paciencia Bella, es lo único que puedo decirte-.
-Gracias Jasper- agradeció Bella, esbozando una pequeña sonrisa -te veré a la hora de la comida-.
-¿Seguro que estarás bien?- inquirió preocupado; Bella afirmó con la cabeza.
-Hasta la comida, entonces- una vez sola, Bella suspiró resignada mientras boli y libreta en mano, se encaminó hasta la despensa, intentando olvidar el encontronazo y concentrándose en la lista de la compra.
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Esme aparcó a las puertas del cementerio municipal. Bella se quedó quieta en el asiento del copiloto, ahogando un sollozo que luchaba por salir de su garganta. Nunca le habían gustado esos sitios, y no podía creer que su padre ahora estuviera allí.
-Si no estás preparada, podemos volver otro día- le ofreció Esme, apoyando su mano en el brazo tembloroso de la chica. Bella negó con la cabeza, y sin decir una palabra, cogió fuerzas para salir del coche.
Esme la condujo hasta la tumba de Charlie, cubierta por una sencilla lápida gris, con el nombre de su padre y su fecha de nacimiento y defunción.
-Papá- su voz se quebró, y las lágrimas surcaron su rostro sin pudor alguno. Esme apretó su brazo, en señal de consuelo; no sabía qué podía decirle ni hacer para mitigar su dolor. Bella apoyó su cabeza en el hombro de Esme, y así permaneció, en silencio, hasta que su llanto cesó.
-¿Estás mejor?- le preguntó ella.
-Más o menos- contestó con un gesto de pena -gracias- tomó el pañuelo que Esme le tendió -todavía no consigo hacerme a la idea- se mordió el labio inferior, reprimiendo las lágrimas.
-Tienes que darte tiempo, hija- le dijo ésta -poco a poco- le palmeó la mano con afecto.
-Otro día traeré flores- dijo la joven en un hilo de voz.
-Te acompañaré las veces que haga falta- le ofreció Esme -o puedes venir las veces que quieras tu sola; ¿sabes conducir?- Bella afirmó con la cabeza -entonces puedes cogerte mi coche, y venir cuándo quieras-.
-Sois demasiados buenos conmigo, y apenas me conocéis- musitó ésta, pensativa.
-Tu padre y Carlisle eran muy amigos, Bella. Charlie hizo mucho por el rancho, y sé que a él- señaló la tumba -no le gustaría verte en Forks, sola y sufriendo-.
-Gracias por todo, Esme- agradeció de nuevo; se sentía abrumada por cómo todos le habían abierto las puertas de su hogar, eran muy buenos y cariñosos... excepto uno.
Unos minutos después, abandonaron el cementerio, dirigiéndose hacia Hunstville, para hacer la compra. Esme iba mostrándole los rincones del pueblo, incluso tomaron un café y un bollo a media mañana. El resto se les fue haciendo la compra, y casi ya tenía que empezar a preparar el almuerzo cuándo llegaron al rancho. A toda prisa, ordenaron la comida, y Bella se enfrascó en la elaboración de ésta.
-Voy a tender la ropa- le dijo Esme -¿seguro que no necesitas ayuda?-.
-Tranquila; ésto ya está casi hecho- señaló el puré de patatas y los guisantes -sólo queda el pollo, que está en el horno- Esme asintió, recordándola que estaría en el patio trasero.
Cómo estaba casi todo preparado, decidió hacer un pastel de manzana, recordando que Rose y Emmet venían a cenar a la noche. También preparó la masa para hacer un bizcocho para el desayuno del día siguiente. Se puso la radio, encontrando la frecuencia de una emisora de música pop. Le encantaba cocinar, tenía un don especial para ello; nadie le había enseñado. Había cocinado desde que empezó el instituto, ya que su abuela no tenía ni idea; así que ella, un buen día, agarró un libro de cocina, y probando y probando, al final le pilló el tranquillo.
Estaba tan concentrada en el bizcocho, y con la radio puesta, que no se percató de que unos pasos se acercaban a la cocina. Edward se quedó parado en el marco de la puerta, viéndola trastear por la estancia, canturreando partes de una canción con una voz suave. La recorrió con la mirada; los vaqueros ajustados que llevaba marcaban sus curvas; sus ojos admiraron su cintura de avispa, sus piernas firmes, ni muy delgadas ni muy anchas. Estudió la forma de su espalda, y cómo una cascada de tirabuzones castaños llegaba hasta su cintura; ayer y esta mañana lo llevaba recogido.
Estaba tan ensimismado mirándola, que no se percató de que sus hermanos y su padre entraron por la puerta de casa.
-¿Qué haces?- la voz de Jasper le sacó de su letargo. Bella se dio la vuelta, quedándose parada al ver allí a su tormento de metro noventa y pelo cobrizo.
-Acabo de llegar- mintió de forma descarada -hola- saludó a la chica, con tono seco.
-Hola- saludó Bella, en general -lo siento, me he entretenido y no he puesto la mesa-.
-No pasa nada; ¿qué es ésto?- inquirió Jake, metiendo el dedo en la masa -está muy bueno- alabó, después de saborearlo.
-Es para el bizcocho de mañana- le explicó Bella -y es para el desayuno- le recordó. Arqueó una ceja al ver el puchero lastimoso de Jake, y volvió a negar, divertida. Se sorprendía a ella misma, ya que le costaba entablar confianza con desconocidos, pero con los Cullen no tenía esa sensación, y le gustaba.
-¿Necesitas ayuda?- le ofreció Jasper, viendo que Bella buscaba frenética el mantel y los cubiertos.
-No, puedo yo sola- al momento entró Esme por la cocina.
-Habéis llegado temprano- les dijo a modo de saludo -¿cómo ha ido la conversación con Eleazar?- le preguntó a Carlisle.
-Por lo menos se ha disculpado por el incidente- le explicó éste -me ha asegurado que no se volverá a repetir... y más le vale que sea así- refunfuñó un poco cabreado.
-¿Has hablado también con Garret y James?- interrogó preocupada.
-No estaban allí- se adelantó Jake a la contestación y encogiéndose de hombros. Esme dirigió a Carlisle una mirada inquieta, pero éste la tranquilizó.
-Tranquila, no pasará nada- a los chicos no les pasó desapercibida la imperceptible sonrisa que Esme intercambió con su padre, pero ignoraron el gesto, cómo siempre hacían. Cuándo volvieron la cabeza al resto, Bella casi había terminado de poner la mesa, con la colaboración de Jake y Jasper.
-Qué me aspen-. murmuró incrédulo -vosotros cooperando en la cocina- comentó con una sonrisa sarcástica.
-Gracias por tu apreciación, papá- agradeció Jasper, rodando los ojos.
-¿Qué va a pensar Bella de nosotros?- preguntó Jake, ofendido -no le creas, Bells- le guiñó un ojo a la joven, que rió divertida por el comentario. Al volverse para colocar las servilletas, trastabilló con un cordón suelto de sus converse, cayéndose éstas a los pies de Edward, que en ese momento pasaba a su altura. Sin levantar la vista, murmuró una disculpa en voz baja, ya que casi choca con él.
-Lo siento- se agachó apresuradamente, y Edward hizo lo propio sin mirarla, para recogerlas. Éste le tendió las que había recogido, y al tomarlas, sus dedos se rozaron.
Una corriente eléctrica traspasó los dedos de Bella, subiendo por todo su brazo... y lo mismo le ocurrió a Edward, que levantó la mirada hacia el rostro de Bella; ésta lo miraba fijamente, sin saber que es lo que había ocurrido. Sus ojos conectaron por unos segundos; Bella se perdió en ese mar esmeralda, y él se dio cuenta, por primera vez, que detrás de la tristeza por la pérdida de su padre, los ojos chocolate de Bella llevaban impregnados una calidez y ternura que le impactaron de inmediato... pero enseguida se recompuso, y su coraza lo envolvió de nuevo.
-Ten más cuidado- el frío tono de Edward le devolvió a la realidad, y se puso de pie de inmediato.
-Gracias- dijo Bella, apartando la vista de él y volviéndose a la mesa, para colocar las servilletas. Sus dedos todavía le escocían, y en su estómago apareció un revoloteo de mariposas, que lo inundaron por completo. Intentando ignorar esa sensación, terminó de poner la mesa, y por fin, pudieron sentarse a comer.
-Bien, ¿qué tenemos de menú?- interrogó Carlisle, sentado en la cabecera y admirando los alimentos.
-Puré de patatas, guisantes salteados y pollo horneado- enumeró Bella, satisfecha.
-Tiene una pinta estupenda- la animó Esme, sentada enfrente suyo.
La comida transcurrió tranquila, en una relajada conversación, pero Bella apenas levantó la vista del plato, todavía azorada por lo que había ocurrido unos minutos atrás. Edward se percató de lo que le pasaba a Bella, y dedujo que ella también había sentido esa corriente con el roce de sus dedos.
-Estaba todo delicioso, eres una estupenda cocinera- le felicitó Carlisle a Bella, una vez terminaron. Las mejillas de Bella se tornaron de un color rosado, y bajó la cabeza, avergonzada.
-Reitero las palabras de mi padre, estaba todo buenísimo- dijo Jake, después de repetir pollo dos veces.
-Gracias- sonrió con timidez, y se levantó para poner la cafetera, a la vez que Esme se levantó para empezar a recoger. Una vez tomaron el café, Carlisle y los chicos se levantaron para volver al trabajo.
-Ponte las botas de montar- le recordó Jake -prometimos que esta tarde te enseñaríamos el rancho-. Miró a Esme, que ya había recogido casi todo, y el lavaplatos estaba en marcha.
-Ve- la animó con una sonrisa -ya casi está todo-.
-Voy arriba a cambiarme; gracias Esme- salió deprisa de la cocina.
-¡Te esperamos en el establo!- oyó que le gritaba Jasper desde abajo. Los chicos salieron, y Carlisle se acercó a Esme por detrás, rodeándole la cintura.
-Por fin un poco de intimidad- ronroneó contra la suave piel de su cuello, dejando un pequeño beso. La mujer rió divertida, volviéndose y quedando frente a frente.
-Bella puede bajar en cualquier momento- le reprochó con cariño, pero no protestó cuando Carlisle dejó un pequeño beso en sus labios. Le rodeó el cuello, dispuesta a devolverle el beso... pero unas espuelas resonaron, acercándose.
-Oye papá... ¿sabes si Sam ha llamado para que reparen la máquina de pienso?- Carlisle y Esme se separaron sobresaltados al oír la voz de Jake. Esme se volvió hacia el fregadero, y su padre se apartó cómo un resorte de ella.
-¿Qué decías?- preguntó a su hijo, que justo aparecía por la puerta de la cocina.
-Que si Sam ha llamado para que vengan a arreglar la máquina de pienso- repitió éste, mirando a ambos simultáneamente.
-Ehhh... sí.. creo que me lo ha comentado esta mañana- respondió, todavía un poco aturdido.
-Está bien; ¿vais a acercaros después?; vamos a llevar a Bella a ver los pastos- les ofreció.
-Tengo trabajo esperándome en el despacho- le respondió su padre -quizá un poco más tarde- le propuso.
-Yo también me acercaré a los establos después- dijo Esme volviéndose.
Jake se despidió de ellos, y se fue rumbo a los establos, reprimiendo la carcajada hasta que salió de la casa. Todavía seguía riéndose cuándo llegó al encuentro de sus hermanos.
-¿Qué te hace tanta gracia?- preguntó Edward, ensillando su caballo.
-Por poco pillo a papá y a Esme en un arranque de pasión- les explicó. Jasper miró a su hermano, negando con la cabeza.
-Apuesto a qué volviste a la cocina sólo para ver si los cazabas- adivinó, con una ceja alzada.
-Pues claro- respondió éste, cómo si fuera obvio -no entiendo por qué juegan al escondite; no nos vamos a escandalizar- murmuró, buscando un caballo apropiado para Bella.
-Deberías ensillar a Mistie; es la más dócil- le aconsejó Jasper. Hizo caso a su hermano, y en ello estaba cuándo la figura de Bella apareció por la puerta.
-Estoy un poco desentrenada- advirtió a los hermanos, mirando un poco precucada a los caballos.
-Tranquila, iremos a tu paso- le prometió Jake -te presento a Mistie; es muy buena y tranquila- Bella se acercó a la yegua parda, acariciándole el hocico.
-Es muy bonita- admiró; hacía tiempo que no montaba, y ese pensamiento le hizo acordarse de su padre, y cómo el le había enseñado a montar a caballo. Los hermanos se dieron cuenta de su tristeza, y adivinaron lo que pasaba por la cabeza de la chica.
-¿Vamos entonces?- dijo Jasper, en un intento por alegrar un poco el ambiente; Bella asintió, y con la ayuda de Jake, pronto estuvo encima de la grupa del caballo. Tomó las riendas, encaminándose hacia la puerta, dónde estaban ya Edward y Jasper encima de los suyos. Bella miró los caballos negros de raza apaalosa que ambos montaban; los apaalosa eran la raza favorita de su padre.
-Qué bonitos- dijo admirándolos con una sonrisa.
-Te presento a Bings- le dijo Jasper, señalándole a su caballo -el de Edward se llama Concord, y el de Jake Mr. Spock- Bella hizo una mueca extraña.
-¿Mr. Spock?- repitió -¿cómo el doctor Spock, de Star Treck?- preguntó.
-¿Qué tiene de malo?-inquirió Jake, poniéndose a su altura -me encanta Star Treck- le aclaró con una graciosa mueca.
-Nada, nada- contestó ésta de inmediato -¿no es un nombre un poco raro, para un caballo?-.
-Te lo dije- rebatió Jasper, mirando a su hermano mientras rodaba los ojos.
-¿Podemos dejar esta absurda conversación y marcharnos de una vez, por favor?- pidió Edward, con voz cansada.
-No protestes tanto, ¿acaso tienes prisa?- le interrogó Jasper, mirándolo con el ceño fruncido. Edward giró las riendas con maestría, saliendo del establo, seguido del resto.
Bella iba entre Jake y Jasper, que le mostraron la extensión del racho Killarnery, explicándole hasta dónde llegaban sus tierras. Bella admiró los toros, vacas y terneros, que pastaban a sus anchas en los diversos prados, cercados los unos de los otros. Jake y Jasper se metieron en el de los toros, pero Bella se quedó fuera; siempre le habían impresionado esos enormes animales, y las afiladas cornamentas que coronaban sus testas.
-Mi padre me dijo que los descornabais- preguntó tímidamente a Edward, que se había quedado fuera con ella.
-Y así es- contestó sin mirarla -pero sólo a los que nacen aquí; todos éstos son adquiridos en subastas o comprados- le explicó escuetamente.
Bella se percató de que Edward no tenía muchas ganas de hablarle, de modo que se alejó de su lado, acercándose más a la barrera. Edward observó cómo se alejaba, mirándola de reojo. Todavía no encontraba explicación alguna a lo que había pasado a la hora de la comida... ni por qué esos ojos habían calado tanto en su mente. Prosiguieron el paseo a caballo, y de vuelta a los establos, le enseñaron a Bella los terneros recién nacidos; ahí si que se atrevió a entrar; incluso alimentó con el biberón a uno de ellos, que estaba un poco débil.
-Se te da bien- le dijo Jake, que estaba acuclillado a su lado, acariciando el lomo del becerro.
-Recuerdo el rancho de mi padre, en Montana- le contó, mientras alimentaba al pequeño -siempre que podía, me escabullía a verlos; me encantaba darles de comer- le confesó.
-¿Te acuerdas mucho de él, verdad?- la joven asintió, con una mueca de tristeza.
-Todavía me cuesta hacerme a la idea- bajó la vista al ternero, en un intento por esconder sus ojos, vidriosos por la emoción. Jake le puso una mano en el hombro, reconfortándola.
-Bella; mi padre nos contó tu situación, y lo mal que te ha tratado tu abuela- déjame terminar- le pidió -pero aquí nadie va a hacerte daño; lo único que queremos es que olvides todo eso-.
-Sois demasiado buenos- repitió Bella una vez más, agradeciendo las palabras de Jake con una sonrisa sincera.
-Si alguna vez quieres hablar, ya sabes que puedes contar conmigo; incluso con Jasper y Emmet- añadió -soy un consejero estupendo; mi especialidad es escuchar a las mujeres- Bella rió divertida.
-Qué modesto; ¿puedo hacerte una pregunta?-.
-Dispara-.
-¿Cómo es que no tienes novia?- preguntó sin más rodeos. Jake se encogió de hombros, en un gesto despreocupado.
-He salido con varias; supongo que no ha aparecido la adecuada- le explicó con simpatía y naturalidad -¿y tú?- interrogó malicioso -¿a cuántos chicos has partido el corazón?- Bella se sonrojó ante la pregunta, ante la diversión de Jake.
-Tuve un novio en el penúltimo año de instituto- confesó, roja cómo una amapola -pero nada serio- Jake la observaba divertido.
-Vale, vale- levantó las manos, en un gesto pacificador -por hoy es suficiente-.
-¿Significa eso que vas a seguir interrogándome?- preguntó Bella, alucinada.
-Nunca hemos tenido una hermanita a quién proteger y espantarle los moscones... de modo que mis hermanos y yo nos vamos a divertir- la picó malicioso.
-Serás...- Bella le un pequeño manotazo en el hombro, y ambos rieron divertidos, sin darse cuenta que unos ojos los escrutaban desde la distancia.
La suave risa de la chica resonó en los oídos de Edward... y muy en el fondo, sintió una punzada de alivio al verla reír tan abiertamente... pero a la vez entrecerró los ojos, mirando cómo compartía bromas y conferencias con su hermano mayor.
-¿Qué te pasa?- volvió la cabeza ante la pregunta de Jasper, que se había acercado a su lado.
-Nada- apartó su mirada, acercándose a uno de los terneros.
-Estás muy raro- meditó Jasper en voz alta, con el ceño fruncido.
-No me pasa nada- resopló, un poco enfadado. Jasper le miraba torciendo la boca, en un gesto de desacuerdo.
-No te lo crees ni tú- contestó -¿por qué has saltado así con Bella esta mañana?- le preguntó sin dar más rodeos.
-Ella no es quién para decirnos cómo desempeñar nuestro trabajo- replicó, abriendo el bebedero para los animales. Jasper resopló cabreado.
-Y ella lo sabe, Edward; por el amor de dios, no lo dijo con mala intención... ¿Edward?, ¿me estás escuchando?- preguntó; al volverse, se dio cuenta de que su hermano se había alejado, sin hacerle caso... volvió la cara, mirando en la misma dirección que Edward. Jake y Bella reían divertidos, de seguro por alguna de las ocurrencias de su hermano. Miró de reojo a su hermano pequeño, quedándose de piedra...¿eran imaginaciones suyas... o Edward estaba celoso?.
-No puede ser- murmuró entre dientes, pero Edward lo oyó.
-¿Decías algo?- Jasper meneó la cabeza.
-Nada, nada- ni por asomo iba decirle algo referente al tema -ésto se pone interesante- celebró para sus adentros. Unos minutos después, Paul y Jared, dos de los vaqueros, entraban en el establo.
-Disculpa Jasper; hay una mujer que pregunta por alguno de los gerentes- le informó Paul.
-¿Quién es?- interrogó extrañado; no esperaban a ningún comprador esa tarde.
-Dicen que viene de parte de la Comisión de ganaderos del condado- se explicó Jared, encogiéndose de hombros.
-¿Vosotros habíais quedado con alguien?- preguntó a sus hermanos, que se habían acercado, al igual que Bella. Edward y Jake negaron con la cabeza, de modo que Jasper salió a su encuentro, con el resto detrás suyo.
Una joven bajita y morena, con el pelo corto y ojos azul cielo miraba con detenimiento a su alrededor. Vestía un caro traje de chaqueta color cereza, y calzaba unos altísimos tacones negros.
-Soy Jasper Cullen, ¿puedo ayudarla en algo?- inquirió con educación. La chica frunció el ceño, mirando los papeles que sostenía en un brazo.
-Pensaba que el gerente del racho era... Carlisle Cullen-.
-Es mi padre; mi padre y mis hermanos compartimos la gerencia del rancho- le explicó. La joven se ajustó sus modernas gafas negras, ojeando unos papeles, pero Jake se adelantó, saludando a la joven.
-Jacob Black- la joven lo miró por encima de sus gafas arqueando una ceja -hijastro de Carlisle -le aclaró.
-Edward Cullen- se presentó el otro hermano.
-Es un placer; la Comisión ganadera del condado ha iniciado unos estudios destinados a mejorar la calidad de la carne- les explicó sin más preámbulos -según tengo entendido, ustedes crían ganado para los mataderos-.
-Una parte de nuestro ganado- le recalcó Jasper -¿quiere ver la nave de engorde?- la joven morena asintió, y Jasper, caballeroso, le cedió el paso. Edward, Jake y Bella los siguieron a poca distancia.
-¿Qué es la nave de engorde?- inquirió Bella, mirando a Jake.
-Es dónde tenemos a las reses destinadas a la venta, bien sean mataderos o empresas de alimentos privadas; vigilamos su dieta, hasta que llegan al peso de matadero y son aptas para el consumo- Bella escuchaba atentamente la explicación. Llegaron a otro de los establos; era alargado e inmenso, y lleno de vacas.
-Veo que tienen mecanizado el sistema de alimentación- observó la joven, mirando los aparatos.
-También contamos de la ayuda de veterinarios y nutricionistas- añadió Jake. La chica se adentró en el establo, observando de cerca a las reses y tropezando sin parar con sus zapatos de tacón.
-Se va a caer; no es muy aconsejable meterse aquí con esos zapatos- la chica levantó la vista, arqueando una ceja, ante la observación de Jasper, pero ignoró el comentario.
-¿Por qué tienen ésto?- señaló una fila inmensa de barras de metal, en las que la cabeza de los animales quedaba atrapada entre dos hierros.
-Es para que cada una coma lo que se le echa, y después no se coma la comida del de al lado- le aclaró Jake.
-No les hace daño ni les apreta- añadió Edward -simplemente es para mantenerlas en su sitio-.
-Hay estudios que demuestran que es un método arcaico y en desuso- atacó la joven. Jasper abrió los ojos, sorprendido.
-Verá señorita...- dejó la frase inconclusa.
-Brandon, Alice Brandon- dijo ésta.
-Señorita Brandon; puede que el sistema le parezca arcaico... pero le aseguro que da muy buenos resultados- por la cara que puso Alice, Jasper supo que no la había convencido.
-Según unos estudios recientes de la universidad de Ohio, está comprobado que engancharles del cuello puede causarles traumas psicológicos- los tres hermanos y Bella no daban crédito a sus oídos.
-¿Perdón?- preguntó Jasper, alucinado por lo que oía.
-Comer así no beneficia en absoluto a los animales- respondió, pagada de sí misma.
-¿Y qué pretende?; ¿qué les demos el pienso con cuchara?- contraatacó Jasper, pegando un puntapié al suelo, con la punta de su bota.
-No sería mala idea- sugirió con una sonrisa perversa -era una broma- les aclaró de inmediato, pero a Jasper no le hizo ninguna gracia.
-Pues si conoce algún otro método para que el ganado se alimente... la escucho- la instó, cruzándose de brazos.
-Pueden instalar los comederos libres de los ganchos- sugirió, poniéndose bien las gafas.
-Si hacemos eso, no controlaremos lo qué comen, y el peso se puede disparar- respondió, pagado de si mismo.
-Pero sería más beneficioso para el bienestar de los animales- Jasper se agarró el puente de la nariz con los dedos, resoplando en voz baja.
-Los animales, gracias a dios, están muy bien cuidados- respondió con paciencia.
-No lo dudo... me refiero a su bienestar psicológico... los animales cuidados con esmero producen mejor carne; está científicamente comprobado-. Edward la miraba cómo si estuviera loca, mientras que Jake estaba rojo, intentando contener la carcajada. Bella miraba a la chica alucinada.
-Mire, señorita Brandon; no tengo tiempo para ésto... cuándo mis vacas necesiten un psiquiatra, tenga por seguro que la llamaremos- la carcajada de Jake resonó en el establo Alice lo miró furibunda, quitándose las gafas y yendo hacia la salida.
-Puede que se lo tome a broma; pero la comisión dice qué...- Jasper la interrumpió, ya sin paciencia alguna.
-No me a convencer de que les ponga un comedor con música chill out para que se relajen; me modo que encantado de conocerla y hasta otro día- se despidió, ya en la puerta.
La pequeña mujer salió hecha una furia, lanzando juramentos; iba tan distraída y tropezando con los tacones, que por poco se cae al abrevadero de los caballos; consiguió mantener el equilibrio para no caerse dentro. Las risotadas de Jake y Edward llegaron a sus oídos.
-Y para la próxima vez, venga con algo menos peligroso que esas trampas mortales; no se puede andar en un rancho con tacones- le recomendó Jasper, cruzado de brazos y mirando con una sonrisa malévola cómo se alejaba, mascullando algo nada agradable entre dientes. Se volvió a Bella y a sus hermanos, que no podían parar de reír.
-Sin comentarios- rodó los ojos, entrando de nuevo al establo, seguido de Edward.
-¿Siempre tenéis estas visitas tan extrañas?- preguntó Bella a Jake, que le limpiaba las lágrimas causadas por la risa.
-Bella- Jake la tomó de los hombros -bienvenida al rancho Killarnery- la joven castaña sonrió divertida, negando con la cabeza.
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Después del tour por el rancho, y de la peculiar visita; Bella dejó a los hermanos terminar sus quehaceres, y ella volvió, para preparar la cena. Horneó el pastel de manzana que había preparado al mediodía, y decidió hacer un rissoto con setas y queso fundido cómo plato principal. Con la ayuda de Esme, puso la mesa en el comedor, ya que venían Rosalie y Emmet a cenar. Obviamente, el tema de conversación fue la visita de la señorita Brandon. Emmet se doblaba de la risa, golpeando el puño en la mesa.
-Os veo dándoles de comer a las vacas con cuchillo y tenedor- decía entre risas.
-Pobrecilla; parecía muy profesional- la defendió Bella, recordando el divertido intercambio de opiniones.
-Lo qué os habéis perdido- relataba Jake a Esme y a su padre.
-Espero que por lo menos le hayáis dicho, con educación -recalcó Carlisle -que no estamos interesados en esos estudios-.
-Dudo que vuelva a venir por aquí- respondió Jasper, pagado de si mismo... y sonriendo para sus adentros, recordando a la chica.
Después del postre y del café, Bella se fue a recoger la cocina, con la ayuda de Esme y Rosalie, que se fue con ellas, ya que los hombres se enfrascaron en conversaciones de negocios.
-La cena estaba deliciosa, Bella- la felicitó Rose -tienes que darme la receta de la tarta de manzana; a Owen y a mi nos ha encantado- suspiró satisfecha, tocándose la tripa.
-¿Es un niño?- preguntó con una sonrisa -no lo sabía, felicidades-.
-Emmet está cómo loco- contestó feliz -por cierto; nos tendrás aquí todos los sábados- le informó -sabes que Emmet y sus hermanos con co-propietarios del rancho, junto con su padre- le aclaró, al ver su cara interrogante -siempre viene a echar una mano... no puede vivir sin sus animales- confesó divertida.
-Entonces menú especial para ti y para Owen los sábados- resolvió satisfecha, ante la divertida mirada de Esme, que seguía la conversación entre las jóvenes.
Después de un buen rato de charla, Emmet y Rose se fueron a su casa; cuándo las luces se apagaron en el rancho Killarney, Bella hacía un repaso mental a todo lo vivido en el día. Se giró hacia la foto de su padre, y en silencio le dio gracias, por brindarle la oportunidad de tener una familia, y pertenecer a un lugar.
Con ese pensamiento se durmió satisfecha... y cuándo estaba sumida en su sueño, unos ojos verdes y un pelo cobrizo se colaron en su mente.
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listo chicas, otro capi tardio pero seguro de este interesante fic, disfruten comenten, y voten
es bueno saber que sea acoplado bien a la familia aunque con Edward es otra cosa...Gracias me encanto...Besos..
ResponderEliminaruuuuuuu ya saltan chisppas entre los dosssss!!! jijijii ha sido un capi muy divertido a excepcion de la visita al cementerio claro... creo que me va a gustar mucho esta historia.seguid asi chicas!besitossss
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