domingo, 20 de mayo de 2012

La Bestia del Castillo



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Capitulo 4.- La Señora del castillo 

Bella pov 


-señora despierte, señora… despierte- apenas logre de verdad despertar. 

-¿qué pasa Carmen?- pregunte sin moverme o abrir los ojos. 

-el señor quiere que lo acompañe en la mesa y es casi hora de la comida, apenas me da tiempo de arreglarla, vamos señora, se enfadará si no está a tiempo- 

-se enfadará de todas maneras Carmen, no quiere una esposa quiere una yegua de cría y no bajare. Es suficiente la humillación de ayer como para que todavía me pasee por el castillo como si fuera gran cosa ser su esposa- dije con mucha, mucha amargura. 

-¡¡¡pues te guste o no eres mi esposa y sí es gran cosa, recuerda que aun puedo hacer de tu vida un infierno, ahora arréglate y baja!!!- grito desde la puerta haciéndome saltar. 

Es costumbre para él entrar sin anunciarse y para mi hacer o decir cosa que no debo. Carajo. 

-sí Carmen, ya le veo la bondad- dije mirando a la mujer frente a mí. 

-señora… no lo provoque, además yo dije que es bueno, no que es educado o tierno o… vamos señora… debo arreglarla- 

Un rato muy corto después, para mi desgracia, tocaban mi puerta. Jasper. 

-vamos señora, es hora. Su esposo la espera- dijo ofreciéndome su brazo. 

Lo tome porque no vi otra opción. Camine despacio por las escaleras. Algo me hizo pensar en la primera esposa de Edward. ¿Serían esas las habitaciones donde murió? Casi me detuve. 

-no murió en esta torre, esas no se usan para otra cosa que almacenamiento- dijo adivinando mis pensamientos. 

Evite mirarlo. 

Seguramente es igual de volátil que su señor. Y no quiero escuchar más gritos antes de la comida. 

-Jasper ¿Qué esperas para traer a mi esposa?- escuche su voz antes de verlo. 

-no esperas que la cargue o la arrastre ¿verdad? Tu esposa camina despacio- se justifico el hombre con una nota más que clara de sarcasmo. 

Cerré los ojos esperando que mi esposo estallara, pero no lo hizo, al contrario, su risa se escucho clara y fuerte. 

-esa fue buena Jasper, vamos esposa, debemos comer- dijo mientras tomaba mi mano. 

Caminamos por el medio del salón mientras todos me miraban. Me sentí intimidada pues cuando yo los miraba de vuelta desviaban el rostro. Parece que el desprecio de su señor hacía mi se ha extendido a todos los presentes. 

Cuando por fin llegamos, me sentó en una silla enorme junto a él, pero me ignoro el resto del tiempo. Para cuando la comida termino y antes de que los presentes se levantaran. Llamo la atención de todos, se levanto haciendo que yo me levantará también. 

-por Lady Isabella, la señora del castillo- dijo. 

Mientras los demás le respondían y bebían de las copas yo pensé que me no habría insultado más llamándome de prostituta del castillo que señora porque es obvio que no lo soy. Pero lo deje pasar, mi estadía en este sitio será permanente, mejor estar en paz con la bestia con la que me he casado. 

-te veré en la noche, espérame- dijo antes de levantarse y con él todos los demás. 

Se marcharon de inmediato dejándome sola y aun sentada en el comedor. Maravilloso. Sin más que hacer hasta la noche y considerando que nadie se acerco a mi o hizo por hablar conmigo decidí explorar el castillo. 

Camine toda la tarde por entre almenas, torres y el patio exterior trasero. Llegue a las caballerizas. 

-¿está perdida señora?- me pregunto un hombre apenas igual de alto que Edward pero moreno de cabello negro, ancho de espalda pero no tanto como mi esposo. 

-no, estoy recorriendo el lugar, ¿de quién es ese caballo?- pregunte al ver una hermosura de animal, grande y Blanco con solo una mancha café rojiza en la frente. 

-esa yegua se llama Divina, es del Señor, aunque solo se usa para Criar, justo la semana pasada tuvo ese potrillo que ve allá- dijo el hombre señalando otro cobertizo. 

Un potro cobrizo sin manchas comía tranquilamente. Es grande y hermoso como su madre, aunque asumí que se parece a su padre. 

-es muy lindo, pero creo que me gusta más ella ¿puedo acercarme?- 

-Por supuesto señora, es inofensiva- dijo antes de sacarla. 

Estuve prestándole atención al animal y no me di cuenta como siempre que estoy cerca de un caballo que el tiempo paso volando. Hasta que oscureció. 

-¡¡¡Isabella!!!- escuche un grito proveniente de las almenas sobre el patio donde seguía admirando al animal. 

Levante la mirada aunque ya sé quién es. La yegua relincho haciéndome retroceder. Esta asustada. ¿Y quién no con semejante grito? 

-tranquila, tranquila…. No pasa nada… cálmate, solo es mi esposo siendo… él- dije tratando de calmar al animal antes que me arrollara. 

Y de paso ignorando al tipo que de pie espera detrás de mí. Mi esposo por supuesto. 

-¿no me escuchaste o grito mas fuerte?- pregunto con los dientes apretados. 

-¿Es capaz de gritar mas fuerte?- pregunte con sarcasmo sin mirarlo. 

-¿Qué haces aquí?- 

-¿acaso soy prisionera que no puedo andar por el castillo libremente? ¿O mi lugar se limita a la habitación? - dije girándome mientras el hombre que me atendiera en la tarde se llevaba al animal. 

-te pedí que me esperaras en tu habitación… fui y no estabas- 

-lo último es obvio, yo no sé como solía tratar a su es… a la gente de aquí, pero a mí no me gusta que me griten, si me quiere para yegua de cría está bien, pero al menos tráteme mejor- dije apenas. 

-¡¡¡voy a tratarte como se me dé la gana y ahora sube, iré a buscarte en un rato!!!- dijo molesto. 

Mi vena Swan quiso salir pero… 

¿Cuál es el punto? 

Al final del día tendré que hacer lo que él quiera. Saber eso me produjo una tristeza enorme. Decidí por mi bien y por el de mi clan, cerrar la boca y abrir las piernas, para eso estoy aquí y no lo olvidare. 

-si señor- respondí haciendo lo que me pidió. 

Esa noche a diferencia de la anterior, no hubo mucha preparación previa o besos, me acaricio un poco, me hizo sentir algo de placer, el cual desapareció cuando entro en mi cuerpo. Me quede mirando el techo mientras se movía sobre mí. Esta vez decidí no llorar, ya podre hacerlo cuando se marche. Lo que si fue igual que la noche anterior fue la tristeza en sus ojos. Apenas se vacío, se fue. 

Y pude entregarme al llanto. Como la noche anterior me metí a la tina. Me quede ahí, no porque me doliera. Esta vez no fue tan horrible como la vez anterior pero sentí la necesidad de quitarme la sensación de su cuerpo sobre el mío. 

Y el frio logra eso. Cuando me sentí mejor me arrastre a la cama… 

-señora, el señor le espera para desayunar- escuche a Carmen. 

Mi ángel. 

-gracias Carmen- dije antes de levantarme. 

La rutina se estableció rápido. 

En mi cama por las noches, marchándose apenas terminaba conmigo. En las mañanas apenas gruñía algo a modo de saludo y se marchaba con todos dejándome sola. 

Así que me dirigía a las caballerizas. 

-Sam, ¿puedo montarla hoy?- pregunte después de casi un mes de estar yendo por las mañanas. 

Sam como siempre amable. Es el único del castillo aparte de Carmen que platica conmigo. Me recuerda a Jacob. 

-Isabella…- mi esposo. 

-¿Si?- pregunte mientras Sam traía al caballo con montura. 

-¿sabes montar?- pregunto mirándome. 

-sí, mi padre solía tener un caballo para mi, era un poco más pequeño que este pero más salvaje- dije mientras apoyandome en el cabestrillo cruce la pierna sobre el animal y con ello el vestido se atoro en la silla dejando mi pierna al descubierto. 

-¡¡¡cúbrete!!!- grito mi animal esposo antes que pudiera tomar las riendas del otro animal. 

Su grito hizo que la yegua relinchará y quedara sin control. Lo siguiente que supe fue que volaba por los aires y aterrizaba sobre la leña apilada. El dolor fue breve pues la oscuridad llego enseguida. 


Edward pov 

-Avísale a Carmen que la señora esta herida, que vaya a su habitación- pedí a Sam en cuanto tome a mi esposa en brazos. 

La lleve directamente arriba. Sangraba por un corte en la parte de atrás de su hombro derecho. Le quite el vestido y le deje en la cama. Esta inconsciente. 

-¿Qué paso?- pregunto Carmen entrando en ese momento. 

-se cayó de Divina- dije alejándome. 

-no es profundo, una puntadas y estará bien. Ya está despertando- dijo la mujer. 

-bien, atiéndela y cuando termines me avisas- dije saliendo. 

Me dirigí a las caballerizas. 

-Sam ¿desde cuándo dejas que mi esposa monte a la yegua?- pregunte molesto. 

-no lo había hecho antes señor, solo la acariciaba y paseaba un rato, no sabía que no tenía autorización para hacerlo. Después de todo es la señora del castillo- dijo el hombre. 

Y por fin lo entendí. 

Es cierto. Es la señora del castillo, de mi castillo por lo tanto mi señora. Suspire antes de darme la vuelta y dirigirme a su habitación. Antes de llegar a la puerta la escuche gritar. Entre de inmediato y Carmen la estaba curando. Aunque parece todo lo contrario. 

-Carmen ¿Qué haces?- pregunte cuando mi esposa intentaba alejarse de ella aun con la aguja en su piel y llorando con ganas. 

-señor, debo coser la herida o no sanará, no se deja- dijo la mujer mirándome con preocupación. 

-Isabella… tienes que quedarte quieta o te dolerá más- 

-¡¡¡ya me duele!!!- grito por primera vez desde que se casara conmigo. 

Sus lagrimas mojaban su rostro y sorbía ruidosamente por la nariz, su aspecto de niña mocosa me movió algo que creí desaparecido y enterrado con el amor de mi vida. 

-Carmen, trae del despacho una botella de whisky- pedí mientras la mujer salía a todo correr. 

-¿para qué es el whisky?- pregunto sin dejar de llorar limpiándose la nariz con el dorso de la mano. 

-te dolerá menos después que tomes un poco y también servirá para desinfectar el corte. Es grande la herida Isabella, necesitas dejar que Carmen te atienda- 

-está bien- dijo sentándose en la cama. 

Con su camisola a medio poner, cubriéndole apenas lo senos y el otro hombro, junto con su cabello rojo cayendo como una cascada, se veía hermosa. Aun con los ojos rojos y las lagrimas en sus mejillas. 

-lamento haber asustado al animal, si quieres montar esta bien, solo avísame para ir contigo- dije. 

No me había molestado que se montara de esa manera, mi madre lo hacía, me irrito la manera como Sam la miro mientras su piel quedaba descubierta. Ella es mía y nadie debe mirarla así. Pero como siempre que me altero, en lugar de tomarla contra Sam la tome contra mi esposa. No es su culpa pero es ella quien esta pagando el asunto. 

-gracias- dijo tímidamente mientras Carmen entraba con la botella. 

-toma esto, te quemará un poco la garganta pero servirá- dije mientras le entregaba un vaso con el liquido. 

Lo tomo no sin hacer gestos. Para cuando pasaron unos minutos la abrace dejando sus brazos atrapados entre su cuerpo y el mío para que Carmen se ocupara del corte. Sus gritos fueron iguales de desgarradores, con su rostro en mi cuello, pero al menos no lucho para soltarse. Para mi desgracia tenerla así y oler el perfume de su cabello es una tortura deliciosa. Y con la excitación llego la culpa. 

La culpa de tomar a otra mujer que no es Kate, mi primera esposa. La culpa que siento cada vez que entro en el cuerpo de mi nueva esposa. Tomar a esta nueva esposa me hace pensar que estoy dejando en el olvido a Kate. Hacerlo con una prostituta no es importante, pero hacerlo con otra esposa es… completamente diferente. Y con la culpa la tristeza llega. 

Mis pensamientos me sumieron tanto que no me di cuenta que se había desmayado de nuevo hasta que Carmen indico haber terminado. 

-gracias Carmen, me quedaré aquí y si te necesita te llamo- dije mientras me acomodaba a su lado. 

-si señor… señor ¿no ha pensado que tal vez compartir un poco más de tiempo con su esposa sea mejor? No creo que la señora aprecie que usted pase algunas noches con Irina- dijo la mujer. 

-Carmen... ¿Quién mas sabe de eso?- pregunte. 

-solo yo… pero si me entere viendo salir de su cabaña no faltara que alguien más lo sepa, su esposa es joven, bonita y tierna, dele una oportunidad. Lo que paso con la señora Kate fue hace mucho tiempo y ella no tiene la culpa. No la trate mal señor- pidió la mujer de forma casi maternal. 

-¡¡¡no es algo de lo que tengas derecho a hablar, fuera!!!- explote. 

Me miro con tristeza antes de darse la vuelta y marcharse. 

Pero tenía razón. Isabella no es culpable de la muerte de Kate. Yo lo soy. 

Me quede acostado mirando al techo, justo como mi esposa hace mientras la tomo, como cada noche desde un mes atrás. 

Un mes. Y aun no le llega su periodo. 

¿Es posible que estuviera ya embarazada? 

No puedo saberlo con certeza pues estuve fuera cuatro días. Y retomamos la actividad sexual apenas llegue ¿Cómo saberlo con certeza? 

Esperar. Solo esperar. 

-Señor… señor- escuche del otro lado de la puerta. 

-¿sí?- pregunte abriendo. 

-le busca Emmet abajo, yo me quedo con su esposa- dijo Carmen mientras yo tomaba las botas y bajaba. 

Para cuando termine de arreglar el último asuntito de mi flamante cuñado regrese a la habitación de mi esposa. Carmen salía con unas sabanas enrolladas. 

-¿Qué pasa?- pregunte al entrar, mi esposa estaba sentada en el sillón que mandara a poner en su recamara junto al fuego. 

-mi periodo llego- dijo apenas. 

Y mis ilusiones se evaporaron. 

No está embarazada. 

-¿Cuánto dura?- pregunte 

-tres días- dijo 

-bien, te veo después- dije saliendo. 

Y no la vi hasta el cuarto día, cuando visite su cama.

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Sorry nenas, no pude antes, pero aqui esta el capi...

6 comentarios:

  1. dios la verdad este si es una bestia,me encanta...Gracias nena...y tranquila vale la espera....Besos..

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  2. Genial,por fa no tardes en lo posible,actualizar,me fascinan los fic épicos,besos Emma

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  3. wow cada dia me gusta mas, no dejes de publicar, si lo acs mas segudo te lo agradeceria, si no ps... vale la pena esperar unos cuantos dias =D gracias

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  4. amix este edward para variar vive mortificado x todo, a veces me cae gordo, aunque entiendo sus nudos internos.

    la verdad es que la historia se pone cada vez mas interesante.

    y aqui seguimos esperando...

    un beso

    Hery

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  5. uichhhhh!!! adoro a Edward, pero en esta historia se esta comportando como un imbecil. cuando hace algo bien hace tres cosas mal. espero que espabile!!!

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  6. Ok estos 2 van a seguir teniendo muchos dolores de cabeza debido a sus actitudes...
    Quiero maaaa... necesito saber de que murió Kate! XD
    Xo

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