sábado, 17 de agosto de 2013

¿ Y MI FINAL FELIZ?


                                                                              Capitulo XXII

                                  Mis días... en desvelo

Todavía no podía creerlo, ya han pasado ocho meses desde que Edward regreso de Inglaterra. El tiempo estaba avanzando demasiado rápido o demasiado lento en algunas ocasiones.

Las cosas seguían igual, que decía, las cosas estaban demasiado raras desde hace varios meses. Edward no pasaba en la casa más que para dormir, Alice y Emmett siempre buscaban sacarme a algún lado cuando mi hermano no tenía turno en el hospital y Jasper 
jamás se despegaba de este cuando estábamos todos juntos.

Hoy era uno de esos extraños días en que salía el sol en Forks lo suficiente como para usar ropa holgada, lo suficiente como para entibiar mi cara la cual asomaba por la ventana en ese momento. Me sentía tan sola sin Edward, llevaba más de una semana sin poder dormir lo suficiente; me la pasaba quebrándome la cabeza al intentar averiguar lo que le pasaba. Se había vuelto tan críptico, su hermosa sonrisa ladeada había desaparecido hace mucho, era como si solo estuviera en cuerpo pero no en alma.

¿Pero cómo me acercaba a él? Por algún motivo desconocido para mí se había creado una barrera entre nosotros y dolía, cada día al verlo llegar a la casa era la misma rutina. Su saludo vacío, su falsa sonrisa y sus ojos sin vida. Todo sería perfecto si Edward fuera tan feliz como yo lo era en ese momento.

Desde aquel extraño día en la playa que resulto en la pelea que jamás imagine por parte de mi hermano y mi novio había sido la última vez que Edward había dicho o hecho algo en lo que a Jacob concernía. Me sentía feliz por el hecho que mi relación con Jake crecía cada día mas pero faltaba la cereza de mi helado y ese era indiscutiblemente Edward, sin el mi cuento de hadas solo era un sueño que no se transformaba en realidad.

-Bella, cariño – llamo mi madre desde la sala - ¿puedes bajar un momento?

- Voy mama – avance intentando relajar la constante preocupación que se marcaba en mi cara y que raramente mis padres no habían notado.

- Edward – llamo mi padre una vez que me encontré con ellos, los cuales estaban sentados en la sala y con varias maletas junto a ellos. ¿Se iban? ¿Nos íbamos?

Esperamos unos segundos por una respuesta pero nada, cuando mi padre se decidía a llamarlo de nuevo se escucharon unos pasos bajando las escaleras.

-Dime – les contesto sin quitar la vista de un libro que traía en sus manos.

- Por educación Edward primero deja ese libro a un lado y luego hablamos.

Mi padre vio a Edward a los ojos y este bajo el libro colocándolo sobre la mesita de noche – ok, tu dirás – se sentó en la silla de un puesto frente a nosotros y al otro lado de donde yo me 
encontraba.

-No sé si notaron las maletas – hablo mi madre – pero tenemos que informarles algo.

Mi padre tomo de su mano y la presiono con delicadeza viéndola a los ojos - ¿maletas? ¿Qué maletas? - pregunto Edward frunciendo el ceño.

-Estas – mi padre le señalo a Edward su ubicación – ha surgido un problema el cual tenemos que solucionar tu madre y yo – nos miraron a ambos turnándose de un lado a otro – no sabemos qué tan grave es y no podemos decirles mucho porque ni nosotros sabemos que es lo que pasa en si – mis padres se miraban preocupados.

-¿Vamos con ustedes? – les pregunte porque habían muchas maletas.

-No querida – mi madre se acercó a mí – solo tu padre y yo… pero nos tardaremos mínimamente una semana en regresar.

-Así es – mi padre coloco su mano sobre mi hombro – Edward se quedara a cargo de ti mientras no estemos aquí.

- Ya sabes Edward, cuida a tu hermana – lo vio con una sonrisa bromista pero este seguía en su mundo paralelo en el cual nada tenía gracia.

Edward me vio de reojo por un segundo, el segundo más doloroso que había sentido, me parecía que la noticia que mis padres nos acababan de dar habían sido peor que un balde frio con agua para él. ¿Dónde habían quedado Jasper y Rosalie? Acampando en la casa de Alice por unos días, ya que ahora eran el novio de la duende y la novia del oso, quien lo diría.

-¿eso es todo? – Pregunto tomando de nuevo el libro – tengo demasiado que hacer mañana en el hospital y como veo que ya lo tienen todo arreglado creo que prescinden de mi ayuda – vacío, conmigo y ahora con mis padres.

-Edward – le llamo nuestra madre algo indignada - ¿no te despedirás de nosotros? – sus ojos reflejaban tristeza y desconcierto por el actuar de su hijo.

- Tu madre tiene razón Edward, ¿desde cuándo la descortesía con nosotros que somos tus padres? No creas que no he notado tu cambio de actuar desde hace varios días – la mirada de mi padre era seria pero preocupada - ¿te encuentras bien?

-Estoy bien – sonó frio – solo estoy un poco estresado, no creí que Forks me daría tanto trabajo.

- Hablando de trabajo – hablo papa – como ya te he dicho que estarás a cargo de Bella, tus horarios en el hospital cambiaron, por lo menos en lo que yo no me encuentre aquí – la frente de Edward se arrugo, parecía tantear el terreno por el que mi padre iba – ahora iras de lunes a sábado de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, te dará tiempo suficiente para estar en casa cuando Bella regrese.

-Pero… ¿y mis pacientes? – Los ojos de Edward me expresaban demasiadas cosas y a la vez nada - ¿Qué pasara con los que veo en las tardes?

- La enfermera Thompson ya se encargó de todo, Edward… no te preocupes por nada, cualquier cosa sabes que puedes llamarme.

- Esta bien – coloco de nuevo el libro en su posición anterior - ¿necesitan que los deje en el aeropuerto?

-Eso sería excelente – unas llaves viajaron a través del aire hasta caer sobre las manos de 
Edward - Bella, ayuda a tu madre con sus maletas.

Caminamos hacia el auto invadidos por un silencio incómodo y lleno de preocupación. Tenía dos cosas en mi cabeza ¿qué seria aquello había hecho que mis padres estuvieran haciendo un viaje a no sé dónde y con tanta urgencia? Y ¿Qué pasaría esta semana con Edward y yo solos en casa? Sin contar con el hecho que una tumba sería mejor compañía que el en estos momentos.

Cuatro personas viajaban en un hermoso Audi a través de la carretera de Forks que llevaba a Port Ángeles, de esas cuatro ni una tan sola decía palabra alguna, solo The Doors cortesía de mi padre se oía quitándole un poco de silencio al ambiente pero aun así no servía de mucho.

Las calles, vacías; el clima, una densa neblina y una brisa constante marcaban el recorrido. Si hubieran elegido un momento y un lugar para sentirse melancólicos definitivamente este era perfecto. Quería llorar, todo esto estaba gastando mi energía abrumando cada parte de mi cuerpo y cabeza.

Una vez en el aeropuerto nos despedimos de ellos deseándoles buena suerte en el viaje antes que desaparecieran por el pasillo que los conduciría al avión. Ahora éramos Edward y yo, solos, en un recorrido que nos llevaría no más de una hora pero que igualmente seria largo.

Bella ¿y si hablas con él? – Mi cabeza empezaba a analizar la situación - ¿Qué puedes perder? Apenas y se hablan.

¿Mientras conducía? No, creo que no sería una buena idea. Pero si en cuanto llegaran a la casa, los accidentes ahí serian… menores.

Caminamos en silencio (el de costumbre, ensordecedor) a través del estacionamiento húmedo gracias a las lluvias, obviamente él no pensaba dirigirme palabra alguna y yo no sabía que decir, así que como siempre: más silencio.

Llevaba viendo por la ventanilla del auto unos veinte minutos y había contado hasta el momento cinco autos rojos, cuarenta y cinco rótulos de señalización y más de ochocientos árboles, oh… y sin olvidar los siete suspiros que Edward había dado en esos veinte minutos. 

Al cuarto ya me había preocupado que le costara respirar pero cuando lo vi de reojo (fue lo único que fui capaz de hacer) su pecho se movía tranquilamente y sin fuerza.

-Bella… - me llamo casi en susurro.

-Si – conteste un poco emocionada porque me había hablado.

-¿Hay suficiente comida en la alacena para esta semana?

- eh… - ¿Qué? ¿En serio? De todo ¿eso me preguntaba? – sí, creo.

-Bueno… - siguió conduciendo sin decirme otra palabra y yo seguí en lo mío. Contando todo lo que se apareciera en el camino.

El día que, anteriormente daba paso al sol ahora que regresábamos nos recibía con una espesa capa de nubes grises y amenaza de lluvia. Era Forks claro, pero por un momento pensé que el sol se convertiría en el comienzo de un mejor día, pero no, aquí estábamos Edward y yo caminando hacia el interior de la casa, con los labios cerrados y los gestos vacíos.

-Ya basta – le grite harta de todo esto – maldición ¿Dime que es lo que pasa?

Los ojos de Edward se abrieron de la sorpresa al oír mis palabras –no pasa nada Bella, ya te lo dije.

-Eres un maldito mentiroso – mi voz salió grave al final – juraste que jamás me mentirías y ahora lo haces, desde hace tiempo que lo haces.

-Se lo que dije pero… - dio un paso hacia mí.

-Pero nada – lagrimas por favor no me traicionen ahora – tú ya no me quieres, eso es lo que pasa.

-Bella – subió el tono de su voz –Jamás digas eso… nunca.

-Oh… ¿y solo porque lo dice así con tu voz elevada crees que debo creerte? – Lo mire mal – ya no sé qué creer de ti.

-Déjame…

-Shhhh… - lo calle – primero te enojas cuando oíste una voz aparte de la mía al otro lado del teléfono, luego, después de una desaparición por tu parte me llamas diciendo que vuelves para pasar más tiempo conmigo y tu familia, pero eso no es todo – lo amenace levantando mi dedo - te apareces aquí con una novia de la cual jamás me hablaste y de la que apenas conocí porque por alguna razón que tampoco me quieres contar terminaste con ella o terminaron, como sea, la cosa es que ya no confías en mi lo suficiente como para que volvamos a ser los amigos y hermanos que éramos de antes.

- Bella, yo… - se acercó a mi dando pasos lentos y pesados – no quise herirte.

- ¿herirme? Hasta ese momento no me habías herido (no mucho), podía soportarlo, de verdad. Te veía feliz y yo estaba feliz con Jacob – arrugo su nariz –hasta que por una misteriosa razón de la noche a la mañana huyes de mí cada vez que estamos en la misma habitación o te la pasas más tiempo del necesario en el hospital, con Jasper y quién sabe dónde más. Prefieres cualquier cosa en vez de pasar tiempo conmigo.

-Es que tu no entenderías – al parecer no pensaba decirlo en voz alta por que en el momento en que lo dijo dio tres pasos hacia atrás y sus ojos parecían sorprendidos.

-¿Entender? Pero si es lo que he intentado desde que todo empezó pero amigo, tú no dejas muchas huellas que analizar – no sé por qué pero el sarcasmo floreció en mis palabras.

-Tienes razón… - apretó sus manos, una sobre la otra – he hecho mal, pero quiero que sepas que todo lo hago por ti, siempre ha sido por ti.

-¿Y eso que se supone que debe significar para mí? – las manos me sudaban, definitivamente estaba más que nerviosa – por favor Edward, somos hermanos. No me estés dando una excusa barata de las que usan comúnmente esos novios que no saben que decir porque los han dejado entre la espada y la pared.

-No lo hago por eso – me grito – por favor no me pidas que te diga algo que no puedo decir, sé que te he abandonado – sus ojos verdes se veían húmedos y tristes – sé que crees que te he olvidado y hasta piensas que ya no… que ya no te quiero pero te equivocas – tomo mis hombros entre sus manos – eres mi hermana – las palabras le salieron forzadas – mi tesoro, mi mejor amiga y la persona que siempre querré en mi vida, pero por favor Bella… por favor, no espero que me entiendas pero sí que me tengas paciencia, todo se arreglara, ya verás y volveremos a ser tu y yo como lo éramos antes.

-No podemos ser como éramos antes – me dolió decirlo pero era cierto – estoy enamorada de Jacob y al parecer nos afecta a nosotros también.

-¿Qué? – Sus ojos verdes flameaban por la noticia que le acababa de dar – no Bella, tu…

- Yo, Bella. Si – reafirme mis palabras – Jacob es la persona correcta para mí y lo amo…

Un segundo después la lámpara francesa de mi madre se encontraba en el piso convertida en un rompecabezas imposible de armar – cualquier cosa, Bella, cualquier cosa… dime que me odias pero no me digas eso – respiraba rápido y presionaba sus puños sobre la pared de la sala.

-No de nuevo, Edward por favor entiéndelo – no entendía esos celos que aparecían cada vez que le hablaba de Jacob – tienes que aceptar que ya no soy una niñita y que llegaría el día en que tendría novio y me enamoraría.

Caminaba de un lado a otro jalándose el cabello, mordiéndose el labio y balbuceando palabras incomprensibles para mí.

-Es un error – logre escuchar.

-¿Qué es un error? – lo mire confundida.

-Yo soy el error, yo… - apunto con su dedo su pecho – jamás nadie va a tener tan mala suerte como la mía. Yo… yo, yo soy el peor ser en esta tierra.

- Edward, no – sus palabras me dolieron horriblemente ¿Por qué decía tales cosas? – eso no es cierto, no digas eso.

Se derrumbó frente a mí cayendo de rodillas y colocando sus manos sobre su cara, era la imagen más desgarradora que jamás haya visto de Edward, corrí hacia el abrazándolo lo más fuerte que pude para recordarle que seguía ahí, que era su hermana y que no importaba lo que pasara jamás lo iba a dejar solo.

Tome sus manos aplicando un poco de fuerza para retirarlas de su cara y las coloque a los costados de su cuerpo. Sus ojos estaban cerrados pero tanto el sollozo de su pecho como las lágrimas que recorrían su mejilla me informaban del dolor que sentía con todo aquello, el mismo dolor que me daba a mi verlo así.

-Edward, por favor, no llores – le suplique – no quise herirte, solo necesitaba hablar contigo.

- lo sé – hipo.

Toque su precioso cabello broncíneo tratando de calmarlo y me senté sobre el piso llevándome a Edward conmigo. Él es mucho más grande pero no me impidió el poder sostenerlo con mis brazos. Sentía su cuerpo temblar por los sollozos, increíblemente yo no podía hacerlo en ese momento, necesitaba ser fuerte por mí y por él.

Poco a poco su respiración se fue acompasando y las lágrimas dejaron de salir de sus hermosos ojos esmeraldas. No había más que los ruidos de los grillos y la suave lluvia cayendo sobre el tejado. Éramos Edward y yo, dos únicas respiraciones en aquella casa.

No sé cuánto tiempo estuvimos ahí él y yo, pero se sentía tan bien todo aquello; como la primera lluvia anunciando el fin del verano y limpiando todo rastro de polvo y humedad del ambiente. Habíamos limpiado un poco de lo que empañaba nuestra relación de hermanos.

-Bella, preciosa – la dulce voz de Edward me despertaba ¿me había quedado dormida en el piso de la sala? – la cena esta lista.

- Gracias – mi voz sonó pastosa – ya voy.

Me encontraba recostada en el sillón de la sala. Otro momento amnésico había pasado para no darme cuenta en el momento en que Edward me cargaba para llevarme ya sea a la cama o como ahora al sillón de la sala.
Cenamos en silencio, si era molesto pero no tan incómodo como la mayoría de las veces.

Esa noche no pude dormir. Después de desearle buenas noches a Edward a las once de la noche me quede como zombi con la mirada fija hacia el techo y sin una tan sola idea en mi cabeza. Estaba abrumada, preocupada y desesperada. Le había dicho a Edward que amaba a Jake y este ni siquiera lo sabía. Necesitaba de Alice.

Lunes…

Me levante demasiado tarde para poder despedir a Edward antes de irse y demasiado tarde para llegar a tiempo a mi primera clase del día. Solo quedaba un semestre para graduarme y así no iba a avanzar mucho.

-Bella ¿y esas ojeras? – Alice toco la parte baja de mis ojos - ¿Qué pasa?

-Oh Alice… De todo – levante una ceja.

-¿Quieres hablar de eso?

- increíblemente… si – me acomode sobre su cama y le conté todo lo que había sucedido el día anterior. Desde el repentino viaje de mis padres a no sé dónde (todavía) hasta la extraña escena de Edward y yo tirados en el piso a mitad del living.

Mientras la conversación avanzaba solo unos ah, oh, mmm, entiendo eran lo que salía de la boca de Alice.

-Y eso fue lo que paso – termine de hablar.

-Emmett, deja de oír conversaciones ajenas – grito Rose desde la planta baja.

-Pero si no estoy haciendo nada – era obvio que lo había hecho si su voz se escuchaba del otro lado de la puerta.

-Emmett – lo reprendió.

-Voy cariño – se oyeron pasos bajando.

-No se Alice, esto es tan extraño. Quisiera saber qué es lo que le pasa a Edward pero él dice que no es correcto que yo sepa. ¿Será algo grave para no poder decirme?

-Bella, eso solo lo sabrás con el tiempo. Ten paciencia – sus ojos eran comprensivos.

Martes…

-Belli ¿Esta el príncipe azul imposible?...- el oso al teléfono - Emmett – se oyó la voz de Alice molesta al fondo - ¿Quéeee?

- Si, esta con Jasper, espera un momento – no sé porque Emmett decía eso pero sabía que era de Edward quien me hablaba.

Estaban en la habitación que Jasper tenía mientras estaban aquí así que subí las escaleras en su búsqueda.

-Pero es que no puedo Jasper – la voz de Edward se oía dolida – es incorrecto y ella jamás me va a ver o amar como yo lo hago.

¿Edward estaba enamorado? ¿Por eso su relación con Tanya no había funcionado? Porque quería a alguien más. ¿Sería por eso que casi no lo veía en estos ocho meses que pasaron?

-Edward, esto te está destruyendo y la estas arrastrando contigo – la voz de Jasper era conciliadora – sé que está mal y que será una gran sorpresa pero si sigues guardando todo te mataras de a poco.

-¿Qué? No, no, no, no, no. Tenía que ayudar a Edward, ahora más que nunca debía saber de lo que hablaban.

Miércoles…

-Me quede esperando en línea un buen rato – me reclamaba Emmett mientras ingería un hot dog de un solo – es...tlu… gle es… lan… mu…to

-Emmett ¿Qué te he dicho de hablar mientras comes? – lo regaño Rose.

Trago lo que tenía en la boca y sorbió un poco de jugo –que es de mala educación – dijo mas como pregunta que afirmación.

-Así es.

- lo siento, no los encontré y olvide que no te había informado – mentirosa.

Alice y Rose me quedaron viendo raro por un segundo y luego volvieron a sus actividades, lo sé, mentir no se me daba muy bien pero parecía que tan siquiera Emmett se la había creído.

Todos los días era igual. No me levantaba a tiempo para despedir a Edward gracias a mis constantes desvelos. Regresaba a una casa en la que música de piano sonaba de fondo pero que no me atrevía a seguir aun sabiendo que era en el cuarto de música y que Edward era el que la tocaba. Cenábamos en silencio, el con su libro de medicina y yo con mi copia favorita de Romeo y Julieta. De ahí un buenas noches de ambos y cada quien a su habitación hasta el día siguiente.

Jueves…

Mis padres apenas habían llamado el día en que llegaron a Nueva York (finalmente sabia el destino) y hoy lo volvían a hacer.

-Hola… hija – su saludo era extraño - ¿Cómo han estado las cosas por allá?

-Todo bien papa, no hay ninguna novedad interesante – si supieran – ¿y ustedes?

-Volveremos el domingo – contento creo que obviando sutilmente mi pregunta – dile a Edward que lo llamare para concordar la hora de llegada.

-Si papa.

-te quiero hija.

-Yo también – era normal que me lo dijera, siempre me demostraba o decía lo mucho que me quería pero esta vez era diferente.

Alice se había vuelto en mi confesionario, le decía todo lo que pasaba. Le hable sobre la plática entre Edward y Jasper y sobre lo extraños que estaban mis padres. Por un momento creí verla incomoda cuando le dije que averiguaría quien era la chica que hacía que Edward estuviera así y luego se levantó diciendo que ella lo haría por mí y que pronto me informaría y así yo no rompería la petición de Edward.

Era Alice, casi como Sherlock Holmes en persona.

Viernes…

2 comentarios:

  1. Tremenda sorpresa se llevara Bella...Gracias nena....

    ResponderEliminar
  2. Pobre edward... esta destrozado. Sospecho que pronto se desvelará la verdad y veremos como se lo toma bella... besosss y gracias por el capi ;)

    ResponderEliminar