miércoles, 13 de febrero de 2013

Cowboy de Mi Corazón.


                      
                 
                     Capítulo 25:                       Recordando épocas pasadas

-¿Te ocurre algo, Bella?- la pregunta de su amiga hizo que bajase de nuevo a la tierra.

-No, ¿por qué lo dices?- intentó disimular con una sonrisa, pero Leah empezaba a conocer los estados de ánimo de Bella con un simple gesto o palabra.

-Bueno...- meditó la morena -llevamos tres horas de clase y has estado muy callada- le explicó, dándole una pequeña sonrisa.

-Lo siento- murmuró cabizbaja la joven.

-Tranquila- la guiñó un ojo ésta -esta noche nos relajaremos y nos lo pasaremos bien- intentó animarla -¿va a venir Edward?-.

-No creo- se disculpó disimuladamente -al haber estado fuera toda la semana, tiene mucho trabajo atrasado- Leah puso una mueca de fastidio.

-Vaya; me hubiera gustado conocerle... pero estoy segura de que habrá otras ocasiones- la animó.

-Eso espero- suspiró la joven castaña; pero algo en su interior le decía que eso sería prácticamente imposible; entendía a Edward, y que no le apeteciera estar rodeado de universitarios hormonales de primer año.

Pero por otro lado, él siempre estaba con que tenía que vivir y divertirse... y no terminaba de comprender por qué se sentía mal por ser algo más mayor; ella quería compartir todas esas experiencias con él... y tal y cómo le pasaba a ella, debería importarle un comino lo que dijera la gente. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo que, a veces, pesaba la diferencia de edad; puede que dentro de unos años no se notara tanto... pero ahora esos casi diez años de diferencia pesaban cómo una losa.

Leah tenía sus sospechas, pero decidió no atosigar a Bella y no insistió más en el tema. Tomaron un café a la hora del receso, con la sola presencia de Henry, el cual no dejaba de repetir lo bien que se lo pasarían esta noche.

Las dos horas restantes pasaron relativamente pronto, y nada más sonar el timbre la gente huyó de allí lo más deprisa que les fue posible... cómo se notaba que era viernes al mediodía. Las dos jóvenes abandonaron el aula; Bella estaba nerviosa, ya que no había hablado con Edward desde la pasada noche, y cuándo ella se fue a sus clases tanto él como Jasper seguían dormidos; esperaba arreglar las cosas con él en casa, odiaba estar enfadada con él.

Justo se despedía de Leah en la entrada del campus, cuándo Henry, Zack y Cindy se acercaron a ellos.

-¿Animados para la salida de esta noche?- preguntó animado Zack.

-Tengo ganas de olvidarme de apuntes, libros y trabajos por unas horas- exclamó Henry, para después dirigirse a Leah y Bella -¿vendréis acompañadas, no?- les preguntó con una sonrisa cómplice.

-Randall y yo si que iremos, aunque no nos quedaremos mucho- confirmó Leah.

-Edward y yo no podemos ir- explicó Bella -tiene mucho trabajo atrasado-.

-Qué pena- se lamentó Cindy.

-Tenía mucha curiosidad por conocer a Edward- dijo Zack, con una mueca de fastidio. Justo en ese momento Annie se unió al grupo.

-¿Qué ocurre?- inquirió con verdadera curiosidad, después de saludar.

-Bella y Edward no pueden venir esta noche- le explicó Henry.

-Vaya- suspiró -es una pena- exclamó con una sonrisa un poco falsa -¿tu novio es ermitaño o algo parecido?- preguntó con cierta malicia.

-No, Annie- le respondió, inspirando profundamente para darse paciencia -simplemente está cansado después de una semana fuera, y además tiene mucho trabajo atrasado- la joven iba a añadir algo más, pero la mirada que le dirigió Bella hizo que se callara.

-Cambiando un poco de tema- dijo con un ligero movimiento de mano -hace apenas diez minutos me he cruzado con el chico más guapo que he visto en mi vida- contó jovial. Leah, Bella y Cindy rodaron los ojos, aburridas.

-¿Y dónde está esa pobre víctima inocente?- le preguntó Zack, ante las risas contenidas del resto. Desde que se habían conocido, el único tema del que sabía hablar la joven era la población estudiantil masculina de la universidad.

-Le he visto en la entrada; parecía un poco perdido y le he preguntado si necesitaba algo- respondió, con una sonrisa satisfecha -no debe ser estudiante, nunca le he visto por los pasillos- les contó, atusándose el pelo.

-¿Y qué te ha dicho él?- quiso saber Cindy.

-Ha sido un poco brusco- rodó ella los ojos -pero siempre se ha dicho que los más difíciles de atrapar son los más interesantes- acabó de contar, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.

-¿Y por casualidad... es alto, con el pelo despeinado... y lleva unos vaqueros oscuros y una cazadora de piel negra?- Bella frunció el ceño ante la pregunta de Zack... pero se mantuvo en silencio.

-¿Por?- inquirió la joven -¿le habías visto antes por aquí?- preguntó con verdadera curiosidad.

-No; simplemente te lo digo porque viene hacia aquí- se encogió de hombros; el grupo se dio la vuelta, a la vez que Annie sonreía de forma coqueta... pero los ojos de Bella se abrieron por la sorpresa. Edward se acercaba a ellos, guapísimo cómo era costumbre, y con la sonrisa torcida marca Cullen en su cara.

-¿Ese es?- le preguntó Cindy a Annie, que no podía apartar sus ojos de ese hombre; la joven simplemente asintió, haciéndole un gesto con la mano para que se acercara. Iba a decirle algo, pero se quedó con la palabra en la boca cuándo el joven de cabello cobrizo ni se dignó a mirarla... y su mandíbula por poco se cae al suelo cuándo aquel chico tan atractivo se dirigió directo hacia la insulsa y simple Isabella Swan.

El corazón de la joven castaña pegó un brinco cuándo su novio llegó a su altura; ¿qué diablos hacía Edward aquí?.

-Hola cariño- la saludó con esa sonrisa que hacía que casa célula de su cuerpo se activara; sin darle tiempo a pensar algo coherente qué decir, sintió que la mano de Edward rodeaba su cintura, para acercarla contra su cuerpo y posar sus labios en los de su pequeña, dándole un tierno beso.

-Edward...- susurró, incrédula por los que estaba pasando, pero el joven la interrumpió, dejando un pequeño y casto beso de nuevo en sus labios.

-¿No puedo venir a buscar a mi preciosa novia?- inquirió, con una sonrisa y de muy buen humor; dejando a Bella con la palabra en la boca, se giró hacia el resto -perdonad que os haya interrumpido-.

-No interrumpes- se apresuró a decir uno de ellos -soy Zack, y ella es mi novia Cindy- se presentó la joven pareja.

-Yo soy Leah- la joven morena se adelantó un paso -teníamos muchísimas ganas de conocerte- exclamó jovial, dándole una sonrisa cómplice a Bella.

-Encantado de conoceros; Bella me ha hablado mucho de todos vosotros- dijo después de las presentaciones. Henry, que se había mantenido en silencio, alzó la mano para estrechársela.

-Henry- simplemente dijo su nombre: Edward sólo asintió mientras se daban la mano, para después girarse a la única que le quedaba por conocer oficialmente.

-Seguro que tú eres Annie- adivinó conteniendo una sonrisa, mientra acercaba a Bella más a su cuerpo.

-Ehhh... si, soy Annie- murmuró, roja de vergüenza; Leah y el resto tuvieron también que retener la risa.

-Un placer conocerte también, antes se te ha caído este papel- le dijo Edward mientras le tendía lo que parecía ser la hoja de un block pequeño de notas. Annie frunció el ceño mientras lo cogía, a la vez que farfulló una pésima disculpa, para alejarse de allí.

-¿Qué era eso?- interrogó Bella a su novio, una vez que la tediosa muchacha estuvo lo suficientemente lejos.

-Su número de teléfono- suspiró resignado mientras rodaba los ojos. Se oyó chirriar los dientes de la joven castaña... maldita Annie. El resto no pudo menos que echarse a reír.

-Annie puede ser muy persistente- le aclaró Zack.

-Eres demasiado blando con esa palabra- le respondió Edward, ganándose una sonrisa por parte del joven.

-No creo que vuelva a molestarte; se lo has dejado muy claro- le tranquilizó Leah, dándole un codazo amistoso.

-Eso espero- murmuró Edward, que fijó su vista en su novia, que desde sus brazos seguía sumida en el silencio -tranquila- le susurró, dejando un pequeño beso en su sien, cosa que hizo que su pequeña esbozara una pequeña sonrisa.

-Bella nos ha dicho que no podéis venir esta noche- dijo Cindy, con pena.

-Edward tiene mucho trabajo, y...- empezó a explicar de nuevo Bella, pero Edward la interrumpió.

-Por supuesto que iremos- soltó él tan tranquilo, para alegría del resto y total asombro de su pequeña -me pondré al día con el trabajo el fin de semana-.

-Estupendo- se frotó las manos Zack.

-También vendrá mi marido- le explicó Leah, a lo que Edward asintió, animado.

-Entonces... ¿os va bien en el Blue River, a las ocho?- propuso Cindy.

-Allí estaremos- le confirmó Edward. Una vez se despidieron y cada uno se fue por su lado, Bella caminaba silenciosa de la mano de su novio, camino de su casa.

-¿Por qué lo has hecho?- inquirió, con un hilo de voz -se qué no te apetece- Edward detuvo sus pasos, para encarar a su pequeña y rodear su cintura con ambas manos.

-Porque no quiero que estemos enfadados- le explicó cariñosamente -tú mereces disfrutar de tus años universitarios, y no seré yo quién te lo impida-.

-Pero no quiero que hagas algo que no te apetece- le volvió a repetir, apartando su intensa mirada verde de ella.

-Ehhh preciosa- la llamó él -tú has conocido a mis amigos en Huntsville; creo que lo justo es que yo conozca a los tuyos- por fin su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, y él suspiró satisfecho -no soporto estar enfadado contigo- le volvió a repetir, acariciando suavemente su barbilla con uno de sus dedos.

-Yo tampoco lo soporto- le confesó ella, abrazándose a él.

-Ya verás cómo lo pasamos bien- la animó él, dejando un pequeño beso en su pelo.

-Espero... mientras Annie no te acose- murmuró la joven, contra su pecho. Edward rió divertido.

-¿Sabes que celosa eres adorable?- le dijo, lo que provocó el sonrojo de la joven -tranquila por eso... tenías razón, es un poco rara-.

-Es una lagarta- siseó cabreada, lo que provocó que su novio riera a carcajada limpia.

-Yo no la definiría mejor- aprobó el joven -no tienes de qué preocuparte cariño- la volvió a tranquilizar -sólo me importas tú- Bella no pudo evitar emocionarse por esas palabras; tenía que reconocer que Annie era una chica muy atractiva, a pesar de su carácter; a veces seguía sin entender que había visto Edward en ella.

Pero sus pensamientos quedaron interrumpidos por el beso que le dio Edward, y ella le correspondió gustosa, dejando zanjado el tema y disfrutando de ese dulce momento.

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Después de una agradable y tranquila tarde de reconciliación, pasaban cinco minutos de las ocho de la tarde cuándo traspasaban las puertas del Blue River; Edward sujetaba la puerta a su novia, guapísima con unos vaqueros azules y un top azul de escote asimétrico; por encima llevaba la chaqueta de piel que le había regalado Esme por su cumpleaños.

-¿Los ves?- le murmuró su pequeña al oído; el bar estaba bastante lleno, y la gente se agolpaba en torno a la barra.

-Creo que allí esta Leah- le indicó Edward con la mano; en efecto, en una esquina de la barra estaban Leah, Zack, Cindy y un chico al que no conocía, por lo que supuso que sería el marido de su amiga. Su novio la instó a que se dirigiera hacia allí, con una mano en la parte baja de su espalda.

-Hola chicos- saludó Bella.

-Edward, Bella- los saludó alegremente Leah -os presento a Randall, mi marido- el joven moreno, nativo al igual que su esposa, y tan grande cómo sus cuñados Emmet y Jake, se adelantó para saludarles.

-Es un placer- replicó con una sonrisa amistosa, para después estrechar la mano de Edward. Pidieron unas cervezas, y las chicas se juntaron en grupo.

-Bella, es guapísimo- fue lo primero que le soltó Cindy en cuánto los chicos se enfrascaron en una conversación sobre la liga de béisbol americana.

-Gracias- murmuró la joven, sonrojándose levemente.

-No me lo imaginaba así- dijo Leah -hacéis muy buena pareja-.

-Ya lo creo- le dio la razón Cindy -pero... ¿cuántos años dices que tiene?- Bella sonrió.

-Veintinueve- le recordó; Cindy la miró asintiendo, pero al ir a decir algo, una voz la interrumpió.

-¿Qué me he perdido?- interrogó Henry, que justo llegaba en ese momento.

-Nada interesante, hablamos de chicos- le aclaró Leah. Henry rodó los ojos, y dejando a las chicas se acercó a la barra, dónde Zack, Randall y Edward conversaban animadamente.

-¿Creéis que es muy mayor?- les preguntó a las chicas.

-Por supuesto que no, Bella- contestó Cindy, muy convencida -¿nunca has oído eso de que no hay edad para el amor?-.

-Bien dicho- alabó Leah -son algunos años de diferencia, eso no se puede obviar- murmuró pensativa -y es lógico que veáis ciertas cosas de manera diferente- le dio su opinión.

-Pero os compenetráis muy bien- añadió Cindy -¿su familia puso pegas al principio?-.

-Al contrario- rodó los ojos Bella -tengo tres cuñados que podrían rivalizar con Cupido- dijo con una sonrisa.

Les relató brevemente cómo fueron enamorándose; para ella era extraño, nunca había hablado de esos temas más que con Alice, Nessie y Rose... pero no se sintió incómoda. Leah y Cindy la escuchaban atentamente, soltando suspiros en diferentes partes del relato.

-Wau... - exclamaba Leah cada dos por tres.

-Es muy romántico- decía Cindy, con una sonrisa tonta -y se le nota a leguas que te adora-.

-¿Por?- preguntó Bella, alzando una ceja.

-Cada pocos minutos su mirada te busca- le explicó Leah.

-Pero no es una mirada de perro guardián- añadió Cindy.

-A veces no me extrañaría que lo fuera- rió Bella, en broma.

-Todos los hombres tienen un punto de celos- rodó los ojos Leah -pero su mirada se ilumina en cuánto te tiene frente a sus ojos- Bella se volvió a sonrojar, y dio un pequeño trago a su cerveza.

-Ese hombre te quiere Bella- exclamó Cindy -no hay más que observarle- Bella giró la vista unos segundos, para encontrarse con la mirada de su novio, que la sonreía con cariño. Ella le dio un asentimiento con la cabeza, diciéndole que todo estaba bien, para volverse a sus amigas.

-Bien; turno de Randall- exclamó divertida. Leah sonrió, y las chicas se entretuvieron un buen rato hablando de sus respectivos. Bella descubrió que ellos se llevaba cinco años, y que los padres de la joven, de buena posición económica, no aprobaron su relación con el hijo de un humilde empleado de la construcción y de una ama de casa.

-Nos casamos nosotros dos solos, con sus padres de testigos- les relató ella, poniendo una mueca de pena.

-¿Los echas de menos, verdad?- le preguntó Bella, dándole una mirada de ánimo.

-Mucho- suspiró ella -espero que algún día las cosas puedan arreglarse-.

-Seguro que sí- la animó Bella, dándole un apretón en el brazo, en señal de apoyo.

-Por cierto- dijo Cindy, cambiando de tema -¿Annie no iba a venir?- preguntó. Leah se carcajeó.

-No creo que venga, después del ridículo que ha hecho esta mañana-.

-Cierto- aprobó Cindy -deberías haber visto su cara cuándo Edward te ha besado-.

-Me lo imagino- rodó los ojos la joven castaña -espero que haya captado que Edward es mi novio-.

-Te aseguro que él mismo se lo ha dejado más que claro- espetó Leah -se lo merece por creerse que todos los hombres del planeta están a sus pies-.

Bella deseaba para sus adentros que así fuera; Edward se lo había dejado más que claro, y sabía que no soportaba a ese tipo de chicas... pero no se fiaba un pelo de ella; si ya no la tenía mucha simpatía, con lo ocurrido al mediodía Annie terminó por rematarlo. Siguieron en animada charla, cambiando radicalmente de tema, hasta que Bella sintió los brazos de Edward rodeándola por detrás.

-¿Todo bien por aquí?- interrogó en general, dirigiéndose a las chicas.

-Todo bien- respondió su pequeña.

-¿Cómo va el béisbol?- el joven rió ante la pregunta de Cindy.

-Randall y yo intentamos convencer a Zack de que los Cleveland Indians no tienen nada que hacer contra los Texas Rangers- le explicó divertido.

-Y no podrás hacer nada al respecto- rodó cómicamente los ojos su novia -es un fanático de los Cleveland- el grupo rió divertido.

-Nos hemos dado cuenta- dijo Edward -hemos conseguido una mesa, ¿os apetece comer algo?- las chicas asintieron, y guiadas por el joven tomaron asiento en una mesa grande, para disfrutar de una pequeña cena.

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-Estoy agotada- se quejó Bella, abriendo la puerta de su dormitorio y sentándose en la cama, para quitarse las botas. Las lanzó lejos, y se tumbó unos segundo, cerrando suavemente los ojos. Estaba muy sorprendida; la velada había ido muchísimo mejor de lo que esperaba. Habían terminado cenando alitas de pollo y hamburguesas; y su novio parecía haber hecho muy buenas migas con el marido de Leah, Henry y Zack. Incluso, para sorpresa suya, les había invitado a cenar una noche en casa, alegando que su pequeña cocinaba de maravilla.

Sintió que la cama se hundía a su lado, y al abrir los ojos se topó con los orbes de Edward, que se había tumbado de lado, apoyado en uno de sus codos.

-¿Te has divertido?- le interrogó su novio, jugando con uno de sus rizos.

-Me lo he pasado muy bien- le confirmó su pequeña; por un momento se fijó en los ojos verdes del joven; Leah tenía razón, eran tan expresivos, y decían tantas cosas en silencio... se quedó callada unos instantes, perdida en ese mar esmeralda.

-¿Qué pasa?- le preguntó suavemente su novio, dejando su pelo y pasando su dedo por la mejilla.

-Nada... es una tontería- dijo Bella, pero su sonrojo la delató, y Edward siguió insistiendo.

-Leah dice que tus ojos brillan de un modo... especial, por así decirlo-.

-Eso pasa cada vez que te tengo frente a mí- murmuró, acercándose a sus labios. Dejó sobre ellos un suave beso, que a la joven le supo a gloria.

-Gracias por haber accedido- murmuró Bella, una vez dejó de besarla.

-No me tienes que agradecer nada, cariño- le contestó el joven -haría cualquier cosa por ti, es superior a mis fuerzas verte triste- su pequeña se emocionó ante sus palabras, y buscó de nuevo la boca de Edward.

Poco a poco y sin que ninguno se diera cuenta, el beso pasó a cotas más apasionadas; y cuándo Bella se separó de los labios de su novio, en un intento de llevar aire a sus pulmones, se percató de que Edward estaba entre sus piernas, y la aprisionaba contra en colchón. Pero éste, lejos de separarse, siguió dejando besos por toda su cara y su cuello, y la joven sintió la firme y familiar erección presionando su estómago.

Un conocido hormigueo la recorrió de la cabeza a los pies, lo que unido a los besos que Edward dejaba por toda su piel que estaba expuesta, hizo que se abandonara, quedando por completo a merced de su novio, que poco a poco fue quitándole la ropa.

En pocos minutos estaba sólo con su ropa interior, y Edward la contemplaba cómo si fuera la más valiosa pieza que jamás hubieran visto sus ojos. Sin dejar de maravillarse con la visión que tenía frente a sus ojos, el joven se incorporó para deshacerse él mismo de sus prendas.

-Eres preciosa- le decía una y otra vez mientras se volvía a tumbar sobre ella, y sus manos y labios recorrían sin tregua alguna su pálida piel de porcelana. Bella se estaba volviendo loca; la deliciosa fricción de sus cuerpos la estaba llevando a cotas insospechadas de placer, y aprovechó que Edward bajó la guardia unos segundos, para girarse y quedar ahora ella encima suyo, sentada.

Quitándose ella misma el sujetador, sus labios y manos se dedicaron a explorar con besos el pecho de Edward.

-Joder Bella- siseó con voz ronca, cuándo sus labios apresaron suavemente uno de sus pezones.

-Sólo disfruta- susurró Bella sobre su piel. Sus manos bajaban sinuosamente a lo largo de su cuerpo; delineó con su lengua cada músculo de su marcado abdomen, acarició sutilmente con sus manos las marcadas uves de sus caderas. Edward no paraba de gemir cosas sin sentido alguno; las manos y la boca de su pequeña le estaban llevando al límite, pero no pudo contener su sorpresa cuándo esas pequeñas manos siguieron bajando, agarrando su miembro firmemente.

-Dios Bella... eso se siente bien- siseó entre gemidos. La joven sonrió, complacida para sus adentros... y eso la animó a seguir acariciándolo, tanto con sus labios cómo con su boca.

Los gemidos roncos de Edward inundaron la habitación, y justo antes de explotar en un intenso orgasmo, apartó a su pequeña, girándola y dejándola tumbada sobre la cama, para fundirse con ella en un rápido movimiento.

-Edward...- repetía la joven con los ojos cerrados, mordiéndose el labio para evitar que gritos de placer saliesen de su garganta.

-Me vuelves loco Bella... - susurró, besando y mordisqueando el lóbulo de su oreja; su novia buscó con desesperación sus labios, a la vez que perdía sus dedos por su cabellos, tirando cada vez con más fuerza.

Edward sabía lo que ese gesto significaba, y aceleró aún más sus embestidas, llegando los dos prácticamente al mismo tiempo a un intenso orgasmo. Sus brazos apenas podían sostener el peso de su cuerpo, y cayó desplomado encima de Bella, sudoroso y con la respiración entrecortada. Ambos intentaban recuperar el ritmo regular de sus respiraciones, y Edward no pudo evitar cerrar los ojos al sentir los dedos de su pequeña retirar los rebeldes mechones que le cubrían la frente.

-Te quiero- oyó que le decía su pequeña.

-Yo también, mi pequeña estrellita, murmuró dejando un pequeño beso en el nacimiento de sus pechos, para después caer rendidos en un profundo sueño.

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El fin de semana pasó cómo una exhalación; la pareja se dedicó a disfrutar de la tranquilidad de su hogar, y de su mutua compañía.

La semana también pasó rápida, y el viernes a la tarde, después de despedirse de sus compañeros, cargaron las maletas en el volvo para dirigirse rumbo a Huntsville, para pasar la semana de las vacaciones por Acción de Gracias. Sólo era fiesta para todos el día señalado, pero los colegios, institutos y universidades disponían de una semana entera de vacaciones.

Charlaron animadamente a lo largo de todo el camino, y la sonrisa de la joven se ensanchó cuándo el coche traspasó la verja principal del rancho Killarney; le encantaba el bullicio y ajetreo de San Antonio... pero amaba volver al que consideraba su verdadero hogar. En la entrada principal del rancho toda la familia estaba reunida, para darles la bienvenida. Bella abrazó a Esme, a sus cuñadas y se deshizo en besos con el pequeño Owen, que había crecido una barbaridad.

-¡Bellie Bells!- Jake la levantó del suelo para abrazarla; Bella en verdad echaba de menos sus abrazos de oso, al igual que los de Emmet y Jasper.

-La vais a marear- les riñó Alice, que justo acababa de dar dos besos a Edward. Carlisle se quedó apartado, mirando a su hijo pequeño y a su novia con una sonrisa cómplice. Abrazó a Edward, y después se giró hacia la joven para repetir el gesto.

-Bienvenidos a casa, hijos- exclamó, feliz de ver a toda su familia reunida.

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Hay chicas, ando en La Luna, la vida me esta sonriendo... Estoy muy Feliz! Y esta historia es de lo MEJOR!! 
Aca las dejo, las quiero Mucho!!¡¡ Muchos BESOS!!....

3 comentarios:

  1. Fantastica ,me encantooooo ,es bueno saber que estás felizzzzzzz.pasala bien,besos desde Ecuador....

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  2. muchas gracias por el capi nena!!! me encanta la historia. Me alegro de verdad que la vida te sonria.muchos besitos linda!!!

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