miércoles, 6 de marzo de 2013

Cowboy de mi Corazón.



Capítulo 28:                  No codicies lo que no puedes tener

La semana pasó cómo una exhalación para la joven Isabella Swan; y para cuándo se quiso dar cuenta, despedía a Edward y a su cuñado Jake, que estaría fuera durante toda la semana, debido a los negocios del rancho. Después de que Jake la levantara por los aires, en un enorme abrazo de oso, fue el turno de despedirse de su novio.

-Cuídate mucho- susurró con los labios pegados al cuello del joven, que sintió una agradable sensación de cosquilleo en su piel, justo dónde chocó el aliento de su pequeña.

-Soy yo el que no me voy tranquilo, mi vida- respondió éste de vuelta, estrechándola con suavidad entre sus brazos -no me gusta dejarte sola tanto tiempo- era cierto, no le gustaba para nada esos viajes... antes eran su salvación para salir del rancho y dejar de pensar en su dulce tormento... pero ahora no llevaba nada bien dejar sola a su pequeña... más si cabe, desde que se percató, la semana pasada, de que Henry albergaba ciertos sentimientos por ella.

Bien es cierto que el asunto quedó ahí; por el bien de su relación con Bella, y el suyo propio, se obligó a mantener su vena celosa bajo control... confiaba en su pequeña, y en la relación que tenían; el problema radicaba en que no se fiaba en absoluto en ese chico. Esperaba que sus gestos y actitud le dejaran claro al Henry de las narices que Bella era su novia; y que ella, por asombroso que le siguiera pareciendo, lo había escogido a él.

Desechó a un lado esos pensamientos, por su propia salud, y con uno de sus dedos hizo que su pequeña le encarase; sin decir una sola palabra, bajó los labios al encuentro de los de su novia, y la besó hasta dejarla sin aliento. En circunstancias normales no haría ésto delante de su hermano, y era consciente de que tendría cachondeo hasta que aterrizaran en San diego... pero en esos instantes le daba igual; necesitaba embotarse de la esencia y del sabor de Bella, y demostrarle, aunque fuera en silencio, quién la cuidaría y amaría por el resto de sus días.

La joven castaña respondió gustosa y con el mismo ímpetu al beso que le regalaba Edward; pero cuándo se separaron, jadeantes, el matiz que adornaba los ojos de su novio la inquietó ligeramente.

-Edward, ¿qué va mal?- interrogó, mirándole preocupada; ese beso le había dejado un sabor que aún no conseguía descifrar.

-Nada en absoluto, cariño- respondió éste -¿no puedo besar a mi preciosa novia, a la que por cierto, no voy a ver en una semana?- inquirió con tono juguetón. Ella rió, negando con la cabeza, observando cómo Edward había sacado su sonrisa estilo Cullen a relucir.

No se habían dado cuenta de que Jake, en un intento de darles privacidad, se había introducido en el coche, y por la sonrisa de su cara Bella adivinó que hablaba con Nessie. Su novio la abrazó con fuerza una vez más.

-En cuánto nos instalemos en el hotel te llamo- le prometió.

-Cuídate mucho- le susurró ésta simplemente -se os va a hacer tarde- le indicó, deshaciéndose con cuidado de la cárcel en la que se habían convertido los brazos de su novio -Jake se va a impacientar- dijo con una risilla.

Dos minutos después, Bella veía cómo el volvo gris se perdía, camino del aeropuerto de Houston, para coger desde allí un vuelo directo a tierras californianas. El automóvil dobló la esquina, y la joven castaña emitió un profundo suspiro antes de adentrarse de nuevo en el edificio, deseando que la semana pasara lo más rápido posible.

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Fue un fin de semana extremadamente tranquilo; el mismo viernes en el que se fueron Edward y Jake bajó a hacer unas escasas compras al supermercado, y apenas salió para nada. Se dedicó a hacer las tareas de la casa, adelantar algún que otro trabajo de la universidad para tener las vacaciones un poco libres, y a tumbarse en el sofá a ver la televisión, leer o descansar.

El lunes Leah no acudió a clase, ya que ella y Randall debían ir a resolver los últimos papeleos de compra-venta de su casa. No vio a Henry ni a Anne, que desde su desafortunado encuentro con Edward apenas se dejaba ver unos pocos minutos. A los que si vio en la hora del café fue a Zack y a Cindy; cargando con su habitual capuccino y un delicioso bollo de canela, se dirigió a la mesa dónde la pareja se encontraba.

-¡Bella!- exclamó la joven rubia, con una inmensa sonrisa.

-Hola chicos- saludó ésta, dejando la bandeja y después su bolso, para después tomar asiento.

-¿Cómo van las clases?- interrogó Zack, masticando un enorme bollo de chocolate.

-No hables con la boca llena- le reprendió su novia, medio enfadada medio divertida; Bella rió con disimulo antes de contestar.

-Bueno... la clase de la señora Vods aburridísima, cómo siempre- bufó -desarrollo psicomotriz y expresión artística un poco más animadas- explicó dando vueltas a su café -¿y vosotros?-.

-Cómo siempre- se encogió de hombros Cindy -sin ninguna novedad-.

-Eso no es cierto- exclamó Zack; ambas chicas lo miraron sin entender de qué estaba hablando -¿no os habéis enterado?- preguntó asombrado. Bella negó con la cabeza.

-¿Enterarnos de qué, exactamente?- interrogó Cindy a su novio.

-De la fiesta que dan las facultades de Medicina y Biología- les empezó a relatar -es el viernes en el gimnasio principal. Quieren recaudar dinero para ampliar la biblioteca y adquirir material para los laboratorios-.

-¿Y de esa parte no debería encargarse la universidad?- objetó Cindy -bastante les pagamos con las matrículas y los cursos en sí-.

-Por lo visto lleva siendo un tema polémico desde el comienzo del curso- aclaró el joven -uno de mis compañeros de piso estudia medicina, y me ha ido contando el tema-.

-¿Y el decano ha dado el visto bueno?- preguntó ahora Bella, un poco sorprendida. Había visto al decano de la universidad en una ocasión; era un hombre que rondaría los sesenta años, de complexión delgada y el pelo cano... y con un rictus serio y aterrador en su cara; la joven castaña dudaba que le gustara cualquier tipo de diversión estudiantil.

-Parece ser que ha accedido- musitó Cindy.

-No le pareció mal que los alumnos organizaran una fiesta, a fin de recaudar fondos para el material; podríamos ir a ver qué se cuece por allí- sugirió animado. Cindy asintió entusiasmada, pero a Bella no es que le apeteciera mucho ir. Nunca había sido muy de fiestas universitarias, no le gustaban mucho las aglomeraciones de gente, y el alcohol no beneficiaba a su cordura en absoluto... todavía recordaba la despedida de soltera de Nessie.

-Vamos Bella, anímate- le pidió su amiga.

-Dile a Edward que venga- sugirió Zack.

-Está en San Diego con su hermano, y no regresa hasta el sábado- les recordó.

-Es verdad- cayó ésta en la cuenta -pero podrías venirte tú-.

-No sé...- decía Bella, claramente dubitativa; si fuera Leah con ella se lo pensaría. Pero en ese aspecto se parecían demasiado, ya que Leah huía, literalmente hablando, de ese tipo de fiestas.

-Vamos Bella- rogó de nuevo Cindy -saldríamos un rato y nos lo pasaríamos bien- la joven suspiró antes de responder.

-No sé...- seguía dubitativa; si hablaba con Edward seguro la animaba a ir... pero no le apetecía ni pizca.

-Tengo cuatro días para convencerte- aseguró su rubia amiga, muy pagada de si misma. Bella sonrió divertida, negando con la cabeza.

-Yo que tú, no cantaría victoria tan fácilmente- le advirtió su novio -esta hermosa joven no se dará por vencida hasta que no te arrastre a esa fiesta- dijo de manera teatral, para después dejar un pequeño beso en la mejilla de su novia.

-Ya veremos- fue lo último que dijo Bella acerca del tema... pero presentía que el asunto no estaba para nada finiquitado.

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Y su intuición no la engañó; el miércoles Leah y Randall se empeñaron en invitarla a cenar en su casa, dado que estaba sola. Compartieron una agradable charla en torno a un sencilla cena, y la conversación siguió en torno al café que vino a continuación.

-¿Cómo le va a Edward en San Diego?- le preguntó Randall.

-Han cerrado varias ventas de reses para crianza- les empezó a relatar la joven castaña -aparte de eso, agotados de ir de rancho en rancho, visitando a los clientes-.

-Es comprensible- le dio la razón Leah.

-Un rancho conlleva muchísimo trabajo- le dio la razón Randall a su mujer -la gente se piensa que las vacas y toros se cuidan solas; y no se dan cuenta de lo que implica un negocio de esa magnitud-.

-Los animales, los proveedores de pienso, la contabilidad...- enumeró Bella, asintiendo con una pequeña sonrisa.

-Exacto- aprobó Randall -hay que trabajar muy duro para sacar todo eso adelante, y si encima vienen tiempos malos... -dejó inconclusa la frase. Bella evocó lo que alguna vez le habían contado tanto Carlisle cómo alguno de sus cuñados, incluso Edward. El rancho Killarney también había pasado por muy malas épocas, y una vez estuvieron a punto de rozar la quiebra absoluta.

La joven miró su reloj, y descubrió con incredulidad que pasaban de las once de la noche.

-Dios; es tardísimo, y mañana tenemos clase a primera hora- exclamó, levantándose para ayudar a su amiga a recoger las tazas.

-Deja eso- la regañó la joven morena, con cariño -Randall, creo que deberíamos acercar a Bella a su casa, es muy tarde-.

-No os molestéis, puedo coger un taxi...- declinó ésta el ofrecimiento.

-Por supuesto que te llevaremos Bella- ahora el que habló fue el propio Randall -es muy tarde para que busques un taxi a estas horas... Edward no me lo perdonaría si te pasara algo- le dijo éste, esbozando una sonrisa malévola y divertida.

Esas fueron las palabras mágicas para la joven, y accedió a que sus amigos la acercaran hasta su casa. Justo antes de despedirse, Leah volvió a insistir con el tema de la fiesta. Para sorpresa de Bella, Leah iba a ir.

-Vamos Bella; será divertido- le suplicó -apuesto a que Edward te ha dicho que vayas y te diviertas-.

-"Por supuesto que debes ir, cariño; también te mereces salir y evadirte un poco de la rutina"- expresó con voz solemne -esas fueron sus palabras- les relató a la pareja, que la escuchaban divertidos.

-¿Lo ves?- dijo Leah, cómo si fuera lo más obvio del mundo -te prometo que volveremos pronto a casa- insistió de nuevo. La joven exhaló un suspiro cargado de paciencia.

-Cuándo Cindy y tú os aliáis, sois terribles- murmuró entre dientes; Randall seguía atento a la conversación de las chicas, sonriendo divertido y negando con la cabeza -está bien- Leah sonrió, en un gesto de clara victoria -sólo un rato, vemos el ambiente y nos volvemos; al día siguiente por la mañana regresa Edward y...- su amiga la interrumpió.

-Te prometo que a la mañana siguiente estarás fresca cómo una lechuga para recibir a tu hombre- juró, poniendo un tono de voz sexy, lo que provocó que los tres se echaran a reír.

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El dichoso día de la fiesta llegó; media facultad estaba más que emocionada por asistir a uno de los mayores eventos celebrados en el campus, palabras textuales de los estudiantes de la universidad de San Antonio.

Quedó con los chicos en la entrada del gimnasio dónde se celebraría la fiesta; de modo que a eso de las ocho de la tarde, empezó a arreglarse. Justo cuándo salía de la ducha, su móvil sonaba. Con paso apresurado se dirigió hacia el dormitorio, y esbozó una sonrisa antes de descolgar.

-Hola vaquero-.

-Hola preciosa, ¿cómo estás?- la suave voz de Edward, siempre tan cariñoso con ella, hizo que su corazón se encogiera de ternura y emoción.

-Bien; justo acabo de ducharme- le contó mientras se sentaba en la cama, envuelta en el albornoz y con una toalla en su cabeza.

-Daría lo que fuera por haber presenciado eso en directo- la joven sintió cómo enrojecía desde la raíz de su cabello hasta las uñas de sus pies... no podía evitarlo, era superior a sus fuerzas.

-¿Cómo va todo?- preguntó, en un intento por cambiar de tema. Edward se dio cuenta de sus intenciones, y rió divertido.

-Aún con el tiempo que llevamos de novios te sonrojas; eres adorable- parecía que la estaba viendo, envuelta en las toallas y con ese tono color cereza alojándose en la piel de su rostro y escote -estamos bien, pero muy cansados... y deseando llegar a casa- respondió a la pregunta de su pequeña.

-Yo también quiero que llegues- suspiró ella -te he echado mucho de menos-.

-Y yo cariño, no sabes cuánto -respondió el joven -pero ya no me iré más de viaje hasta dentro de un par de meses, por lo menos- le recordó. Ella sonrió mientras escuchaba sus palabras... era tan cariñoso y considerado.

-¿Cómo está Jake?-.

-Está aquí conmigo, te manda recuerdos -le dijo -y también tiene unas ganas locas de volver a casa con sus chicas- le relató.

-Es comprensible- le dio la razón Bella -dale recuerdos de mi parte-.

-Se los daré; y bien, ¿animada para la fiesta de esta noche?- inquirió el joven ranchero, cambiando de tema.

-No mucho, la verdad- contestó -creo que volveré pronto-.

-Cariño, te mereces salir y divertirte un poco- le medio reprochó Edward -Jake dice que te diviertas; y que si él estuviera allí, se iría contigo sin dudarlo -.

-Eso no lo dudo- rodó los ojos Bella; por detrás del teléfono se oían las risas de su cuñado... pero también se oía bastante jaleo -¿dónde estáis?; se oyen muchas voces- le preguntó, extrañada; para esa hora solían estar ya en el hotel.

-Hemos salido a cenar y a tomar algo- le explicó tan tranquilo su novio, aunque por detrás de él se oía la risilla pícara de Jake, que seguro estaría diciendo alguna de sus lindezas.

-Espero que lo paséis bien- les deseó la joven.

-Y yo espero que disfrutes de la fiesta; tengo que colgar cariño, ya vamos a sentarnos a cenar- se despidió -mañana antes de lo que piensas, estaré en casa-.

-Te espero- exclamó Bella, con una sonrisa de tonta enamorada en su cara -te quiero-.

-Y yo a ti cariño; hasta mañana- respondió el joven.

-Hasta mañana- Bella colgó el teléfono, impaciente por que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. En el fondo, reconocía que tenía cierta curiosidad por ir a su primera fiesta universitaria... y quizá todos, incluido su novio, tenían razón y también se merecía un poco de diversión.

Con ese pensamiento y un poco más animada acerca del tema, se levantó para terminar de prepararse. Una hora después, se estudiaba minuciosamente en el enorme espejo de la entrada. Se decantó por unos vaqueros ajustados, con botas altas por encima de ellos, negras y de tacón. Un top color esmeralda, uno de sus colores favoritos por razones obvias, se anudaba a su cuello. Completaba su atuendo la cazadora que le había regalado Esme, y la coleta alta y el sutil maquillaje hizo que se viera atractiva.

Una media hora después pagó al taxista y descendió del automóvil, y no tuvo que buscar mucho con la mirada para dar con sus amigos, que la esperaban.

-¡Bella, aquí!- llamó su atención Cindy, muy guapa con un vestido en tonos marrones y altísimos zapatos de tacón.

-¡Wow!- menudo cambio -alabó Zack -si yo fuera Edward y estuviera aquí, no te quitaría el ojo de encima- Bella rodó los ojos.

-No le hagas caso- le previno Leah -ahora vamos a divertirnos- con esa afirmación, el grupo entero se dirigió hacia el interior del gimnasio. Anne y Henry también estaban; ésta apenas le dirigió una mirada y un escueto hola. Henry se mantuvo callado, pero apenas podía apartar su vista de Bella.

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El gimnasio estaba a rebosar; la voz de había corrido de tal manera por el resto de facultades, que todos los alumnos de la inmensa Universidad estatal de San Antonio estaban allí congregados. En la pared norte habían instalado una inmensa barra para servir bebidas, y al fondo el DJ que había contratado la organización pinchaba sin parar las canciones de moda. El grupo entero se dirigió hacia la barra, dónde los chicos se encargaron de pedir unas cervezas para todos.

-Está a rebosar- exclamó Cindy, ya con la cerveza en la mano y meneándose ligeramente, al ritmo de la música.

-Podríamos acercanos un poco hacia el centro, para bailar un rato- propuso Anne. Leah y Bella desecharon el ofrecimiento, y observaron cómo las chicas se dirigían hacia la pista de baile. No se dieron cuenta de que Zack y Henry estaban detrás de ellas.

-Se nota que el equipo de baloncesto de la universidad está cerca- comentó Henry, señalándoles a un grupo de chicos altos y fuertes.

-Por eso Anne quería acercarse hacia esa zona- exclamó Leah, arrancando las carcajadas de Bella y de ambos jóvenes -será mejor que le eches un ojo a Cindy- le guiñó un ojo a Zack, en alusión al comentario, en broma, acerca de su novia.

-Me fío totalmente de ella- exclamó con solemnidad -es cómo cuándo admira por la televisión a alguno de los tíos que tanto os gustan- Bella contuvo la risa, ante la cara de Leah.

-Vosotros sí que babeáis cuándo veis a ciertas presentadoras y actrices- contestó la joven morena.

-Y a unas cuantas modelos- añadió Bella, con una sonrisa divertida. Eso desembocó en una pelea, sin maldad alguna, entre Zack y Leah. La joven castaña asistía en silencio al intecambio de opiniones; unos minutos después Henry se posicionó a su lado.

-Cuándo Leah se pone feminista no hay quién la gane- exclamó divertido, en voz alta a causa del intenso sonido de la música, y muy cerca de Bella.

-Eso es cierto- contestó ella, casi a voz en grito. Henry iba a hablarle de nuevo, pero justo en ese momento Bella se encontró con una compañera de clase, y mantuvieron una breve charla. Al terminar se giró de nuevo hacia el joven, que la recibió con una sonrisa inmensa en su cara.

-Era Cathy, una compañera de clase- le intentó decir, pero la música estaba tan alta que no se podía escuchar nada.

-¿Quieres salir un poco, a tomar el aire?- le hizo a Bella una señal con la mano, indicándole la puerta. La joven afirmó con la cabeza. Nada más salir, y aunque hacía frío, Bella respiró profundamente, y sintió una sensación de alivio cuándo el aire refrescó su cuerpo.

-¿Mejor?- interrogó el joven.

-Uuffssss...- resopló la joven, con una graciosa mueca -hacía demasiado calor ahí dentro-.

-Cierto- le dio la razón -no me van las aglomeraciones; ya sabes, el agobio de gente y todo eso-.

-A mi tampoco- admitió ésta -Leah y Cindy insistieron para que viniera-.

-Me alegro de que lo hayas hecho- Bella observó detenidamente al joven, que de repente se había acercado demasiado a ella -estás muy guapa esta noche-.

-Gracias- susurró, sintiéndose un poco incómoda.

-¿Puedo hacerte una pregunta?- Bella esperó en silencio, instándole a continuar.

-Verás... yo... ésto... quisiera saber si lo tuyo con Edward va en serio- pronunció torpemente Henry; la joven se quedó estática, mirándole con los ojos a punto de salirse de las órbitas.

-Henry... yo... ¿qué te hace pensar que lo mío con Edward es una simple aventura?- le reclamó, frunciendo el ceño y cabreándose.

-Vamos Bella; te lleva más de diez años, y ...-.

-¿Y qué?- exclamó ésta, elevando considerablemente el tono de voz -Henry, Edward es mi novio, y le quiero muchísimo; y tengo plena confianza en él, y en sus sentimientos e intenciones hacia mi- el corazón de Henry se constreñía con cada palabra de la joven.

-Bella... ¿quién te garantiza que no eres su capricho pasajero, y que no se cansará de ti tarde o temprano?- le preguntó el joven -Bella; tu me gustas mucho, y si tú quisieras yo podr...- la joven volvió a interrumpirle.

-Si todos supiéramos lo que va a pasar en el futuro, haríamos las cosas de otra manera, y tomaríamos otras decisiones- espetó, seria y dando un par de pasos hacia atrás -Henry- exclamó en un suspiro -eres un chico estupendo... pero no puedo verte de la forma que tú quieres que te vea. Quiero a Edward, y él me ha demostrado sus sentimientos con creces- el joven la escuchaba cabizbajo -no sabemos lo que ocurrirá en el futuro... pero de momento estamos juntos- el joven se tomó unos instantes, antes de hablar.

-Te estás equivocando Bella, ese hombre no es para ti- la paciencia de la joven se esfumó; ¿tanto le costaba a Henry asimilar una negativa?. Bella no quiso escuchar más, y de dio la vuelta, sin decir una sola palabra, pero una mano agarró su brazo, impidiéndole continuar.

-Suéltame, por favor- le exigió de manera calmada.

-Sólo te pido que me escuches- volvió a insistir.

-No hay nada que escuchar; tengo novio, y se llama Edward Cullen- siseó entre dientes -y te vuelvo a repetir que me sueltes-.

-Bella, yo...- una voz de hombre interrumpió a Henry... una voz que reconocería entre miles llegó a los oídos de la joven, y su corazón dio un brinco.

-Suéltala-.

Edward estaba a sólo unos metros de ellos; con los puños cerrados y la mandíbula tan apretada que Bella pensó que se le desencajaría. No la miraba a ella, miraba a henry directamente a los ojos, y vio chispas de furia brotar de ellos.

-Suelta a mi novia- el joven deshizo su agarre del brazo de la joven, y ésta se apresuró a su encuentro... pero la reacción de él la dejó desconcertada.

-Sube al coche- le ordenó sin apenas mirarla.

-¿Qué estás haciendo aquí?- se atrevió a preguntarle, con voz temblorosa.

-Cuándo hablamos esta tarde, Jake y yo estábamos en el aeropuerto; quería darte una sorpresa- le explicó sin dar más detalles -y ahora sube al coche, por favor- le volvió a repetir, esta vez con el tono de voz suavizado.

Bella decidió no empeorar las cosas, e hizo lo que su novio le pedía. Vio cómo avanzaba con paso lento hacia Henry, y bajó la ventanilla para intentar captar algo de lo que hablaban. Pudo distinguir la furia y la rabia contenida en la voz del ranchero.

-No te lo voy a decir más que una vez; Isabella Swan es mi novia, y no quiero que la vuelvas a increpar de esa forma, y mucho menos a insinuar que la quiero sólo para pasar el rato- Bella gimió para sus adentros... había escuchado toda la conversación, o buena parte de ella.

-No eres bueno para ella- le desafió éste, y la reacción de Edward no se hizo esperar. Le cogió por la chaqueta con los puños cerrados, y lo empujó hasta que la espalda del joven chocó contra la pared.

-No codicies lo que no puedes tener- le escupió, rabioso -no sabes nada acerca de mi; Bella es mi novia, y ella misma te lo ha dejado más que claro; no te vuelvas a acercar a ella, o no respondo de mis actos-.

-¿Es una amenaza?- le desafió el joven, nada atemorizado... ¿cómo podía seguir siendo así de prepotente?.

-Es una advertencia- le aclaró el joven de cabello cobrizo, antes de soltarle y dirigirse hacia el coche. Henry vio cómo le alejaba el volvo plateado, y con ellos todas sus ilusiones... no quería que las cosas se hubiesen torcido de esa manera... pero tenía que luchar por ella.

El viaje de regreso a casa estuvo sumido en el más absoluto de los silencios; Bella no había hecho nada... pero mucho se temía que, en cuánto entrasen por la puerta, el gen posesivo y celoso marca Cullen iba a despertar en todo su esplendor... y no podía hacerse una idea de lo nada equivocada que estaba.

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Mucho, Poco?
Yo lo se, se que me quieren matar con sus propias manos; pero ultimamente he tenido tantas cosas, de verdad que el Mundo hoy me hace feliz y mañana, mañana me siento vacia.
Monte estos dos capis, para reivindicar la espera que les hice pasar. Aun las quiero mucho, a Todas...
<3 
Ya saben: DMI

2 comentarios:

  1. Y nosotras te queremos tambien xq siempre te preocupas x todo y tranquila que al espera lo vale todo ,.....Me fascino ,gracias linda ...Besos...

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  2. Estuvo divino, y aunque todas las semanas reviso si hay capi nuevo, no importa, ya lo dijo nydia, la espera vale la pena. Estuvieron buenísimos los dos, pero espero con ansias el día que Edward le pida a Bella que se casen, y todo lo que se te ocurra porque eres de las mejores.

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