miércoles, 19 de diciembre de 2012

Cowboy de mi Corazón


Capítulo 17: Admitida

El domingo después de la fiesta transcurrió tranquilo, en parte porque Jake se fue con Nessie y no regresó hasta bien entrada la noche; ningún miembro de la familia sacó a relucir el tema de la pelea, no estaba el horno para bollos... pero el lunes fue otro cantar. Ese desayuno nada tuvo que ver con los que los habitantes del rancho Killarney empezaban otro día.

Carlisle, sentado a la cabecera de la mesa, permanecía callado, sumido en sus pensamientos y con el ceño levemente fruncido; a su lado, Esme trató de entablar conversación, pero finalmente optó por permanecer también callada; Edward y Bella intercambiaban miradas en silencio, al igual que Jasper; nadie se atrevía a romper el ambiente... pero todos ellos levantaron la cabeza cuándo Jake entró a la cocina.

-Buenos días- saludó éste a la familia; Bella le puso la taza de café enfrente, y ahí fue cuándo el patriarca habló.

-¿Cómo te encuentras?, ¿te duele?- le interrogó preocupado.

-Un poco, pero nada del otro mundo- se encogió de hombros, pero no pudo evitar una mueca de dolor, llevándose una de sus manos al labio inferior... ese maldito se lo había partido de un puñetazo, a parte del enorme hematoma que rodeaba su pómulo y ojo izquierdos.

-Malditos Denali- siseó Jasper, furioso -querían provocarnos y lo han conseguido-.

-Tú también hubieras saltado si te hubiesen insultado- se defendió el hermano mayor, cerrando el puño con rabia.

-No te echo la culpa- se apresuró a aclarar Jasper -en esos momentos cualquiera de nosotros hubiera perdido los nervios-.

-Si querían provocarnos, lo han conseguido- se lamentó Edward de nuevo.

-¿Y qué van a hacer?, ¿denunciarme?- exclamó Jake, dando un golpe en la mesa con su puño cerrado -que lo hagan, no me dan ningún miedo-.

-No te extrañe en absoluto que lo hagan- dijo Bella, atreviéndose a hablar -son capaces de eso y mucho más-.

-Los conocemos de sobra- añadió Edward -pero no se saldrán con la suya- le intentó tranquilizar éste, apresando sus dedos y apretándolos con cariño.

-De todas formas, hablaré con Jenkins para que esté informado- habló Carlisle -si te denuncian, tenemos que estar preparados- dijo en un tono que daba por finalizado el tema -vamos chicos, tenemos trabajo- se levantó de la mesa, gesto que imitó el resto de la familia. Bella y Edward se despidieron con un pequeño beso, y ella se quedó en la cocina con Esme.

Bella pasó la gran parte de la mañana en el piso superior, recogiendo las habitaciones y limpiando aquí y allá. La señora Harris había terminado por dejar el trabajo, de modo que ahora Esme y ella se repartían las tareas de la casa. Después de arreglar el piso superior, dejó a Esme terminando y se encaminó hacia la cocina, para empezar a preparar el almuerzo. En ello estaba cuándo por la ventana de la cocina vio la furgoneta del servicio postal. Secándose las manos con el trapo, salió al encuentro del señor Hicks.

-Buenos días- saludó la joven, dedicándole al simpático señor una pequeña sonrisa.

-Buenos días señorita Bella- le devolvió el saludo -aquí tiene- le pasó un fajo de sobres y papeles -hoy tiene carta-.

-¿De veras?- preguntó ésta nerviosa; revisó los sobres uno a uno, esperando ver en alguno de ellos el anagrama de alguna de las universidades... pero no encontró ninguno, y tampoco ninguna carta a su nombre.

-No hay ninguna- murmuró con el ceño fruncido, pero al regresar su vista al señor Hicks, vio que éste le tendía un sobre grande, de tamaño de un folio, y bastante abultado. El corazón de Bella latió nervioso mientras lo tomaba, y dándole las gracias al amable señor, entró en la casa, tropezándose y casi cayendo al suelo. Por suerte llegó sana y salva a la cocina, y lanzando el resto de la correspondencia sobre la encimera, se dispuso a estudiar el enorme sobre.

-Universidad estatal de San Antonio- leyó en voz baja; con manos temblorosas lo rasgó. Un gran número de papeles y folletos explicativos se esparcieron en la encimera; tomó la primera hoja, y con el corazón desbocado empezó a leer.

Según leía, una gran sonrisa se instaló en su cara, estaba admitida. Releyó de nuevo la carta, en la que en nombre del decano se le daba la bienvenida a la escuela universitaria de Enseñanza y Magisterio, adscrita a la universidad de San Antonio, y después echó un vistazo a los otros papeles. Había varios formularios para rellenar, así cómo el desglose de asignaturas obligatorias y de libre elección. También había otro en el que explicaban los diferentes cursos complementarios y seminarios, aparte de las fechas tope para entregar todo debidamente cumplimentado, y la fecha del comienzo de las clases.

Sin poder contener la emoción y la alegría, salió con paso apresurado de la casa, en busca de su novio, para darle la noticia.

-¿Sabes dónde está Edward?- interrogó a Seth, ya que se lo encontró nada más salir de la casa.

-Están todos en la nave de engorde- le informó con una sonrisa. Murmurando un apenas audible "gracias", salió disparada hacia allí. Efectivamente, tal y cómo le indicó el joven, se encontró a Edward en la nave de engorde, junto con sus hermanos y su padre. Sin apenas saludar al resto de los vaqueros, echó a correr hacia su novio, que oyendo los presurosos pasos, levantó la cabeza; al ver a su novia corriendo hacia él arqueó una ceja por la sorpresa, pero al verla agitar una hoja adivinó lo que pasaba, y se adelantó un paso para recibir a su pequeña, con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a ella.

-¡Me han aceptado!- chilló emocionada mientras se lanzaba a sus brazos -he recibido la carta de la universidad... ¡me han aceptado!-.

-Felicidades cariño- le felicitó Edward mientras la abrazaba con fuerza y dejaba un beso en sus labios; permanecieron abrazados durante unos minutos, hasta que la voz de Jasper les sacó de su burbuja particular.

-Déjala que ponga los pies en el suelo Eddie, y permite que felicite a mi cuñada- con un suspiro de paciencia, posó a su pequeña en el suelo, viendo cómo era acaparada por sus hermanos.

-Ya puedes ir preparando las maletas- sonrió ante las palabras de su padre, que le palmeaba el hombro en un gesto de felicitación -Charlie estaría orgulloso de ella- replicó con un deje de emoción. Quería a Bella cómo a una hija, y desde que estaba con Edward, más aún.

-Sí que lo estaría- le dio la razón a su padre. Sonrió de nuevo, ya que en ese momento sus hermanos liberaron a su novia y ésta se acercaba de nuevo a ellos.

-Enhorabuena hija mía- se adelantó Carlisle a abrazarla, gesto que ella correspondió feliz.

-Muchas gracias- agradeció de corazón la joven -todavía no puedo creerlo- musitó.

-¿Me dejas el papel?- le pidió Edward; su pequeña se lo tendió con una sonrisa, y descubrió contento que la universidad era la de San Antonio; por lo menos estarían cerca del rancho, y volverían los fines de semana a casa.

-San Antonio- anunció a sus padre y hermanos, esbozando una sonrisa satisfecha.

-Podréis venir los fines de semana- exclamó Jasper contento.

-¿Cómo lo vais a hacer?- interrogó Jake -¿buscaréis un apartamento, una casa...?-.

-Todavía hay que hablarlo- le interrumpió su hermano pequeño -¿has recibido los impresos de matriculación?- preguntó a su pequeña; al ver que asentía con la cabeza, la tomó de la mano, tirando de ella en dirección a la casa -vamos a verlos, entonces; os veo a la hora de la comida- se despidió del resto.

-¡Eh!- gritó Jake -¡todavía tenemos que terminar aquí!- pero Edward y Bella se perdieron en dirección a la casa.

-Terminaremos nosotros- anunció Carlisle -ellos tienen muchas cosas que decidir-.

Una vez acomodados en la mesa de la cocina, la pareja se concentró en leer minuciosamente todos y cada uno de los documentos restantes. Bella rellenó sus datos personales, dejando la elección de asignaturas para el final. Una idea cruzó por la mente de Edward.

-¿Quieres que vayamos unos días a San Antonio?- le ofreció; los ojos chocolate de su pequeña se agrandaron por la sorpresiva e improvisada invitación.

-¿Puedes escaquearte unos días?- preguntó con preocupación en sus ojos. Bastante hacía con irse con ella al comienzo del curso, y no quería que su trabajo en el rancho se viera más afectado.

-No habrá problema si para la semana que viene estoy de regreso- le aclaró -comienza la siega- le recordó -podríamos entregar tu matrícula, conocer un poco la ciudad dónde viviremos... estaríamos a solas...- murmuró la última frase en voz baja y tono ligeramente insinuante.

-Pensé que tú la conocías- contraatacó su pequeña, arqueando una de sus delineadas cejas.

-Sólo conozco el centro y el distrito financiero- le explicó divertido -además...¿no quieres pasar unos días a solas conmigo?- le preguntó mientras movía su silla y tomaba su carita entre sus manos.

-Claro que quiero- susurró Bella en voz baja, inclinando la cabeza y apoyándola en una de sus manos. Sonrió satisfecho y dejó un sonoro beso en los labios de la joven.

-Entonces hablaré con mi padre- replicó decidido -podríamos salir el miércoles por la tarde, y regresar el domingo- le propuso. Bella asintió con una sonrisa; cuatro días con Edward, fuera del rancho y solos... en verdad era una oferta para no rechazar.

-Y yo me dedicaré a dejar comida preparada para quién tú ya sabes- el joven rió divertido, asintiendo con la cabeza.

-Gracias por regalarnos estos días- susurró Bella emocionada, rodeando su cuello y abrazándole con fuerza. Su novio respondió encantado a su abrazo, acariciando su espalda lentamente; necesitaba un poco de intimidad con su pequeña... ambos la necesitaban.

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Dos días después, la familia se despedía de ellos en la puerta principal. Ya que la distancia entre Huntsville y San Antonio eran apenas dos horas en coche, decidieron partir a última hora de la tarde, para que Edward dejara terminara todo el trabajo administrativo hasta el lunes, y poder disfrutar tranquilos.

Bella abrazó a Esme y Carlisle mientras que Edward terminaba de colocar el equipaje en el maletero del coche. Una vez lo cerró se acercó a sus hermanos.

-Disfrutad estos días al máximo- le aconsejó Emmet, palmeando su espalda.

-Pero tráenos a nuestra cocinera sana y salva- le advirtió Jake, intentando parecer serio. Edward rodó los ojos ante el comentario de su hermano mayor.

-No le hagas ni caso, Edward- le consoló Rosalie, mientras abrazaba a su cuñado -pasadlo muy bien-.

-Eso seguro- respondió contento -adiós Owen- se despidió de su sobrino, que desde los brazos de su madre miraba todo con los ojos cómo platos y batiendo sus pequeñas manitas.

-Si se porta mal contigo, llámanos y nos plantaremos allí en un momento- oyó que le decía Jasper a Bella. Su cuñada lo miraba con una ceja arqueada, negando divertida con la cabeza. Después de despedirse él también de su padre y Esme, por fin se metieron el coche y arrancaron.

-Al fin- exclamó cómicamente Edward -mis hermanos piensan que te secuestro- le dijo a su novia. Ella rió, divertida por el comentario.

-Puedes secuestrarme tantas veces cómo quieras- le devolvió ésta por respuesta, guiñándole un ojo y acomodándose en el asiento.

Después de un tranquilo y agradable viaje, la pareja llegó al hotel dónde se hospedarían estos días, el hotel Menger. Era un edificio antiguo en el centro de la ciudad, al lado de Alamo Square y de otros punto turísticos de interés. Mientras Edward arreglaba y formalizaba el registro, Bella se dedicaba a admirar la lujosa decoración que la rodeaba. Según le había contado su novio por el camino, este era el hotel dónde habitualmente se alojaban Edward y sus hermanos cúando tenían que atender algún negocio en la ciudad.

-¿Subimos?- le preguntó el joven , pasando una mano por su cintura.

-Claro- aceptó ésta.

Sus ojos se abrieron cómo platos al entrar en la pequeña suite que Edward había reservado. Era enorme, y decorada con muebles antiguos y de madera oscura, siguiendo el estilo de todo el edificio. Una enorme cama de matrimonio la presidía.

-¿Te gusta?- interrogó el joven, después de darle una propina al botones y despedirlo en la puerta.

-Es preciosa- exclamó la joven, admirada -pero estoy segura de que todo ésto cuesta muchísimo dinero- su novio suspiró resignado, rodeando su cintura.

-No tienes por qué preocuparte por eso- le explicó pacientemente -quería que nuestro primer viaje juntos fuera inolvidable para ti-.

-Y lo va a ser- respondió ella, poniéndose de puntillas y dejando un suave beso en sus labios -estoy contigo, con eso me basta- murmuró pegada a éstos. Edward la volvió a besar, pero lo que en principio comenzó cómo un tierno beso pronto se transformó en uno hambriento y voraz. Su pequeña abrió la boca para soltar un sexy gemido, y ahí fue cuándo Edward perdió la consciencia.

Sus manos aprisionaron más fuerte la cintura de su pequeña, pegándola aún más a su cuerpo. Sus delicadas y sinuosas curvas se amoldaron a su cuerpo de forma asombrosa; todavía se sorprendía de cómo Bella había nacido para encajar entre sus brazos.

-Edward- oyó la voz de su pequeña llamarle, mientras él recorría su cuello con sus labios -Edward- volvió a repetir, conteniendo la carcajada -tenemos que deshacer el equipaje y cenar- consiguió decir entre sus suspiros; su cuerpo era recorrido por una electrizante sensación, provocada por los besos que su novio le dedicaba... pero de repente sintió cómo el joven se separara de ella, y sin decir nada, simplemente recorriendo su cuerpo con una mirada de deseo, la cargó en brazos cómo a una novia, dirigiéndose a la cama y tumbándola delicadamente en ella.

-El equipaje puede esperar- le recordó mientras se posicionaba encima de ella -y el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- murmuró malicioso, acariciando suavemente su pierna por encima del pantalón. Bella se mordió el labio inferior, antes de hablar.

-Entonces...- dejó la frase a medias, ante la mirada interrogante de su novio -cállate y ven aquí- tiró de su cuello, acercando su cara y besando de nuevo sus labios. Edward le devolvió el beso sin resistencia alguna, subiendo la mano por su pierna y parando en su muslo, apretándolo con suavidad pero a la vez con firmeza.

Bella saboreaba el beso con ansias, y en un fluido movimiento sus manos se colaron por debajo de la camiseta de Edward; las yemas de sus dedos se deleitaban con los marcados músculos de los abdominales del joven, que ya respiraba entrecortadamente debido al beso y a las caricias que le prodigaba su pequeña. Sin abandonar sus labios ni un sólo momento, las grandes y fuertes manos del joven ascendieron por su cuerpo, dejando libres sus muslos y acercándose peligrosamente a sus pechos, los cuales apretó dulcemente por encima de su blusa.

-Ahhh... Edward- su voz era una súplica, siempre que la tocaba de esa manera se derretía entre sus brazos.

-Me vuelves loco Bella- le dijo entre besos; su pequeña se sonrojó ante tal afirmación, y a la vez que las bocas de ambos se daban una pequeña tregua, las pequeñas manos de su novia bajaron hasta el borde de la camiseta. La fue sacando lentamente, acariciando de nuevo su pecho en el proceso.

-¿Sabes que eso es tentarme, no?- murmuró con una sonrisa lasciva; su novia rió suavemente, tirando la camiseta al suelo y pasando sus manos por la extensa espalda de Edward. En unos pocos minutos, la blusa de Bella también descansaba en el suelo, y sin casi darse cuenta, Edward invirtió las posiciones de ambos, tumbándose en la cama y sentado a su novia encima suyo, a horcajadas; se incorporó, quedando sentado y dirigiendo sus manos a la espalda de su pequeña.

Los apetecibles pechos de la joven quedaron expuestos ante él en cuestión de segundos, y su boca y sus manos se deleitaron con su sabor y textura, acariciándolos y besándolos. Bella no pudo evitar enredar sus dedos en el pelo cobrizo de Edward, acercando su cabeza todo lo que podía a su cuerpo. Largos suspiros salían de su garganta ante tales caricias, pero cuándo los dientes de Edward apresaron su pezón y lo mordieron con suavidad, un profundo y ronco gemido atravesó sus labios, a la vez que echaba su cabeza hacia atrás, cerrando lo ojos y disfrutando de las sensaciones. Con un pequeño gesto de sus manos, la boca de su novio dejó sus senos, para subir por su cuello y morir en sus labios.

-Edward...- repetía su nombre una y otra vez, cada vez que la boca del joven le daba unos pocos segundos de descanso. Y otra vez, en un movimiento un poco brusco, rodeó el cuerpo de su pequeña para girarla y posarla debajo suyo.

-Me encanta que repitas mi nombre una y otra vez- susurró su novio contra sus labios. Las manos del joven bajaron sinuosamente por su cuerpo, pasando por su vientre y llegando al botón de sus pantalones. Se incorporó ligeramente, para quitarle los zapatos y el resto de su ropa. Contemplarla desnuda, debajo de él, era una de las cosas con las que más disfrutaba; se deleitaba con su piel suave y pálida, y adoraba ese rubor tan característico de Bella que aparecía en sus mejillas. Se posicionó de nuevo sobre ella, capturando de nuevo sus labios; su lengua exploraba cada uno de los rincones de la boca de su pequeña, y ella le devolvía el beso con la misma pasión e intensidad.

-Bella...- gemía sobre su cuello, mientras lo besaba lentamente; el roce de sus caderas y de sus partes más íntimas le estaba matando.

-Tienes demasiada ropa- dijo su novia, entre jadeos y respiraciones entrecortadas. Las manos de Bella le ayudaron a desabrochar los botones de sus vaqueros, y cuándo el también estuvo completamente desnudo, se posicionó sobre su pequeña, entrando de un solo golpe.

-¡Edward!- jadeó por la sorpresa.

-Lo siento, no podía aguantar un minuto más sin hacerte mía- se disculpó su novio, aunque en su cara y en sus ojos no se reflejaba culpabilidad alguna. Bella negó divertida con la cabeza, pero sus ojos se cerraron al sentir cómo Edward empezaba a entrar y salir dentro de ella... y ahí se dejó llevar.

Edward besaba y lamía cada parte de esa pálida piel que estaba a su alcance. La intimidad de su pequeña le recibía gustosa, era tan cálida y suave; los gemidos y suspiros de la joven, clamando por más o diciendo su nombre eran música celestial para sus oídos. Pronto pasó a un ritmo mucho más rápido e intenso, besando ferozmente a su pequeña, ahogando los gritos de ambos, que ya invadían la habitación.

-Ohhhh Edward... sí- repetía una y otra vez su novia; sus piernas enrollaban sus caderas, y al sentir que cada vez lo apresaban más y más fuerte, supo que enseguida terminaría.

-Déjalo ir, cariño- consiguió decirle -vamos, déjalo ir-.

-¡Edward- el grito de Bella, unido al estremecimiento que sacudió su pequeño cuerpo, hizo que el también terminara, cayendo desplomado encima de Bella, que lo acogió gustosa entre sus brazos.

Después de unos pocos minutos, salió del cálido interior de su novia, apoyándose en el colchón y atrayendo a su pequeña, que se acomodó satisfecha entre sus brazos.

-¿No tienes hambre?- le sondeó ésta, jugando con el escaso vello de su pecho.

-Un poco- concedió con una sonrisa -espero no haber sido demasiado brusco- dijo con cautela; Bella se apoyó en uno de sus codos, quedando de costado y mirándole extrañada por sus palabras.

-No has sido brusco Edward- le explicó -yo también tenía muchísimas ganas- susurró de manera insinuante e inclinándose para besar su boca otra vez. Iba a separarse de él, pero sintió la mano de su novio aprisionar su nuca, atrayéndola más cerca de el para profundizar más el beso.

-Pensaba que tenías hambre- murmuró con las mejillas sonrojadas e intentando coger un poco de aire.

-Y la tengo- le explicó éste, poniéndose de nuevo encima suyo, lo que ocasionó la suave risa de su pequeña -pero te recuerdo que el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- susurró malicioso, aprisionando de nuevo la boca de Bella y dejándose arrastrar por el deseo durante el resto de la noche.

Los siguientes días fueron cómo un sueño para Bella; poder disfrutar exclusivamente de Edward, sin que tuviera que salir de viaje de negocios o trabajar en el rancho. La mañana siguiente a su llegada, nada más levantarse, después de una intensa noche, fueron directamente a la universidad, para formalizar la matrícula. A pesar de que el plazo de inscripción acababa de abrirse hace relativamente poco, había bastante gente, de modo que esperaron pacientemente su turno.

Una vez terminaron con el papeleo, se dedicaron a recorrer el campus y los alrededores, disfrutando de un tiempo francamente veraniego. Los jardines que rodeaban el campus eran preciosos, y los edificios que componían las distintas facultades emergían majestuosamente, no en vano algunos tenían más de cien años de antigüedad. Localizaron enseguida el edificio dónde se impartirían las clases de Bella; ésta lo observaba con una pequeña sonrisa, pero también con un deje de nervios y preocupación. Al notar el silencio de su pequeña, no pudo evitar preguntarle.

-¿Qué pasa, cariño?-.

-Nada- intentó quitarle importancia la joven -es sólo que nunca he sido buena estudiante- expresó con pesar -me da un poco de miedo y respeto- confesó con una mueca de tristeza en su cara. Edward negó con la cabeza, poniéndose enfrente de ella y rodeando su delicado cuerpo.

-Lo vas a hacer muy bien- la animó con una sonrisa -yo te ayudaré en todo lo que pueda... aunque no sepa mucho de las asignaturas- Bella rió divertida ante la observación -pero estoy seguro de que podrás con ello tú solita- era increíble cómo la animaba y la apoyaba.

-Gracias- le agradeció con una pequeña sonrisa. Después de que Edward dejara un pequeño beso en sus labios, continuaron con el paseo por la ciudad. Incluso estudiaron con atención los alrededores del campus, dónde vieron que había una zona residencial, con casas y apartamentos.

El resto de los días se dedicaron a hacer turismo, y a conocer un poco la ciudad dónde ambos vivirían; era una ciudad bastante grande, con alrededor de dos millones de habitantes. Para Bella sería un cambio, ya que tanto Forks cómo Huntsville, aunque no eran poblaciones pequeñas, no sobrepasaban los cinco mil habitantes.

De la mano de su novio, recorrieron el centro histórico de San Antonio, visitaron dos de los museos más importantes y disfrutaron de veladas inolvidables, saliendo a cenar, al cine, a tomar una copa... y por supuesto, aprovecharon cada momento de intimidad para demostrarse su amor, cosa que no podían hacer tanto cómo quisieran en el rancho.

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El domingo por la tarde toda la familia les recibió en la puerta principal. Nada más salir del coche, Jake se adelantó para abrirle la puerta y atrapar a Bella en un abrazo de oso, lo mismo que hicieron Emmet y Jasper.

-Por fin has regresado- suspiró cómicamente el hermano mayor, ante el ruedo de ojos simultáneo de Carlisle y Edward.

-Ni que os hubierais muerto de hambre- exclamó Bella con paciencia y resignación -os dejé comida cómo para un regimiento-.

-Pero se terminó el viernes a la noche- protestó Jasper, con un infantil puchero. Bella miró a su cuñado cómo si le hubiera salido un tercer ojo en la frente.

-¿Toda?- murmuró alucinada -¿dónde metéis todo lo que coméis?- les interrogó con los brazos en jarras y mirando a sus cuñados de uno en uno.

-Parece que antes de la llegada de Bella apenas comíais- les reprochó Rosalie a los tres, después de que ésta y Esme saludaran a la joven.

-Increíble- decía Esme, conteniendo la carcajada.

-Eso- apoyó Carlisle -debería daros vergüenza- riñó a sus hijos cómo si fueran niños pequeños -no les hagas caso hija, ¿todo bien?- les interrogó a la pareja.

-Todo bien- afirmó Bella con una sonrisa -después te contaremos-.

-Estupendo- se frotó las manos Jake -Nessie y Alice vendrán después de cenar- les contó.

-Entonces prepararé postre especial- meditó Bella en voz alta.

-Pastel de chocolate- sugirió Jasper, relamiéndose los labios.

-Nop; mejor de manzana- le guiñó un ojo a Rosalie, que apoyó las palabras de Bella moviendo enérgicamente la cabeza. Después de que todos se adentraran en la casa, Bella se giró hacia su novio, que tenía una expresión de resignación en su cara.

-Son incorregibles- siseó -me preguntó que pasará el día que nos casemos y tengamos nuestra propia casa- meditó en voz alta.

-Seguramente... que les tendremos allí a diario- se encogió su pequeña de hombros, para después colgarse de su cuello.

-Ni hablar- exclamó horrorizado Edward -antes blindo las puertas y ventanas-.

-¿Harás eso a tus pobres hermanos?- se oyó la voz de Jake desde el interior -¡no tienes corazón!- su pequeña estalló en carcajadas ante el divertido lamento del hermano mayor de los Cullen.

-¡Cotilla!- le gritó Edward de vuelta, ante las risas de su novia -bienvenida a casa- le dijo a ésta, para después acompañarla en sus risas. Besó suavemente su frente antes de tomar su cintura y pasar hacia el interior de la casa... una casa de locos, pero su casa, al fin y al cabo.

2 comentarios:

  1. buaaaaa que lindooooo!!!! mil gracias nenas!!! ya se os echaba de menos, sois las mejores!!!

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